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domingo, 14 de agosto de 2016

Nueve secretos católicos para tener una larga vida (y una vejez serena)

La vejez puede ser un tiempo de crecimiento personal, si se aprende a hacerlo bien

Nueve secretos católicos para tener una larga vida (y una vejez serena)

Jaime Septien, aleteia
Tras el episodio desgarrador narrado por Aleteia sobre dos ancianos que lloraban y gritaban en su pequeño departamento en Roma (Jole y su esposo Michele, ella con 84 años, él con 94), ambos víctimas de una “soledad incurable” y que atrajeron a la policía, avisada por los escasos vecinos que barruntaban un hecho ilícito, la pregunta es no solamente qué estamos haciendo con nuestros mayores, sino cómo estamos aprendiendo –o no aprendiendo—a envejecer.

Sin embargo, hay una gran cantidad de testimonios de personas que llegan a los 80 o los 90 años con una vitalidad sorprendente, con un deseo contagioso de vivir y con la capacidad para enseñar que la tercera edad es, seguramente, el repositorio de la experiencia y el sentido humano de la vida.

Una serie de testimonios hacen el siguiente listado de los Nueve Secretos Católicos para una Larga Vida que en su edición de esta semana propone la publicación estadounidense Our Sunday Visitor:

Confía en Dios. La vida estará llena de bendiciones pero, también, de retos, y solamente a través de la fe en Cristo tendremos la habilidad de decir: “Hágase Tu Voluntad”.

Permanece activo. Nuestros cuerpos nos fueron dados por Dios, y debemos tratarlos con esa misma dignidad.

Continúa creciendo en la fe. Con la edad viene la sabiduría, pero solamente si nosotros nos esforzamos por ir hacia ella.

Vive frugalmente. Una vida sencilla deja mayor espacio para las cosas que son verdaderamente importantes.

Transmite la fe a otros. Compartir el amor de Cristo y de su Iglesia es de los más grandes regalos que nosotros podemos darle a los demás.

Ora continuamente. Solo cuando hacemos quietud en nuestra vida y conversamos con Dios, podemos escucharlo a Él y seguir su llamado.

Come bien. Ya sea que comas o bebas, o cualquiera otra cosa que tú hagas, hazlo todo para mayor gloria de Dios (San Pablo a los Corintios).

Permanece abierto al cambio. Nuevas experiencias pueden llenar el alma y ser el antídoto contra el aburrimiento y la soledad.

Abraza a tus amigos y familiares. Pasar tiempo con aquellos con quienes más nos gusta estar proporciona una enorme cantidad de alegría.

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