Hay que orar en esta hora de la noche porque nuestros
padres antiguos, de quienes hemos recibido esta tradición,
nos enseñaron que en esta hora toda la creación descansa un instante
para alabar al Señor. Las estrellas, los árboles y las aguas se
detienen un instante y todos los coros de los ángeles que sirven
a Dios lo alaban en esta hora junto con los justos. Por esto,
los creyentes se apresuran a orar en esta hora.
Dando testimonio de todo esto, el Señor dijo: “A medianoche
se oyó un grito: -Ya está ahí el esposo, salid a su encuentro.-“ (Mt 25,6)
Y continúa diciendo: “Así, pues, vigilad, porque no sabéis
el día ni la hora.” (Mt 25,13) Al canto del gallo, en la madrugada,
cuando te levantes, ¡ora también!
(San Hipólito de Roma. La tradición apostólica, 41; SC 11)
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