lunes, 4 de agosto de 2025

Evangelio del día - Memoria de San Juan María Vianney


 

·        Lectura del libro de los Números 

·        Números 11, 4-15

·        En aquellos días, los israelitas se quejaban diciendo: "¡Quién nos diera carne para comer! ¡Cómo nos acordamos del pescado, que comíamos gratis en Egipto, y de los pepinos y melones, de los puerros, cebollas y ajos! Pero de tanto ver el maná, ya ni ganas tenemos de comer".

El maná era como la semilla del cilantro y su aspecto como el de la resina aromática. El pueblo se dispersaba para recogerlo. Lo molían en el molino o lo machacaban en el mortero; luego lo cocían en una olla y hacían con él una especie de pan, que sabía como el pan de aceite. Por la noche, cuando caía el rocío sobre el campamento, caía también el maná.

Moisés oyó cómo se quejaba el pueblo, cada una de las familias, a la entrada de su tienda. Eso provocó la ira del Señor, y Moisés, también muy disgustado, le dijo al Señor: "¿Por qué tratas tan mal a tu siervo? ¿En qué te he desagradado para que tenga que cargar con todo este pueblo? ¿Acaso yo lo he concebido o lo he dado a luz, para que me digas: 'Toma en brazos a este pueblo, como una nodriza a la creatura, y llévalo a la tierra que juré darles a sus padres?' ¿De dónde voy a sacar yo carne para repartírsela a toda la gente, que me dice llorando: 'Queremos comer carne'? Yo solo no puedo cargar con todo este pueblo, pues es demasiado pesado para mí. Si me vas a tratar así, por favor, quítame la vida y no tendré que pasar tantas penas".

·        Evangelio del Día

·        Lectura del santo evangelio según san Mateo 

·        Mateo 14, 13-21

·        En aquel tiempo, al enterarse Jesús de la muerte de Juan el Bautista, subió a una barca y se dirigió a un lugar apartado y solitario. Al saberlo la gente, lo siguió por tierra desde los pueblos. Cuando Jesús desembarcó, vio aquella muchedumbre, se compadeció de ella y curó a los enfermos.

Como ya se hacía tarde, se acercaron sus discípulos a decirle: "Estamos en despoblado y empieza a oscurecer. Despide a la gente para que vayan a los caseríos y compren algo de comer". Pero Jesús les replicó: "No hace falta que vayan. Denles ustedes de comer". Ellos le contestaron: "No tenemos aquí más que cinco panes y dos pescados". El les dijo: "Tráiganmelos".

Luego mandó que la gente se sentara sobre el pasto. Tomó los cinco panes y los dos pescados, y mirando al cielo, pronunció una bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos para que los distribuyeran a la gente. Todos comieron hasta saciarse y con los pedazos que habían sobrado, se llenaron doce canastos. Los que comieron eran unos cinco mil hombres, sin contar a las mujeres y a los niños.

·        Las palabras de los Papas

·        Hemos oído la narración evangélica: con cinco panes de cebada y dos peces (…)  Jesús sacia el hambre de cerca de cinco mil hombres (…) El hombre, especialmente el de estos tiempos, tiene hambre de muchas cosas: hambre de verdad, de justicia, de amor, de paz, de belleza; pero, sobre todo, hambre de Dios. "¡Debemos estar hambrientos de Dios!", exclamaba San Agustín (famelici Dei esse debemusEnarrat. in psalm. 146, núm. 17: PL, 37, 1895 s.). ¡Es El, el Padre celestial, quien nos da el verdadero pan! (…) El pan que necesitamos es, también, la Palabra de Dios, porque, "no sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios" (Mt 4, 4 cf. Dt 8, 3). Indudablemente, también los hombres pueden pronunciar y expresar palabras de tan alto valor. Pero la historia nos muestra que las palabras de los hombres son, a veces, insuficientes, ambiguas, decepcionantes, tendenciosas; mientras que la Palabra de Dios está llena de verdad (cf. 2 Sam 7, 28; 1 Cor 17, 26); es recta (Sal 33, 4); es estable y permanece para siempre (cf. Sal 119, 89; 1 Pe 1, 25). (San Juan Pablo II – Homilía a Castel Gandolfo, 29 de julio de 1979)

Reflexión sobre la impresión coloreada a mano

Hoy celebramos la fiesta de San Juan Vianney (1786-1859), patrón de los sacerdotes y párrocos. Criado en las turbulentas secuelas de la Revolución Francesa, sólo recibió una educación formal limitada. Debido al anticlericalismo generalizado de la época, tuvo que hacer la Primera Comunión y la Confirmación en secreto. Durante esos años, le conmovió profundamente el valor de los sacerdotes y monjas que arriesgaban sus vidas para permanecer fieles. Su heroísmo silencioso dejó una huella imborrable en el joven Juan.

Tras un breve y reticente paso por el ejército de Napoleón en 1809, reanudó sus estudios (aunque con dificultades, sobre todo con el latín) y acabó ordenándose. En 1818, fue enviado al pequeño y espiritualmente abandonado pueblo de Ars, donde permanecería el resto de su vida. Con el tiempo, su santidad, sabiduría e incansable dedicación atrajeron a gentes de toda Francia. En 1827, Ars se había convertido en uno de los grandes destinos de peregrinación de Europa. Hasta su muerte, cerca de 20.000 peregrinos acudían cada año, muchos de ellos en busca del sacramento de la reconciliación. El santo Cura de Ars pasaba hasta 15 horas al día en el confesionario, guiando a las almas de vuelta a Dios. Hoy se celebra el aniversario de su muerte.

Una de las pequeñas cosas que más me gustan de San Juan Vianney es cómo siempre se refería a Dios como le Bon Dieu-el Buen Dios. Es una forma sencilla pero profundamente cariñosa de hablar del Señor. Y Dios es bueno, derrama su gracia y su misericordia sobre cada uno de nosotros cada día. San Juan dijo una vez de la Eucaristía:

"No hay nada tan grande como la Eucaristía.

Si Dios tuviera algo más precioso,

Nos lo habría dado".

Esta estampa es una de las muchas imágenes devocionales producidas en el siglo XIX en honor de nuestro santo. Editada hacia 1860 y coloreada a mano con esmero, presenta un retrato central del santo enmarcado por cuatro viñetas más pequeñas, cada una de las cuales ilustra un aspecto clave de su santa vida. En la parte superior izquierda aparece rezando a la Virgen; en la inferior izquierda, ofreciendo ayuda a los pobres. En la parte superior derecha aparece implorando a Dios por la iluminación de su rebaño, mientras que en la inferior derecha atiende con ternura a los moribundos. En conjunto, estas escenas ofrecen un conmovedor resumen visual de una vida derramada en la oración, el servicio y la atención pastoral.

"No hay nada tan grande como la Eucaristía.

Si Dios tuviera algo más precioso,

Nos lo habría dado". 

El Evangelio de hoy es una profecía porque cada día millones y millones reciben la Santa Comunión, el Pan de Vida eterna, la multiplicación de los panes santos.

San Juan Vianney - ruega por nosotros.

by Padre Patrick van der Vorst


Oraciones breves de Acción de Gracias y para después de la Comunión

Acto de Fe

¡Señor mío Jesucristo!, creo que verdaderamente estás dentro de mí con tu Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, y lo creo más firmemente que si lo viese con mis propios ojos.

Acto de Adoración

¡Oh Jesús mío!, te adoro presente dentro de mí, y me uno a María Santísima, a los Angeles y a los Santos para adorarte como mereces.

Acto de Acción de Gracias

Te doy gracias, Jesús mío, de todo corazón, porque has venido a mi alma. Virgen Santísima, Angel de mi guarda, Angeles y Santos del Cielo, dad por mi gracias a Dios.

Alma de Cristo [1]

Alma de Cristo, santifícame. Cuerpo de Cristo, sálvame. Sangre de Cristo, embriágame. Agua del costado de Cristo, lávame. Pasión de Cristo, confórtame. ¡Oh, buen Jesús!, óyeme. Dentro de tus llagas, escóndeme. No permitas que me aparte de Ti. Del maligno enemigo, defiéndeme. En la hora de mi muerte, llámame. Y mándame ir a Ti. Para que con tus santos te alabe. Por los siglos de los siglos. Amén

A Jesús Crucificado

Mírame, ¡oh mi amado y buen Jesús!, postrado en tu presencia: te ruego, con el mayor fervor, imprimas en mi corazón vivos sentimientos de fe, esperanza, caridad, verdadero dolor de mis pecados y firmísimo propósito de jamás ofenderte; mientras que yo, con el mayor afecto y compasión de que soy capaz, voy considerando y contemplando tus cinco llagas, teniendo presente lo que de Ti, oh buen Jesús, dijo el profeta David: "Han taladrado mis manos y mis pies y se pueden contar todos mis huesos." (Salmo 21, 17-18)

A Jesucristo

Dulcísimo Señor Jesucristo, te ruego que tu Pasión sea virtud que me fortalezca, proteja y defienda; que tus llagas sean comida y bebida que me alimente, calme mi sed y me conforte; que la aspersión de tu sangre lave todos mis delitos; que tu muerte me dé la vida eterna y tu cruz sea mi gloria sempiterna. Que en esto encuentre el alimento, la alegría, la salud y la dulzura de mi corazón. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

A la Santísima Virgen

Oh María, Virgen y Madre Santísima, he recibido a tu Hijo amadísimo, que concebiste en tus inmaculadas entrañas, criándolo y alimentándolo con tu pecho, y lo abrazaste amorosamente en tus brazos. Al mismo que te alegraba contemplar y te llenaba de gozo, con amor y humildad te lo presento y te lo ofrezco, para que lo abraces, lo ames con tu corazón y lo ofrezcas a la Santísima Trinidad en culto supremo de adoración, por tu honor y por tu gloria, y por mis necesidades y por las de todo el mundo. Te ruego, piadosísima Madre, que me alcances el perdón de mis pecados y gracia abundante para servirte, desde ahora, con mayor fidelidad; y por último, la gracia de la perseverancia final, para que pueda alabarle contigo por los siglos de los siglos. Amén.

A San José

Custodio y padre de vírgenes, San José, a cuya fiel custodia fueron encomendadas la misma inocencia, Cristo Jesús, y la Virgen de las vírgenes, María. Por estas dos querídísimas prendas, Jesús y María, te ruego y te suplico me alcances que, preservado de toda impureza, sirva siempre con alma limpia, corazón puro y cuerpo casto a Jesús y a María. Amén.

(aciprensa)



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