miércoles, 20 de agosto de 2025

Evangelio del día - Memoria de San Bernardo


 

Libro de los Jueces 9,6-15.

Entonces se reunieron todos los señores de Siquém y todo Bet Miló, y fueron a proclamar rey a Abimélec, junto a la encina de la piedra conmemorativa que está en Siquém.
Cuando le llevaron la noticia a Jotám, este se puso en la cima del monte Garizím, y gritó con voz potente: "Escúchenme, señores de Siquém, y que Dios los escuche a ustedes:
Los árboles se pusieron en camino para ungir a un rey que los gobernara. Entonces dijeron al olivo: 'Sé tú nuestro rey'.
Pero el olivo les respondió: '¿Voy a renunciar a mi aceite con el que se honra a los dioses y a los hombres, para ir a mecerme por encima de los árboles?'
Los árboles dijeron a la higuera: 'Ven tú a reinar sobre nosotros'.
Pero la higuera les respondió: '¿Voy a renunciar a mi dulzura y a mi sabroso fruto, para ir a mecerme por encima de los árboles?'
Los árboles le dijeron a la vid: 'Ven tú a reinar sobre nosotros'.
Pero la vid les respondió: '¿Voy a renunciar a mi mosto que alegra a los dioses y a los hombres, para ir a mecerme por encima de los árboles?'.
Entonces, todos los árboles dijeron a la zarza: 'Ven tú a reinar sobre nosotros'.
Pero la zarza respondió a los árboles: 'Si de veras quieren ungirme para que reine sobre ustedes, vengan a cobijarse bajo mi sombra; de lo contrario, saldrá fuego de la zarza y consumirá los cedros del Líbano'.


Salmo 21(20),2-3.4-5.6-7.

¡El rey se regocija por tu fuerza, Señor!

Señor, el rey se regocija por tu fuerza,
¡y cuánto se alegra por tu victoria!
Tú has colmado los deseos de su corazón,
no le has negado lo que pedían sus labios.

Porque te anticipas a bendecirlo con el éxito
y pones en su cabeza una corona de oro puro.
Te pidió larga vida y se la diste:
días que se prolongan para siempre.

Su gloria se acrecentó por tu triunfo,
tú lo revistes de esplendor y majestad;
le concedes incesantes bendiciones,
lo colmas de alegría en tu presencia.


Evangelio según San Mateo 19,30.20,1-16.

Jesús dijo a sus discípulos: «Muchos de los primeros serán los últimos, y muchos de los últimos serán los primeros.
porque el Reino de los Cielos se parece a un propietario que salió muy de madrugada a contratar obreros para trabajar en su viña.
Trató con ellos un denario por día y los envío a su viña.
Volvió a salir a media mañana y, al ver a otros desocupados en la plaza,
les dijo: 'Vayan ustedes también a mi viña y les pagaré lo que sea justo'.
Y ellos fueron. Volvió a salir al mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo.
Al caer la tarde salió de nuevo y, encontrando todavía a otros, les dijo: '¿Cómo se han quedado todo el día aquí, sin hacer nada?'.
Ellos les respondieron: 'Nadie nos ha contratado'. Entonces les dijo: 'Vayan también ustedes a mi viña'.
Al terminar el día, el propietario llamó a su mayordomo y le dijo: 'Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando por los últimos y terminando por los primeros'.
Fueron entonces los que habían llegado al caer la tarde y recibieron cada uno un denario.
Llegaron después los primeros, creyendo que iban a recibir algo más, pero recibieron igualmente un denario.
Y al recibirlo, protestaban contra el propietario,
diciendo: 'Estos últimos trabajaron nada más que una hora, y tú les das lo mismo que a nosotros, que hemos soportado el peso del trabajo y el calor durante toda la jornada'.
El propietario respondió a uno de ellos: 'Amigo, no soy injusto contigo, ¿acaso no habíamos tratado en un denario?
Toma lo que es tuyo y vete. Quiero dar a este que llega último lo mismo que a ti.
¿No tengo derecho a disponer de mis bienes como me parece? ¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?'.
Así, los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos».


Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.

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Bulle

San Gregorio Magno (c. 540-604)
papa y doctor de la Iglesia
Homilías sobre los Evangelios, n° 19


¿Por qué permanecisteis allí todo el día sin hacer nada?

      Podemos repartir estas diversas horas del día entre los años de vida del hombre. El amanecer, es la infancia de nuestra inteligencia. La tercera hora puede aplicarse a la adolescencia, porque el sol deslumbra ya, por decirlo así, desde la altura, en los ardores de la juventud que empiezan a calentarse. La sexta hora, es la edad de la madurez: el sol se establece allí como su punto de equilibrio, ya que el hombre está en la plenitud de su fuerza. La novena hora designa la vejez, dónde el sol desciende, en cierto modo, desde lo alto del cielo, para que los ardores de la edad madura se refresquen. En fin, la undécima hora es la edad que se nombra como vejez avanzada...
      Unos son conducidos a una vida honrada desde la infancia, otros durante la adolescencia, otros en la edad madura, otros en la vejez y otros por fin en edad muy avanzada, es como si fueran llamados a la vid, a diferentes horas del día. Examinad pues vuestro modo de vivir, hermanos, y ved si vosotros actuáis como obreros de Dios. Reflexionad bien, y considerad si trabajáis en la vid del Señor... El que se descuidó de vivir para Dios hasta su última edad, es como el obrero que ha estado sin hacer nada hasta la undécima hora... "¿Por qué habéis estado todo el día sin hacer nada?" Es como si dijéramos claramente: "Si no habéis querido vivir para Dios durante vuestra juventud y edad madura, arrepentíos, por lo menos, en vuestra última edad... Venid, a pesar de todo, hacia los caminos de la vida"... ¿No fue a la undécima hora cuando el ladrón regresó? (Lc 23,39s) No fue por su edad avanzada, sino por el suplicio con que se encontró al llegar a la tarde de su vida. Confesó a Dios sobre la cruz, y expiró casi en el momento en el que el Señor le daba su sentencia. Y el Dueño de todo, admitiendo al ladrón antes que a Pedro en el descanso del paraíso, distribuyó bien el salario comenzando por el último. (EDD)

Reflexión sobre el cuadro

Hoy celebramos la memoria de San Bernardo de Claraval. Nacido en 1090, Bernardo pasó sus primeros años cerca de Dijon (Francia). A los 22 años se unió a los cistercienses, llevando consigo una espléndida educación y una ferviente pasión por su fe. Su celo era tal que convenció a sus hermanos, a su tío y a muchos amigos para que se unieran a él en la abadía. Bernardo ingresó inicialmente en la abadía de Citeaux. Sin embargo, sólo tres años más tarde, fue enviado con otros doce monjes a fundar un nuevo monasterio en la diócesis de Champaña. Este monasterio pasó a llamarse Claraval, el Valle de la Luz. Bernardo fue abad de Claraval durante el resto de su vida. Su liderazgo y carisma atrajeron a numerosos seguidores, ampliando considerablemente la orden cisterciense. Su influencia se extendió más allá del monasterio, ya que se convirtió en consejero clave de papas, mediador en disputas políticas y ferviente predicador de la Segunda Cruzada. Los escritos teológicos de Bernardo, en particular sobre el amor a Dios, la humildad y la Virgen María, han dejado un impacto duradero. Sus escritos y sermones contribuyeron a forjar la teología medieval.

Recuerdo perfectamente haber visto el cuadro de hoy por primera vez, hace unos diez años, en el Museo del Prado de Madrid. Me causó una profunda impresión. El cuadro representa una visión mística de San Bernardo, que experimenta un encuentro íntimo con Cristo. Jesús está representado con una expresión dulce y compasiva, abrazando tiernamente a San Bernardo. Los brazos de Jesús se levantan del crucifijo para rodear a Bernardo, mientras sus pies siguen clavados en la cruz. El abrazo simboliza la relación íntima entre el creyente y lo divino. El fondo del cuadro, oscuro y tenue, atrae la atención del espectador hacia las figuras centrales y transmite misticismo.

Les dejo con esta breve cita de San Bernardo: "Nos pareceremos a lo que amamos". - Esta sencilla pero profunda frase capta el corazón de la transformación cristiana: que al amar a Cristo, nos conformamos gradualmente a su imagen. Palabras sencillas, pero muy poderosas.

by Padre Patrick van der Vorst

Oración

Pidiendo por mi Conversión y librarme de celos y envidia

Aquí estoy, Señor, delante de ti,

con mi presente y con mi pasado a cuestas;

con lo que he sido y con lo que soy ahora;

con todas mis capacidades y todas mis limitaciones;

con todas mis fortalezas y todas mis debilidades.

Te doy gracias por el amor con el que me has amado,

y por el amor con el que me amas ahora, a pesar de mis fallas.

Sé bien, Señor, que por muy cerca que crea estar de Ti,

por muy bueno que me juzgue a mí mismo,

tengo mucho que cambiar en mi vida,

mucho de qué convertirme,

para ser lo que Tú quieres que yo sea,

lo que pensaste para mí cuando me creaste.

Ilumina, Señor, mi entendimiento y mi corazón,

con la luz de tu Verdad y de tu Amor,

para que yo me haga cada día más sensible al mal que hay en mí,

y que se esconde de mil maneras distintas, para que no lo descubra.

Sensible a la injusticia que me aleja de Ti y de tu bondad

para con todos los hombres y mujeres del mundo.

Sensible a los odios y rencores

que me separan de aquellos a quienes debería amar y servir.

Sensible a la mentira, a la hipocresía, a la envidia, al orgullo,

a la idolatría, a la impureza, a la desconfianza,

para que pueda rechazarlos con todas mis fuerzas

y sacarlos de mi vida y de mi obrar.

Ilumina, Señor, mi entendimiento y mi corazón,

con la luz de tu Verdad y de tu Amor,

para que yo me haga cada día más sensible a la bondad de tus palabras,

a la belleza y la profundidad de tu mensaje,

a la generosidad de tu entrega por mi salvación.

Ilumina, Señor, mi entendimiento y mi corazón,

para que yo sepa ver en cada instante de mi vida,

lo que Tú quieres que yo piense,

lo que Tú quieres que yo diga,

lo que Tú quieres que yo haga;

el camino por donde Tú quieres llevarme, para que yo sea salvo.

Ilumina, Señor, mi entendimiento y mi corazón,

para que yo crea de verdad en el Evangelio, la Buena Noticia de tu salvación,

y para que dejándome llevar por Ti, trabaje cada día con mayor decisión,

para hacerlo realidad activa y operante en mi vida personal y en la vida del mundo

Ilumina, Señor, mi entendimiento y mi corazón,

para que yo me haga cada día más sencillo,

más sincero, más justo, más servicial,

más amable en mis palabras y en mis acciones.

Ilumina, Señor, mi entendimiento y mi corazón,

para que Tú seas cada día con más fuerza,

el dueño de mis pensamientos, de mis palabras y de mis actos;

para que todo en mi vida gire en torno a Ti;

para que todo en mi vida sea reflejo de tu amor infinito,

de tu bondad infinita,

de tu misericordia y tu compasión.

Perdona Señor, mi pasado.

El mal que hice y el bien que dejé de hacer.

Y ayúdame a ser desde hoy una persona distinta,

una persona totalmente renovada por tu amor;

una persona cada día más comprometida Contigo

y con tu Buena Noticia de amor y de salvación.

Dame, Señor, la gracia de la conversión sincera y constante.

Dame, Señor, la gracia de mantenerme unido a Ti siempre,

hasta el último instante de mi vida en el mundo,

para luego resucitar Contigo a la Vida eterna. Amén.

(lucesparaelcamino)

«En Jesús de Nazaret, encontramos el rostro de Dios,

que ha bajado de su cielo, para sumergirse en nuestro mundo

y enseñar el «arte de vivir», el camino hacia la felicidad;

para liberarnos del pecado y hacernos plenamente hijos de Dios.

Jesús vino para salvarnos y mostrarnos la vida buena del Evangelio».

Benedicto XVI

 


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