sábado, 5 de julio de 2025

Evangelio del día


 

Libro de Génesis 27,1-5.15-29.

Cuando Isaac envejeció, sus ojos se debilitaron tanto que ya no veía nada. Entonces llamó a Esaú, su hijo mayor, y le dijo: "¡Hijo mío!". "Aquí estoy", respondió él.
"Como ves, continuó diciendo Isaac, yo estoy viejo y puedo morir en cualquier momento.
Por eso, toma tus armas - tu aljaba y tu arco - ve al campo, y cázame algún animal silvestre.
Después prepárame una buena comida, de esas que a mí me gustan, y tráemela para que la coma. Así podré darte mi bendición antes de morir".
Rebeca había estado escuchando cuando Isaac hablaba con su hijo Esaú. Y apenas este se fue al campo a cazar un animal para su padre,
Después Rebeca tomó una ropa de su hijo mayor Esaú, la mejor que había en la casa, y se la puso a Jacob, su hijo menor;
y con el cuero de los cabritos le cubrió las manos y la parte lampiña del cuello.
Luego le entregó la comida y el pan que había preparado.
Jacob se presentó ante su padre y le dijo: "¡Padre!". Este respondió: "Sí, ¿quién eres, hijo mío?".
"Soy Esaú, tu hijo primogénito, respondió Jacob a su padre, y ya hice lo que me mandaste. Por favor, siéntate y come lo que cacé, para que puedas bendecirme".
Entonces Isaac le dijo: "¡Qué rápido lo has logrado, hijo mío!". Jacob respondió: "El Señor, tu Dios, hizo que las cosas me salieran bien".
Pero Isaac añadió: "Acércate, hijo mío, y deja que te toque, para ver si eres realmente mi hijo Esaú o no".
El se acercó a su padre; este lo palpó y dijo: "La voz es de Jacob, pero las manos son de Esaú".
Y no lo reconoció, porque sus manos estaban cubiertas de vello, como las de su hermano Esaú. Sin embargo, cuando ya se disponía a bendecirlo,
le preguntó otra vez: "¿Tú eres mi hijo Esaú?". "Por supuesto", respondió él.
"Entonces sírveme, continuó diciendo Isaac, y déjame comer lo que has cazado, para que pueda darte mi bendición". Jacob le acercó la comida, y su padre la comió; también le sirvió vino, y lo bebió.
Luego su padre Isaac le dijo: "Acércate, hijo mío, y dame un beso".
Cuando él se acercó para besarlo, Isaac percibió la fragancia de su ropa. Entonces lo bendijo diciendo: "Sí, la fragancia de mi hijo es como el aroma de un campo que el Señor ha bendecido.
Que el Señor te dé el rocío del cielo, y la fertilidad de la tierra, trigo y vino en abundancia.
Que los pueblos te sirvan y las naciones te rindan homenaje. Tú serás el señor de tus hermanos, y los hijos de tu madre se inclinarán ante ti. Maldito sea el que te maldiga, y bendito el que te bendiga".


Salmo 135(134),1-2.3-4.5-6.

¡Aleluya!
Alaben el nombre del Señor,
alábenlo servidores del Señor,
los que están en la Casa del Señor,

en los atrios del Templo de nuestro Dios.
Alaben al Señor, porque es bueno,
canten a su Nombre, porque es amable;
porque el Señor eligió a Jacob,

a Israel, para que fuera su posesión.
Sí, yo sé que el Señor es grande,
nuestro Dios está sobre todos los dioses.
El Señor hace todo lo que quiere

en el cielo y en la tierra,
en el mar y en los océanos.


Evangelio según San Mateo 9,14-17.

Se acercaron a Jesús los discípulos de Juan y le dijeron: "¿Por qué tus discípulos no ayunan, como lo hacemos nosotros y los fariseos?".
Jesús les respondió: "¿Acaso los amigos del esposo pueden estar tristes mientras el esposo está con ellos? Llegará el momento en que el esposo les será quitado, y entonces ayunarán.
Nadie usa un pedazo de género nuevo para remendar un vestido viejo, porque el pedazo añadido tira del vestido y la rotura se hace más grande.
Tampoco se pone vino nuevo en odres viejos, porque los odres revientan, el vino se derrama y los odres se pierden. ¡No, el vino nuevo se pone en odres nuevos, y así ambos se conservan!".


Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.


Bulle

Catecismo de la Iglesia Católica
§ 772-773; 796


«El novio está con ellos»

La Iglesia, misterio de la unión de los hombres con Dios. Es en la Iglesia que Cristo ha realizado y revelado su propio misterio como el fin último del designio de Dios: «recapitularlo todo en él» (Ef 1,10).  San Pablo llama «gran misterio»  (Ef 5,32) a la unión esponsal de Cristo con la Iglesia. Unida a Cristo como a su Esposo, la Iglesia llega a ser ella misma misterio (Ef 3,9). Contemplando el misterio de la Iglesia, san Pablo exclama: «Cristo en vosotros, la esperanza de la gloria» (Col 1,27)...  María nos precede a todos en la santidad que es el misterio de la Iglesia «la Esposa sin mancha ni arruga» (Ef 5,27). Por eso «la dimensión mariana de la Iglesia es anterior a su dimensión petrina» (Juan Pablo II)...
La unidad de Cristo y de la Iglesia, Cabeza y miembros del Cuerpo, implica también la distinción de ambos en una relación personal. Este aspecto a menudo es expresado bajo la imagen del esposo y la esposa. El tema de Cristo Esposo de la Iglesia ha sido preparado por los profetas y anunciado por Juan Bautista (Jn 3,29). El mismo Señor se ha designado como «el Esposo» (Mc 2,19). El apóstol Pablo describe a la Iglesia y a cada fiel, miembro de su Cuerpo, como a una esposa presentada como «novia» a Cristo Señor, con el fin de formar con él un solo Espíritu. La Iglesia es la Esposa inmaculada del cordero inmaculado (Ap 22,7) que Cristo ama. Por ella se ha entregado «a fin de santificarla» (Ef 5,26), se la ha asociado  con una alianza eterna, y nunca deja de tener cuidado de ella como a su propio Cuerpo.
«He aquí al Cristo total, Cabeza y Cuerpo, uno solo formado de muchos... ». El mismo Señor dice en el Evangelio... «Ya nos son dos sino una sola carne (Mt 19,6) Como lo habéis visto, hay dos personas diferentes, pero no son más que una sola en la unión conyugal» (San Agustín). (EDD)

Reflexión sobre el cuadro

En comparación con décadas pasadas, nuestra actitud hacia la ropa ha cambiado radicalmente. Hoy en día, la ropa se suele comprar barata, se lleva poco tiempo y se desecha sin pensarlo dos veces. La cultura de la moda rápida y barata fomenta el consumo constante en lugar del cuidado o la reparación. Arreglar una manga rota o remendar unas rodillas desgastadas se ha convertido en una costumbre perdida. Por el contrario, nuestro cuadro, El trapero parisino de Perov, capta una época en la que nada se desperdiciaba, e incluso los retales desechados se recogían con un propósito. Su digna figura nos recuerda una relación más lenta y respetuosa con las cosas materiales, que se hace eco de verdades espirituales más profundas: que lo que el mundo desecha, Dios aún puede redimirlo.

Reparar la ropa solía ser algo normal. Un agujero en un abrigo o una rotura en un jersey no significaban el fin de la utilidad de una prenda. Por el contrario, era una oportunidad para remendar. Coser un parche, zurcir una manga o volver a tejer las fibras desgastadas. Esto es lo que hace el anciano de nuestro cuadro: recoger trapos y trozos de ropa en su cesta para remendarlos y venderlos. Nos encontramos con un hombre solitario, vestido con ropas andrajosas pero pulcramente acodadas, que permanece de pie con tranquila dignidad. Su papel en la sociedad puede parecer humilde, clasificando los desechos de los demás, pero su porte es noble. Detrás de él, una viuda vestida de negro, envuelta en un velo de dolor, con las brumosas calles parisinas de fondo. Ella nos recuerda que el dolor, la penuria y la dignidad a menudo van de la mano. Perov, un realista ruso, no pintó esta escena con ironía, sino con profunda compasión. Su trapero no es una caricatura de la pobreza, sino un hombre con fuerza, resistencia y gracia.

En la lectura del Evangelio de hoy, Jesús advierte contra "poner un trozo de tela sin raer en un manto viejo". Es una imagen sorprendente. Nos está desafiando a preguntarnos: ¿es nuestra fe simplemente un parche, añadido a una vieja forma de vida que nos resistimos a abandonar? ¿O permitimos que Cristo teja algo totalmente nuevo en nosotros? El trapero, que se gana la vida con lo desechado y lo roto, se convierte en una metáfora de lo que Cristo hace con nosotros: toma lo roto, lo pasado por alto, y nos da un propósito y un valor. Pero a diferencia de remendar ropa vieja, Jesús no se limita a reparar, sino que transforma. No nos ofrece una solución rápida ni una capa ordenada para ocultar las partes desgastadas de nuestras vidas. En lugar de eso, nos da un vestido completamente nuevo: la túnica sin costuras de la gracia, el manto del discipulado. La pregunta es: ¿estamos dispuestos a quitarnos lo viejo y dejar que nos vista con lo nuevo?

by Padre Patrick van der Vorst

Oración

Señor, Jesús, creo que estas vivo y resucitado. Creo que estas realmente presente en el Santísimo Sacramento del altar y en cada uno de los que en ti creemos. Te alabo y a te adoro. Te doy gracias, Señor, por venir hasta mí como pan vivo bajando del Cielo. Tú eres la plenitud de la vida. Eres la resurrección y la vida. Señor eres la salud de los enfermos. Hoy quiero presentarte todas mis enfermedades porque tú eres el mismo ayer, hoy y siempre y tú mismo me alcanzas hasta donde estoy.
Tú eres el Eterno presente y tú me conoces… ahora, Señor te pido que tengas compasión de mí. Visítame a través de tu Evangelio para que todos reconozcan que tu estas vivo en tu Iglesia hoy; y que se renueve mi Fe y mi Confianza en ti. Te lo suplico, Jesús. Ten compasión de mis sufrimientos físicos, espirituales, de mis heridas emocionales y de cualquier enfermedad de mi alma. Ten compasión de mí, Señor. Bendíceme y haz que vuelva a encontrar la salud. Que mi fe crezca y me abra a las maravillas de tu amor, para que también sea testigo de tu Poder y de tu Compasión.

(Negritoleo Leio)

 























No hay comentarios:

Publicar un comentario