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viernes, 15 de agosto de 2025

Evangelio del día - Asunción de la Virgen María al cielo


 

Apocalipsis 11,19a.12,1-6a.10ab.

En ese momento se abrió el Templo de Dios que está en el cielo y quedó a la vista el Arca de su Alianza, y hubo rayos, voces, truenos y un temblor de tierra, y cayó una fuerte granizada.
Y apareció en el cielo un gran signo: una Mujer revestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas en su cabeza.
Estaba embarazada y gritaba de dolor porque iba a dar a luz.
Y apareció en el cielo otro signo: un enorme Dragón rojo como el fuego, con siete cabezas y diez cuernos, y en cada cabeza tenía una diadema.
Su cola arrastraba una tercera parte de las estrellas del cielo, y las precipitó sobre la tierra. El Dragón se puso delante de la Mujer que iba a dar a luz, para devorar a su hijo en cuanto naciera.
La Mujer tuvo un hijo varón que debía regir a todas las naciones con un cetro de hierro. Pero el hijo fue elevado hasta Dios y hasta su trono,
y la Mujer huyó al desierto, donde Dios le había preparado un refugio para que allí fuera alimentada durante mil doscientos sesenta días.
Y escuché una voz potente que resonó en el cielo: "Ya llegó la salvación, el poder y el Reino de nuestro Dios y la soberanía de su Mesías, porque ha sido precipitado el acusador de nuestros hermanos, el que día y noche los acusaba delante de nuestro Dios.


Salmo 45(44),10bc.11.12ab.16.

Es la reina, adornada con tus joyas y con oro de Ofir.

Es la reina, adornada con tus joyas
y con oro de Ofir.
¡Escucha, hija mía, mira y presta atención!
Olvida tu pueblo y tu casa paterna,

y el rey se prendará de tu hermosura.
Él es tu señor: inclínate ante él;
Con gozo y alegría entran al palacio real.


Carta I de San Pablo a los Corintios 15,20-26.

Hermanos: Cristo resucitó de entre los muertos, el primero de todos.
Porque la muerte vino al mundo por medio de un hombre, y también por medio de un hombre viene la resurrección.
En efecto, así como todos mueren en Adán, así también todos revivirán en Cristo,
cada uno según el orden que le corresponde: Cristo, el primero de todos, luego, aquellos que estén unidos a él en el momento de su Venida.
En seguida vendrá el fin, cuando Cristo entregue el Reino a Dios, el Padre, después de haber aniquilado todo Principado, Dominio y Poder.
Porque es necesario que Cristo reine hasta que ponga a todos los enemigos debajo de sus pies.
El último enemigo que será vencido es la muerte,


Evangelio según San Lucas 1,39-56.

María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá.
Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel.
Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo,
exclamó: "¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre!
¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme?
Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno.
Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor".
María dijo entonces: "Mi alma canta la grandeza del Señor,
y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador,
porque él miró con bondad la pequeñez de tu servidora.
En adelante todas las generaciones me llamarán feliz".
Porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas:
¡su Nombre es santo!
Su misericordia se extiende de generación en generación
sobre aquellos que lo temen.
Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón.
Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes.
Colmó de bienes a los hambrientos
y despidió a los ricos con las manos vacías.
Socorrió a Israel, su servidor,
acordándose de su misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abraham y de su descendencia para siempre".
María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa.


Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.

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Bulle

San Amadeo de Lausanne (1108-1159)
monje cisterciense, obispo
Homilía mariana VII (SC 72. Huit homélies mariales, Cerf, Paris, 1960)


Bendita eres entre todas las mujeres (Lc 1,42)

¿Quién celebrará dignamente las alabanzas de su santísima Asunción? ¿Quién puede decir con qué felicidad ella salió de su cuerpo, con qué felicidad vio a su Hijo, con qué alegría avanzó hacia el Señor, rodeada de coros de ángeles, llevada por el celo diligente de los apóstoles? Mientras tanto ella contemplaba al Rey en su belleza y veía a su Hijo esperarla en la gloria, libre de toda pena, tal como ella había sido exenta de toda mancha. Ella dejó la morada de su cuerpo para permanecer eternamente con Cristo. Ella pasó a la visión de Dios y su alma bienaventurada, más brillante que el sol, más elevada que el cielo, más noble que los ángeles, la exhaló hacia el Señor. (…)
Cuando vamos a la fuente de la vida, vamos a la vida. De la vida, de su flujo incesante, se bebe la vida eterna. Antes de su partida, la Virgen madre ya ha bebido en esta fuente inagotable, porque en su paso mismo, no fue tocada por el sabor de la muerte en lo más mínimo. Tan bien vio a su Hijo, que ella no sufrió de la separación de la carne. Se lanza, liberada, en una bienaventurada visión y, saciada del rostro tan deseado de Dios, encuentra los venerables habitantes del cielo, prontos a servirla y conducirla.  (EDD)

Reflexión sobre el cuadro

Todos hemos experimentado el poder de una buena visita, ya sea para ver a unos amigos o para recibir a otros en casa. Cuando se reciben con calidez y apertura, esos encuentros nos transforman, nos animan y nos bendicen. Algo parecido y mucho más profundo ocurre en el Evangelio de hoy, cuando María visita a su prima Isabel. Lucas describe cómo este encuentro las bendice a ambas: Isabel se llena del Espíritu Santo, y María, a su vez, estalla en alabanzas a través de su gran oración, el Magnificat. Isabel reconoce que, al acoger a María, acoge también al Señor que María lleva en su seno, llamándola "la madre de mi Señor". A través de este encuentro, también nosotros llegamos a ver a María como aquella a través de la cual Dios vino a visitar a su pueblo, y hoy la honramos por ese papel único.

Nuestro cuadro de Cola dell'Amatrice muestra la gloriosa Asunción en la mitad superior del cuadro. Nacido en la ciudad de Amatrice, fue contemporáneo de Rafael y Miguel Ángel, y estuvo profundamente influido por ellos. Trabajó en un estilo que mezcla las tradiciones de finales del Quattrocento (siglo XV) con el emergente Alto Renacimiento. Nuestro gran retablo representa una narración en dos partes, combinando la Dormición (Muerte) y la Asunción de la Virgen María en una única composición visual. Esta combinación era habitual en la iconografía mariana. En la parte inferior, María yace apaciblemente en su lecho de muerte, rodeada por los Apóstoles y los frailes dominicos (el cuadro fue encargado para una iglesia dominica). Sus rostros son expresivos y reverentes, y cada figura reacciona con una mezcla de asombro, dolor y devoción. Esta escena, a menudo conocida como la Dormitio Virginis, refleja una antigua tradición cristiana según la cual María no sufrió la muerte de forma ordinaria, sino que "se durmió" antes de ser asunta al cielo.

Arriba, la escena pasa a la gloria del cielo, donde María, pintada dentro de una mandorla, aparece elevada por ángeles, radiante y alegre, con las manos en pose solemne de oración. Rodeada de luz celestial y de coros de ángeles, asciende hacia su hijo Jesucristo y su Padre, que la acogen con majestad divina. Esta imagen celebra su glorificación, en cuerpo y alma, en el cielo, el corazón mismo de nuestra maravillosa fiesta de la Asunción.

by Padre Patrick van der Vorst

Oración

Recemos con la Virgen María el  Magnificat

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