El Papa, en el rezo del Ángelus, exhortó a invertir el verdadero tesoro de la vida —los dones recibidos de Dios— en el amor y el servicio a los demás, recordando que las obras de misericordia son la inversión más segura y fecunda para alcanzar la plenitud.
Durante el rezo del Ángelus
de este domingo, el Papa recordó a los fieles que el Evangelio invita a
reflexionar sobre cómo invertir el verdadero tesoro de nuestra vida. Inspirado
en el pasaje de Lucas 12,32-48, el Santo Padre destacó la importancia de no
guardar para uno mismo los dones recibidos de Dios, sino ponerlos al servicio
de los demás con generosidad.
Todo lo que somos es un
capital vivo por compartir
«Vendan sus bienes y denlos
como limosna» (Lc 12,33) fue la exhortación de Jesús que centró la meditación.
El Papa explicó que esta llamada no se limita a los bienes materiales, sino que
incluye nuestras capacidades, tiempo, afecto, presencia y empatía. “Todo lo que
somos y tenemos —dijo— es un capital vivo que, si no se cultiva y comparte, se
seca, se devalúa o acaba en manos de quienes lo reducen a mero consumo”.
“En resumen, todo aquello
que hace de cada uno de nosotros, en los designios de Dios, un bien único,
inapreciable, un capital vivo, palpitante, que para crecer requiere ser
cultivado y empleado, porque si no se seca y se devalúa. O bien termina
perdido, a merced de quienes, como ladrones, se apropian de él para convertirlo
simplemente en un objeto de consumo.”
El Pontífice subrayó que la
vida es un don que necesita espacio, libertad, relaciones y, sobre todo, amor
para desarrollarse plenamente. Recordó que Cristo pronunció estas palabras
mientras se dirigía a Jerusalén para entregarse en la cruz, un ejemplo supremo
de amor y generosidad.
Las obras de misericordia
son el banco más seguro y rentable
Refiriéndose a las obras de
misericordia como “el banco más seguro y rentable” para depositar el tesoro de
la existencia, citó a san Agustín: «Lo que das se transformará, porque te
transformarás tú». Ilustró esta enseñanza con imágenes cotidianas: una madre
abrazando a sus hijos, dos novios que se sienten rey y reina, y otras escenas
donde el amor convierte lo ordinario en riqueza auténtica.
El Papa invitó a los
presentes a practicar una vigilancia activa, atentos y sensibles a las
necesidades de los demás en cada espacio de la vida: familia, parroquia,
escuela o trabajo.
“Esta es la vigilancia que
nos pide Jesús, habituarnos a estar atentos, dispuestos, sensibles los unos con
los otros, como Él lo está con nosotros en cada instante.”
Concluyó confiando este
compromiso a María, “Estrella de la mañana”, para que ayude a todos a ser
centinelas de la misericordia y la paz en un mundo marcado por divisiones.
Patricia Ynestroza-Ciudad del Vaticano
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