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viernes, 5 de septiembre de 2025

Evangelio del día - Memoria de Santa Teresa de Calcuta

Carta de San Pablo a los Colosenses 1,15-20.

El es la Imagen del Dios invisible, el Primogénito de toda la creación,
porque en él fueron creadas todas las cosas, tanto en el cielo como en la tierra los seres visibles y los invisibles, Tronos, Dominaciones, Principados y Potestades: todo fue creado por medio de él y para él.
El existe antes que todas las cosas y todo subsiste en él.
El es también la Cabeza del Cuerpo, es decir, de la Iglesia. El es el Principio, el Primero que resucitó de entre los muertos, a fin de que él tuviera la primacía en todo,
porque Dios quiso que en él residiera toda la Plenitud.
Por él quiso reconciliar consigo todo lo que existe en la tierra y en el cielo, restableciendo la paz por la sangre de su cruz.


Salmo 100(99),1-2.3.4.5.

Aclame al Señor toda la tierra,
sirvan al Señor con alegría,
lleguen hasta él con cantos jubilosos.

Reconozcan que el Señor es Dios:
él nos hizo y a él pertenecemos;
somos su pueblo y ovejas de su rebaño.

Entren por sus puertas dando gracias,
entren en sus atrios con himnos de alabanza,
alaben al Señor y bendigan su Nombre.

¡Qué bueno es el Señor!
Su misericordia permanece para siempre,
y su fidelidad por todas las generaciones.


Evangelio según San Lucas 5,33-39.

En aquel tiempo, los escribas y los fariseos dijeron a Jesús: "Los discípulos de Juan ayunan frecuentemente y hacen oración, lo mismo que los discípulos de los fariseos; en cambio, los tuyos comen y beben".
Jesús les contestó: "¿Ustedes pretenden hacer ayunar a los amigos del esposo mientras él está con ellos?
Llegará el momento en que el esposo les será quitado; entonces tendrán que ayunar".
Les hizo además esta comparación: "Nadie corta un pedazo de un vestido nuevo para remendar uno viejo, porque se romperá el nuevo, y el pedazo sacado a este no quedará bien en el vestido viejo.
Tampoco se pone vino nuevo en odres viejos, porque hará reventar los odres; entonces el vino se derramará y los odres ya no servirán más.
¡A vino nuevo, odres nuevos!
Nadie, después de haber gustado el vino viejo, quiere vino nuevo, porque dice: El añejo es mejor".


Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.

Bulle

San Juan Pablo II (1920-2005)
papa
Carta Apostólica  «Mulieris Dignitatem» §23 (trad. © Libreria Editrice Vaticana)


«Invitados a la boda»

«Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos se harán una sola carne. Gran misterio es éste, lo digo respecto a Cristo y la Iglesia» ( Ef.5,31-32)
Todo esto ya ha sido considerado anteriormente. El texto de la Carta a los Efesios confirma de nuevo la verdad anterior y al mismo tiempo compara el carácter esponsal del amor entre el hombre y la mujer con el misterio de Cristo y de la Iglesia. Cristo es el esposo de la Iglesia, la Iglesia es la esposa de Cristo. Esta analogía tiene sus precedentes; traslada al Nuevo Testamento lo que estaba contenido en el Antiguo Testamento, de modo particular en los profetas Oseas, Jeremías, Ezequiel e Isaías.
Esta imagen del amor esponsal junto con la figura del Esposo divino —imagen muy clara en los textos proféticos— encuentra su afirmación y plenitud en la Carta a los Efesios (5, 23-32). Cristo es saludado como esposo por Juan el Bautista (Jn 3, 27-29); más aún, Cristo se aplica esta comparación tomada de los profetas (Mc 2, 19-20). El apóstol Pablo, que es portador del patrimonio del Antiguo Testamento, escribe a los Corintios: «Celoso estoy de vosotros con celos de Dios. Pues os tengo desposados con un solo esposo para presentaros cual casta virgen a Cristo» (2 Cor 11, 2). Pero la plena expresión de la verdad sobre el amor de Cristo Redentor, según la analogía del amor esponsal en el matrimonio, se encuentra en la Carta a los Efesios: «Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella» (5, 25); con esto recibe plena confirmación el hecho de que la Iglesia es la Esposa de Cristo: «El que te rescata es el Santo de Israel» (Is 54, 5). En el texto paulino la analogía de la relación esponsal va contemporáneamente en dos direcciones que constituyen la totalidad del «gran misterio» («sacramentum magnum»). La alianza propia de los esposos «explica» el carácter esponsal de la unión de Cristo con la Iglesia y, a su vez, esta unión —como «gran sacramento»— determina la sacramentalidad del matrimonio como alianza santa de los esposos, hombre y mujer. (EDD)

Reflexión sobre la acuarela

Hoy celebramos la memoria de Santa Teresa de Calcuta, más conocida en el mundo entero como Madre Teresa. Nacida en 1910 en Skopje (actual Macedonia del Norte), ingresó de joven en las Hermanas de Loreto, en Irlanda, y pronto se trasladó a la India, donde enseñó en una escuela femenina de Calcuta. En 1946, durante un viaje en tren, experimentó lo que más tarde describió como una "llamada dentro de otra llamada": la profunda convicción de que Jesús le pedía que abandonara la seguridad de su convento y se dedicara a servir a los más pobres entre los pobres. Con nada más que un sencillo sari blanco y un corazón lleno de fe, empezó a recorrer las calles de Calcuta, atendiendo a enfermos, abandonados y moribundos.

Con el tiempo, otros se le unieron y se fundaron las Misioneras de la Caridad, que se convirtieron en una orden mundial dedicada a servir a los pobres, enfermos y vulnerables. La Madre Teresa se convirtió en un símbolo mundial de la compasión, no por sus grandes discursos ni sus grandes edificios, sino por su cercanía radical a quienes la sociedad había dejado de lado. Curó heridas, levantó cuerpos moribundos de las calles y recordó a los olvidados que eran hijos amados de Dios. Para ella, cada persona que sufría era "Jesús disfrazado de angustia", como decía. Su vida fue un testimonio vivo de que la santidad no se encuentra en hacer cosas extraordinarias, sino en hacer cosas ordinarias con amor extraordinario a personas ordinarias.

El Evangelio de hoy habla del "vino nuevo" de las enseñanzas de Jesús, que no puede ser contenido por odres viejos. La vocación de la Madre Teresa fue precisamente ese vino nuevo. Dejó atrás el viejo odre de la vida conventual y se entregó por completo a la nueva misión que Dios le encomendó. Su testimonio nos recuerda que el Evangelio es siempre nuevo, siempre desafiante, siempre nos empuja más allá de la comodidad y las convenciones. Como el vino nuevo, la llamada de Dios puede hacer estallar nuestros viejos esquemas, conduciéndonos a lugares inesperados donde su amor es más necesario.

Nuestra acuarela del artista estadounidense John Alan Warford es hermosa por su sencillez: una escena tierna e íntima de la Madre Teresa atendiendo con delicadeza las heridas de un enfermo.

by Padre Patrick van der Vorst


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