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domingo, 7 de septiembre de 2025

Evangelio del día - ¿No sería muchísimo mejor escucharlo con la familia proclamado en la Santa Misa Dominical presencial?


 

Libro de la Sabiduría 9,13-18.

¿Qué hombre puede conocer los designios de Dios o hacerse una idea de lo que quiere el Señor?
Los pensamientos de los mortales son indecisos y sus reflexiones, precarias,
porque un cuerpo corruptible pesa sobre el alma y esta morada de arcilla oprime a la mente con muchas preocupaciones.
Nos cuesta conjeturar lo que hay sobre la tierra, y lo que está a nuestro alcance lo descubrimos con esfuerzo; pero ¿quién ha explorado lo que está en el cielo?
¿Y quién habría conocido tu voluntad si tú mismo no hubieras dado la Sabiduría y enviado desde lo alto tu santo espíritu?
Así se enderezaron los caminos de los que están sobre la tierra, así aprendieron los hombres lo que te agrada y, por la Sabiduría, fueron salvados".


Salmo 90(89),3-4.5-6.12-13.14-17.

Tú haces que los hombres vuelvan al polvo,
con sólo decirles: “Vuelvan, seres humanos”.
Porque mil años son ante tus ojos
como el día de ayer, que ya pasó,

como una vigilia de la noche.
Tú los arrebatas, y son como un sueño,
como la hierba que brota de mañana:
por la mañana brota y florece,

y por la tarde se seca y se marchita.
Enséñanos a calcular nuestros años,
para que nuestro corazón alcance la sabiduría.
¡Vuélvete, Señor! ¿Hasta cuándo...?

Ten compasión de tus servidores.
Sácianos en seguida con tu amor,
y cantaremos felices toda nuestra vida.
Alégranos por los días en que nos afligiste,

por los años en que soportamos la desgracia.
Que tu obra se manifieste a tus servidores,
y que tu esplendor esté sobre tus hijos.
Que descienda hasta nosotros

la bondad del Señor;
que el Señor, nuestro Dios,
haga prosperar la obra de nuestras manos.


Carta de San Pablo a Filemón 1,9-10.12-17.

prefiero suplicarte en nombre del amor, Yo, Pablo, ya anciano y ahora prisionero a causa de Cristo Jesús,
te suplico en favor de mi hijo Onésimo, al que engendré en la prisión.
Te lo envío como si fuera yo mismo.
Con gusto lo hubiera retenido a mi lado, para que me sirviera en tu nombre mientras estoy prisionero a causa del Evangelio.
Pero no he querido realizar nada sin tu consentimiento, para que el beneficio que me haces no sea forzado, sino voluntario.
Tal vez, él se apartó de ti por un instante, a fin de que lo recuperes para siempre,
no ya como un esclavo, sino como algo mucho mejor, como un hermano querido. Si es tan querido para mí, cuánto más lo será para ti, que estás unido a él por lazos humanos y en el Señor.
Por eso, si me consideras un amigo, recíbelo como a mi mismo.


Evangelio según San Lucas 14,25-33.

Junto con Jesús iba un gran gentío, y él, dándose vuelta, les dijo:
"Cualquiera que venga a mí y no me ame más que a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta a su propia vida, no puede ser mi discípulo.
El que no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo.
¿Quién de ustedes, si quiere edificar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, para ver si tiene con qué terminarla?
No sea que una vez puestos los cimientos, no pueda acabar y todos los que lo vean se rían de él, diciendo:
'Este comenzó a edificar y no pudo terminar'.
¿Y qué rey, cuando sale en campaña contra otro, no se sienta antes a considerar si con diez mil hombres puede enfrentar al que viene contra él con veinte mil?
Por el contrario, mientras el otro rey está todavía lejos, envía una embajada para negociar la paz.
De la misma manera, cualquiera de ustedes que no renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo."


Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.

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Bulle

San Juan Casiano (c. 360-435)
fundador de la Abadía de Marsella
Conferencias 1, 5-7; SC 42, 83-85


“Ofrecer a Dios nuestro auténtico tesoro”

Muchos, que para seguir a Cristo habían renunciado a fortunas considerables, a sumas de oro y plata, posesiones magníficas, más tarde se dejaron seducir por un raspador, por un punzón, por una aguja, por una caña de escritorio. (...) Después de haber repartido todas sus riquezas por amor a Cristo, son dominados por sus antiguas pasiones y las ponen en futilidades, montan en cólera para defender posesiones ridículas. No poseyendo la caridad de la que habla San Pablo, su vida queda estéril. El bienaventurado apóstol preveía esta desgracia: “Aunque repartiera todos mis bienes a los pobres y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, de nada me sirve” (1Cor 13,3). Demuestra que no se alcanza de inmediato la perfección por la sola renuncia a toda riqueza y el desprecio de los honores si no se junta a ello la caridad de la que el apóstol describe los diversos aspectos.
Ahora bien, esta caridad consiste en la pureza de corazón. Porque, rechazar la envidia, la vana gloria, la cólera, la frivolidad, no buscar su propio interés, no alegrarse de la injusticia, no tener cuenta del mal, y el resto (cf 1Cor 13,4-5) ¿no es ofrecer continuamente a Dios un corazón perfecto y puro y guardarlo alejado de todo movimiento de pasión? La pureza de corazón será, pues, el fin único de nuestras acciones y nuestros deseos. (EDD)

Reflexión sobre el cuadro

En el Evangelio de hoy, Jesús no suaviza sus palabras: "El que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo". El artista inglés Sir Stanley Spencer nos ofrece una sorprendente interpretación de este desafío. En lugar de mostrar a Cristo llevando la cruz por las calles de Jerusalén, Spencer traslada la escena a su propio pueblo de Cookham. Spencer creía que lo sagrado podía y debía hallarse en entornos ordinarios. Las verdades religiosas más profundas están entretejidas en la vida cotidiana. De hecho, el cuadro refleja esta convicción: vemos a Cristo moviéndose por calles inglesas familiares. El cuadro se inspiró en parte en la observación de albañiles que transportaban escaleras por una calle de Cookham. Estas figuras están presentes en el cuadro, siguiendo a Cristo. La Virgen María está sentada junto a una barandilla en primer plano. Está de espaldas a la escena; le resulta demasiado cruel ver sufrir a su hijo. La casa de ladrillo es la vivienda familiar del artista. El artista hace que la antigua historia del Evangelio sea inmediata, cercana y contemporánea.

Seguir a Cristo es asumir la cruz que Dios nos pone delante. Para algunos, esa cruz es pesada e inevitable; para otros, puede ser más ligera, aunque el camino no sea ni mucho menos recto. Jesús dice incluso que el discipulado puede significar ir en contra de la familia y los amigos cuando el Evangelio lo exige, no en el sentido de odio literal, sino en la voluntad de poner a Dios en primer lugar, aunque nos cueste.

Stanley Spencer sabía algo de este coste. Sus inusuales lienzos provocaron duras críticas y resistencias, pero él se mantuvo fiel a su vocación de artista. Pintaba lo que se sentía obligado a pintar, y eso requería tanto valor como convicción. Del mismo modo, Cristo nos pide que seamos valientes en nuestro discipulado: que nos mantengamos fieles, incluso cuando estemos en desacuerdo con quienes nos rodean, y que dejemos que nuestras vidas, como el arte de Spencer, sean testimonio de la Verdad con mayúscula.

by Padre Patrick van der Vorst

Oración

¡Señor, tu nos has dado el más perfecto ejemplo de amor y de bondad, ayúdame a imitarlo cada día! ¡A lo largo de toda tu vida nos mostraste el amor que sentías por las personas al bendecirlas, acompañarlas, consolarlas, servirlas… especialmente con los afligidos, los que sufren, los enfermos; que sea yo también imitador de tus virtudes! ¡Que no olvide nunca, Señor, que el amor a Ti y al prójimo van siempre unidos; que no puedo amarte si no amo a quien tenga al lado por mucho daño que me haya hecho! ¡Quiero amarte, Señor, por encima de todo y desde Ti amar a los que me rodean! ¡Quiero amarlos como hiciste Tu, con un amor libre, disponible, entregado, misericordioso, generoso, paciente, alegre y servicial y despojado de las marcas y los signos de la posesión o el egoísmo! ¡Y desde este amor que siento por Ti quiero llevar a todos los que amo cerca de tu corazón, a que te conozcan, a que te aman, a que te sientan cerca! ¡Señor, quiero perder mi vida en Ti para encontrarla cada nuevo día, en cada acontecimiento, en cada circunstancia de mi existencia; quiero hacer cada día de tu mano mi camino de conversión interior, cambiar mis mentalidades a veces tan cerradas, caminar hacia la santificación, aprender a negarme a aceptar ciertas incoherencias que me ofrece el mundo, al materialismo imperante porque quiero tener un sentido trascendente de la vida! ¡Quiero amar, Señor, como amas Tu, y quiero abrir mi corazón para que Tu reines en él!

(orarconelcorazonabierto)

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