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martes, 2 de septiembre de 2025

Evangelio del día


Primera Carta de San Pablo a los Tesalonicenses 5,1-6.9-11.

Hermanos:
En cuanto al tiempo y al momento, no es necesario que les escriba.
Ustedes saben perfectamente que el Día del Señor vendrá como un ladrón en plena noche.
Cuando la gente afirme que hay paz y seguridad, la destrucción caerá sobre ellos repentinamente, como los dolores de parto sobre una mujer embarazada, y nadie podrá escapar.
Pero ustedes, hermanos, no viven en las tinieblas para que ese Día los sorprenda como un ladrón:
todos ustedes son hijos de la luz, hijos del día. Nosotros no pertenecemos a la noche ni a las tinieblas.
No nos durmamos, entonces, como hacen los otros: permanezcamos despiertos y seamos sobrios.
Porque Dios no nos destinó para la ira, sino para adquirir la salvación por nuestro Señor Jesucristo,
que murió por nosotros, a fin de que, velando o durmiendo, vivamos unidos a él.
Anímense, entonces, y estimúlense mutuamente, como ya lo están haciendo.


Salmo 27(26),1.4.13-14.

El Señor es mi luz y mi salvación.

El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es el baluarte de mi vida,
¿ante quién temblaré?

Una sola cosa he pedido al Señor,
y esto es lo que quiero:
vivir en la Casa del Señor
todos los días de mi vida,
para gozar de la dulzura del Señor
y contemplar su Templo.

Yo creo que contemplaré la bondad del Señor
en la tierra de los vivientes.
Espera en el Señor y sé fuerte;
ten valor y espera en el Señor.


Evangelio según San Lucas 4,31-37.

Jesús bajó a Cafarnaún, ciudad de Galilea, y enseñaba los sábados.
Y todos estaban asombrados de su enseñanza, porque hablaba con autoridad.
En la sinagoga había un hombre que estaba poseído por el espíritu de un demonio impuro; y comenzó a gritar con fuerza;
"¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido para acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios".
Pero Jesús lo increpó, diciendo: "Cállate y sal de este hombre". El demonio salió de él, arrojándolo al suelo en medio de todos, sin hacerle ningún daño.
El temor se apoderó de todos, y se decían unos a otros: "¿Qué tiene su palabra? ¡Manda con autoridad y poder a los espíritus impuros, y ellos salen!".
Y su fama se extendía por todas partes en aquella región.


Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.

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Bulle

Catecismo de la Iglesia Católica
§ 311-314 (trad. © copyright Libreria Editrice Vaticana)


“¿Has venido para acabar con nosotros?”

Los ángeles y los hombres, criaturas inteligentes y libres, deben caminar hacia su destino último por elección libre y amor de preferencia. Por ello pueden desviarse. De hecho pecaron. Y fue así como el mal moral entró en el mundo, incomparablemente más grave que el mal físico. Dios no es de ninguna manera, ni directa ni indirectamente, la causa del mal moral. Sin embargo, lo permite, respetando la libertad de su criatura, y, misteriosamente, sabe sacar de él el bien [...]. Del mayor mal moral que ha sido cometido jamás, el rechazo y la muerte del Hijo de Dios, causado por los pecados de todos los hombres, Dios, por la superabundancia de su gracia (cf Rm 5, 20), sacó el mayor de los bienes: la glorificación de Cristo y nuestra Redención. Sin embargo, no por esto el mal se convierte en un bien.
"En todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman" (Rm 8, 28). El testimonio de los santos no cesa de confirmar esta verdad. Así santa Catalina de Siena dice a "los que se escandalizan y se rebelan por lo que les sucede": "Todo procede del amor, todo está ordenado a la salvación del hombre, Dios no hace nada que no sea con este fin". […] Y Juliana de Norwich: "Yo comprendí, pues, por la gracia de Dios, que era preciso mantenerme firmemente en la fe (...) y creer con no menos firmeza que todas las cosas serán para bien [...] Tú misma verás que todas las cosas serán para bien" ("Thou shalt see thyself that all manner of thing shall be well".
Creemos firmemente que Dios es el Señor del mundo y de la historia. Pero los caminos de su providencia nos son con frecuencia desconocidos. Sólo al final, cuando tenga fin nuestro conocimiento parcial, cuando veamos a Dios "cara a cara" (1 Co 13, 12), nos serán plenamente conocidos los caminos por los cuales, incluso a través de los dramas del mal y del pecado, Dios habrá conducido su creación hasta el reposo de ese <I>Sabbat</I> definitivo, en vista del cual creó el cielo y la tierra.  (EDD)


Reflexión sobre el cuadro

Al comienzo del Evangelio de hoy, Lucas nos cuenta que las enseñanzas de Jesús dejaron una profunda huella en quienes las escuchaban. Ese poderoso impacto es precisamente la razón por la que sus palabras y hechos fueron recordados, primero transmitidos de boca en boca y finalmente escritos en los Evangelios que hoy atesoramos. A través de estos textos sagrados tenemos acceso al propio Jesús: Su voz, sus acciones, su presencia, y como los primeros oyentes, también nosotros estamos invitados a dejarnos conmover y moldear por ellos. En nuestra breve lectura del Evangelio, oímos hablar del asombro de estos primeros oyentes: "Y todos se admiraban" y "se asombraban de su doctrina".

Sin embargo, como hemos escuchado estas lecturas tan a menudo, puede ser fácil adormecerse, perder ese sentido de asombro. El reto para nosotros es acercarnos al Evangelio con oídos nuevos y corazones abiertos, para que Cristo nunca deje de asombrarnos también a nosotros. Debemos estar abiertos a dejarnos arrastrar, y a asombrarnos y maravillarnos ante Jesús, cada vez que escuchemos o leamos el Evangelio. El Jesús de los Evangelios nunca debe perder su impacto en nosotros y nunca debemos dejar de impresionarnos por lo que hizo por nosotros.

¿Cómo podemos hacerlo? Tal vez permitiendo que el arte nos abra las Escrituras de formas nuevas e inesperadas. Cuando contemplamos un cuadro o una escultura inspirados en el Evangelio en nuestro sitio web de Arte Cristiano, espero que nos inviten a ver la historia conocida a través de la imaginación de un artista, y a fijarnos en detalles que de otro modo podríamos pasar por alto. Tal vez el arte pueda ayudarnos a salir de nuestro entumecimiento. Esto es precisamente lo que intentamos hacer en el sitio web www.christian.art: colocar la Palabra de Dios junto a grandes obras de arte, para que podamos escuchar la Palabra de Dios con oídos nuevos y ver con ojos nuevos. El arte nos ralentiza, agita nuestras emociones y despierta nuestros sentidos, ayudándonos a escuchar el Evangelio no como algo viejo y rutinario, sino como algo vivo, desafiante y fresco, que nos lleva de nuevo al asombro y la admiración ante Cristo.

Cuando pensamos en frescura, a menudo pensamos en flores. De ahí que estos Iris de Vincent van Gogh sean un hermoso cuadro para contemplar. Van Gogh lo pintó en mayo de 1890, justo antes de abandonar el manicomio de Saint-Rémy. Pertenece a una serie de cuatro exuberantes bodegones (dos de lirios y dos de rosas) que destacan como las únicas obras florales ambiciosas que creó durante su estancia de un año allí. En este lienzo, Van Gogh buscó deliberadamente un efecto "armonioso, fresco y suave" (como él mismo escribió), colocando los lirios violetas sobre un delicado fondo rosa. Originalmente, los colores habrían sido aún más llamativos, pero los pigmentos rojos que utilizó se han desvanecido con el tiempo. Irises, junto con su compañera Rosas, fue atesorado por la propia madre de Van Gogh, permaneciendo en su posesión hasta su muerte en 1907.

by Padre Patrick van der Vorst

Oración

Padre Bueno, Tú siempre buscas mi bien y sólo mi bien.
Tú quieres mi salvación eterna.

Me hiciste para vivir en intimidad contigo en el tiempo y en la eternidad.
¡Qué más puedo desear! ¡Gracias, Padre!

No me impones un destino, me hiciste libre y quieres que yo elija.
Pero a veces preferiría no tener que elegir; temo equivocarme.
Tú conoces mi debilidad, tú sabes cómo a veces me confundo, se me nubla la mente y no sé qué camino tomar.
No siempre es fácil saber qué es lo que tú quieres, qué es lo que más me conviene.
No quiero contristarte, no quiero hacer daño a las personas.

Sólo quiero agradarte, hacer el bien y alcanzar la vida eterna.
Quiero obedecerte porque quiero agradarte.
Quiero lo que Tú quieras porque te quiero.
Y si hago lo que tú quieres me irá siempre bien.
Quien hace tu Voluntad se salva.
Padre Nuestro, hágase tu voluntad.


Tú amas a los que cumplen tus mandamientos:
"Quien hace la voluntad de mi Padre, que está en los cielos, ese es mi hermano y mi hermana." (Mt 12, 49-50)
Tu Voluntad es que cumpla tus mandamientos.
Se dice fácil, pero en las circunstancias concretas de la vida,
no es tan sencillo y no siempre sé cuál es tu voluntad.
Cuando tengo delante el bien y el mal, es fácil distinguir, pero a veces tengo que elegir entre dos bienes.
Por eso ahora, como Jesús en Getsemaní, me abandono en tus brazos con absoluta confianza
y te digo: No se haga mi voluntad sino la tuya" (Lc 22,42)
Que se haga tu voluntad en mí.
Me guste o no me guste, sé que obedecerte será lo mejor para mí.
Padre Santo, hágase tu voluntad.

Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
"Que en la tierra reine la paz como en el cielo." (San Ambrosio)

¡Bendigan al Señor, todos sus ángeles,
los fuertes guerreros que cumplen sus órdenes
apenas oyen la voz de su palabra!
¡Bendigan al Señor, todos sus ejércitos,
sus servidores, los que cumplen su voluntad! (Sal 102,20-21)

Así como los ángeles te obedecen, que así también yo.
Que así como ellos ven con claridad el modo de agradarte,
como ellos hacen el bien sin que ninguna miseria les desvíe,
que así también yo te obedezca y te bendiga.

Padre Nuestro, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.


 Autor: P. Evaristo Sada, L.C.; publicado originalmente en: http://www.la-oracion.com

Nota del autor: Cuando digo una oración de memoria, me sucede a veces que ya no pongo atención en lo que digo. Una forma que a mí me ayuda de superar la rutina es decirle lo mismo a Dios pero con palabras espontáneas. Por eso a veces rezo las oraciones más comunes con mis propias palabras y me ayuda mucho a renovar el sentido de cada frase, para luego pronunciar las mismas palabras con mayor sinceridad y hondura.

En artículos anteriores he venido sugiriendo cómo rezar mejor el Padre Nuestro. Paso a la siguiente frase: "Hágase Tu Voluntad en la tierra como en el cielo". Y lo haré como sugiero arriba: diciendo lo mismo con palabras espontáneas.

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