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lunes, 27 de octubre de 2025

Evangelio del dìa


 

Carta de San Pablo a los Romanos 8,12-17.

Hermanos, nosotros no somos deudores de la carne, para vivir de una manera carnal.
Si ustedes viven según la carne, morirán. Al contrario, si hacen morir las obras de la carne por medio del Espíritu, entonces vivirán.
Todos los que son conducidos por el Espíritu de Dios son hijos de Dios.
Y ustedes no han recibido un espíritu de esclavos para volver a caer en el temor, sino el espíritu de hijos adoptivos, que nos hace llamar a Dios ¡Abba!, es decir, ¡Padre!
El mismo Espíritu se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios.
Y si somos hijos, también somos herederos, herederos de Dios y coherederos de Cristo, porque sufrimos con él para ser glorificados con él.

Salmo 68(67),2.4.6-7ab.20-21.

¡Bendito sea el Dios que nos salva!

¡Se alza Dios!
Sus enemigos se dispersan
y sus adversarios huyen delante de él.
Pero los justos se regocijan,

gritan de gozo delante de Dios
y se llenan de alegría.
Dios en su santa Morada
es padre de los huérfanos y defensor de las viudas:

él instala en un hogar a los solitarios
y hace salir con felicidad a los cautivos.
¡Bendito sea el Señor, el Dios de nuestra salvación!
El carga con nosotros día tras día;

él es el Dios que nos salva
y nos hace escapar de la muerte.

Evangelio según San Lucas 13,10-17.

Un sábado, Jesús enseñaba en una sinagoga.
Había allí una mujer poseída de un espíritu, que la tenía enferma desde hacía dieciocho años. Estaba completamente encorvada y no podía enderezarse de ninguna manera.
Jesús, al verla, la llamó y le dijo: "Mujer, estás curada de tu enfermedad",
y le impuso las manos. Ella se enderezó en seguida y glorificaba a Dios.
Pero el jefe de la sinagoga, indignado porque Jesús había curado en sábado, dijo a la multitud: "Los días de trabajo son seis; vengan durante esos días para hacerse curar, y no el sábado".
El Señor le respondió: "¡Hipócritas! Cualquiera de ustedes, aunque sea sábado, ¿no desata del pesebre a su buey o a su asno para llevarlo a beber?
Y esta hija de Abraham, a la que Satanás tuvo aprisionada durante dieciocho años, ¿no podía ser librada de sus cadenas el día sábado?".
Al oír estas palabras, todos sus adversarios se llenaron de confusión, pero la multitud se alegraba de las maravillas que él hacía.

Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.

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Bulle

Homilía atribuida a Eusebio de Alejandría (finales del siglo V)
Sermón sobre el domingo, 16, 1-2; PG 86, 416-421


El Sábado llega a ser el primer día de la nueva creación

La semana se compone, evidentemente, de siete días: de ellos Dios nos ha dado seis para trabajar, uno para orar, descansar y liberarnos de nuestros pecados… Voy a exponerte las razones por las cuales se nos ha transmitido la tradición de guardar el domingo y de abstenernos de trabajar ese día. Cuando el Señor confió el sacramento a los discípulos, “Tomó el pan, pronunció la bendición, lo rompió y lo dio a sus discípulos, diciendo: ‘Tomad, comed: esto es mi cuerpo roto por vosotros para remisión de los pecados’. De la misma manera  les dio la copa diciendo: ‘Bebed todos de él: esto es mi sangre, la sangre de la Nueva Alianza, derramada por vosotros y por la multitud en remisión de los pecados. Haced esto en memoria mía`” (Mt 26,26s; 1C 11,24).

El día santo del domingo es, pues, aquel en el que se hace memoria del Señor. Por eso se le llama “el día del Señor”. Y es como el señor de los días. En efecto, antes de la Pasión del Señor no se le llamó “día del Señor” sino “primer día”. En este día, el Señor estableció el fundamento de la resurrección, es decir, que inició la creación; en este día dió al mundo las primicias de la resurrección; en este día, como lo hemos dicho, ordenó celebrar los santos misterios. Este día, pues, para nosotros ha sido el comienzo de toda gracia: comienzo de la creación del mundo, comienzo de la resurrección, comienzo de la semana. Este día, que en sí encierra tres comienzos, prefigura la primacía de la santa Trinidad.  (EDD)

Reflexión sobre el cuadro

El Evangelio de hoy nos invita a reflexionar sobre una pregunta sencilla pero desafiante: ¿Cómo nos tratamos los unos a los otros?

Cuando Jesús curó a una mujer que llevaba dieciocho años encorvada, sus críticos le acusaron de quebrantar el sábado. Sin embargo, Jesús les recuerda que incluso ellos desatarían un buey o un asno en sábado para llevarlo al agua. Si la compasión por los animales está permitida, ¿cuánto más debería ser bienvenida la compasión por un ser humano que sufre? El sábado nunca fue pensado para restringir la misericordia, sino para hacer espacio para ella.

Para Jesús, no hay momento "equivocado" para hacer el bien. No hay día demasiado sagrado ni regla rígida que silencie el amor al prójimo. Curar y ayudar al prójimo son en sí mismos actos de adoración.

Nuestro cuadro representa la caridad hacia el prójimo de la forma más literal. Vemos a una señora acomodada que se inclina tiernamente sobre sus hijos hacia un anciano que está en cama. El anciano, frágil y enfermo, le tiende la mano. No hay gestos teatrales en este cuadro, sólo expresiones de compasión que se hacen visibles. El tranquilo entorno doméstico refuerza el hecho de que no se trata de una gran alegoría, sino de un momento profundamente humano de amor al prójimo. Jean-Baptiste Greuze siempre trató de combinar la instrucción moral con el realismo. Su intención aquí era que la Caridad conmoviera el corazón del espectador, no mediante el espectáculo, sino viendo la virtud vivida en los gestos cotidianos. Lo santo se encuentra en nuestros actos cotidianos de bondad, justicia y misericordia.

by Padre Patrick van der Vorst


Oracion
Dame, Señor, esa compasión tuya que estremece, que complica la vida, pero que al mismo tiempo nos enriquece, nos humaniza, nos hace bienaventurados.

Dame, Señor, entrañas de misericordia frente a mi prójimo herido. Inspírame el gesto y la palabra oportuna ante la persona abatida. Ayúdame a estar siempre al servicio, a crear espacios de acogida, familiaridad, cordialidad, fraternidad.

Señor, concédeme la gracia de que mis ojos se vuelvan siempre hacia el prójimo con una mirada de amor para verlos como me ves tú a mí, con mi miseria y mi pequeñez, más allá de la indignidad de mi vida, de mis circunstancias, de mis máscaras, de mis egoísmos y de mis orgullos y sufrimientos. 

Ayúdame, Señor, a ver al prójimo como lo haces tú, con mirada tierna y amorosa, compasiva, siempre entendiendo sus circunstancias personales. Haz, Señor, que mi corazón se vuelva siempre hacia el prójimo, para que pueda amarlo como tú me amas a mí, con esa firmeza, clemencia y misericordia que tanto me conmueve, con tanta paciencia que nunca se agota.

Ayúdame, Señor, a amar al que tengo cerca para que pueda hacerlo de manera eterna. Ayúdame, Señor, a que mi vida se vuelva hacia el prójimo para que sea capaz de vivir en solidaridad con él… y así, hacerlo contigo en cada momento de mi vida. Ayúdame a ser compasivo como lo eres tú, porque ser compasivo es una cuestión de amor.

Ayúdame a amar mucho porque quiero parecerme a ti. Concédeme la gracia de que mi vida sea un compromiso de amor, que todo lo que me mueva hacia los demás esté basado en el amor hasta la entrega total. Aviva esta experiencia en mi corazón, Señor. 

(caritasvalencia)


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