
El Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (CDSI) dedica un capítulo completo (el décimo) para instruirnos sobre la salvaguarda del medio ambiente; y señala que el problema ecológico que a todos nos afecta se debe a una crisis en la relación entre el ser humano y el medio ambiente. Citando a san Juan Pablo II, el CDSI nos recuerda que el Magisterio de la Iglesia subraya que la responsabilidad de preservar un ambiente íntegro y sano es, obviamente, del ser humano ya que a él –a nosotros– se nos confió el cuidado de la creación. El Papa no duda en afirmar que los avances tecnológicos no justifican la depredación del medio ambiente; antes bien, deben ayudar al saneamiento y conservación del mismo:
“La humanidad de hoy, si logra conjugar las nuevas capacidades científicas con una fuerte dimensión ética, ciertamente será capaz de promover el ambiente como casa y como recurso, en favor del hombre y de todos los hombres; de eliminar los factores de contaminación; y de asegurar condiciones de adecuada higiene y salud tanto para pequeños grupos como para grandes asentamientos humanos. La tecnología que contamina, también puede descontaminar; la producción que acumula, también puede distribuir equitativamente, a condición de que prevalezca la ética del respeto a la vida, a la dignidad del hombre y a los derechos de las generaciones humanas presentes y futuras”.
(CDSI, n. 465, citando el Discurso de san Juan Pablo II en el Congreso Internacional sobre "Ambiente y salud" del 24 de marzo de 1997).
Papa León XIV
En su Mensaje para la X Jornada Mundial de oración por el cuidado de la creación, del 1 septiembre del 2025, el Papa León XIV evidencia el deterioro del medio ambiente, como consecuencia de la injusticia, la violación del derecho internacional y de los derechos de los pueblos, las desigualdades y la codicia. Y agrega que “estas diversas heridas son consecuencia del pecado. Sin duda, esto no es lo que Dios tenía en mente cuando confió la Tierra al hombre creado a su imagen (cf. Gn 1,24-29)”. Y complementa al señalar el sentido teológico y bíblico del cuidado de la creación:
“La justicia ambiental —anunciada implícitamente por los profetas— ya no puede considerarse un concepto abstracto o un objetivo lejano. Representa una necesidad urgente que va más allá de la simple protección del medio ambiente. En realidad, se trata de una cuestión de justicia social, económica y antropológica. Para los creyentes, además, es una exigencia teológica que, para los cristianos, tiene el rostro de Jesucristo, en quien todo ha sido creado y redimido. En un mundo en el que los más frágiles son los primeros en sufrir los efectos devastadores del cambio climático, la deforestación y la contaminación, el cuidado de la creación se convierte en una cuestión de fe y de humanidad”.
Y remata en el mismo sentido citando al Papa Francisco: “es importante leer los textos bíblicos en su contexto, con una hermenéutica adecuada, y recordar que nos invitan a ‘labrar y cuidar’ el jardín del mundo (cf. Gn 2,15). Mientras ‘labrar’ significa cultivar, arar o trabajar, ‘cuidar’ significa proteger, custodiar, preservar, guardar, vigilar. Esto implica una relación de reciprocidad responsable entre el ser humano y la naturaleza” (Laudato si, n. 67).
Papa Francisco
La Carta Encíclica Laudato si del Papa Francisco, aborda el tema del cuidado de la creación, a la que llama ‘la casa común’, ofreciendo desde esta expresión un sentido íntimo y propio. En efecto, la creación de Dios es la casa que a todos nos dio para habitarla, cuidarla y heredarla de manera íntegra a las siguientes generaciones.
La palabra ‘contaminación’ (junto con sus variantes: contaminar, contaminantes, contaminado, etc.) la cita el Papa en 45 ocasiones, evidenciando con ello la importancia del tema en el marco del cuidado de nuestra ‘casa común’.
Llama la atención que muy al inicio de Laudato si', el Papa implica a todos en el problema medioambiental. Es necesario “que cada uno se arrepienta de sus propias maneras de dañar el planeta, porque, en la medida en que todos generamos pequeños daños ecológicos, estamos llamados a reconocer nuestra contribución –pequeña o grande– a la desfiguración y destrucción de la creación” (n. 8).
Y citando al Patriarca Bartolomé nos invita a reconocer los pecados contra la creación:
“Que los seres humanos destruyan la diversidad biológica en la creación divina; que los seres humanos degraden la integridad de la tierra y contribuyan al cambio climático, desnudando la tierra de sus bosques naturales o destruyendo sus zonas húmedas; que los seres humanos contaminen las aguas, el suelo, el aire. Todos estos son pecados” (...) “un crimen contra la naturaleza es un crimen contra nosotros mismos y un pecado contra Dios”
(Discurso en Santa Bárbara, California, 8 noviembre 1997).
De manera profética, el Papa instruye acerca de la degradación moral que implica a todo el ser humano, incluyendo su medio ambiente. Tal degradación social lleva a perjudicar a los más débiles y pobres::
“El ambiente humano y el ambiente natural se degradan juntos, y no podremos afrontar adecuadamente la degradación ambiental si no prestamos atención a causas que tienen que ver con la degradación humana y social. De hecho, el deterioro del ambiente y el de la sociedad afectan de un modo especial a los más débiles del planeta: Tanto la experiencia común de la vida ordinaria como la investigación científica demuestran que los más graves efectos de todas las agresiones ambientales los sufre la gente más pobre”
(Laudato si, n. 48).
Volver los ojos y la voluntad al cuidado de ‘la casa común’ es, en conclusión, una exigencia de justicia social conforme a la dignidad humana, en busca del bien común que nos implica a todos nosotros, seguidores de Jesucristo y miembros de su Cuerpo Místico que es la Iglesia.
Luis Carlos Frías, Aleteia
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