El santo padre Francisco visitó este Jueves Santo la cárcel romana de Rebibbia, para celebrar la misa “in Coena Domini” y realizar la ceremonia del lavatorio de los pies, que abre el “triduo pascual”.
El Papa llegó poco después de las 17 horas y fue acogido con entusiasmo y esperanza. Primero las familias de los presos y después gran cantidad de reclusos lo quisieron saludar y abrazar, mientras entregaban objetos para ser bendecidos. Incluso algunos presos saludaron de forma que se entendía que eran musulmanes.
“Les agradezco --dijo el Papa al terminar de saludar-- la acogida tan calurosa y llena de sentimiento”.
El instituto penitenciario cubre un área de 27 hectáreas, fue inaugurado en 1971 y tiene 15 secciones. Allí están 2.100 detenidos, de los cuales 350 son mujeres. Cuenta con tres capellanes a tiempo completo.
La ceremonia es en la iglesia del “Padre Nuestro” situada en el interior del penitenciario, y participan en la misa 150 hombres y el mismo número de mujeres llegadas de la vecina cárcel femenina. Entre ellas en la primera fila, estaban mamás con niños, desde recién nacidos hasta de tres años.
Durante la homilía el Papa recordó que "Jesús nos ama. Pero sin límites, siempre, hasta el final. El amor de Jesús por nosotros no tiene límites. Siempre más, siempre más. No se cansa de amar. A ninguno. Nos ama a todos nosotros. Hasta el punto de dar la vida por nosotros". Asimismo, señaló que "Jesús lava como esclavo nuestros pies" pero "en nuestro corazón debemos tener la certeza, debemos estar seguros que el Señor cuando nos lava los pies, nos lava todo, nos purifica, nos hace sentir otra vez su amor". Haciendo referencia al lavatorio de pies, el Pontífice explicó que en estos hermanos y hermanas, estáis todos vosotros, todos, todos, todos los que viven aquí. Vosotros les representáis".
El Papa lavó los pies a 6 hombres y 6 mujeres: mitad italianos y mitad extranjeros. Entre ellos dos nigerianas, una congoleña, una ecuatoriana, un brasileño y un nigeriano. En el momento en el que el Santo Padre se arrodillaba y volcaba la jarra de agua sobre sus pies, se veía la emoción de los presos en sus ojos e inclusos, lágrimas.
No es la primera vez que el Pontífice celebra la santa misa en una cárcel. Poco después de su elección, en 2013, visitó la prisión para menores de Casal del Marmo, en la periferia de Roma. El año pasado fue al Centro Santa María de la Providencia, que acoge a enfermos. Uno de los monaguillos era un asesino. Hoy, después del recorrido de rehabilitación se ha graduado por segunda vez.
Poco tiempo atrás, cuando el Santo Padre encontró a los capellanes de las cárceles recordó algunas llamadas telefónicas que hace a detenidos, y dijo “cuando cuelgo el teléfono me pregunto, ¿por qué ellos y no yo?"
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