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domingo, 31 de enero de 2016

5 santos que sacaría del cielo si yo fuera Dios

Mauricio Artiedo, catholic-link
No niego que sea lindo pensar en los santos como seres inmaculados cuyas vidas fueron un derroche de oración, gracia y santa ternura. Y ante tanta lindura normalmente no tendría ningún problema en omitir cualquier comentario que pudiese desestimar esta belleza (especialmente cuando hablo con niños pequeños). Pero creo que es un modo de aproximarse a los santos cuya belleza no solo es aparente, sino que puede llegar a ser peligrosa para la vida cristiana. Y es que los santos, como sabemos, no son piezas de museo ni figuritas coleccionables, más bien son poderosos intercesores y auténticos modelos de vida.
Si los santos fueron estas brillantes y distantes figuras de porcelana cuyas vidas nunca se mancharon con ningún pecado, ¿qué relación pueden tener conmigo?, un ser de carne y hueso que pierde y gana batallas y muchas veces debe levantar el rostro después de haberlo tenido hundido en el fango… ¿Cómo podemos confiar en la intercesión o podemos tener por modelos de vida a quienes solo saben de éxtasis místicos, actos heroicos y entrañables gestos de misericordia...
—¡Pero los santos no fueron así! — podría decirme alguien y yo estaría totalmente de acuerdo; sin embargo, ¿cuánto sabemos de sus pecados? ¿Cuántas novelas hemos leído cuyos autores esconden los rasgos más difíciles del carácter del santo y endulzan hasta volver inofensivos sus momentos de duda y hasta de rebeldía ante Dios? Créeme, ¡son muchas! Por esta razón he decidido escribir un artículo para repasar los pecados de los santos. No te asustes. Mi intención no es negar la santidad de nadie, todo lo contrario, quiero explicarte cómo la santidad brilla con más fuerza y se expresa en toda su auténtica belleza cuando nace, por la Gracia de Dios, en el corazón herido de un hombre verdadero. Creo que solo así podremos redescubrir la importancia radical de la amistad con los santos en nuestro camino hacia el cielo.
Para hacer esto utilizaré la Biblia (porque el Espíritu Santo es el único autor de vidas de santos que no endulza a sus personajes) y un estilo de narrativa teatralizado y un poco irónico para amenizar la lectura; así que nadie se escandalice, por favor.

Hay 5 santos en la Biblia que no serían santos si yo fuera Dios. ¡No, Señor! Si me hubiesen hecho lo que le hicieron a nuestro Padre celestial de un solo sopapo hubieran terminado con uno que otro diente roto y de patitas en la calle… del purgatorio. Si yo fuese Dios hubiese sido tajante, claro desde el inicio: “Si quieres estar conmigo te conviertes y de ahí en adelante nada de tonterías, ¿ok?” Pero nada. La justicia de Dios no es la mía. Sin embargo — ¡ay mamá! — si fuese la mía, el primero en salir de mi lista de santos sería el fresco de…



1. Moisés

moses
Imagínense. Dios lo elige, lo anima, le encarga la gran misión de liberar a su pueblo y para ello derrama sobre él una ingente cantidad de gracia. Los milagros son portentosos: Dios convierte el río Nilo en sangre y abre el mar rojo ante sus ojos. Moises fue amigo del Señor. Así es, Dios habló con él como nunca había hablado con ninguno desde Adán y hasta le reveló su nombre: «yo soy el que soy» (Ex 3, 14). ¡¿Eso hacen los amigos o no?!
¿Y qué le pidió a cambio? Solo le pidió confianza. Y Moisés confió, no puedo negarlo. Pero los lamentos del pueblo en el desierto le agotaban el corazón y horadaban su confianza como la gota que roe la piedra. Pienso en aquella noche en la que Moisés increpó a Dios: «¿Por qué tratas mal a tu siervo? (…) ¿Acaso he sido yo el que ha concebido a todo este pueblo y lo ha dado a luz, para que me digas: “llévalo en tu regazo?” (…) Si vas a tratarme así, mátame, por favor» (Num. 11,11). Aquí se pasó: ¿tratarlo mal, matarlo?, entiendo que no le haya gustado la figura femenina del regazo pero ofenderse así después de todo lo que Dios había hecho por él, ¿no es exagerado? Ahí ya me hubiera empezado a molestar este Moisés pero eso no es todo.
Imagínense. Dios lo perdona y lo consuela: «¿Es acaso corta la mano de Yahvé? — le dijo — Ahora vas a ver si vale mi palabra o no» (Num. 11,23) y ¡cataplún!, el Señor hizo llover codornices hasta dejar a todo el pueblo satisfecho. También hizo llover maná y otras cosas ricas pero no me quiero detener aquí. Lo más lindo fue la alianza que Dios selló con su pueblo a través de Moisés. Un enorme signo de su amor que prepararía la alianza definitiva y que nuestro profeta acogió — démosle un poco de crédito — con un corazón agradecido y humilde. Pero el pueblo cobarde ya no aguantaba más, se había acostumbrado a convivir con las maravillas de Dios y sus reclamos y lloriqueos rompían ahora como olas contra la roca frágil del corazón de Moisés… y nuestro “santo” terminó por ceder ante tanta presión. Moisés dudó de Dios.
Y Dios, como era obvio, aquí sí se molestó de verdad y le dijo: «Por no haber confiado en mí y reconocido mi santidad ante los israelitas, os aseguro que no entrareis en la patria prometida». Claro que Dios después lo perdonó y bla bla bla, pero en mi historia hipotética, conmigo como protagonista, cae un rayo y el bueno de Moisés se va con su desconfianza y sus cobardías a otro lado ¡Habrase visto! No reconocer la santidad de Yahvé delante de esa chusma malagradecida. Hasta el mismísimo Dios una vez dio la cara por Moisés cuando el pueblo dudó de la legitimidad de su llamado: «Él es de toda confianza en mi casa — le dijo al pueblo — boca a boca hablo con él, abiertamente y no en enigmas, y contempla la imagen de Yahvé». Eso hace un amigo de verdad… ¡Dar la cara por el otro!… Moisés se cansó de hacerlo y yo, si fuese Dios, me hubiese cansado de él. 

2. El Rey David

rey david
¡Qué gran hombre fue David! Dios lo eligió entre 11 hermanos más robustos y capaces que él por su buen corazón. Lo consagró para hacer grandes cosas. Y la primera de ellas sí que fue grande, ¡enorme! diría yo: venció un duelo imposible contra el mayor guerrero del pueblo filisteo, el terrible Goliat… y lo derribó con una piedra bien puesta en el entrecejo, ¡sí, señor! David confiaba mucho en Dios y nuestro Señor bendecía cada uno de sus pasos.
David era «valeroso, buen guerrero, de palabra amena y de presencia agradable» (1 Sam, 16, 18). No me extraña que con ese curriculum haya despertado los celos del rey Saúl. Pero descuida porque Dios, que nunca abandona a sus elegidos, lo protegió de la persecución de Saúl y tras una prolongada guerra civil lo colocó en el trono del rey de Israel y de Judá. La gratitud hacia Dios desbordaba en el corazón del nuevo rey. De pastorcito de ovejas pasó a ser el rey de Israel, ¡qué historia! Todo fue un magnífico hasta que…
¡Dios mío! ¿Por qué lo hiciste David? Tu corazón estaba forjado en la batalla. Eras un hombre cabal, recio, señor de sí mismo; y no solo eso, eras apuesto y poderoso, podías conquistar a la mujer que quisieras ¡¿Por qué elegiste a Betsabé, la mujer de Urías?! Y no solo cometiste adulterio con ella sino que usaste el poder que Dios te había confiado para consumar un pecado mayor: «Poned a Urías — dijiste a tu comandante — en el puesto más duro de la lucha, y cuando arrecie el combate, dejadle solo, para que caiga muerto» (2 Sam 11, 15). ¡Fuiste un canalla! Allanaste el camino para casarte con Betsabé ensangrentando tus manos y sacrificando tu amistad con Dios…
¡Oh, sí! Te arrepentiste. Pero Dios tuvo que enviarte al profeta Natán para despertar tu conciencia adormecida. Y ahí el corazón se te deshizo en lágrimas al ver con claridad tu pecado. Es cierto, no pusiste más excusas, ayunaste y pasaste noches enteras acostado en tierra, rogaste el perdón de Dios y hasta escribiste un salmo desgarrador:«Crea en mí, oh Dios, un corazón puro — orabas entre sollozos — renueva en mi interior un espíritu firme; no me rechaces lejos de tu rostro, no retires de mí tu santo espíritu» (Sal 50).
Pues agradece que yo no soy Dios porque no hubieras vuelto a ver ni mi espíritu ni mi rostro. Después de todo lo que hizo Dios por ti, ¿crees que tu pecado se paga con salmos, ayunos y lloriqueos? Algo vio Dios en tu corazón que yo no puedo ver porque si por mí fuera hubieses ido a parar a un cuadrilátero de boxeo con Urías, Saúl y Goliat juntos. Cuánta razón tenías cuando dijiste eso de «es mejor caer en las manos misericordiosas de Dios que no en las manos de los hombres» (2 Sam 24, 14). Seguramente ya intuías que tú tampoco formas parte de mi lista de santos.

3. El profeta Elías

profeta elias
Es un profeta enigmático. Todo en él es fuerte, empezando por su nombre: Eli Yahu, que significa “Yahvé es mi Dios”. Elías aparece en la historia de Israel para denunciar los abusos y las injusticias vengan de quien vengan, del populacho o de los mismísimos reyes. ¡Y se necesitaban agallas! Porque Elías surgió en uno de los tiempos más duros de la historia de Israel: cuando sus doce tribus, desperdigadas por la tierra prometida, olvidaron a Yahvé y llenaron sus altares de ídolos. Dicho esto creo que todavía no queda clara la envergadura del hombre del que estamos hablando. Veamos si lo hago mejor en el próximo párrafo.
Para demostrar que Yahvé es el único Dios, Elías citó a medio millar de sacerdotes de Baal (divinidad o idolillo de la época) en el monte Carmelo y les propuso lo siguiente: «Elegid un novillo, despedazadlo, ponedlo sobre la leña. Yo haré lo mismo. Invocad el nombre de vuestro dios. Yo rogaré a Yahvé. El que responda con fuego, ése es Dios» (Cfr. 1 Re 18, 20–40). Los sacerdotes aceptaron el reto e invocaron a su dios, pero no ocurrió nada. Elías hizo lo mismo y Yahvé no solo rostizó al becerrito sino que abrasó con su fuego la leña, las piedras y la tierra alrededor de las cuales se encontraba el animalito. Todos quedaron mudos. El pueblo estaba atemorizado. Pero poco a poco fueron elevándose las voces hasta alcanzar la algazara: «¡Yahvé es Dios, Yahvé es Dios!». El pueblo había vuelto al culto de Yahvé.
¿Ya entiendes mejor de quién estamos hablando? ¿Te imaginas la confianza que Elías tenía en Yahvé, su cercanía a Dios? Si esto no te sorprende te cuento que la Biblia no narra su muerte, nos dice que fue envuelto en llamas y desapareció sin dejar rastro… ¿quieres más? Pues Elías es, junto a Moisés, quien se aparece a Jesucristo el día de la transfiguración. ¡Imagínate! Tal vez no haya personaje en la Biblia cuya santidad esté más confirmada que la de este hombre… y sin embargo…
¿Te gustó lo que ocurrió durante el desafío con los sacerdotes de Baal? A mí también, pero a la reina Jezabel no le gustó para nada y decidió deshacerse de nuestro profeta. ¿Qué se te ocurre que hizo Elías? ¿La esperó y la recibió con una sonrisa confiada? ¿La fue a buscar para enfrentarla? ¡No, papá! Nuestro temible profeta, el mismísimo que desafió a 500 sacerdotes en el monte Carmelo, nos dice la Biblia: «tuvo miedo, se levantó y se fue a poner su vida a salvo» (1 Re 19, 3) ¡¿Qué?! Sí. Algo así como ocurrió con San Mateo que cuando miró al Señor Jesús «Dejándolo todo, se levantó y lo siguió» (Lc 5, 38), pero al revés.
El profeta, apesadumbrado y lleno de vergüenza, caminó errabundo por el desierto hasta que se recostó agotado sobre una retama e imploró: «¡Ya es demasiado Yahvé! ¡Toma mi vida, pues no soy mejor que mis padres!». Esta es la parte donde Dios se conmueve pero yo me irrito; donde Él renueva la fuerza de sus elegidos y yo les sacaría en cara toda su mezquindad; donde Él confirma la misión de sus santos y yo los mandaría de regreso a su casa con un cartel bien grande que dijese: “perdedor”. Me pregunto: si a pedido suyo Dios era capaz de enviar fuego del cielo, ¿por qué Elías dudó de su poder y de su amor ante la persecución de Jezabel? El corazón de un verdadero santo no puede tener este tipo de grietas. Elías tampoco clasifica para mí.

4. Jonás

jonas pescado
Cuento corto: Nínive era una ciudad pagana, capital de Asiria (muy cercana a la actual Mosul, al norte de Iraq), que se había alejado de Dios. Los excesos, el robo, la rapiña y la idolatría se habían vuelto pan de cada día, así que Dios elige a un hombre para enmendarles la plana. Nada nuevo bajo el sol.
Lo que sí es novedoso es que Dios elige a un tipo insoportable y engreído llamado Jonás, que para colmo de males no tenía la más mínima voluntad de cumplir el divino encargo. A pesar de todo, Jonás se embarca y se pone en marcha, ¡pero en sentido contrario: a Tarsis! Es decir, se aleja de Nínive lo más que puede pensando que de esta manera Dios lo dejaría en paz. Pero nuestro Señor, que no abandona a sus elegidos por más papanatas que sean, se las ingenia para que unos marineros lancen a Jonás por la borda y un pez enorme lo lleve derechito hasta Nínive. Hago un paréntesis para decir que yo lo hubiera lanzado por la borda y nada más. Pero sigamos…
Una vez en Nínive Jonás se rinde ante la voluntad de Dios y decide proclamar el mensaje de conversión. La gente se conmueve, hace penitencia y vuelve a la fe verdadera. ¡Qué gran logro! ¡Felicitaciones, Jonás! ¿¡Pero, qué!? ¿¡No estás contento!? No, Señor. Jonás no estaba contento. «Fue por eso por lo que me apresuré a huir a Tarsis — le responde Jonás a Dios — Bien sabía yo que tú eres un Dios clemente y misericordioso, tardo a la cólera y rico en el amor. Así que, Yahvé, quítame la vida pues prefiero morirme a estar vivo» (Jon 4, 2-3) O sea que Jonás no huyó por el esfuerzo ni por el cansancio de la empresa. ¡Huyo porque no quería la conversión de los ninivitas!
¡Ay, Señor! Qué paciente fuiste con Jonás. Lo seguiste hasta la choza donde lo llevó su malhumor y ahí no dejaste de tocar a la puerta de su corazón hasta que abriera y comprendiera la razón por la cual tú te apiadas de los pecadores y sufres con sus transgresiones. Es verdad, Señor, Isaías tenía razón: «los caminos de Dios no son nuestros caminos» (Cfr. Is 55, 8), porque yo lo hubiera molido a palos hasta que aprendiera de memoria todos los salmos penitenciales. Jonás, para mí, no es santo ni por asomo.

5. Jeremías

jeremias
Aquí Dios escogió mejor. Jeremías era un joven distinguido de diecinueve años y perteneciente a una familia sacerdotal. Cuando Yahvé lo llamó pensó que era muy joven y tuvo miedo porque su falta de experiencia podrían ser un problema pero Dios lo reconfortó: «Irás donde te envíe y dirás lo que te indique. No tengas miedo. Pondré palabras en tu boca y fuerza en tu voluntad para que arranques, destruyas y después, levantes y edifiques. Ponte en pie. No temas. Haré de ti una plaza fuerte, columna de hierro y muralla de bronce, frente a toda la tierra». Este hermoso augurio llenó de confianza el corazón de nuestro joven profeta y así empieza su historia de servicio y amistad con Dios.
Pero Jeremías se encontró con pueblos y reyes bastante menos acogedores que los ninivitas. Su predicación cayó en oídos sordos y hasta ocurrió que el Rey Joaquim llegó al límite de quemar el libro donde Jeremías había escrito el mensaje que Yahvé le había inspirado. Nuestro profeta empezó a dudar de esto tan bonito de ser columna de hierro y muralla de bronce, y se sintió frágil y abandonado. «Puede alguno destrozar el hierro y el bronce — encaró Jeremías a Dios —¿Por qué ha resultado mi penar perpetuo, y mi herida irremediable, rebelde a la medicina? ¡Ay! ¿serás tú para mí como un espejismo, aguas no verdaderas?» (Jer 15, 12, 18). Y los reproches fueron en aumento hasta desbocarse en «¡Maldito el día en que nací! (…) ¿Por qué no se me mató en el seno de mi madre, y hubiera sido ella mi sepulcro?» (Jer 20, 14–17)
Llegados a estas alturas supongo que pueden prever cómo actúa Dios con este tipo de malcriadeces. Sí, perdonando y reanimando. Jeremías eventualmente volverá a la batalla y proclamará la palabra de Dios hasta morir apedreado por su pueblo (según una tradición de San Jerónimo). Por mi parte entiendo el dolor del profeta pero llegar al punto de llamar a Dios «espejismo» y «aguas no verdaderas» me parece demasiado. Maldecir el día del propio nacimiento, también. Aunque reconozco que guardo respeto por Jeremías, yo hubiera preferido un profeta sin quebrantos. Como decimos en mi país: «machito no más». Por eso, aunque sé que algunos me criticarán, este señor completa mi lista de 5 santos que sacaría del cielo.

Me he divertido mucho escribiendo este elenco pero es momento de terminar con el tono teatral y divertido para hablar seriamente de la santidad.
Creo que la historia de estos 5 profetas — que yo considero grandes santos, por supuesto — hay tres elementos muy hermosos que nos pueden ayudar a comprender qué es la santidad.

1. Los santos son seres humanos

Espero que esto no te decepcione, pero San Juan Pablo II, San Maximiliano Kolbe, el Padre Pío y compañía, han tenido momentos tan humanos como los de nuestros profetas. Fueron frágiles, lloraron, pidieron perdón, ofendieron y lucharon como cualquiera de nosotros. Su intercesión es poderosa y son un gran modelo para nosotros porque ellos saben muy bien qué significa ser hombres, pecadores, acechados por la tentación y el demonio. También conocen la belleza de las batallas ganadas, han percibido el rocío de la gracia derramarse sobre sus vidas y supieron poner de su propia cosecha para cooperar con el auxilio constante de Dios. Se han maravillado de Dios una y mil veces precisamente porque son hombres, porque han visto que el amor del Señor excede siempre nuestras expectativas y hace con nosotros cosas que jamás hubiésemos esperado. Si idealizamos a los santos, los deshumanizamos, y si los deshumanizamos, les robamos la belleza de la santidad.

2. La santidad es iniciativa de Dios

Me encantan las historias que hemos repasado porque queda clarísimo cómo Dios es el primer motor de la santidad. Moisés, Jonás, Jeremías, David y Elías llegan a un momento de sus vidas donde no pueden más, donde necesitan ponerse en las manos de Dios para poder seguir adelante con la misión que el Señor confío a cada uno. En la historia de la humanidad ha pasado lo mismo con cada santo. Todos cooperaron con Dios pero nadie se hizo santo a sí mismo. El amor que Dios nos invita a vivir es posible, claro que sí, pero solo si sabemos acoger su gracia y reconocer que es Él quien tiene la iniciativa. Quienes queremos ser santos — que deberíamos ser todos los cristianos — debemos estar siempre muy atentos a no olvidar que en nuestro ascenso al cielo, es Dios quien puso la escalera en primer lugar. Nosotros ponemos las ganas de subir, y a veces, hasta en eso recibimos un empujón de Dios; como le pasó a nuestros profetas.

3. La santidad empieza cuando…

No sé si se dieron cuenta que en nuestras cinco historias, en algún momento, nuestros profetas quisieron morirse.Este detalle, que podría ser interpretado como un dramatismo exagerado en realidad es una pista muy significativa que tomaré simbólicamente para explicar un elemento clave de una vida cristiana que empieza a acercarse a la santidad. Lo tomaré simbólicamente porque obviamente no creo que los santos hayan querido morirse en algún momento de sus vidas. De eso no se trata. Pero sí se trata de un momento de quiebre en el que el hombre reconoce la pobreza de sus propia condición, la inutilidad de sus esfuerzos, la volubilidad de sus promesas, etc., y siente que por sus propios medios no es capaz de alcanzar el amor al que Jesús, desde la cruz, lo ha llamado. Es este el momento de crisis el terreno fértil donde Dios siembra la semilla de la santidad. Es en esta simbólica muerte a nosotros mismos donde somos — ¡al fin! — capaces de empezar la verdadera ascensión hacia el cielo.
Si de algo estoy seguro en mi aún breve experiencia de vida cristiana es que Dios busca este momento en nuestras vidas. A cada uno le llega de maneras distintas. Algunos bienaventurados lo alcanzan con mucha connaturalidad y otros sufren muchísimo. No sé cual sea tu camino hacia este momento pero estoy convencido de que cada santo, como nuestros profetas, llegaron a ese día donde entendieron que para amar como Cristo hay que amar con el corazón de Cristo. Y que esto no es un símbolo bonito, ¡No! De verdad es Cristo mismo quien debe darnos su corazón, es a Él a quien debemos pedirle una nueva vida, y nosotros tenemos que aceptar la aventura preciosa y misteriosa de que Él ame en nosotros a pesar de nuestra miseria.
Creo que a eso se parece a la santidad. Disculpen si me extendí demasiado.

El Papa explica por qué es vital un corazón abierto a las sorpresas de Dios




 (ACI) .- En la homilía de la Misa que presidió ayer por la mañana en la capilla de la Casa Santa Marta donde reside, el Papa Francisco reflexionó sobre la importancia de tener un corazón abierto a las sorpresas de Dios, a las novedades del Espíritu Santo, para que cada uno de los fieles sea capaz de superar la “idolatría de uno mismo” que se encierra en la obstinación de hacer las cosas porque “siempre se ha hecho así”.


El Papa, señala Radio Vaticano, afirmó que “este es el mensaje que hoy nos da la Iglesia. Esto es lo que Jesús dice con tanta fuerza: ‘Vino nuevo en odres nuevos’. A las novedades del Espíritu, a las sorpresas de Dios, incluso las costumbres deben renovarse. Que el Señor nos dé la gracia de un corazón abierto, de un corazón abierto a la voz del Espíritu, que sepa discernir lo que ya no debe cambiar, porque es un cimiento, de lo que debe cambiar para poder recibir la novedad del Espíritu Santo”.

El Santo Padre meditó sobre la Primera Lectura en la que Dios rechaza a Saúl que escucha al pueblo antes que al Señor. El pueblo, tras vencer en una batalla, quería hacer un sacrificio con el mejor ganado porque “siempre se ha hecho así”. Por ello el profeta Samuel reprocha a Saúl y lo cuestiona: “¿Acaso al Señor le agradan los holocaustos y los sacrificios sobre la obediencia a su voz?” Lo mismo –dice el Papa– nos enseña Jesús en el Evangelio”.

Los doctores de la ley le reprochan que los discípulos no ayunaban como siempre se había hecho y Jesús responde “con este principio de vida”: “nadie pone un remiendo de paño sin remojar en un manto viejo porque la pieza tira del manto, lo nuevo de lo viejo, y al final empeora. Nadie echa vino nuevo en odres viejos porque revientan los odres y se pierden el vino y los odres; ¡a vino nuevo, odres nuevos!

“¿Qué significa esto? ¿Que la ley cambia? ¡No! Sino que la ley está al servicio del hombre, que está al servicio de Dios y por esto el hombre debe tener el corazón abierto. El ‘siempre ha sido hecho así’ es de un corazón cerrado y Jesús nos ha dicho: ‘Les enviaré al Espíritu Santo y Él los conducirá a la verdad plena’. Si tú tienes el corazón cerrado a las novedades del Espíritu ¡jamás llegarás a la verdad plena! y tu vida cristiana será una vida a medias, una vida parchada, remendada con cosas nuevas, pero sobre una estructura que no está abierta a la voz del Señor. Un corazón cerrado porque no eres capaz de cambiar los odres”.

El Papa subrayó que “este es el pecado del rey Saúl, por el que ha sido rechazado. Es el pecado de tantos cristianos que se aferran a lo que se ha hecho siempre y no permiten que se cambien los odres y terminan con una vida a medias, parchada, remendada, sin sentido”.

El pecado “es un corazón cerrado” que “no escucha la voz del Señor, que no está abierto a la novedad del Señor, al Espíritu que siempre nos sorprende”.

“Los cristianos obstinados con el ‘siempre se ha hecho así’, ‘este es el camino’, ‘esta es la senda’, pecan: pecan de adivinación. Es como si fueran a ver a una adivina: ‘Es más importante lo que se ha dicho y que no cambia; lo que siento yo –por mi parte y de mi corazón cerrado– que la Palabra del Señor’. También es un pecado de idolatría la obstinación: el cristiano que se obstina, ¡peca! Peca de idolatría. ‘¿Y cuál es el camino, Padre?’: abrir el corazón al Espíritu Santo, discernir cuál es la voluntad de Dios”.

El Papa explicó asimismo que “en tiempos de Jesús era habitual que los buenos israelíes ayunaran pero hay otra realidad: está el Espíritu Santo que nos conduce a la verdad plena y por esta razón Él tiene necesidad de corazones abiertos, de corazones que no estén obstinados en el pecado de idolatría de sí mismos en los que es más importante lo que yo pienso que aquella sorpresa del Espíritu Santo”.

11. ¿Por qué transmitimos la fe?

Transmitimos la fe porque Jesús nos encarga: «Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos» (Mt 28,19). [CIC 91]
Ningún cristiano auténtico deja la transmisión de la fe sólo en manos de los especialistas (maestros, sacerdotes, misioneros). Uno es cristiano para los demás. Esto quiere decir que todo cristiano auténtico desea que Dios llegue también a los demás. Se dice: «¡El Señor me necesita! Estoy bautizado, confirmado y soy responsable de que las personas de mi entorno tengan noticia de Dios y 'lleguen al conocimiento de la verdad'» (1 Tim 2,4b). La Madre Teresa empleaba una buena comparación: «A menudo puedes ver cables que cruzan las calles. Antes de que la corriente fluya por ellos no hay luz. El cable somos tú y yo. ¡La corriente es Dios! Tenemos el poder de dejar pasar la corriente a través de nosotros y de este modo generar la luz del mundo -JESÚS- o de negarnos a ser utilizados y de este modo permitir que se extienda la oscuridad».

Misión (lat. missio =  envío): La misión es la esencia de la Iglesia y el encargo de Jesús a todos los cristianos de anunciar el Evangelio con palabras y obras, de modo que todos los hombres puedan optar libremente por Cristo.


“Porque yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez les he transmitido”, San Pablo en 1 Cor 11, 23.

Es necesaria y urgente que surja una nueva generación de apóstoles, arraigados en la palabra de Cristo, capacitados para dar una respuesta a los retos de nuestro tiempo y dispuestos a anunciar en todas partes el Evangelio. Benedicto XVI, 22.02.2006

En su familia, ¿los niños aprenden a ser misioneros?


* El texto (pregunta y respuesta) proviene del Youcat = Catecismo para Jóvenes. Los números que aparecen después de la respuesta (CIC...) hacen referencia al pasaje correspondiente del Catecismo de la Iglesia Católica que  desarrolla el tema aún más. Basta un clic en el número y será transferido. Las notas marginales del Youcat están en letra pequeña.

sábado, 30 de enero de 2016

Así es la heroica resistencia de un grupo de monjas frente al régimen comunista de Vietnam

Se han convertido en un símbolo de la libertad religiosa
Así es la heroica resistencia de un grupo de monjas frente al régimen comunista de Vietnam
Una de las hermanas amantes de la Santa Cruz de Vietnam


Son un grupo de religiosas cuya misión se resume ni más ni menos que en orar y en atender a los pobres. Pero las monjas de la orden de las Amantes de la Santa Cruz que tienen su convento en el barrio de Thu Thiem en Ciudad Ho Chi Minh (la antigua Saigón), la capital de Vietnam, se han convertido en un símbolo de resistencia frente al régimen comunista que gobierna con mano de hierro desde hace 40 años.


La dictadura comunista lleva años teniendo en su punto mira el convento de estas religiosas pero aún no ha conseguido vencerlas. Al igual que está pasando en China, el régimen vietnamita impone el comunismo a sus ciudadanos mientras recauda más y más dinero aprovechando el auge del turismo. Y es en este punto en el que este convento ha aparecido en su camino.

El apoyo de los obispos europeos
En los últimos años, el gobierno ha expropiado numerosos templos budistas y cristianospero curiosamente no ha logrado echar a las amantes de la Santa Cruz para construir en el espacio edificios destinados al turismo.
 
Durante estos años de lucha, la resistencia de este humilde convento ha llegado a traspasar fronteras y la pasada semana las religiosas fueron visitadas por el cardenalReinhard Marx, presidente de la Conferencia Episcopal de Alemania y también de la Comisión de las Conferencias Episcopales de Europa.
 
El representante de los obispos europeos mostró el apoyo de los católicos de Occidente a estas valientes monjas. “Sé que estáis pasando un montón de dificultades, que hay motivos de preocupación pero no estáis solas, estaremos siempre a vuestro lado”, les dijo el cardenal alemán, tal y como recoge AsiaNews.

El ‘temor’ del régimen comunista a las monjitas
Además, realizó un llamamiento a la acción de la sociedad vietnamita a la que pidió que siguieran defendiendo a estas religiosas. “No hay ninguna organización política o grupo económico que pueda acabar con la libertad religiosa”, dijo el prelado tras reunirse con las autoridades. En la misma línea se manifestó la hermana Le Thi Thao, superiora provincial de la orden, que ha pedido la oración así como la ayuda de la Iglesia universal y de las organizaciones de derechos humanos.
 
¿Por qué el régimen comunista ha derribado multitud de templos y no puede con el convento? Esta es la pregunta que se han hecho muchos sobre el conflicto de Thu Thiem. Sin embargo, este pequeño convento ha conseguido unir a las distintas religiones y a la comunidad vietnamita y de ahí el respeto del gobierno a actuar de manera arbitraria.
 
Estas religiosas llevan cientos de años trabajando en Vietnam atendiendo a enfermos y niños, a los últimos de los últimos, y sin mirar a quién cuidaban ni qué religión profesaban. Entre sus obras está también la educación, también objetivo del régimen.

Todas las religiones unidas contra el derribo
En uno de los últimos intentos de derribo del convento y de la escuela de las religiosas,miles de personas acudieron al lugar para impedirlo. Budistas, protestantes, fieles de religiones triviales. Todos juntos para evitar que el régimen comunista perpetrase otro atentado. Y lo consiguieron puesto que el Gobierno tuvo que suspender su actuación.
  
La unidad ha sido la clave de la supervivencia del convento. Todo el barrio tiene claro que la comunidad religiosa es de todos aunque no sea de su propia religión. “La Congregación ha trabajado con niños y personas de la comunidad realizando actividades espirituales, caritativas y sociales”, afirmaba el Consejo Interreligioso, que además recordaba que las escuelas que han creado “han traído muchos beneficios culturales y éticos a las generaciones más jóvenes y a la gente que vive en la comunidad”.
 
¿Quiénes son las Amantes de la Santa Cruz?
Las hermanas amantes de la Santa Cruz son una comunidad floreciente, enérgica y con una gran juventud. Su vitalidad es tal que hacen de todo para todos. De ahí el amor del pueblo y el respeto del Gobierno.
 
Esta orden religiosa femenina fue fundada por el misionero francés Pierre Lambert de la Motte en el año 1671 cuando era vicario apostólico de la Conchinchina. Es la primera orden nacida en Asia y cuenta actualmente con más de 4.000 religiosas repartidas principalmente en 24 comunidades de Vietnam así como en Laos, Tailandia y Estados Unidos.
 
Las hermanas, muy jóvenes casi todas, dan clase pero también fuera del horario escolar enseñan a leer a la población más pobre. Cuidan de los enfermos y tienen especial cuidado de los discapacitados a los que atienden con gran amor.
 
Del mismo modo, otras hermanas se dedican a cuidar y visitar a los enfermos de lepra, generalmente marginados de la sociedad. Es el caso de la hermana Hoa que se recorre los poblados atendiendo y cuidando a estos enfermos. “Veo la cara triste de Jesucristo entre la gente a la que atiendo. Mi verso bíblico favorito es: ‘Cualquier cosa que no hicieron por uno de los más pequeños de éstos, no lo hicieron por mí’”, asegura.
 
Sus cuatro misiones apostólicas son precisamente la educación de la juventud, servir a los enfermos, proteger a los niños y ayudar a las mujeres. Estas son las armas con las que luchan contra el comunismo. Y con la ayuda de la oración de momento están consiguiendo vencer a los que las quieren destruir.
 
La nula libertad religiosa en Vietnam
Vietnam es uno de los países que de manera más dura persiguen a los cristianos. Según la organización especializada Open Doors, el país asiático aparece en el ránking en el número 20 con una persecución alta. El ránking lo copan totalmente estados comunistas y musulmanes.
 
Los cristianos representan, según los datos facilitados por Ayuda a la Iglesia Necesitada,el 8,2% de la población siendo la comunidad católica la más numerosa entre ellos. Pese a la apertura política del país, las técnicas comunistas de control y represión siguen siendo implacables para los habitantes del país mientras se esfuerzan por ofrecer una cara amable en el exterior.

El control de las comunidades religiosas y el derribo de templos está a la orden del día. Además, el cristianismo es un elemento peligroso pues es asociado a Occidente. Así, el régimen sigue relacionando a las comunidades protestantes con Estados Unidos y a los católicos con Francia. Son, por tanto, personas a controlar.

Artículo publicado originalmente en Actuall.com

Las 12 señales para darse cuenta de que ese novio o novia no es el adecuado para ti

La importancia de un noviazgo cristiano
Las 12 señales para darse cuenta de que ese novio o novia no es el adecuado para ti

Nory Camargo / Catholic Link
Tristemente el verdadero significado del noviazgo es muchas veces tergiversado por las condiciones en las que vive nuestra sociedad. La realidad es que es un periodo de tiempo en el que las dos personas descubren si son verdaderamente afines, periodo en el que conocen sus gustos, preferencias y hábitos. El novio y la novia hacen todo para agradarse mutuamente, pero hay varios aspectos que nos pueden indicar cuándo las cosas no van bien, cuándo no están tomando el camino correcto y puede ser que estés con la persona equivocada.
No soy una gurú en temas de noviazgo y relaciones interpersonales, pero desde lo que he podido vivir y desde experiencias cercanas de amigos y familiares, puedo enumerar 12 señales que nos indican cuándo hay que ponerle un alto a la relación o simplemente ponerle punto final. ¡Ojo! con esto no estoy diciendo que no vale la pena intentar y buscar madurar juntos, haciendo todo lo posible para que las cosas vayan bien, pero es necesario discernir en qué momento la relación debe tomar otro rumbo si después de haberla luchado la cosa no va para ningún lado y menos para dónde Dios quiere…
1. Cuando después de haberlo intentado tu pareja no comparte tus creencias
Puede que esa mujer o ese hombre sea todo lo que has soñado físicamente. Además de eso es inteligente y sus chistes son buenos, pero ¡ups! sumado a que no cree en Dios, se opone a todos los mandatos de la Iglesia. En este caso lo más aconsejable es acercarlo a Dios, guiarlo y motivarlo; pero si la persona con la que estás (además de no ser creyente) lleva una vida de locos, te aleja de Dios y no tiene mucho interés en cambiar, es mejor que reflexiones y tomes una decisión sabia pidiéndole luces al Espíritu Santo.

2. Cuando no respeta tu religión
Cuando eres verdaderamente creyente también debes ser coherente con lo que permites y no permites. Tu pareja no debe hacer comentarios ofensivos o irrespetuosos cuando se trata de religión. Como católico debes ser firme, no permitir chistes o bromas “inocentes” o mucho menos prohibiciones que afecten tu relación con Dios. “No vayas a misa”, “no reces el rosario”, “¿de qué te sirve rezar tanto?” Esto puede llevarte a darle más importancia a él o ella y menos a Dios.

3. Cuando te falta al respeto
Cuando esto sucede no hay marcha atrás, es como cuando un plato se rompe, podemos juntar las piezas y volverlo a pegar pero nunca quedará como era antes. Cuando en una relación tu novio o novia te insulta o usa constantemente palabras y frases agresivas se pierde el respeto y se pierde para siempre. Si permitimos que esto suceda una y otra vez  y nos quedamos callados, será muy difícil dar marcha atrás.

4. Cuando le gusta mentir
Mentir se puede convertir en un hábito. Algunas personas se escudan tras mentiras “piadosas”. Estas no existen, pues una mentira pequeña lleva a otra más grande. Las consecuencias de mentir son fatales pues la verdad siempre sale a la luz, tarde o temprano. La relación de pareja debe ser siempre transparente. Si a tu pareja le gusta mentir, no te la recomiendo…

 5. Cuando promete, promete, promete pero nunca cumple…
¡Basta de promesas rotas! Si sabes que no puedes cumplirlas simplemente no las hagas. Jugar con los sentimientos de los demás no es sano y al final terminarás rompiendo la confianza de la persona que más quieres. Llegará el día en que tal vez prometas de verdad, pero ya nadie estará ahí para creerte.

6. Si después de todo lo vivido está en contra del matrimonio
Como buenos católicos conocemos la importancia del sacramento del matrimonio. Para llegar a él obviamente hay que ser novios primero, y si tu pareja hace constantes comentarios como: “el matrimonio es para bobos”, “para qué casarnos si así estamos bien”, o llevan 7 años de novios y él te sigue diciendo “no hay afán”. Invita a tu pareja al diálogo, no hagas suposiciones, ni guardes falsas esperanzas, estos temas no son muy fáciles de tocar pero es importante discutirlos y saber con certeza qué es lo que busca tu pareja en la relación.

7. Cuando te es infiel y no cambia
El noviazgo es un compromiso, una unión voluntaria y por tanto voluntaria también es tu salida. Si tu pareja te es infiel o simplemente ya te “acostumbraste”, ponle fin, corta de una vez por todas. No hay razón alguna por la que debas consentirle la infidelidad constante. Si él o ella no están seguros de lo que sienten pueden ponerle punto final a la relación antes de dejarse llevar por la tentación. Lo que ocurrió una vez, sino se le da la importancia debida y se corrige, puede repetirse mil y un veces.



8. Cuando se opone a conocer a tus padres
¿Cuál es el misterio con conocer a los padres? ¿Acaso ellos no fueron alguna vez novios? Ese primer encuentro genera bastante expectativa en ambas partes, pero no hay nada mejor que andar con la verdad. Si tu pareja de verdad te ama no tendrá jamás inconveniente alguno en conocer a las dos personas más importantes de tu vida. Papá y mamá en ocasiones parecen hacernos la vida imposible pero siempre lo hacen pensando en nuestro propio bienestar.

9. Si no le gusta compartir tiempo con tu familia o amigos
¿Quiénes han estado contigo desde el principio? ¿Quiénes te conocen de pies a cabeza?: tu familia y tus amigos. No debes alejarte o mucho menos abandonarlos a petición de tu pareja, no es sano de ninguna manera. Claramente debe haber espacio y tiempo para cada cosa por separado, pero si a tu pareja NUNCA le agrada la idea de tener que pasar tiempo con tu familia o amigos, ¡NEXT!

10. Si sus metas solo apuntan a lo material
Todos soñamos con tener una casa grande, una carrera, un carro… pero también debemos apuntar a las metas espirituales: a ser mejores seres humanos, a ayudar a otros, a ser el bastón de los que más lo necesitan. Si tu pareja solo habla de dinero, dinero, dinero y más dinero, tal vez le haga falta un poco de humildad. Tu deber como novio/a debe ser cambiar su panorama. Puedes hacerlo ver la realidad que muchas otras personas viven: aquellas que sufren, que pasan hambre o que no tienen donde refugiarse. Si a pesar de ello sus metas no cambian y solo apuntan a tener más y más, reevalúa tu relación de noviazgo.

11. Cuando minusvalora tus logros
Menospreciar a los demás no te hace mejor persona. Tu pareja debe estar ahí para alegrarse de tus triunfos y tus hazañas. No se trata de competir para ver quién llega más lejos, sino de ir juntos, de la mano, por el mismo sendero. Debes darle ánimo a tu pareja cuando sienta que la meta está muy lejos y contribuir a la construcción de sus objetivos. Están juntos para ayudarse, amarse y apoyarse; no para humillar al otro o sentir envidia por sus logros.

12. Si te abandona cuando más lo necesitas
Los momentos de dificultad suelen ser perfectos para conocer mejor a nuestra pareja. La muerte de un ser querido, la enfermedad, la inestabilidad económica, una mala racha en los estudios o el trabajo son oportunidades para fortalecer la relación. Ser novios no es tarea fácil cuando se toma en serio a la otra persona. No se quiere a la pareja solo en momentos de alegría y gozo sino también en aquellos de incertidumbre y tristeza. Si tu pareja es la primera en salir corriendo cuando hay dificultades, no es buena señal.

La mayoría de veces nos llenamos de excusas con nosotros mismos para no terminar una relación, pensamos que esa persona puede cambiar, que las cosas van a estar mejor o que va a ocurrir un milagro. Lo que no sabemos es que la soledad puede ser el regalo perfecto que Dios nos ha estado preparando, no solo para conocernos mejor a nosotros mismos, sino para estar más cerca de Él. ¡No tengamos miedo de rezar, pidiéndole a Dios que nos dé un hombre tal como lo fue San José y una mujer como María Santísima!

viernes, 29 de enero de 2016

Delegar, motivar, repartir tareas,... Hábitos clave para el trabajo y la familia

Delegar, motivar, repartir tareas,... Hábitos clave para el trabajo y la familia

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Lee Iacocca, aquel legendario primer ejecutivo de la Ford que años después lograría un espectacular reflotamiento en la Chrysler, explicaba así su experiencia de varias décadas al frente de grandes multinacionales:

“Son muchos los individuos inteligentes y cualificados que han desfilado ante mis ojos, pero que no sirven para el trabajo en equipo”.
Parecen reunir todas las condiciones. Son personas emprendedoras, y trabajan con gran empeño, pero luego nunca llegan muy lejos: se quedan donde estaban, o poco menos. Y lo que les impide progresar es precisamente eso: que no logran trabajar y compenetrarse con sus compañeros.

Por eso hay una frase que detesto encontrar en la evaluación de las capacidades de un ejecutivo, por mucho talento que posea, y es la siguiente: “tiene dificultades para llevarse bien con otras personas”. A mi modo de ver, esa frase equivale al beso de la muerte en su carrera profesional. Si esa persona es incapaz de trabajar en equipo con sus compañeros, ¿qué beneficio puede reportar su presencia en la empresa?”.
Son muchas las personas que fracasan en su trabajo por motivos que no son estrictamente profesionales, sino más bien de carácter y de relación con los demás.
Hay toda una serie de hábitos que son claves para nuestra capacidad de relación con quienes nos rodean: saber trabajar en equipo, contar más con lo que pueden aportar otros, aprender a discrepar constructivamente y sin enconarse, conjugar exigencia y cordialidad, procurar mandar sin humillar y obedecer sin sentirse humillado, evitar tanto la terquedad con la excesiva influenciabilidad, etc.

Es muy frecuente, por ejemplo, tanto en el ámbito familiar como en el laboral, o en otros, que los repartos de tareas sean tremendamente poco efectivos: unos pueden estar sobrecargados y otros sin saber qué hacer, o bien haciendo tareas que corresponderían más a otros, o para las que otros están mejor preparados.
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Por eso, cuando unos padres delegan en sus hijos buena parte de la organización de la limpieza de la casa o del cuidado del hermano pequeño, o un profesor sabe organizar entre sus alumnos un reparto de tareas de cuidado del aula y de preparación de actividades en beneficio de todos, o un ejecutivo consigue formar equipos humanos que funcionen coordinadamente bajo su dirección, lo habitual es que de esa manera se logren resultados mucho mejores, pues se multiplica la efectividad de nuestro esfuerzo.

Hacer equipo, saber delegar, repartir juego, alentar la iniciativa de los demás, generar confianza, descubrir cualidades en otras personas…, son ejemplos de capacidades personales importantes en muchos ámbitos de la vida.

Hay personas que no saben resistir la tentación de hacerlo todo personalmente, y eso les resta eficacia de una forma dramática. Cuando, además, ocupan un puesto de cierta responsabilidad, es lo que marca el límite de su valía.

Así se lo explicaba Iacocca a uno de sus ejecutivos más brillantes: “Quieres hacerlo todo tú. No sabes delegar. Eres quizá el mejor colaborador que he tenido. Hasta es posible que tu trabajo valga por el de dos…, pero olvidas que dependen de ti docenas de personas…”.
Lograr un reparto de tareas realmente efectivo —en la familia o en el trabajo o donde sea— no es algo tan simple como que quienes mandan repitan frases del estilo de “ve a buscar esto y tráeme esto otro”, “ve allí y dile eso”, “hazme esto y avísame cuando acabes”.
No se trata de dar órdenes en las que apenas cabe la iniciativa personal, sino de transmitir con claridad lo que se desea conseguir y dejar un amplio margen a la iniciativa y la creatividad de todos.

También es importante saber transmitir de alguna manera la propia experiencia, de modo que los demás comiencen donde nosotros hemos acabado y no tengan que reinventar la rueda a cada momento.

Se trata, en definitiva, de facilitar a cada uno que pueda aprender de los errores de los demás, no sólo de los que vaya a cometer él (aunque de ésos también aprenderá mucho).
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Confiar en los demás
Muchas personas apenas logran trabajar en equipo (y por tanto no se benefician de las posibilidades de multiplicar el tiempo que esto lleva consigo), por algo muy sencillo: no se deciden a depositar confianza en los demás.

Unos lo hacen porque viven bajo una desconfianza general en las personas: no quieren correr riesgos. Otros, por simpledesorden: no hay manera de que se paren a pensar en cómo mejorar su rendimiento personal.

Otros, simplemente porque no son capaces de descubrir la valía de quienes le rodean, o porque quizá no advierten los grandes efectos que la confianza tiene en la motivación humana: la confianza saca a la luz lo mejor que la gente tiene dentro.

Otros, por último, no se deciden a depositar más confianza en los demás, y tienden a realizar por sí mismos la mayor parte de su trabajo, simplemente por ahorrarse el esfuerzo que inicialmente supone preparar a esas otras personas hasta que puedan ser eficaces.

En todos los casos, es probable que multiplicaran su eficacia si comprendieran que hay muchísimas tareas en las que una dinámica de confianza y de cooperación puede resolver todo mucho mejor, en mucho menos tiempo y de modo mucho más gratificante para todos.
Es sorprendente, por ejemplo, cómo algunas familias de pocos miembros y elevados gastos en personal de servicio no logran alcanzar el nivel de atención que tienen otras que son más numerosas y tienen poca o ninguna ayuda doméstica, pero están mejor organizadas.
Parece claro que si se sabe cómo distribuir las tareas entre los miembros de la familia, se puede estructurar el trabajo de modo que se hagan más cosas, en menos tiempo y con más satisfacción para todos.

Es cierto que el principal problema de la mayoría de las familias no es sólo de organización, sino de disciplina. Porque pueden hacerse planes perfectos sobre el papel, el problema es luego que cada uno quiera cumplirlo.

Pero quizá en muchos casos no será tanto cuestión de disciplina —que algo siempre hace falta— como de crear un clima adecuado.Aquí habría que hablar demotivación, y de sinergias.
De todas formas, mi impresión es que la gente está habitualmente más dispuesta a cooperar de lo que solemos pensar, si se plantean bien las cosas. La gente tiene dentro muchas cosas buenas, lo que nos falta muchas veces es ingenio para saber sacarles brillo.
Por ejemplo, al principio tú puedes ordenar la habitación mejor y más rápido que tu hijo de siete años.
Pero es mucho mejor despertar el interés del niño para que sea él quien lo haga. Eso lleva un mayor tiempo y esfuerzo iniciales, porque hay que enseñarle a hacerlo, y hay que motivarle, pero luego se recupera con creces, en todos los sentidos.

Lo ideal al delegar o sugerir una tarea es lograr que el encargado de hacerla sea su propio jefe.

Con personas menos maduras, hay que especificar más las directrices que han de seguir, estar más pendiente de cómo lo hacen y, en su caso, aplicar de forma más inmediata las posibles consecuencias acordadas según el mejor o peor resultado.

Pero lo deseable es que todo eso vaya disminuyendo, de forma que baste con que cada uno sepa lo que debe hacer, esté motivado y sepa aplicar luego su ingenio y su creatividad personal al modo de llevarlo a efecto.

Fragmento de un artículo originalmente publicado por encuentra.com
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