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miércoles, 31 de julio de 2019

10 consejos de san Benito para mejorar la vida diaria

Quizás hayan pasado 1500 años de su muerte, pero sus ideas tienen una validez eterna

SMILING WOMAN

Tal vez san Benito de Nursia viviera hace 1500 años (480-547), pero muchas de sus ideas tienen tanta relevancia hoy que cuando él las puso por escrito en la normativa regla de vida para su comunidad de monjes, conocidos hoy como benedictinos. En la actualidad continúan siguiendo su Regla en su búsqueda de la santidad.
El librito con la Regla, que se puede encontrar de forma gratuita en formato digital en varios sitios de Internet, contiene los consejos de san Benito, las directrices que él mismo seguía. Son unas normas que derivan de su experiencia con la vida diaria y de sus reflexiones sobre la naturaleza humana y representan un auténtico camino de conversión del corazón, una forma de renacer en el Espíritu que Jesús reveló a Nicodemo. Sin embargo, nosotros no necesitamos ser monjes o santos para servirnos de su sabiduría perenne. Aquí tenéis 10 consejos que nos pueden hacer bien a todos:

1 “ESCUCHA, HIJO”

Así empieza la Regla. Para escuchar, primero debemos mantener silencio. Lo cierto es que, para un monje benedictino, hablar sin necesidad, sin decir nada de valor, era algo que se castigaba. La mayoría de nosotros no estamos ceñidos a semejante nivel de rigor, pero, en efecto, el silencio nos permite reflexionar sobre nosotros mismos y ser más atentos a los demás, nos ayuda a ser más pacíficos y nos pone en presencia de Dios.

EL TRABAJO NOS AYUDA A CONSERVAR UNA MENTE SANA

“La ociosidad es la enemiga del alma”, escribe Benito, que mandaba a sus monjes dividir su tiempo entre el trabajo, la lectura y la oración, de forma tal que desarrollaran un equilibrio entre cuerpo, mente y alma.

3 TRANSFORMAR TODA TAREA EN UNA ORACIÓN

Para san Benito, toda tarea participa de la obra creadora de Dios y del sufrimiento de Cristo. El trabajo debería considerarse como un servicio al prójimo y una forma de oración.

4 NUESTROS DÍAS DEBERÍAN SEGUIR UN RITMO

En un monasterio, la Regla impone un tiempo para todo: para rezar, trabajar, leer, meditar… Estos antiguos principios se siguen enseñando, en esencia, como parte de las habilidades de gestión del tiempo en escuelas de negocios y en libros de autoayuda, animándonos a establecer ciertos tiempos de inicio y de finalización para cada tarea.

5 SER ATENTOS A LOS DEMÁS

Para san Benito, el respeto debe caracterizar todas nuestras relaciones con las personas. “Recíbanse a todos los huéspedes que llegan como a Cristo”, dice san Benito en la Regla, en especial “al recibir a pobres y peregrinos”. Si todos somos atentos y considerados con el prójimo —incluso con nuestros enemigos—, contribuiremos a construir un mundo que refleje el amor de Dios.

6 PRACTICAR LA DISCIPLINA

El santo abad decía a sus monjes que pusieran fin de forma puntual a cualquier cosa que estuvieran haciendo cuando llegara el momento de pasar a otra tarea, por difícil que fuera hacer el cambio, en obediencia a la voluntad de Dios. Quizás no tengamos a un abad que nos dicte cuál es nuestro horario, pero forzarnos a nosotros mismos a seguir un programa bien diseñado nos libera realmente de la esclavitud de nuestros impulsos.

7 LEER A MENUDO PARA NUTRIR MENTE Y ALMA

San Benito hacía que sus monjes dedicaran una parte importante del día a leer la Escritura u otros libros edificantes, entre periodos de trabajo, oración y la cena. Leer buenos libros puede darnos ideas frescas, hacernos más empáticos, ensanchar nuestra mente y enseñarnos sabiduría del pasado y del presente.

ENTENDER Y RESPETAR NUESTRAS PROPIAS PRIORIDADES

Para los monjes, la mayor prioridad es buscar a Dios, en especial en la oración. La Regla entera se organiza en torno a este principio. San Benito repite una y otra vez, con fórmulas que varían ligeramente: “Nada absolutamente antepongan a Cristo”. Tenemos que saber cuáles son nuestras prioridades y respetarlas en la manera en que empleamos nuestro tiempo.

9 HACER LAS PACES CON LOS DEMÁS 

En diversos modos y circunstancias, san Benito insta a sus monjes a disculparse siempre que pudieran haber ofendido a otro. Les recuerda el requerimiento de la Sagrada Escritura: “Busca la paz y síguela” y el bien de “reconciliarse antes de la puesta del sol con quien se haya tenido alguna discordia”. Esto nos ayuda a crecer en bondad, además de a contribuir a la estabilidad de la comunidad.

10 VIVIR CADA DÍA COMO SI FUERA EL ÚLTIMO

El santo abad decía a sus monjes que debían “tener la muerte presente ante los ojos cada día”. Esto nos ayuda a recordar nuestras prioridades y centrarnos en lo esencial.
Quizás no seamos monjes, pero los monjes sí son personas como el resto de nosotros y la naturaleza humana no cambia. El entendimiento que tenía san Benito de la humanidad continúa siendo valioso hoy día. Confiamos en que estos consejos nos iluminen o nos recuerden algunas formas que tenemos para ser más felices y mejores personas, con la ayuda de Dios.
Marzena Wilkanowicz-Devoud/Matthew Green, Aleteia

Para los que NO fueron a Misa el Domingo: mire lo que perdió

Podemos presentarles sólo unos aspectos del Milagro de la Eucaristía:


¡No hay peligro de exagerar!
No hay peligro de exagerar en la consideración de este Misterio, porque "en este Sacramento se resume todo el misterio de nuestra salvación".
San Juan Pablo II
Carta Encíclica Ecclesia de Eucharistia, n. 61


Reciban a menudo la Sagrada Comunión.
Oh, cristianos, ¿desean ustedes probar su verdadero amor hacia sus seres queridos que se han ido? ¿Desean mandarles su más preciosa ayuda y la llave Dorada del Cielo? Reciban a menudo la Sagrada Comunión por el reposo de sus almas.
San Buenaventura, Doctor de la Iglesia


Debemos ser conscientes de la magnitud del don de la Eucaristía.
Al dar a la Eucaristía todo el relieve que merece, y poniendo todo esmero en no infravalorar ninguna de sus dimensiones o exigencias, somos realmente conscientes de la magnitud de este don.
San Juan Pablo II
Carta Encíclica Ecclesia de Eucharistia, n. 61


Para curar las llagas de nuestra alma.
Tampoco debe el Párroco dejar de enseñar con cuidado en qué obras y acciones deben ejercitarse los cristianos en los días festivos. Estas son, que acudamos al templo que asistamos allí con sencilla y piadosa atención al Santo Sacrificio de la Misa, y que para curar las llagas de nuestra alma, recibamos con frecuencia los divinos Sacramentos de la Iglesia, que fueron instituidos para nuestra salud.
Catecismo del Concilio de Trento


Ser lo que Él mismo es.
Cristo Nuestro Señor, por su inmenso amor, se hizo lo que somos para perfeccionarnos hasta ser lo que Él mismo es.
San Ireneo de Lyon



Más humillante y aniquilado que en Belén o en el Calvario.
Se comprende que el Hijo de Dios, llevado por su amor al hombre, se haya hecho hombre como él, pues era natural que el Creador estuviese interesado en la reparación de la obra que salió de sus manos. Que, por un exceso de amor, el Hombre Dios muriese en la Cruz, se comprende también. Pero lo que no se comprende, aquello que espanta a los débiles en la Fe y escandaliza a los incrédulos, es que Jesucristo glorioso y triunfante, después de haber terminado su misión en la tierra, quiera permanecer aún con nosotros en la Eucaristía, en un estado más humillante y aniquilado que en Belén o en el Calvario.
San Pedro Julián Eymard

El corazón de el que le recibe debe ser nuevo.
El corazón del que comulga o celebra debe ser el sepulcro de Jesucristo; pues así como el sepulcro en donde fue puesto Jesús muerto, era nuevo, así el corazón de el que le recibe debe ser nuevo, es decir, puro, animado de fe viva, de firme confianza, de ardiente caridad y de un vivo deseo de la gloria de Dios y de la salvación de las almas.
San Pablo de la Cruz







Comentario de un sacerdote al evangelio del Domingo pasado
En el evangelio de Lucas, Jesús aparece siempre como un hombre de profunda oración. La oración atraviesa toda la vida del Señor: El Bautismo, manifestación maravillosa con la que empieza la vida pública ocurre en un contexto de oración (3,21); en el ejercicio de su misión Jesús se retira para rezar en lugares solitarios (5,16); la elección de los doce apóstoles –decisión importante para el futuro del mensaje del reino de Dios que Jesús anuncia entre los hombres– es precedida por una noche de vigilia y oración (5,12); la transfiguración, como desvelamiento de la verdadera identidad de Cristo en lo alto del monte Tabor, ocurre en cuanto Jesús rezaba (9,28-29); la llamada profesión de fe de Pedro es proclamada después de la pregunta que Jesús hace en cuanto rezaba en particular (9,18); antes de asumir eldrama de la pasión en la víspera de la pascua, para ser entregado como inocente cordero, Jesús ora a Dios Padre que le ayude a hacer su voluntad a pesar de sufrir somatizando –porque sudó gotas de sangre –, la angustia que experimenta a través del cáliz que debe beber en el monte de los Olivos (22,41-46); y finalmente, Jesús reza desde lo alto de la cruzpor sus verdugos: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”, palabras que serán las ultimas pronunciadas en su vida terrena (23,24).
La oración es la forma que Jesús utiliza para estar en el silencio y en la intimidad con Dios, es el instrumento que le permite dialogar con su Padre. De la oración depende el equilibrio psicológico, la mansedumbre de sus gestos, la firmeza del carácter para enfrentar las adversidades, y la fuerza del espirito para la misión redentora que debe realizar.
  1. Evangelio
Los discípulos contemplando a Jesús en cuanto rezaba piden que les enseñe a Rezar. Era costumbre en aquella época que, los discípulos de un rabino importante tuviesen una fórmula de oración como distintivo, o sea, para que se distinguiesen de forma especial, por eso ellos dicen: “como Juan enseñó a sus discípulos...”.
Jesús “entrega un tesoro” al enseñar la plegaria que Él propio reza en su relación con Dios, no es una formula fija, pero corresponde a un contenido de fe que esconde una profunda y nueva espiritualidad. Entre otras cosas se destacan dos temas importantes: En primer lugar, la manera de llamar a Dios es inédita: “Cuando oréis, decid: Padre”. Los discípulos de Cristo se comunican con Dios en una relación filial. El Dios de Jesucristo no es simplemente un ser superior, una mente organizadora, sino que es Padre: creador y amoroso. La idea del Padre es familiar a cualquier hombre, porque significa protección, confianza y amor. Sólo que la novedad de Jesús está en la manera de llamar a Dios de “Padre”, ya que Jesús enseña una expresión que es propia de los niños cuando llaman a su progenitor, es decir, es una de las primeras palabras que brotan en los labios de un bebé –al balbucear– con la cual se identifica el ser más próximo –después de la madre– de su pequeño universo. En la lengua original, en el arameo Jesús se dice: “Abba”, que significa “papá”, “papi” “papito”. Esta forma de llamar a Dios escandalizó los judíos contemporáneos de Jesús, de hecho, aparece en el falso proceso judiciario hecho por las autoridades del Sanedrín como motivo de acusación: “Él dice que es Hijo de Dios” (cfr. Lc 22,69-71), lo que significa una blasfemia. Cristo nos aproxima de Dios como hijos. Aquella distancia entre la divinidad y los hombres en Cristo es cancelada, podemos invocarlo como Padre, como niños que pueden contar siempre con su protección.
Finalmente, la oración del Señor es comunitaria, es rezada en plural, no es una plegaria egoísta, individual y aislada. Jesús en su predicación distinguía perfectamente el nexo que existía entre Él y Dios, y la relación de los hombres con su Padre: “Mi Padre y vuestro Padre”“mi Dios y vuestro Dios”, esto porque entre Jesús y Dios existe una relación metafísicamente hablando de la misma naturaleza –es decir, en su esencia más íntima, o sustancialmente poseen el mismo ser–, en cambio, entre Dios y los hombres existe una relación adoptiva, sin embargo en esta oración, Jesús se une a los hombres para rezar desde el mismo nivel, su Padre es también nuestro, por eso dice “Padre Nuestro”.
Para dar fuerza a la necesidad de la oración en la vida cotidiana Jesús emplea a una parábola muy sencilla, pero muy sugestiva: un hombre que importuna a su amigo a medianoche, porque por su vez necesita de ayuda para otro amigo que ha llegado de viaje a su casa. En las aldeas de Palestina de la época no existían panaderías, los panes eran hechos en las casas por la mañana para toda la jornada. Como la hospitalidad es sagrada en oriente, recibir un huésped es recibir el mismo Dios que pasa, por eso es comprensible la preocupación del hombre por buscar en la casa de su amigo tres panes (lo que corresponde para la cena de una persona). Pide ayuda ya entrada la noche, en la hora en que llegaban las caravanas de los diversos destinos, después de caminar bajo el sol del desierto durante todo el viaje. El personaje de la parábola que, busca ayuda a medianoche, sabe a quién recurrir, aunque esto causa incomodidad en la casa de su amigo, despertando todos sus miembros y ocasionando mucho trastorno. Al ser socorrido importunaba el sueño del hogar, ya que las casas eran de una única habitación donde todos dormían en el suelo, y donde incluso se ponían ganado u ovejas.
Jesús con esta parábola enseña que la oración es como un grito en medio de la noche que es imagen de la soledad, del sufrimiento, de la angustia humana. Un grito que no debe cesar, porque grita realmente quien tiene necesidad y necesita ayuda. Además, la oración es inoportuna, es decir, continua e interminable.
  1. Actualización Catequética
Por fin, concluimos con el siguiente esquema nuestras reflexiones: El evangelio propuesto por la liturgia de hoy responde a cuatro preguntas básicas: ¿Qué rezar? ¿Cuándo rezar? ¿Cómo rezar? Y, ¿por qué rezar?
¿Qué rezar? La oración del Señor, no de forma mecánica, pero en la conciencia de ser hijo. Esta oración que repetimos a veces como loros es una perla preciosa que, en la Iglesia de los primeros siglos del cristianismo, en un ambiente pagano hacía parte del arcano. Por eso a todos los que se aproximaban de la fe –los candidatos para el bautismo– era el propio obispo que les enseñaba el padre nuestro, ocho días antes del sacramento en la piscina de la regeneración, para después rezarla públicamente con toda la comunidad en la cena eucarística.
¿Cuándo rezar? Siempre, especialmente en momentos de silencio. La parábola coloca la noche como atmósfera que manifiesta la importancia que damos lo que pedimos, a punto de interrumpir el sueño de la noche que es fundamental para nuestro reposo. Rezar en la noche de nuestro corazón, es decir, en los miedos que nos inquietan, las angustias que nos acompañan y las preocupaciones que tenemos. Rezar incorporando la oración al ritmo natural de nuestra respiración, algo que se hace necesario para nosotros y para los otros. Por eso es necesario rezar la oración personal que desarrollamos en nuestra vida espiritual. A través de la oración pública y oficial de la Iglesia –la Liturgia de las Horas– y con los sacramentos que nos fortalecen enfrentamos el combate de cada día.
¿Cómo rezar? Importunando al Señor, pidiendo, buscando. Rezar para que nuestra voluntad se pueda adecuar a la voluntad de Dios y podamos contribuir en la obra de la salvación que Jesús realizó por amor. Rezar para asumir y enfrentar la cruz –obstáculos, sufrimientos– que hacen parte de nuestra vida, y fundamentalmente rezar intercediendo por los demás.
En este sentido, la primera lectura es muy oportuna: Abraham intercede para que no se efectúe la pena que pesa sobre las ciudades amenazadas por Dios, pide por los otros no para sí mismo. De la misma forma, en la parábola del evangelio el amigo inoportuno pide por el otro amigo que acaba de llegar, no por sí, con todo el trastorno que causa en medio de la noche y para poder atenderlo. ¿Rezamos por los otros cuando atraviesan serias dificultades? ¿Cuándo una crisis amenaza la estabilidad conyugal de una familia? ¿Rezamos por los que sufren en el cuerpo, en el alma y en el corazón?
Y, ¿por qué rezar? Rezamos para hacer la voluntad de Dios, porque los acontecimientos ocurren y nos hacen cuestionar la acción divina y amenazan nuestra débil fe. Rezamos porque estamos rodeados de debilidades, tenemos defectos que hacen sufrir los que conviven con nosotros y tenemos caídas que nos hieren mortalmente. Rezamos porque existen trampas y tentaciones en las que podemos sucumbir. Rezamos porque existe el mal moral que se propaga y nos puede contagiar y, sobre todo, por el mal personal, un ser oscuro, tendencioso y furtivo que nos atrae con sutileza y del que tenemos que defendernos. Rezamos porque la voz del mundo –el relativismo, la inmoralidad, en fin, todo lo que significa el paganismo– pesa y nos parece lógica su propuesta, por eso nos preguntamos: ¿Por qué ser fiel en la vida matrimonial? ¿Por qué formar una familia? ¿Por qué ser honesto en los negocios? ¿Por qué controlar nuestros impulsos?
Nos parece oportuno recapitular las anteriores reflexiones, así: ¿Qué rezar? ¡El Padre nuestro! ¿Cuándo rezar? ¡Siempre! ¿Cómo rezar? ¡Inoportunamente! Y, ¿por qué rezar? ¡Para poder hacer la voluntad del Señor!
Definitivamente, la oración es –cómo fue siempre considerada por la tradición cristiana– una poderosa arma en el combate de la Fe. ¡Con la oración podemos cambiar el curso de la historia, protegernos del mal e interceder por los que conviven con nosotros y sufren de tantas formas! La oración es la verdadera arma del cristiano.
Diario de un Cura de Aldea Global en su Celda Parroquial


martes, 30 de julio de 2019

Valora las críticas que te acercan a tu zona ciega

Es difícil conocer el punto medio entre callar demasiado y hablar de más,
pero a veces conviene que hablen mal de ti



Siempre me gustó un cuento del danés Hans Christian AndersenLo escribió en torno a 1837 y llevaba por titulo El traje nuevo del emperador. Dice el cuento que…
“Unos sastres, tras disfrutar varios días de los beneficios que les brinda la vida en la corte del Rey, le comunican que han terminado su trabajo y anuncian a quien quiera escucharlos que han confeccionado para el Rey el traje invisible más hermoso del mundo, tan hermoso que sólo los tontos no pueden verlo”.
Así el Rey, orgulloso con su traje, pasea por sus tierras, completamente desnudo. Todos se admiran del traje invisible, para no pasar por tontos. Hasta que un niño sorprendido grita: “¡El Rey está desnudo!”. Y entonces todos reconocen la evidencia y ríen a carcajadas.
Hay muchas lecturas de este cuento que me dan qué pensar. A menudo callo, no digo todo lo que de verdad pienso de la vida, de los hombres. Quizás evito la confrontación o hacer ver al otro una verdad difícil de asumir.
Puede ser que también lo hagan conmigo. Callan, buscando adularme. Fingen y me hacen pensar que mi traje es espléndido, el mejor traje del mundo.
Me dicen que soy muy valioso, que mi forma de ser, de vivir, de amar es la mejor. Y yo me lo creo. Y voy desnudo por la calle pensando que soy la persona más elegante del mundo. ¿Tanto cuesta aceptar la verdad que duele e incomoda?
No siempre estoy preparado. A veces encuentro personas que dicen lo que ven en mí sin miramientos. Gritan que el rey está desnudo, con claridad, sin mitigar la verdad dolorosa.
No sé bien dónde está el punto medio entre callar demasiado y hablar de más. Entre herir y dejar vivir al otro feliz en su mentira.
No sé qué es mejor a veces. Callar o hablar. Respetar los tiempos o violentarlos. No sé si es mejor saber que voy desnudo, o creer que tengo el mejor traje jamás tejido.
Tampoco sé cuándo voy a estar preparado para llevar con paz esa verdad violenta que me incomoda. La verdad sobre mi vida. La verdad que escondo. La verdad que duele. O mejor aún, la verdad de mí que desconozco.
Dicen que hay una zona ciega de mí que yo no veo.
Normalmente me muevo en las zonas que controlo. Lo que muestro y todos ven porque es trasparente. Lo que no muestro porque no estoy orgulloso y tiene que ver con mi historia de dolor, con mis debilidades y defectos. En estas dos zonas sé bien la imagen que doy y la que escondo. Y depende de con quién esté develo o no lo que está oculto.
Pero luego hay otras cosas que los demás ven al observarme y yo no veo. Sacan sus propias conclusiones. Pero no sé bien por qué motivo, no me lo cuentan. Esa es mi zona ciega.
No sé bien lo que muestro sin querer. No sé por qué no me lo dicen. Callan por pudor, por miedo, por respeto, ya no lo sé. Luego quizás de lejos lo comentan con sus amigos y me critican. Y yo me quedo sin conocer esa verdad de mi vida que me acompañará siempre.
Voy desnudo con mi traje y nadie me dice que no hay traje, que es todo mentira. Me tejo yo mi imagen, la que me gusta, tratando de vender el mejor yo posible. Para ser aceptado, reconocido, valorado.
Y sufro cuando valoran más a otros que a mí. O siguen más a otros a los que yo veo peores. O soy yo mismo entonces el que se siente pequeño y sin valor a los ojos del mundo, estando yo desnudo pretendo estar vestido.
Y espero alabanzas, sonrisas y aplausos. ¡Cuánto me debilita el elogio! Y la humillación que me hace fuerte tarda en llegar. Contaba santa Teresita de sí misma:
“Dios ha arrojado un velo sobre todos mis defectos interiores y exteriores. Este velo a veces me proporciona ciertos cumplidos de parte de las novicias. Sé muy bien que no lo hacen por adularme, sino que son expresión sincera de lo que ingenuamente piensan. Esto no puede despertar en mí vanidad, porque tengo incesantemente presente el recuerdo de lo que soy. Sin embargo, a veces me viene un deseo muy grande de oír otra cosa que alabanzas. Dios levanta el velo que esconde mis imperfecciones y entonces mis hermanitas al verme tal como soy, ya no me hallan del todo a su gusto. No me explico cómo algo que desagrada tanto a la naturaleza puede causar una dicha tan grande; si no lo hubiera experimentado no podría creerlo”.
¿Llegará ese día en que me regocije cuando se acerque a mí un niño para decirme que estoy desnudo? ¿Sonreiré algún día al ser criticado? ¿Me alegraré cuando me difamen y hablen mal de mí?
Estoy lejos de vivir así la crítica y el juicio. Quiero ser cada día más consciente de mi zona ciega. De mi traje invisible, de mi protección inútil. Ese traje que creo que esconde todo lo feo que hay en mí vistiéndolo de belleza.
Pero todos me ven cómo soy, en mi debilidad. Aun pretendiendo yo estar bien vestido y cubierto, me ven desnudo. Vana ilusión. Me hace bien ese niño que me muestra la verdad.
Quiero atreverme yo a ayudar a otros a descubrir sus verdades. Sólo cuando sea el momento y estén preparados para besar su herida. Como yo, que necesito mi tiempo.
Carlos Padilla Esteban, Aleteia


¿Por qué es importante la castidad en el noviazgo?


Castidad en el Noviazgo

Muchos jóvenes hoy en día, se preguntan el por qué la iglesia enseña que se deba vivir la virtud de la castidad en el noviazgo, pues consideran es sólo una estricta limitación a la libertad para mostrar afecto entre dos personas que se aman y que la práctica del sexo también forma parte de estas demostraciones, por lo que no habría que esperar hasta el matrimonio.
Sin embargo, la realidad demuestra otra cara, pues cada vez son más las parejas que practican sexo extramatrimonial y suelen ser menos duraderas en sus relaciones y otras ni siquiera llegan a consolidar el compromiso del matrimonio, debido a que los sentimientos son dejados de lado y el centro de sus vivencias se reduce solo al acto carnal, tendiendo muchas veces a la falta de amor y a la infidelidad.
¿Qué nos dice la iglesia sobre la castidad?
El Catecismo de la Iglesia Católica en varios numerales nos habla y profundiza sobre esta virtud, de los cuales solo mencionaré algunos:
2341 La virtud de la castidad forma parte de la virtud cardinal de la templanza, que tiende a impregnar de racionalidad las pasiones y los apetitos de la sensibilidad humana.
2345 La castidad es una virtud moral. Es también un don de Dios, una gracia, un fruto del trabajo espiritual (cf Ga 5, 22). El Espíritu Santo concede, al que ha sido regenerado por el agua del bautismo, imitar la pureza de Cristo (cf 1 Jn 3, 3).
2348 Todo bautizado es llamado a la castidad. El cristiano se ha “revestido de Cristo” (Ga 3, 27), modelo de toda castidad. Todos los fieles de Cristo son llamados a una vida casta según su estado de vida particular. En el momento de su Bautismo, el cristiano se compromete a dirigir su afectividad en la castidad.
2350 Los novios están llamados a vivir la castidad en la continencia. En esta prueba han de ver un descubrimiento del mutuo respeto, un aprendizaje de la fidelidad y de la esperanza de recibirse el uno y el otro de Dios. Reservarán para el tiempo del matrimonio las manifestaciones de ternura específicas del amor conyugal. Deben ayudarse mutuamente a crecer en la castidad.
Los Santos también nos dan algunas orientaciones sobre ella:
"Si queremos guardar la más bella de todas las virtudes, que es la castidad, hemos de saber que ella es una rosa que solamente florece entre espinas; y, por consiguiente, solo la hallaremos, como todas las demás virtudes, en una persona mortificada" (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre la penitencia).
"Hace falta una cruzada de virilidad y de pureza que contrarreste y anule la labor salvaje de quienes creen que el hombre es una bestia."(SAN JOSEMARÍA ESCRIVÁ, Camino 121).
"Solo el hombre y la mujer casta son capaces del verdadero amor ". (SAN JUAN PABLO II)
¿Qué consecuencias puede traer el faltar a esta virtud en el noviazgo?
El faltar a la virtud de la castidad en el noviazgo, puede traer penosas consecuencias no solo en el aspecto espiritual, sino también biológico, psicológico y hasta social. Entre algunas de ellas tenemos:
En lo espiritual, se produce un alejamiento de Dios y de la vida sacramental-eclesial, ya que la persona es consciente que ha vulnerado este mandamiento y ha cometido el pecado de fornicación (sin deseos de arrepentimiento), abandona la práctica de la misa dominical, la confesión y cualquier tipo de participación en la comunidad parroquial. Este es el caso más común de muchos jóvenes, que una vez iniciada su vida sexual fuera del matrimonio ya no se consideran católicos o viven la fe a su propia manera.
En lo biológico, algunas jovencitas debido a la práctica sexual temprana, pueden desarrollar frigidez en épocas posteriores. También se producen los embarazos no deseados, pues, aunque la mayoría de los novios recurren a la anticoncepción (añadiendo una mayor gravedad a su pecado de fornicación), y ya sea por descuido o falla de los mismos métodos anticonceptivos, en muchos casos el embarazo es inevitable. Otras en cambio, a causa de la inestabilidad amorosa o promiscuidad, son foco seguro de enfermedades venéreas al quedar contagiadas por sus parejas.
En lo sicológico, se da una centralidad al goce sexual que se deja de lado el plano afectivo y espiritual de la relación. También provoca una especie de esclavitud o desigualdad entre la mujer y el varón, pues nadie puede negar que en las relaciones prematrimoniales quien lleva la peor parte es la mujer. Esta al perder la virginidad, se siente subordinada al novio que busca tener relaciones cada vez con mayor frecuencia; no puede decirle que no, porque tiene miedo que él la deje, reprochándole que ella ya no lo quiere. En otros casos, surgen temores de infidelidad o miedo a que la pareja pueda encontrar mejores satisfacciones sexuales con otras mujeres, temor al embarazo no deseado, promiscuidad en ambos, baja autoestima, inclinaciones homosexuales, etc.
En lo social, se producen los casamientos precipitados que en algunos casos pueden decaer en ruptura, por carecer de la debida madurez para enfrentar esta nueva etapa. También a causa de los embarazos no deseados y abandono de la pareja que no asume la responsabilidad, surgen las familias monoparentales (madres solteras).  En casos peores, debido a la presión social, familiar e incluso de la misma pareja, muchas recurren al aborto tras producirse un embarazo no deseado, el cual como sabemos, sería la más grave y espantosa consecuencia.
Vivir la castidad es un acto de amor más que una obligación
Por consiguiente, como podemos darnos cuenta, la castidad es un elemento esencial dentro de la etapa del noviazgo que busca caminar en santidad y sirve como tiempo preparatorio para el sacramento del matrimonio, el en cual también se está llamado a vivir esta virtud, pero bajo la figura de la fidelidad en la pareja.
Guardar la castidad en el noviazgo, debe ser visto como un acto de amor a Dios y a nuestra pareja, a quien nos entregaremos total e incondicionalmente al casarnos. No debemos verla por ello como una carga pesada, una norma rigurosa, sino como decía San Josemaría Escrivá, que, si decidimos vivirla con firmeza, esta será nuestra corona triunfal.
Yasmín Oré, ReL



lunes, 29 de julio de 2019

Macao sigue su tradición como puerta de Asia y China: abre un Redemptoris Mater para misioneros

La Congregación para la Evangelización de los Pueblos ha instituido oficialmente el Colegio Redemptoris Mater para la Evangelización de Asia con sede en Macao, China, confiándolo al Camino Neocatecumenal.

El Colegio se establece mediante un decreto firmado por el cardenal Fernando Filoni, prefecto de Propaganda Fide, el 29 de junio después de la audiencia con el Papa Francisco. El Redemptoris Mater College for Asia abrirá sus puertas en septiembre con un primer grupo de estudiantes de diferentes naciones del mundo.
Como se lee en el Estatuto, el Colegio depende directamente de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, mantendrá contacto con el obispo local (Stephen Lee Bun Sang, un chino de Hong Kong, sacerdote del Opus Dei) y puede tener distintas sedes en otros lugares o países. Se trata de “un seminario mayor de la Iglesia, una comunidad educativa que goza de una personalidad jurídica canónica y tendrá que obtener personalidad jurídica de acuerdo con las leyes del país” en la que se ha establecido.
Objetivo: toda Asia
El Colegio tiene como objetivo preparar a futuros sacerdotes para la evangelización de Asia, acompañándolos y educándolos “en la vida de oración y las virtudes teológicas y cardinales, con un compromiso serio con los estudios filosóficos y teológicos y con una acción de evangelización itinerante”.
Los sacerdotes formados en el centro “pueden ser enviados, -de acuerdo con el Prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos-, a las diócesis solicitantes”, en diferentes territorios y países asiáticos, según las necesidades pastorales de quienes los soliciten. "En esta misión de evangelización, los presbíteros pueden ser acompañados por familias formadas en el Camino Neocatecumenal dispuestas a ser enviadas también”.
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Procesión de Viernes Santo en Macao; pese a 450 años de presencia portuguesa, sólo uno de cada 20 habitantes es católico
La formación en el Colegio se configura de acuerdo con el Magisterio de la Iglesia. La formación de los seminaristas incluirá la participación directa y personal en el Camino Neocatecumenal. Además, de acuerdo con la identidad específica del Colegio, el estudio propuesto tendrá “su propia carácter específico centrado en la misión”: “Los alumnos serán ayudados a descubrir la dimensión misionera inherente a los diversos temas teológicos, por lo que, incluso a nivel intelectual, sean considerados adecuados y estén listos para integrarse en la misión universal confiada por Cristo a los apóstoles”. El Colegio se confía, en particular, a dos patronos: María, Madre del Redentor, y San José, Custodio de la Sagrada Familia de Nazaret. Además, la memoria de los Santos de las Iglesias de Asia se celebrará “con particular solemnidad”.
Viernes Santo en Macao, en 2017, con indudable sabor ibérico
Macao: una historia especial en China
La Iglesia Católica en Macao tiene un estatus especial: es independiente de la jerarquía católica china y de la supervisión de la Asociación Patriótica Católica china (supervisada por funcionarios del Partido Comunista).
Los portugueses establecieron una base en Macao en 1553, que usaban para comerciar con Cantón, en China, y Japón. Diez años después vivían allí unos mil portugueses casados con malayas y japonesas convertidas al cristianismo. Los misioneros españoles que tenían base en Filipinas (franciscanos, agustinos y dominicos) abrieron casas en Macao ya en el siglo XVI y XVII, viéndola como una puerta de entrada a China y llenándola de iglesias, conventos, el seminario de San José y el Colegio Universitario San Pablo. En 1575, el Papa Gregorio XII elevó Macao a sede episcopal y el primer obispo fue el jesuita Melchor Carneiro. En teoría, su jurisdicción era enorme: se extendía a China, Japón y Corea. Los portugueses entregaron definitivamente Macao a China en 1999, dos años después de que los ingleses se retiraran de Hong Kong.
Pese a sus 450 años de control portugués, la actual diócesis de Macao cuenta sólo con 9 iglesias activas y unos 30.000 católicos, es decir, ni uno de cada veinte habitantes de la diócesis (son casi 650.000). Su obispo actual, desde 2016, es Stephen Lee Bun Sang, un chino de Hong Kong, de 62 años, ordenado sacerdote del Opus Dei. En la web de la diócesisse comprueba que cinco parroquias aún ofrecen misas en portugués. La mayoría de las misas son en cantonés, y también las hay en mandarín, coreano, vietnamita e inglés. La diócesis cuenta con más de 24 centros de servicios sociales (escuelas, orfanatos, etc...) atendidos por unos 120 religiosos y unas 190 religiosas.
Una procesión de Corpus Christi en Macao en 2017


domingo, 28 de julio de 2019

4 Tipos de machismo

Por su valoración del amor y sus actitudes se pueden distinguir varias clases de machista.

Machismo en el Matrimonio

El machismo supone a la mujer enteramente vulnerable considerando la constitución física con que la naturaleza la dotó. Sin embargo, la mujer, si se lo propone, puede superar al varón en el desarrollo de la inteligencia y voluntad. Más aún está dotada con una mayor fortaleza interior ante los avatares de la vida, así como con un umbral de resistencia al dolor físico muy superior al hombre.
Todas razones de bondad.
Quienes desconocen lo anterior, no aceptan que el matrimonio se establece entre iguales en cuanto a su condición de personas, y que los cónyuges se deben apoyar en el mutuo y pleno desarrollo de toda su humanidad, lo que no permite establecer artificiosas formas de jerarquía que suelen rayar en lo patológico, por injustas.
Aquí, algunos adjetivos sobre estas actitudes.

El dominador

Considera a la mujer como una conquista territorial, en la que esta debe asumir la posición de vencida, y ante quien no debe ya rendir cuentas, sino esperar un total vasallaje. Con actitud de perdonavidas, ya no se cuida de su aspecto físico ni de sus actitudes de menosprecio o maltrato.
Suele abusar de la mujer sobre todo cuando esta se encuentra en cierta vulnerabilidad, por ser de origen humilde, no contar con apoyo de su familia de origen o tener escasa formación académica. Vulnerabilidad que se incrementa por su necesidad de sobrellevar la relación para proteger a los hijos, que necesitan al padre por deficiente que este sea.



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Con todo, la parte abusada suele percibir con tozuda constancia, que algo se le debe en justicia, tratando en ocasiones de resarcirse a escondidas de alguna u otra forma, mientras soporta el paso de los años, esperando su momento, al crecer los hijos.
Ella lo sabe: ha sido más madre, que el padre padre, por lo que sus hijos, solidarios con ella, le brindaran una opción de mayor dignidad para vivir.
Y suele suceder que rumbo a la vejez el dominador es abandonado.

El leguleyo

Considera el matrimonio más que nada como un contrato, el cual se puede cancelar sin causa justificada, y, sintiéndose muy apoyado en sus capacidades, defiende sobre todo su derecho al independentismo.
Sus argumentos son siempre: mi tiempo, mis amigos, mi trabajo, mis cosas, mis derechos… por lo que da por muy cierta la absurda expresión machista: “a la mujer, ni todo el amor ni todo el dinero”.
Tuvo mucho cuidado en casarse por el régimen de bienes separados, lo que implica que los bienes adquiridos antes de casarse y después de hacerlo pertenecen únicamente a la persona que los compró. Esto último lo lleva a poner todo a su nombre, amenazando con lanzar a la calle a su consorte ante cualquier desavenencia.



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Al intentar poner en condiciones de inferioridad a su esposa, descuida su relación afectiva y acaba por burocratizar sus relaciones conyugales, considerando su matrimonio en términos de conveniencia.
Lo paradójico es que cuando llegan a romper el matrimonio, se encuentran con la realidad de un marco legal que le exige responder por los deberes contraídos con la ex esposa y los hijos. Lo que sumado a la nueva responsabilidad de otro matrimonio,  le demuestra que las injusticias se pagan.

El infiel

Ser mujeriego domina sus pensamientos por lo que, sin darse cuenta, se pierde constantemente el respeto a sí mismo e igualmente a las mujeres con las que se relaciona.
Más grave aún, desvaloriza su matrimonio, y cuando para mayor desgracia su infidelidad es públicamente conocida, además de humillarse a sí mismo humilla también a su cónyuge.




El infiel sabe que su matrimonio está vigente, solo que desconoce que lo está de una forma tan delicada y tan frágil que en una fatal ruptura arrastrará en su caída la vida de seres inocentes, y que tarde o temprano, habrá de pagar la cara factura de perder o afectar gravemente sus más valiosos vínculos afectivos.

El muy macho

Considera a su cónyuge como un objeto de placer al que no se le permite pensar, opinar y mucho menos tomar sus propias decisiones.



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No es capaz de amar a la persona en su integridad en todas las circunstancias que exigen la comprensión, abnegación y sacrificio como valores muy superiores a sus requerimientos sexuales. Lejos de ello considera que en el ejercicio de la sexualidad realiza su principal desempeño y es lo mejor que se puede esperar de la relación conyugal.
Desde esta óptica trata al cónyuge como un maniquí, una esclava y no con una persona que en su condición de cónyuge se entrega libremente por amor, y por lo mismo puede libremente abandonarlo hastiada de esa deformidad.
Las actitudes machistas desconocen la índole personal del amor. Manifiestan un egoísmo que puede rayar en lo patológico. Sin embargo, es susceptible de superar si se reconocen y corrigen formas de pensar y actitudes equivocadas, o se acepta ayuda profesional en caso necesario.
Por Orfa Astorga de Lira.
Consúltanos enconsultorio@aleteia.org



¿QUÉ PASÓ DESPUÉS DE ABRAHAM?

El curso con el que Beatriz Ozores y José Ignacio Valenzuela dan a conocer la Biblia comienza con el estudio de los Patriarcas, la era del pueblo de Israel que comenzó con Abraham. Pincha aquí para ver los capítulos anteriores.

Cómo una persona puede salvar a muchas

Basta una vida justa, la suya, entregada por muchos, para que la misericordia de Dios llegue a todos. Basta Jesús mismo

MAN, HAND, HELP

Abrahán puso a prueba la misericordia de Dios: “Si hay cincuenta inocentes en la ciudad, ¿los destruirás y no perdonarás al lugar por los cincuenta inocentes que hay en él?”. Y Dios le responde mostrándole su misericordia infinita: “Si encuentro en la ciudad de Sodoma cincuenta inocentes, perdonaré a toda la ciudad en atención a ellos”.
Abrahán intercede por su pueblo. Pide por ellos para salvarlos. Y Dios promete misericordia. Basta con encontrar un puñado de justos para salvar a todos. El número baja de cincuenta. ¿Es suficiente con unos pocos justos? ¿Bastaría un solo justo para salvar todo un pueblo? ¿Habrá un hombre justo?
Hoy veo a mi alrededor tanta desconfianza… Lo entiendo. Hay demasiada corrupción, fraudes, engaños. ¿En quién se puede confiar? ¿Quién es suficientemente justo como para permanecer fiel después de ser tentado?
Conozco hombres justos. Conozco santos en este mundo. Yo no los canonizaría, no soy quién. Pero sí defendería su justicia, su forma de vivir y enfrentar las dificultades, su forma de amar desde la misericordia. Me conmueve.
Veo cómo son y sé que a personas como ellos es a los que se refiere Abrahán. Basta con unos pocos para salvar a muchos. ¿Los conozco? ¿No estoy yo llamado a ser uno de ellos?
Jesús, que es justo, viene a salvarme a mí que soy pecador. Viene a salvar a todo mi pueblo. Basta una vida justa, la suya, entregada por muchos, para que la misericordia de Dios llegue a todos. Basta Jesús mismo.
Y siguiendo su ejemplo yo estoy llamado a hacer lo mismo. Quiero ser justo.
En ocasiones creo que Dios será más misericordioso si yo soy justo. O si algunos hombres son santos haciendo su querer. Pero no es así. No es esa la razón por la que Dios es misericordioso conmigo.
Su misericordia es eterna, es sin medida, no se fija en mi mal, ni en mis caídas. Actúa con misericordia siempre salvando al que ha caído.
Pero yo sí necesito encontrarme con personas sin tacha, con personas buenas, que me animen a creer en la misericordia de Dios. Personas que actúan atadas a Dios. Como ángeles de Dios en la tierra.
Puede que les exija a veces lo imposible. Quiero que sean justos aquellos a los que sigo, aquellos en los que creo. No quiero que me decepcionen.
Asumo que pueden fallar. Pero no quiero que caigan. Porque cuando lo hacen es como si se cayera por tierra toda mi esperanza.
Me duele el pecado de los hombres porque me hace pensar que es imposible ser santo. Y acabo pensando que nadie puede. Pero no es verdad.
Sé que pueden los que se saben pequeños y débiles. Pueden los que reconocen que la fuerza de Dios es la única fuerza que importa. Y se miran con alegría sabiendo que Dios los ama como son. Ese amor es lo que cuenta.
Pero veo claro que yo no acabo de creerme del todo que la debilidad sea lo que Dios más ama en mí. Aquello sobre lo que Él construye. Comenta el padre José Kentenich:
Cada uno de nosotros es una mina de oro. No somos tan malos por el pecado original, como con frecuencia pensamos. Hay muchas cosas muy buenas en cada uno. Especialmente en nosotros que hemos mostrado que sabemos entregarnos de un modo noble. Pero esto vale también de otros. Y si encuentran al hombre más infame en la calle. Esto fue la pieza capital de Don Bosco. Siempre y siempre estaba buscando el punto de contacto¿Dónde hay aquí una predisposición noble, también en el criminal? Esto lo debo abrazar interiormente con fe, debo estar convencido de esto”.
Abrahán cree en la bondad oculta debajo del pecado de todo un pueblo. Habrá algunos justos, piensa él. Dios también cree en la bondad que hay detrás de mi debilidad. Construye sobre mi barro manchado, oscuro, sin luz.
La misericordia de Dios es la que me salva de los límites que yo mismo me impongo. Me rescata desde ese pecado que mancilla mi alma clara.
Dios me mira con misericordia y esa mirada me basta para que se eleve mi ánimo y pueda seguir creyendo en lo bueno que hay en mi corazón y en el corazón de las personas.
No me alejo de aquel que ha pecado después de su caída, por miedo a que me manche. No hablo mal de él por haber caído sintiéndome mejor al oír la crítica.
He visto con demasiada frecuencia juicios injustos sobre los débiles. Hacen leña del árbol caído. Siempre lo he visto. Un día caeré yo. Mi fama, mi nombre. Harán leña de mi vida.
¿Basta un solo justo para salvar todo un pueblo? ¿Quién mide la justicia del justo? Los ojos de Dios son los que miran muy dentro de mí, por encima de las apariencias.
Dios ve mi corazón y sabe lo que siento, lo que sufro, lo que entrego. Comprende mis debilidades. Acepta que sólo la misericordia va a salvar mis pasos. Es lo que me salva. Su mirada que me levanta. Yo no juzgo al pueblo pecador. Y tampoco decido quién es justo y quién no lo es.
Quiero ser testigo de la misericordia de Dios. Él me salva. Sostiene mis pasos. Me saca de la oscuridad de mi noche. Me hace brillar en medio de las tinieblas. Hace clarear mi justicia. Si dejara que Dios se hiciera dueño de mi vida.
Puede hacerlo si le dejo. Puedo ser uno de esos justos que salva a un pueblo. ¿Quiero yo ser fiel en medio de la noche, cuando me faltan las fuerzas y parece que se me escapa la esperanza? Sí, vuelvo a elegir a Jesús para seguir sus pasos. Vuelvo a optar por Él en medio de mi fragilidad.
Carlos Padilla Esteban, Aleteia