Entradas populares

domingo, 30 de septiembre de 2018

El Papa moviliza a los católicos: En octubre, oración diaria del Rosario por la Iglesia

Y la oración de León XIII a San Miguel Arcángel



El Papa Reza El Rosario En La Plaza De San Pedro, © captura CTV


 El Santo Padre ha decidido invitar a todos los fieles, de todo el mundo, a rezar cada día el Santo Rosario, durante todo el mes mariano de octubre y a unirse así en comunión y penitencia, como pueblo de Dios, para pedir a la Santa Madre de Dios y a San Miguel Arcángel que protejan a la Iglesia del diablo, que siempre pretende separarnos de Dios y entre nosotros.
En los últimos días, antes de su partida a los Países Bálticos, el Santo Padre se reunió con el P. Fréderic Fornos S.I., Director internacional de la Red Mundial de Oración por el Papa, y le pidió que difundiera su llamamiento a todos los fieles del mundo, invitándoles a terminar el rezo del Rosario con la antigua invocación “Sub Tuum Praesidium”, y con la oración a San Miguel Arcángel, que protege y ayuda en la lucha contra el mal (ver Apocalipsis 12, 7-12).
La oración –afirmó el Pontífice hace pocos días, el 11 de septiembre, en una homilía en Santa Marta, citando el primer libro de Job-, es el arma contra el Gran acusador que “vaga por el mundo en busca de acusaciones”. Sólo la oración puede derrotarlo. Los místicos rusos y los grandes santos de todas las tradiciones aconsejaron, en momentos de turbulencia espiritual, protegerse bajo el manto de la Santa Madre de Dios pronunciando la invocación “Sub Tuum Praesidium”.
La invocación “Sub Tuum Praesidium” dice lo siguiente:
“Sub tuum praesidium confugimus Sancta Dei Genitrix. Nostras deprecationes ne despicias in necessitatibus, sed a periculis cunctis libera nos semper, Virgo Gloriosa et Benedicta”.
[Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios; no deseches las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien, líbranos de todo peligro, ¡oh siempre Virgen, gloriosa y bendita!].
Con esta solicitud de intercesión, el Santo Padre pide a los fieles de todo el mundo que recen para que la Santa Madre de Dios, ponga a la Iglesia bajo su manto protector,  para  defenderla  de los ataques del maligno, el gran acusador, y hacerla, al mismo tiempo,  siempre más consciente de las culpas, de los errores, de los abusos cometidos en el presente y en el pasado y comprometida a luchar sin ninguna vacilación para que el mal no prevalezca.
El Santo Padre también ha pedido que el rezo del Santo Rosario durante el mes de octubre concluya con la oración escrita por León XIII:
“Sancte Michael Archangele, defende nos in proelio; contra nequitiam et insidias diaboli esto praesidium. Imperet illi Deus, supplices deprecamur: tuque, Princeps militiae caelestis, Satanam aliosque spiritus malignos, qui ad perditionem animarum pervagantur in mundo, divina virtute, in infernum detrude. Amen”.
[San Miguel Arcángel, defiéndenos en la lucha. Sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio. Que Dios manifieste sobre él su poder, es nuestra humilde súplica. Y tú, oh Príncipe de la Milicia Celestial, con el poder que Dios te ha conferido, arroja al infierno a Satanás, y a los demás espíritus malignos que vagan por el mundo para la perdición de las almas. Amén].
© Librería Editorial Vaticano/zenit






















¿Qué significa examinar nuestra conciencia?

examen de conciencia

En estos tiempos hemos notado una crisis bastante extendida con respecto al examen de conciencia. Por un lado, se ha vuelto un examen de tipo legal (casi como colocarse en el banquillo), que es realizado exclusivamente en el contexto de la confesión. Por otro, algunos han escogido una práctica psicológica secularizada en donde lo espiritual se ha ido perdiendo. Ejercicios de auto observación son recomendados para conseguir una buena “higiene mental”, donde se prioriza que te sientas bien contigo mismo.
Entonces, ¿cuál es el problema? Muy simple: en cada uno de los errores citados, el centro del examen de conciencia soy yo, cuando en realidad (si este es bien entendido) el centro debe ser Dios y yo.
Primero quisiera presentar algunas ideas clave que nos ayudar a entender el contexto teológico y espiritual para un examen de conciencia y dejar el escenario correctamente ordenado antes de poner a los actores. Los lectores pragmáticos, tengan paciencia, llegaremos pronto al punto de cómo ponerlo en práctica.

Trae tus recuerdos a la memoria

En nuestros días la memoria ha sido la perdedora. Ha sido reducida a un simple almacenamiento de datos. Es útil, pero no afecta nuestra vida diaria (nuestro sistema operativo). Lo primero que debemos entender es que cuando recuerdo un evento en mi vida, no solo estoy reagrupando información, estoy reviviendo el pasado. La palabra memoria viene del verbo en latín, re-memor. “Re” significa fuerza intensa, mientras que “memoria” se refiere a la mente o al corazón. Así podemos decir que rememorar es reinsertar algo en el corazón. Evidentemente, nuestro modelo aquí es María; Ella sabía cómo «guardar todas las cosas en su corazón» (Lucas 2:51). Dale un vistazo a este video. Una joven esposa luchando por salvar su matrimonio lleva a su esposo a los lugares donde se conocieron y se enamoraron, haciendo eco al libro del Apocalipsis: «pero tengo esto contra ti, que has dejado tu primer amor» (A 2, 4).

Muerte al moralismo

La siguiente pregunta es: ¿qué es lo que vamos a recordar? Muchos consideran que el examen de conciencia es una herramienta que nos ayuda a traer a la mente (recordar) nuestros pecados durante un momento de reflexión antes de acercarnos al sacerdote en la Confesión. Esto es cierto. El examen de conciencia es eso, pero no es solamente eso. Benedicto XVI lo explicó muy bien cuando dijo:
«No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva».

¡Larga vida a la historia de amor!

El corazón de nuestra fe es nuestra relación con Dios. Las relaciones dependen de los encuentros. Haciendo una deducción lógica podemos concluir que lo que necesitamos recordar son los encuentros con Dios. Como prueba de que yo no estoy inventando esto, ¿qué es la Biblia sino una serie de encuentros entre el hombre y Dios? De hecho, diría que nuestra fe es un largo recuerdo de la actividad de Dios. ¡El libro del Éxodo está lleno de increíbles encuentros! Ante el pueblo elegido abatido y casi derrotado, Dios aparece y salva a la damisela (Israel) en peligro. Solo después de haber probado inequívocamente su amor misericordioso a este pueblo, Dios les revela la ley que los llevará a una relación más auténtica con Él. Esto significa que el examen de conciencia debe empezar con una canción de alegría que nos recuerde los actos que han revelado la misericordia de Dios en nuestras vidas, hayan sucedido estos muchos años atrás o tal vez esta mañana en el desayuno.

Es hora de reestructurar los cimientos

Conscientes o no, nuestra vida cotidiana está fuertemente afectada por lo que recordamos. Ahora bien, en un momento de dificultad y sufrimiento es extremadamente difícil reconocer algo positivo, mucho menos la presencia de Dios. Pero más tarde, cuando haces tu examen de conciencia, te das cuenta de que tienes dos opciones: 1. Puedes permanecer con esa sensación de frustración e impaciencia por no haber soportado una dificultad; 2. Puedes preguntarte si tal vez Dios te ha acompañado a lo largo del día.
La presencia de Dios siempre trae vida. Al ir descubriéndola, esas situaciones que parecen solo traernos oscuridad y dolor empiezan a tener una nueva luz y un nuevo significado; ellas en cierto modo, han sido transfiguradas y resucitadas por Su presencia. Aun así, tenemos que tener cuidado con el pensamiento positivo simplista o con el falso optimismo. La clave no es “¿qué es lo positivo que puedo sacar de esta situación?” sino “Dios, ¿cómo estuviste presente?”. Tenemos que estar abiertos al hecho de que muchas veces Dios está verdaderamente presente en nuestras vidas incluso en medio de las peores circunstancias. Estas heridas pueden permanecer, pero cuando son ofrecidas en confianza y obediencia se convierten en heridas de gloria que manifiestan el amor de Dios que salva nuestras vidas.
Hay dos prácticas fundamentales que nos permiten lograr esta reestructuración: la meditación de las Sagradas Escrituras y la participación activa en la liturgia.
Las Sagradas Escrituras: la memoria cristiana
¿Alguna vez has sentido esa súbita necesidad  de saber más sobre tu familia, sobre tus orígenes? Tal vez explorando tu árbol genealógico podrías encontrarte con un santo. O tal vez tus tatarabuelos fueron unos heroicos emigrantes, valientes soldados o incluso frágiles pecadores. Muy pocos cristianos han verdaderamente atesorado en sus corazones las memorias, los recuerdos del Pueblo de Dios. La meditación diaria de las Escrituras ¡es fundamental! El Antiguo Testamento nos enseña una y otra vez las victorias y derrotas (más derrotas que victorias, en realidad) del Pueblo de Israel y cómo Dios nunca los abandonó, cómo su amor misericordioso los abrazó y los protegió una y otra vez.
El Nuevo Testamento también está repleto de detalles del amor misericordioso de Dios, que se hizo uno de nosotros y murió para muchos puedan vivir en Él. Recordar esos encuentros, revivirlos diariamente cambian nuestros débiles cimientos (unos cimientos sin Dios) y los transforman en cimientos cristianos (recuerdos, memorias llenas de Dios). Esto no significa que ya nunca más tendremos recuerdos dolorosos, significa que ahora los recordaremos acompañados del consuelo de Dios (incluso en esas veces que terminamos teniendo recuerdos ateos, recuerdos en los que negábamos la existencia de Dios).
La Liturgia: ese lugar donde la memoria de Dios y la del hombre se encuentran
Como veremos más adelante en detalle, todo esto apunta a que aprendamos a recordar cómo Dios recuerda, aprender a mirar la historia –y nuestra historia personal– con los ojos de Dios. Las Sagradas Escrituras nos introducen en esta escuela y en la Liturgia vivimos lo aprendido de una manera especial. Como decíamos líneas arriba, recordar es revivir, esto en la Liturgia alcanza su máximo significado. Respondiendo a la invitación de Cristo: «haced esto en conmemoración mía», recordamos el misterio Pascual (la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo) en el sentido más profundo del término, que es volver a vivirlo, volver a hacerlo presente. Estamos reviviendo su pasión, muerte y resurrección. Gracias al Espíritu Santo, la memoria se convierte en una verdadera participación, la memoria de nuestro encuentro con Dios se convierte en un nuevo encuentro.
Es así como la memoria de Cristo, de quién es Él, de lo que ha hecho por nosotros y de cómo Él nos mira, transforma nuestra memoria (cómo es que miramos nuestro pasado) y le da una nueva forma a nuestra mentalidad en general. Esto transforma la manera en que vivimos, nuestra actividad moral y la forma en que juzgamos nuestra propia vida.

¡Es tiempo de contar una historia!

Me gusta la idea de “contar historias” porque creo que el examen de conciencia necesita ser un momento en el que nos ponemos en presencia de Dios y le contamos la historia de nuestro día, narrando tanto los buenos momentos como los malos, los momentos de luz como los de oscuridad.
Este no tiene que ser un momento en que recitas un monólogo, ¡no! Tienen que hablar los dos. Primero tú le cuentas tu historia y luego dejas que Dios te vuelva a contar esa misma historia pero desde su punto de vista. En Génesis 45, 4-5 encontramos un hermoso ejemplo de esto. José luego de haber pasado  por muchas y dolorosas pruebas, rompe a llorar ante sus hermanos que lo habían traicionado:
«Acérquense… Yo soy José, su hermano, el que ustedes vendieron a los egipcios».
Esto es lo que sabemos de la historia, un hecho real  pero contado desde su punto de vista.  No hay necesidad de palabras que suavicen el hecho: José fue traicionado por sus hermanos en la peor de las formas, fue vendido como esclavo. Su vida fue potencialmente arruinada, todo porque sus hermanos estaban celosos de él. José, siendo un hombre de fe, no se queda pegado a esa idea, él va más allá, permite que la mirada de Dios transforme su forma de mirar la historia y la convierta en una historia de salvación, tanto para él como para sus hermanos.
«Pero no se apenen ni les pese por haberme vendido, porque Dios me ha enviado aquí delante de ustedes para salvarles la vida… Dios pues me ha enviado por delante de ustedes para que nuestra raza sobreviva… No han sido ustedes sino Dios quien me envió».
Esta es la alegría de un examen de conciencia bien hecho: nosotros contamos nuestra historia –una llena de dificultades y fragilidad– desde nuestro punto de vista, pero después escuchamos a Dios y le permitimos que nos revele su presencia, su providencia, su acción en nuestras vidas.
Lo que sigue ahora es cómo ponerlo en práctica. Les dejamos una explicación paso a paso de cómo hacer un buen examen de conciencia:

1. Abre tu corazón a la presencia de Dios

conciencia
Busca un lugar tranquilo, puede ser una esquina en tu cuarto o una capilla cercana. Frente a una imagen sagrada, prende una vela. Tómate unos minutos para respirar y relajarte y empieza por hacer la señal de la Cruz. Cada cierto tiempo, cuando un niño juega, voltea a mirar si su mamá o su papá están observándolo. De reojo este niño encuentra seguridad, aliento y alegría. Este primer momento de nuestro examen de conciencia nos pone en presencia de Dios para redescubrir el amor que tiene por nosotros, por cada uno. Leer un breve pasaje de las Escrituras puede ayudar también.

2. Deja que Dios te enseñe su álbum de fotos

album
¿Alguna vez te has sentado al lado de tu abuelo mientras él abre su álbum de fotos? ¿Recuerdas el calor, la ternura, el afecto y la intimidad compartida? Ahora es tiempo de que le dejes a Dios hacer lo mismo. Antes de revisar nuestro día, la idea es recordar quiénes somos a los ojos de Dios: sus hijos amados. Trata de recordar algunos pasajes de las Escrituras (el álbum de fotos de Dios). Deja que Él te diga cómo rescató a Israel, cómo sacó a José de aprietos, cómo perdonó a David. Mira la paciencia y la fe que Dios le demostró a su pueblo de Israel. Recuerda las tantas veces en que la fragilidad humana parecía tener la última palabra, hasta que Dios encontraba la forma de demostrar que Él es el Señor de la historia, el Señor de nuestra historia también. Recuerda a todas esas personas que Jesús amó, todos los corazones que tocó, y todas las heridas que sanó. Piensa en cómo les habrá hablado y recuerda que Él piensa en ti de la misma forma en que lo hacía con ellos.

3. Cuéntale tu día a Jesús

day
Con todo esto en mente, revisa tu día, pero hazlo en diálogo con Jesús. Mira los puntos centrales, los más importantes: qué te golpeó, qué fue lo hermoso, qué fue lo difícil, qué no te quedó claro, etc. No hay necesidad de ser rígido aquí, dale a tu memoria un poco de tiempo y espacio y permite que las cosas vayan saliendo. Una vez que hayas terminado, haz una pausa y quédate en silencio. Aquí, escucha atentamente con tu corazón. Recuerda que este es un diálogo, no un monólogo. Antes de entrar en detalle, trata de meditar qué crees que el Señor te está diciendo o a dónde crees que te está dirigiendo con las experiencias que has tenido este día, con tus actitudes, con los encuentros que has tenido, con tus pensamientos, con las pruebas que has pasado, con tus victorias, etc. Señor, ¿quién me llamas a ser? Señor, ¿a quién ves cuando me ves?  Señor, ¿qué estás obrando con mi vida? ¿Dónde estás? Señor, ¿de qué manera me estoy acercando a Ti? ¿De qué manera me estoy alejando de Ti? ¿Estoy poniendo a otros como centro de mi vida? ¿Estoy cooperando contigo? ¿Estoy percibiendo y escuchando tu voz?

4. Admite tus fallas

caidas
Agradécele a Dios profundamente por la manera en que Él está obrando en tu vida, porque nunca se dado por vencido contigo, ni te ha abandonado. Haciendo esto, es natural reconocer que han habido momentos en los que no has sido un buen hijo o hija. Has tropezado en el camino, has negado tu propia identidad.  Has rechazado la mirada de Dios y de otros y has impuesto la tuya. Aquí es importante tratar de reconocer ambas cosas: lo que hiciste y las posibles causas de por qué lo hiciste. ¿Qué fue lo que te llevó a actuar de esa manera? ¿Cómo puedes evitarlo o mejorar la próxima vez? Esta parte puede ser difícil, pero confía en que la fidelidad y la misericordia de Dios están presentes. Cuando reconoces tus faltas, no te quedes escondido detrás del arbusto (como Adán y Eva). Admite que fuiste tú quién lo hizo y que eres responsable por tus actos. Sin responsabilidad no puede haber reconciliación.
Algunas veces podemos ser excelentes justificando  o suavizando nuestros pecados. Jesús es misericordioso y nos ama infinitamente, pero también es justo. Si no estás seguro de que algo es pecado o si es solo una tentación, te sugiero que miresaquí. Repasar una lista de pecados puede darnos, algunas veces, una visión más objetiva. En internet puedes encontrar mil recursos  que pueden ayudarte con esto:

5. Renueva tu bautismo: de la muerte a la vida 

Bautismo
Muchas veces luego de recordar nuestras faltas o pecados, la tentación consiste en pensar: «bueno, ¿y ahora cómo arreglo esto?» El pecado algunas veces puede ser arreglado pero no por nuestra propia fuerza. El pecado necesita ser perdonado. Más aún, el pecado produce heridas. Las heridas necesitan ser tratadas y curadas. Si no se curan pueden llegar a infectarse.
Llegando a este punto de tu examen de conciencia, es momento de sumergirte en las aguas del río Jordán. Somos bautizados una sola vez, pero frecuentemente olvidamos renovar la conciencia de nuestro bautismo. Muy a menudo olvidamos que «el Bautismo es el primero y principal sacramento para el perdón de los pecados: nos une a Cristo muerto y resucitado y nos da el Espíritu Santo» (CIC 985). Pon entonces tus pecados en el altar y permite que el Espíritu Santo transforme esas realidades de muerte en realidades de vida. El auténtico arrepentimiento permite que el Espíritu Santo pueda actuar, y la desobediencia a Dios se convierte en obediencia. Algo nuevo, algo bueno, algo bello ha nacido: el espíritu del Hijo está echando raíces en tu corazón.
La parábola del hijo pródigo es una magnífica ilustración. Una vez olvidado, en ruinas, destinado a alimentar cerdos; él retorna arrepentido a los brazos misericordiosos de su Padre, y nuevamente es recibido y vestido con las mejores ropas que demuestran que él sigue siendo su hijo.
Ten en mente que este acto de arrepentimiento diario debe ir de la  mano con una confesión mensual. Este es el llamado «tipo de bautismo más laborioso» por los Padres de la Iglesia, el sacramento de la penitencia es necesario para la salvación de aquellos que han fallado luego del bautismo. Si tomas conciencia y te das cuenta de que has cometido un pecado mortal, entonces debes buscar confesarte lo más rápido posible (y abstenerte de recibir la comunión). Si no estás tan seguro o no conoces la diferencia entre un pecado mortal y uno venial, consulta el Catecismo de la Iglesia católica.

6. Diseñen un plan de acción

diseno
En el deporte, un buen entrenador siempre buscará un momento para ver qué pasó en el partido anterior con todo el equipo. Podemos seguir el mismo esquema en la vida espiritual. Luego de revisar todo tu día, tómate un momento para ver cómo puedes mejorar el día de mañana. No hay que ser ingenuos, en un día no vas a lograr pasar del campeonato local a la Champions League (perdón por la comparación). Pero si no nos movemos para adelante entonces indefectiblemente nos movemos para atrás. Trata de encontrar una forma simple que te permita crecer en lo que crees que Cristo te está llamando a crecer. Mantén esta idea o reflexión en mente y trata de recordarla a la mañana siguiente cuando despiertes. Puede ser buena idea que la escribas en un papel para que no la olvides (puede ser una frase que pensaste, un pasaje de las Sagradas Escrituras que te conmovió o simplemente una palabra) Nuestro día depende en gran parte de los primeros momentos de la mañana. Fórmate el hábito de poner en práctica lo que tu examen de conciencia te ha revelado, esto definitivamente puede ser muy saludable para nuestra vida cristiana.

7. Dale gracias

embracing jesus
Finalmente, recuerda que el examen de conciencia no es una forma escrupulosa de apuntar o magnificar las cosas malas en nuestra vida y luego sentirse mal por eso. El examen, debe ser una experiencia de alegría, de redención. Tómate un momento para alegrarte y dar gracias a Dios por lo vivido. Como el Padre Rupnik dice:
«En él aprendemos un realismo sólido que revela nuestras ilusiones morales, disciplinarias o psicológicas sobre la perfección, porque experimentamos la gracia de una transformación continua a causa de la muerte y resurrección de Cristo. Un examen de conciencia hecho de esta manera nos lleva a lo que Dostoyesvsky apreciaba inmensamente: sentirse libre en una relación con Dios, vivir en libertad como sus hijos. (…) Solo los hijos libres pueden estar presentes y ser testigos del rostro auténtico del Padre».
Muchos de estos pensamientos y algunas frases han sido sacadas del libro escrito por el Padre Rupnik: «El examen de conciencia: Para vivir como redimidos». No pueden dejar de leerlo, se los recomiendo.
Garrett Jhonson, catholic-link










Fidelidad y castidad entre enamorados y en el matrimonio


castidad

Seguro a más de uno le resulta difícil hablar de la castidad en el matrimonio porque hay muchos prejuicios y desconocimiento al respecto y porque la verdad es que lo ven como algo negativo, retrógrado e incluso algunos lo consideran antinatural. 
Por otra parte, es probable que si lees este post, es porque estás dando la pelea y necesitas recursos para salir victorioso o ya estás casado y sientes que has superado todo, por lo tanto ahora estás buscando recursos para acompañar a aquellos jóvenes que luchan por mantener su sexualidad a raya.
La castidad no es una negación de la sexualidad, sino que, como fruto del Espíritu (Gálatas 5, 22-23). Es la virtud que nos ayuda a orientar el instinto y el deseo sexual al servicio del amor y a integrarlo al desarrollo de la persona.

Muchas veces se confunde la castidad con la abstinencia sexual. Quien es casto no es quien no tiene relaciones sexuales. Quien no las tiene es una persona célibe, pero no es necesariamente casta. Entonces te preguntarás: ¿Estando casados podemos ser castos? y yo te respondo: ¡absolutamente y es súper necesario que lo seas!
Muchos jóvenes creen que al casarse se ha terminado toda su lucha por cuidar de su sana sexualidad, la cual traducen en «no tener relaciones sexuales», por lo tanto, ahora ya casados, es como si tuvieran un freepass para hacer todo lo que se les venga en gana.
«Los que os hablan de un amor espontáneo y fácil os engañan. El amor según Cristo es un camino difícil y exigente. El ser lo que Dios quiere, exige un paciente esfuerzo, una lucha contra nosotros mismos» (San Juan Pablo II, Lourdes 1983).
La castidad implica esfuerzo y lucha contra uno mismo. Supone fortalecer el carácter y la voluntad, implica ser verdaderamente libre y no ser gobernado por mis deseos; por lo tanto implica tener dominio de sí mismo. ¿Te ha pasado que pierdes el control de ti mismo, de tus sentimientos y de tus deseos? ¡Eso es justamente lo que no tiene que pasar!
En el matrimonio hay muchas situaciones en donde la castidad se convierte en un tema protagonista y, si queremos hacer la voluntad de Dios, debemos hacer nuestros esfuerzos por amarnos cuidando y teniendo dominio sobre nuestra sexualidad. Hay situaciones muy cotidianas en miles de matrimonios que son momentos en los que, viviendo la castidad, podemos santificarnos como esposos, o en cambio, estar constantemente frustrados, amargados y buscando alternativas (fuera del matrimonio) para ahogar nuestros deseos. Acá te enumeramos algunos:
Cuando uno de los esposos por razones de trabajo debe estar fuera mucho tiempo (mineros, conductores, empresarios, etc.).
Cuando una situación de salud, sobre todo en enfermedades graves, hace que la vida sexual se postergue.
El tiempo post natal, cuando apenas el bebé tiene unas cuantas semanas de nacido.

También te invitamos a que puedas hacer el ejercicio de pensar en situaciones dentro de tu vida matrimonial en las que la castidad ha salido al rescate del amor. Y en las situaciones que como pareja de enamorados, se prepararon para vivir la castidad en el matrimonio. Te proponemos una reflexión íntima muy personal, pero si deseas compartir tu testimonio en los comentarios, seguro será de mucha bendición para todos nosotros 🙂


Castidad Evert

Sebastián Camplos, catholic-link





¿Cómo hacer cuando una persona te cae mal y no la soportas?

¿Hay alguien que, por más que intentes, no logras aceptar? Abre los ojos: esa persona está en tu vida por algo

En el mundo de caramelo donde todo es perfecto, se vive en total cordialidad y unión. Nadie pelea con nadie y todos llevan relaciones amistosas, perfectas y armoniosas entre sí. Es una delicia vivir ahí. Todo iba en santa paz cuando de repente, ¡despierta, es sólo un sueño! Bienvenido la realidad.
“Dios mío, ¡ilumínala o elimínala!” Es un dicho que se reza entre los latinos y que a veces la decimos cuando hay personas que no nos acaban de caer bien a pesar de que vamos a la misma Iglesia, mismo círculo social o hasta lazos de sangre nos unen. Hay un “no sé qué” que simplemente no acabamos de hacer “click” con ellas. Como se dice vulgarmente, “no hay química”. Seamos francos. Más de una vez hemos querido aventar el zapatazo a esa persona que ya nos tiene hartos, nos cae mal y punto. Su olor, su sola presencia nos enfada.
O qué tal esa otra persona que es increíblemente bien aceptada por todos, todo el mundo habla bien de ella y quiere ser su amiga y a nosotros nos trata con la punta del zapato, nos hace groserías y demás. Eso sí, nos las hace siempre de forma muy educada y que nadie más las note. Nos saluda con su carita de mustia y bondad aparentando que le da una enorme alegría vernos.
Y uno -por prudencia-  se queda calladito, recibe el besito y no dice nada. Regresa el saludo, pero por dentro la volteas a ver y piensas: “¡Que te compre quien no te conozca!” Y mejor te alejas, porque lo único que te provoca son pensamientos no tan bondadosos, y tampoco deseas caer en su juego.
Dejemos hipocresías, falsas caretas y seamos francos, muy sinceros. Pese a que a todos nos gusta ser aceptados y del mismo modo aceptar, hay que personas que, por más que intentamos que nos caigan bien, es imposible. Es más, hacemos todo y de todo con tal de no toparnos con ellas, de evitarlas. Tienen “algo” que simplemente nos repelen. Justo aquí está la clave de por qué no nos caen bien. Lo que nuestra mente consciente no logra percibir, nuestro inconsciente sí lo hace, porque a este no le podemos hacer tonto.
No se trata de que nos flagelemos pensando que somos de lo peor, porque a esa persona que es tan bien aceptada y amadísima por la mayoría, a nosotros nos cae fatal. No somos “malos” porque sentimos eso, o porque alguien no nos cae del todo bien. Al contrario, es volvernos más observadores y reconocer qué es lo que verdaderamente esa persona mueve en mi interior para darnos cuenta que, en realidad, no sentimos nada malo en contra de ella, de la persona, sino de su actuar.
Eso que tanto me repatea, esa actitud que me molesta, eso que me choca de la otra persona es -casi siempre- un reflejo de mí, de algo que necesito trabajar en mi interior, de una herida emocional mía que no ha sido sanada, quizá ni reconocida. Son cosas que aún no acepto de mí o no me gustan de mi persona. En pocas palabras: LO QUE ME CHOCA, ME CHECA…
Es por eso que necesitamos ir con los ojos muy abiertos por la vida y darnos cuenta que todos somos maestros, unos de otros. Por lo tanto, lejos de alejarnos de esa persona que tanto nos repele -a menos que verdaderamente sea una persona tóxica- seamos más inteligentes y menos viscerales. Observemos y reflexionemos por medio de esta pregunta: ¿qué de mí veo en ella?
Quizá no hemos caído en cuenta de que cuando encontramos defectos en nuestro prójimo es porque nosotros tenemos los mismos defectos. Como decía San Agustín: “Procura adquirir las virtudes que crees que faltan en tus hermanos y ya no verás los defectos, porque no los tendrás tú”.
Nadie llega a nuestra vida por casualidad sino por “causalidad”. Es decir, por alguna “causa” o razón se topó con nosotros, para enseñarnos una gran lección, algo que necesitamos aprender.
Así que si alguien te cae mal, es tu problema. Y no lo digo en un aspecto peyorativo, sino que en realidad es solo tu asunto. Casi te aseguro que la otra persona ni siquiera se ha dado cuenta de que no la tragas, que simplemente no la soportas y que la toleras porque coinciden en eventos y demás, pero que si por ti fuera, entre más lejos mejor.
Y es que esta actitud, que te repito es sólo tuya, tiene toda la lógica. Todos queremos huir de aquello que nos causa dolor o nos recuerda nuestras heridas.  A nadie nos gusta enfrentarnos con aquello que no nos gusta de nosotros mismos. Las personas solo podemos ver aquello que estamos listos y dispuestos para enfrentar.
Por lo tanto, ¿quieres que te caiga mejor? Cambia tú, así de sencillo. Retírale el poder que -tácitamente-  le tienes otorgado de quitarte la paz, de dejar de gozar los eventos que comparten, etc. Si tú eliges sanar, crecer y madurar, si tú cambias de actitud, mejorarán tus relaciones interpersonales, todas.
Te invito a que hagas este ejercicio de reconocimiento para que observes en ti algunas de tus áreas de oportunidad. Piensa en esa persona que te cae fatal. Escribe todas esas actitudes, defectos o comportamientos que ves en ella y que tú simplemente no resistes. Ahora la pregunta del millón. De esas actitudes -o defectos- que acabas de escribir, con toda honestidad, ¿cuáles tienes tú? ¡Sorpresa! Casi todas… Así que a trabajar en ti porque el poder de que todo cambie está dentro de ti.
Lo maravilloso de ese ejercicio es que también lo puedes hacer para reconocer tus cualidades y lo bueno que hay en ti. Haz el mismo proceso, solo que ahora piensa en una persona a la que admires muchísimo. Escribe todas las cualidades, virtudes, talentos, etc. que observas en ella y que hace que le tengas en alta estima. ¡Felicidades! Todo lo bueno que ves en la otra persona es lo bueno que hay en ti porque uno solo reconoce lo que conoce, es decir, lo que hay dentro de uno. Así que en mayor o menor escala tú también posees todas esas bondades.

Luz Ivonne Ream, Aleteia

UN TOP TEN DE CURAS «YOUTUBERS»

Dentro de la abundancia de sacerdotes que evangelizan a través de Youtube, Marcos Vera, de Tekton Centro Televisivo, presenta una selección de diez que destacan por sus contenidos y su calidad.





Top Ten de los mejores Curas YouTubers de 2018: Conoce a los Sacerdotes que están en YouTube: 10- Padre Luis Toro: https://www.youtube.com/channel/UCOW5... 9- P. Guillermo Serra, LC: https://www.youtube.com/channel/UClFt... 8- Padre Teodoro: https://www.youtube.com/user/PadreTeo... 7- Padre Jonathan Funes Escobar: https://www.youtube.com/channel/UCMyf... 6- Padre Carlos Yepes: https://www.youtube.com/channel/UCRj3... 5- Padre Antonio María Domenech Guillén: https://www.youtube.com/channel/UCEXJ... 4- Fray Nelson Medina: https://www.youtube.com/user/fraynelson 3- Padre Sam: https://www.youtube.com/channel/UCSgJ... 2- Padre Adolfo Guemez: https://www.youtube.com/channel/UCujw... 1- Padre Sergio: https://www.youtube.com/channel/UCKay... Twitter Marcos Vera: https://twitter.com/MarcosVeraPrez1 Instagram Marcos Vera: https://www.instagram.com/marcosverap...







sábado, 29 de septiembre de 2018

¿Te avergüenzas constantemente de ti mismo/a?

Claves para evitar una culpabilidad malsana

WOMAN,EMBARRASSED
Muchas veces cuando fallo suelo repetir en mi cabeza: “¿Qué pasa conmigo? Debe haber algo mal en mí”.
Esta es la voz de la vergüenza, un sentimiento intensamente doloroso que nos hace creer que somos indignos de amor y de pertenencia, que nos dice que somos imperfectos, inaceptables y totalmente indignos de amor.
Y es que como resultado de nuestro mundo quebrantado, de las decisiones que hemos tomado o de las decisiones de otros que nos han afectado, llevamos en nuestro interior un profundo sentimiento de vergüenza que en ocasiones define quiénes somos y nuestro modo de proceder.
Pero entonces, ¿cuál es la diferencia entre un sano sentimiento de culpa y esa culpabilidad que se convierte en vergüenza constante en nuestro interior?
Para saberlo, primero es importante aclarar qué es la culpa.
La culpa nos permite hacernos cargo de las propias acciones conscientes de que pertenecemos a una comunidad y de que éstas inciden directamente en la vida de otros.
Ahora bien, este sentido de culpa puede desembocar en una culpabilidad malsana (vergüenza) cuando se pierde la proporcionalidad, entre la acción y el sujeto. La culpa dice: “hice algo malo”. La vergüenza dice: “yo soy malo”. La culpa dice: “mentí”. La vergüenza dice: “soy un mentiroso”.
Dicho esto, es claro que cuando rechazamos el bien, irremediablemente en nuestra conciencia habrá culpa.
Esta, con toda confianza y humildad, debe ser llevada a la misericordia amorosa de Dios que en la confesión restablece lo perdido con su amor.
Pero no es raro caer en la cuenta de que muchas veces ese sentimiento no desaparece. Después del sacramento seguimos sintiendo que no merecemos perdón alguno. Nos cuesta perdonarnos a nosotros mismos.
Este sentimiento de culpabilidad es lo opuesto al auténtico sentido de culpa que se centra en Dios, mientras que la vergüenza se centra en el “yo”.
Ahora puedes preguntarte: ¿cuál es la vergüenza que llevas en tu vida? ¿La aceptas o la ocultas detrás de alguna de estas tres cosas?
  1. Cubrir
Adán y Eva son grandes ejemplos de esto. Pecaron, sintieron vergüenza, se dieron cuenta de que estaban desnudos y se cubrieron. Nosotros también tenemos la tendencia a ocultar cosas. Tal vez nuestros sentimientos, tal vez algo que hicimos o algo que hizo otra persona.
  1. Esconder
La vergüenza que sentimos puede hacer que nos “escondamos” de una relación o situación particular.
Después de la caída, Adán y Eva se escondieron de Dios detrás de un arbusto. Nosotros también tenemos nuestros “arbustos”: descuidamos relaciones porque tuvimos una experiencia negativa o tuvimos miedo de decirle a un amigo que nos hizo daño.
Elegimos escondernos en vez de trabajar en el conflicto.
  1. Culpar
Cuando Dios confrontó a Adán y le preguntó qué había hecho, Adán culpó a Eva y Eva culpó a la serpiente.
Si un amigo se enoja contigo por una mala decisión que tomaste, tu respuesta podría ser gritarle por ser un amigo terrible.
En este caso, sientes vergüenza por lo que hiciste y, a su vez, quieres que tu amigo sienta vergüenza también.
No terminas responsabilizándote por tus acciones. Conviertes la culpa en vergüenza y culpabilidad.
Llegados a este punto nos damos cuenta que recuperarse de la vergüenza y reconstruir una mirada auténtica y humilde de nosotros mismos requiere mucho tiempo y paciencia.
Es hora de abrirnos a la gracia para que la vergüenza se vaya y no vuelva. Te dejamos algunos consejos:
  1. Identifica tus desencadenantes
¿Qué desencadena tus sentimientos de vergüenza? Una buena manera de descubrir esto es hacer un examen todas las noches antes de acostarte.
Repasa tu día, lo bueno y lo malo. Concéntrate en lo que te detonó la culpabilidad. ¿Alguien dijo algo que provocó sentimientos de vergüenza? Una vez que conoces tus “desencadenantes” puedes comenzar a gestionarlos.
  1. Acepta
Cuando sientes vergüenza, es difícil amarte a ti mismo. Podemos sentirnos tentados a creer que ser duros con nosotros mismos puede ayudarnos de algún modo.
Una manera simple de comenzar es imaginar qué harías si alguien que te importa compartiera contigo que está profundamente avergonzado de algo que hizo. ¿Qué le dirías a esa persona?¿Cómo lo tratarías?
  1. Déjate amar
Los sentimientos de indignidad asociados a la vergüenza hacen que sea muy difícil recibir amor de los demás.
Estamos llamados a recibir amor abiertamente y con gratitud.Esto requiere una práctica consciente. Con el tiempo, si te dejas, será natural recibir amabilidad y amor de los demás.
  1. Recurre a tus amigos
Es importante no permitirnos permanecer solos en la oscuridad de la vergüenza. No tenemos por qué encubrir nuestra debilidad, pues el poder de Dios se muestra mejor en ella.
En nuestra batalla contra la vergüenza, necesitamos amigos que permanezcan junto a nosotros, amigos con quienes podamos ser vulnerables y que hablen la verdad en nuestras vidas.
Jesús quiere que le des tu vergüenza. Nada es demasiado grande para su amor infinito. Él puede sanar cualquier cosa en tu vida.
La clave es invitarlo a entrar y pedirle que te dé nuevos ojos para verte a ti mismo y a tu situación en la luz de su misericordia.

Luisa Restrepo, Aleteia












436 ¿Su Fe es la Fe de la Iglesia? ¡Compruébelo!

Esta es nuestra Fe, la Fe de la Iglesia que nos gloriamos de profesar en Cristo Jesús, Señor nuestro.


Recología

El séptimo mandamiento: No Robarás


436. ¿Cómo debemos tratar la Creación?
Cumplimos el designio creador de Dios cuando cuidamos la tierra con sus leyes vitales, su variedad de especies, su belleza natural y sus riquezas renovables, y la conservamos eficazmente como ámbito de vida, de modo que también las futuras generaciones puedan vivir bien en la tierra. [2415]


En el libro del GÉNESIS se dice: «Sed fecundos y multiplicaos, llenad la tierra y someted la; dominad los peces del mar, las aves del cielo y todos los animales que se mueven sobre la tierra» (Gén 1,28). Lo de «someted la tierra» no significa un derecho absoluto a poder disponer arbitrariamente de la naturaleza viva y muerta, de animales y plantas. Estar creado a imagen y semejanza de Dios significa que el hombre se ocupa de la Creación de Dios como pastor y guardián. Porque también se dice: «El Señor Dios tomó al hombre y lo colocó en el jardín de Edén, para que lo guardara y lo cultivara» (Gén 2,15). 


ecología

* El texto (pregunta y respuesta) proviene del Youcat = Catecismo para Jóvenes. Los números que aparecen después de la respuesta hacen referencia al pasaje correspondiente del Catecismo de la Iglesia Católica que desarrolla el tema aún más. Basta un clic en el número y será transferido.