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domingo, 29 de mayo de 2022

Francisco anuncia el nombramiento de 21 nuevos cardenales, entre ellos el español Fernando Vérgez


El consistorio será el 27 de agosto
y luego reflexionarán sobre la nueva constitución de la Curia


Este 4 de junio entra en vigor la reforma de la Curia y los cardenales nuevos y antiguos reflexionarán sobre ella tras el consistorio del 27 de agosto.

 

Cumpliendo las especulaciones que auguraban un inminente consistorio, el Papa lo anunció este domingo en la Plaza de San Pedro tras rezar el Regina Coeli: será el 27 de agosto y en él nombrará 21 nuevos cardenales. Luego, los días 29 y 30, reunido todo el colegio cardenalicio, reflexionarán juntos sobre la constitución apostólica Praedicate Evangelium que reforma la Curia. Aunque anunciada por la Santa Sede en marzo, entra en vigor el próximo 5 de junio, Domingo de Pentecostés.

Entre los nuevos purpurados hay un paraguayo, Adalberto Martínez Flores, arzobispo de Asunción (Paraguay); un colombiano, Jorge Enrique Jiménez Carvajal, arzobispo emérito de Cartagena (Colombia); y un español, Fernando Vérdez Alzaga, L.C., salmantino nacido en 1945, legionario de Cristo y desde el pasado mes de septiembre presidente de la Gobernación del Vaticano.

Fernando Vérgez.

El futuro cardenal Fernando Vérdez fue ordenado sacerdote en 1969 y ha tenido diversas responsabilidades en la Curia, tanto en la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada como en el Pontificio Consejo para los Laicos. Fue durante muchos años secretario personal del cardenal argentino Eduardo Pironio (1920-1998). El propio Francisco le consagró obispo en la basílica de San Pedro en 2013.

Los nuevos cardenales electores proclamados por Francisco son:

-Arthur Roche, inglés, de 72 años, prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos;

-Lazzaro You Heung-sik, coreano, de 72 años, prefecto de la Congregación del Clero;

-Fernando Vérgez Alzaga L.C., español, de 77 años, presidente de la Pontificia Comisión para el Estado de la Ciudad del Vaticano y presidente del Governatorato del estado de la Ciudad del Vaticano;

-Jean-Marc Aveline, de 63 años, arzobispo de Marsella (Francia);

-Peter Okpaleke, de 59 años, obispo de Ekwulobia (Nigeria);

-Leonardo Ulrich Steiner, O.F.M., de 71 años, arzobispo de Manaos (Brasil);

-Filipe Neri António Sebastião di Rosário Ferrão, de 69 años, arzobispo de Goa e Damão (India);

-Robert Walter McElroy, de 68 años, obispo de San Diego (Estados Unidos);

-Virgilio Do Carmo Da Silva, S.D.B., de 54 años, arzobispo de Dili (Timor Oriental);

-Oscar Cantoni, de 71 años, obispo de Como (Italia);

-Anthony Poola, de 60 años, arzobispo de Hyderabad (India);

-Paulo Cezar Costa, de 54 años, arzobispo metropolitano de Brasilia (Brasil);

-Richard Kuuia Baawobr, de 62 años, Mis. Afr, obispo de Wa (Ghana);

-William Goh Seng Chye, de 64 años, arzobispo de Singapur (Singapur);

-Adalberto Martínez Flores, de 70 años, arzobispo de Asunción (Paraguay);

-Giorgio Marengo, I.M.C., de 47 años, prefecto apostólico de Ulaanbaatar (Mongolia).

También se agrega al colegio de cardenales, aunque sin derecho a voto en el cónclave por superar los 80 años, a los siguientes prelados:

-Jorge Enrique Jiménez Carvajal, de 80 años, arzobispo emérito de Cartagena (Colombia);

-Lucas Van Looy, SDB, de 80 años, arzobispo emérito de Gent (Bélgica);

-Arrigo Miglio, que cumplirá 80 años el 18 de julio, antes por tanto del consistorio, arzobispo emérito de Cagliari (Italia);

-Gianfranco Ghirlanda, SI, italiano, quien cumplirá 80 años el 5 de julio, antes por tanto del consistorio, profesor de  Teología;

-Fortunato Frezza, de 80 años, italiano, canónigo de la basílica de San Pedro, nombrado para ese cargo por el mismo Francisco en 2013.

Tras estas incorporaciones, y si no se produce ningún fallecimiento hasta el 27 de agosto, el colegio cardenalicio estará formado por 229 cardenales, de los cuales 131 sería electores.

ReL

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La dificultad de vivir la castidad


 

Vivir la castidad en nuestros días es más difícil que en ninguna otra época de la historia. La accesibilidad de la pornografía, de la masturbación y de las relaciones sexuales han hecho dificilísima la castidad. Vivirla supone hoy un esfuerzo que no suponía en otras épocas.

El influjo pansexualizado de la sociedad lo hace aún más difícil. Por ello, es necesario mirar con mucha paciencia y misericordia nuestra propia debilidad, que el Padre conoce. El sexto mandamiento es el sexto, no el primero. Y la debilidad es hoy más fuerte que nunca.

Esto vale para aplicar tanto al juicio personal sobre la cuota de responsabilidad en los pecados de la carne, como en el sacramento de la penitencia, en todo lo cual hay que tener en cuenta las circunstancias atenuantes que menciona el Catecismo (1735. 2352).

No sé si podremos volver atrás en este campo, pienso que es prácticamente imposible. Creo que debemos inculcar en nosotros y en nuestros jóvenes una mirada positiva de la sexualidad, aprender a ver su belleza y cómo la integración de la sexualidad en el amor hace que alcance su mayor potencial.

Desde ahí podemos comprender que la castidad no es una represión, sino el medio por el cual podemos impedir que nuestro instinto se desboque de modo que nos incapacite para amar incondicionalmente y entregarnos del todo. Merece la pena un amor total, con una sexualidad integrada.

Desde esa perspectiva es necesaria una educación del instinto (AL 148), haciéndonos conscientes de que va a suponer un gran esfuerzo vivir la castidad y que en ocasiones habrá caídas, pero que eso no debe hacer que tiremos la toalla ni que nos juzguemos a nosotros mismo más duramente que Dios. Muchas veces, por la sensación de culpabilidad, damos a ciertos pecados más importancia de la que Dios les da.  

De este modo, poco a poco, se puede vivir, con esfuerzo, una sexualidad sana, bella, integrada en el amor, capaz de esperar y de entregarse al máximo. Es prácticamente imposible vivirla sin caídas puntuales, mientras se educa la propia libertad y afectividad.

Cuando uno descubre la belleza de una sexualidad integrada en el amor, y la torpeza de una sexualidad desordenada y centrada en uno mismo, puede desear vivir la castidad, aunque muchas veces para alcanzarla deba hacer un esfuerzo, ser paciente con las caídas y recurrir con frecuencia y sin temor al Sacramento de la Misericordia de Dios, que se nos da ilimitadamente, porque Él conoce y comprende nuestra debilidad. Y desde ahí uno puedo seguir luchando por el ideal, aún en medio de debilidades, tratando de amar y amarse cada vez mejor.

No es cierto que cuando uno se confiesa de estos temas no haya propósito de enmienda, como puede sentir una persona cuando piensa que tarde o temprano volverá a caer. Uno desea en verdad ser casto y libre de la impureza, pero hay momentos en que el instinto toma las riendas, y entonces deja de desearlo por un instante, y cae. Pero luego, pasado el fuego de la pasión, se arrepiente y vuelve a desear la castidad. Esta dinámica suele ser muy corriente en nuestros días.

Por eso el Catecismo nos enseña a ponderar la fuerza de los hábitos contraídos, la inmadurez y otros muchos factores que afectan hasta atenuar a veces al mínimo la responsabilidad moral (2352). Con esto la Iglesia no nos invita a pecar, sino a no desanimarnos en la lucha, a levantarnos cada vez que caemos y a no rebajar el ideal para el cual el amor de Dios nos creó, aunque sea difícil.

Esta lucha durará toda la vida, porque hay algo en nosotros que se resiste a ser humanizado (AL 157). Pero no por ello debemos desesperarnos ni pactar con el pecado. Se nos pide vivir en una sana tensión hacia el mayor bien posible, aunque muchas veces caigamos en el camino, mientras nos acercamos gradualmente a aquello a lo que Dios nos llama.

El Enemigo nos tienta para que pensemos que Dios nos rechaza por nuestras caídas, o que somos unos hipócritas al confesarnos para volver a caer después; o para que pactemos con el pecado y le quitemos importancia; o para que pensemos que se trata de una obsesión de la Iglesia con el sexo que hay que dejar atrás para dejarse arrastrar por la pasión. Todo con tal de arrebatarnos la libertad y herir nuestro corazón. No confiemos en el padre de la mentira.

Vivimos un tiempo en que es necesario reconocer y propagar la belleza y la bondad de la castidad, no renunciar al ideal que Dios nos propone, y al mismo tiempo ser pacientes con nuestras caídas y ser conscientes de la dificultad mayor que nunca de vivir hoy la castidad.

De ahí uno puede colocar a Dios en el centro, y no a la moral, ni mucho menos el sexto mandamiento. "Señor, tú sabes que soy pobre y débil. Quiero ser casto, pero a veces no. Dame la gracia de quererlo. Dame la gracia de querer quererlo". Es eterna su misericordia.

Estamos en Sus Manos, ReL

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Estoy presa y soy catequista de mis compañeras, una propuesta inédita en Chile

 

CHILE

“Soy católica y realicé mi Confirmación acá en la prisión, pero sentí que quería más, me veo cuando salga en libertad preparando a niños, jóvenes y padres, estar con la gente y realizar un servicio para otros”, expresa a Aleteia Monserrat Morales, una de las cinco internas del Centro Penitenciario Femenino (CPF) de Santiago que será preparada como catequista.


Por primera vez en la historia de Chile, un grupo de privadas de libertad realizará la preparación para ser catequistas de sus compañeras, con el sueño de cumplir esta labor cuando salgan en libertad.  

Para muchas reclusas el acercarse a Dios y recibir los sacramentos les ha devuelto la fe en que si pueden soñar con una vida nueva. En el marco del Día del Catequista celebrado el 22 de mayo, quisimos recoger esta hermosa historia que se teje en el CPF.

Las duras restricciones que trajo la pandemia del COVID-19 golpearon con mayor crudeza a las internas, quienes se vieron impedidas de compartir con sus familias y seres queridos por meses interminables. Por ello, el 2021 trajo un respiro cuando se autorizó a que se retomara el trabajo de preparación para recibir los sacramentos.

“En la cárcel no se puede mostrar debilidad, fragilidad, se vive con constantes caretas, demostrando fuerza, entonces la catequesis, es el espacio que tienen para conectarse con lo que sienten de verdad y pueden manifestarlo, compartiendo sus historias de vida, las cuales están llenas de dolor”, comenta Francisco Mera, agente pastoral penitenciario quien inició la labor de catequista de las internas durante la pandemia.

Es así como 15 mujeres recibieron sus sacramentos el año pasado, de las cuales cinco solicitaron la preparación para ser catequistas de sus compañeras, con la mirada en seguir cumpliendo esta labor cuando salgan en libertad y puedan así tener un espacio de reinserción y aporte a la comunidad.

CHILE
El sueño es seguir desempeñándose como catequistas cuando estén en libertad

Siento que es una misión

Monserrat Morales tiene 30 años, es madre de dos hijas de 13 y 6 años y le quedan ocho años para cumplir su condena: “Soy católica y realicé mi confirmación acá, para mí ha significado mucho ya que en lo personal siento que el acercarme a Dios  le da más sentido a la vida y me aleja de las tentaciones”. 

Sobre la posibilidad de convertirse en catequista expresa: “Sentí que quería más, que tengo una misión y pienso que con esto podré preparar a niños, jóvenes y los padres para la Primera Comunión o la Confirmación, estar cerca de la gente, prestar servicio a otrosMe imagino ir a la iglesia con mis hijas cuando salga y ellas están contentas con esto. También algunas compañeras han manifestado interés en acercarse a Dios y conocer lo que vamos a realizar”. 

Un primer encuentro con Dios

Mera es también diacono y en el largo camino de acompañamiento a privados de libertad ha visto cómo es el proceso de conversión:

“En la cárcel en particular ocurre que el privado de libertad pide que quiere recibir los sacramentos ya sea del Bautismo, Primera Comunión o Confirmación, nace de la reflexión, del dolor que viven. Se genera la inquietud por acercarse a Dios, para muchas personas es el primer encuentro con él. Comienzan a rezar por las noches y descubren este nuevo camino de paz y reconciliación”.  

“Me conmovió el corazón cuando las chiquillas me dijeron que quieren ser catequistas. Uno de los periodos más duros es cuando ellas salen libres con el deseo genuino de cambiar de vida y soportar la presión de la realidad, requiere de una fortaleza espiritual muy grande, por eso es tan importante”, comenta Francisco.

CHILE
Estar presa y ser catequista de otras compañeras reclusas

Padre Nuestro: Sabemos que contamos contigo

La catequesis en el CPF ha sido un pilar muy importante, de ahí nació una nueva y reparadora versión del Padre Nuestro y también surgió la letra de una canción  en plena pandemia, que quiso dar cuenta de cuál es el sueño que tienen estas mujeres privadas de libertad. 

De eso nos da cuenta Margarita Saavedra, quien trabaja en la Fundación Mujer Levántate,  otra de las catequistas  de este grupo de internas quien comenta: “Hay algo que se vive en la cárcel y que marca la diferencia. Es una fe muy clara en las internas que se palpa, se siente, arde en su corazón. Pese a que están privadas de libertad y arrastran historias de mucho dolor, viven un proceso de acercamiento con Dios y saben que él las acompaña”.

“Estábamos en una celebración después que un grupo recibiera los sacramentos, cuando algunas manifestaron su intención de que les gustaría ser catequistas de sus compañeras, entregar lo que ellas mismas han vivido, cómo el paso de Dios ha marcado sus vidas y cómo pueden entregar ese testimonio a otras mujeres. Quien mejor que ellas para realizar esta labor”, señala.

La preparación de este nuevo grupo de catequistas se iniciará la próxima semana, en un nuevo y hermoso camino de redención, que para estas cinco mujeres representa una luz en medio de tanta oscuridad.

Padre Nuestro en el CPF

Padre Nuestro, que estás en el cielo. Somos tus hijas, eres Papá y Mamá

de todos y todas. No queremos ser egoístas.

Santificado sea tu Nombre. Qué la luz de tu presencia, no se apague en

nuestras vidas.

Venga a nosotras tu Reino. Para que seamos dóciles y nos mantengamos

cerca de ti.

Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Que podamos acercarnos

cada día más a ti para que seamos plenamente felices.

Danos hoy nuestro pan de cada día. Que podamos descubrir y cuidar lo

esencial y lo importante en nuestras vidas.

Perdona nuestras ofensas, como también nosotras perdonamos a los que

nos ofenden. Danos la fuerza para vivir cada día libre de tristezas y enojos

que aprietan nuestro corazón.

No nos dejes caer en la tentación. La tentación no viene de Ti. Somos

débiles, ayúdanos a descubrirte cuando pensemos en recaer.

Y líbranos del mal. Libéranos de todo lo que nos impide ser felices: Lo

pasado, lo presente y lo futuro.

Amén. Sabemos que contamos contigo.


Ingrid Saavedra T. - Aleteia Chile 

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¿Estás preparado para morir ahora y estar con Cristo? 10 consejos prácticos para el gran momento


 

“El momento más importante de nuestra vida es, indiscutiblemente, el momento en que morimos. La forma en que muramos determinará para toda la eternidad nuestro destino eterno: ¡salvados o condenados, en el cielo o en el infierno! No existe otra posibilidad”, explica el padre Ed Broom, religioso oblato y especialista en divulgación de temas de espiritualidad.

Los grandes santos a lo largo de la historia han predicado mucho sobre la Escatología, meditando sobre la muerte, el juicio final, el cielo, el infierno, el purgatorio y sobre la eternidad. El padre Broom recuerda que San Alfonso de Ligorio, doctor de la Iglesia, llegó a escribir una obra maestra espiritual que llevaba un título de lo más revelador, Preparación para la muerte.

Pero es el mismo Cristo el que predicó constantemente sobre ello. Los Evangelios están repletos de las exhortaciones de Jesús en las que pide estar preparado.

Habló de la muerte comparándola con el ladrón en la noche o hablando de los amigos desprevenidos del Esposo. Jesús utilizó también la imagen del agricultor rico que construye un granero más grande, pero fue sorprendido por la muerte esa misma noche.

“En términos muy claros, Jesús nos advierte recurrentemente que debemos estar preparados para nuestra propia muerte, porque no sabemos ni el día, ni la hora, ni el modo en que el fantasma de la muerte llamará a la puerta de nuestras vidas”, añade este sacerdote.

Santa Catalina de Sienta, otra gran doctora de la Iglesia, lo explicó también de forma formidable: “Los dos momentos más importantes de nuestra vida son los siguientes: ahora y en la hora de nuestra muerte”.

Para estar preparado para la muerte, Ed Broom ofrece con sus propias palabras 10 consejos prácticos para prepararse para este momento, aunque "no sabemos ni el día ni la hora”:

Preparados para encontrarse con el Señor Jesús

1. Vive cada día como si fuera el último

Cada mañana cuando te despiertes da gracias a Dios y reza tu oración de la Mañana. Pero luego reflexiona sobre la posibilidad real de que éste sea el último día de tu vida. Vive cada día que Dios te ha dado como un regalo, como si realmente fuera a ser tu último día. Eso significa en concreto hacer todo para agradar a Dios. Como dice San Pablo: “ya sea que comas o bebas, hazlo todo para el honor y la gloria de Dios”.

2. Huye del veneno

Las dos peores cosas que podrían ocurrir en nuestra vida serían cometer un pecado mortal, pero peor sería morir en estado de pecado mortal. Visualiza el pecado, especialmente el pecado mortal como un veneno. Lo que el veneno es para el cuerpo, así es el pecado mortal para el alma: ¡es fatal y mortal!

Sacerdote confesando a una joven

3. Arrepentirse y convertirse

Si de hecho nos encontramos en el estado de pecado mortal, entonces debemos esforzarnos con todo nuestro ser y la fuerza de nuestra voluntad para salir de ese estado. ¿Cómo? Primero pedir la gracia de hacer un acto de contrición perfecto; luego, cuanto antes, recurrir a hacer una confesión sacramental bien preparada. Una vez hecho, hemos vuelto al estado de gracia santificante y de amistad con el Señor Jesús.

4. Meditar a menudo sobre los Novísimos

En efecto, es muy saludable, por decirlo suavemente, meditar a menudo, incluso a diario, sobre las Últimas Cosas. Si quieres, para que te sirva de guía: un día moriré y no sé cuándo; entonces Jesús me juzgará por todo lo que he hecho. Es el momento de la verdad. ¿El resultado neto? Iré al cielo o al infierno y para toda la eternidad. Meditar en estas verdades terrenales, con la ayuda de la gracia de Dios, puede convertir al más endurecido de todos los pecadores y llevarlo de vuelta a la gracia y la amistad de Dios.

5. Recordar las muertes inesperadas y repentinas

A diario nos sorprenden con noticias sobre muertes, a menudo repentinas e inesperadas. Sitúate en la página de ese diario porque tarde o temprano, y quizá más temprano que tarde, ese será mi nombre escrito en letras grandes en la sección de obituarios del periódico.

6. Meditar sobre la parábola del rico insensato

Después de una cosecha abundante y de la construcción de nuevos y amplios graneros quiere relajarse y disfrutar de la vida. Jesús llama a este hombre y la razón de ser un insensato de primera clase es porque esa misma noche su vida será cortada y todas sus posesiones se convertirán en humo. Aunque corta y aleccionadora, esta Parábola va al grano y nos muestra el carácter serio de lo efímero y transitorio de la existencia humana.

7. El discurso del Pan de Vida: la Misa y la Eucaristía

Lee y medita a menudo el "Discurso del Pan de Vida" (Juan, 6). Luego, anímate a asistir a la Misa diaria, en la medida en que te sea posible según tu estado de vida. Luego, estando en estado de gracia recibe la Sagrada Comunión con gran fe, amor, devoción y hambre… la Promesa de Jesús es muy consoladora: “Yo soy el Pan de Vida. Quien come mi Cuerpo y bebe mi Sangre tendrá vida eterna y yo lo resucitaré en el último día”. La recepción frecuente de la Sagrada Comunión estando en estado de gracia y la salvación eterna son sinónimos.

8. Pedir la Gracia

San Agustín afirma que todos nosotros somos verdaderos mendigos ante Dios. Necesitamos desesperadamente la ayuda y la gracia de Dios en todo tiempo y lugar, y muy especialmente en la hora y el momento de nuestra muerte. Suplica a María, a los ángeles, a tu ángel de la guarda y a todos los santos la gracia de todas las gracias, en palabras de San Alfonso de Ligorio, que es morir en estado de gracia. Jesús nos manda: “Pedid y recibiréis; buscad y encontraréis; llamad y se os abrirá la puerta” (Mateo 7,7) ¿Por qué no pedir, buscar y llamar para obtener la gracia de una muerte santa y feliz y la salvación de nuestra alma inmortal?

Rosario

9. Últimos sacramentos y el perdón

Haz escribir e informar a tus familiares, amigos y seres queridos que en tus últimos momentos deseas recibir los tres últimos sacramentos: la confesión, la unción de los enfermos y el viático, la Santa Eucaristía. Especifica también que deseas recibir del sacerdote el Perdón Apostólico. Con ello recibirás una Indulgencia Plenaria en la que se perdonan todos los pecados y se remiten las penas temporales. Si lo haces, estarás preparado para encontrarte con Jesús, que no será tanto tu Juez sino tu amoroso Salvador y Redentor.

10. Nuestra Señora: el Avemaría y el Santo Rosario

Acostúmbrate desde ahora a rezar el Ave María, y mejor aún, rezar el Santísimo Rosario. ¡En efecto, cada vez que rezas el Rosario te estás preparando para la muerte 50 veces! Así es: ¡preparación para la muerte 50 veces en cada Santo Rosario rezado! ¿La prueba? “Ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén”. Si formamos seriamente el hábito del rezo diario del Santísimo Rosario a la Santísima Virgen María, entonces, cuando estemos muriendo, María misma se acercará a nosotros y nos ayudará a morir arrepentidos del pecado, confiando en la infinita misericordia de Jesús y amándolo hasta el final. La Virgen nunca fallará a sus amigos fieles, a los que han rezado fielmente el Santísimo Rosario.

En conclusión, recemos unos por otros para obtener la gracia de todas las gracias, que es morir en estado de gracia santificante. Si lo hacemos, nuestra alma se salvará y viviremos para amar, alabar y adorar a Dios con los ángeles y los santos por toda la eternidad. “Santa María, Madre de Dios ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén”.

ReL

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Evangelio del día

Evangelio según San Lucas 24,46-53.

Jesús dijo a sus discípulos: "Así esta escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día,
y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados.
Ustedes son testigos de todo esto."
Y yo les enviaré lo que mi Padre les ha prometido. Permanezcan en la ciudad, hasta que sean revestidos con la fuerza que viene de lo alto".
Después Jesús los llevó hasta las proximidades de Betania y, elevando sus manos, los bendijo.
Mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo.
Los discípulos, que se habían postrado delante de él, volvieron a Jerusalén con gran alegría,
y permanecían continuamente en el Templo alabando a Dios.


Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.


Bulle

San Carlos de Foucauld (1858-1916)
ermitaño y misionero en el Sahara
§ 92, salmo 46 (Méditations sur les psaumes, Nouvelle Cité, 2002), trad. sc©evangelizo.org


La alegría por la felicidad de Dios

“¡El Señor asciende entre aclamaciones! Asciende al sonido de trompetas. ¡Canten, canten a nuestro Dios! ¡Canten, canten a nuestro Rey!” (Sal 47(46),6-7). (…) Los últimos versículos de este salmo se aplican a la gloria de Dios y, particularmente, a la Ascensión de nuestro Señor: “El Señor asciende entre aclamaciones”.
Está en la tierra y en el cielo, el fundamento sólido e inquebrantable de nuestra alegría: la felicidad que Dios es Dios, la felicidad que nuestro Señor “resucitó y no morirá nunca más” (Rom 6,9) y es eternamente bienaventurado. ¡Gracias mi Dios por darnos esta fuente infinita de alegría, ponerla en tus santos libros, en la santa liturgia y verterla por gracia en nuestros corazones, haciéndonos comprender y gustar esta bienaventurada verdad! ¡Qué bueno eres en compartirnos desde este exilio y en la medida de nuestro amor, la felicidad de los bienaventurados del cielo! (…)
Sobre la tierra habrá sombras, pero que esta visión de paz y felicidad infinita ponga en nuestras almas un fondo de paz y de felicidad invariable, que nada puede sacar, ya que su fundamento es eterno. Lleguen las tristezas si deben venir, Jesús las ha tenido. Pero que ellas estén sólo en la superficie de nuestras almas, que el fondo permanezca invariablemente sereno, cómo el fondo del alma de Jesús, siempre unido al Padre, siempre en posesión de la visión beatífica. No tenemos aún esta visión, es cierto, pero tenemos como el alba, la aurora. (EDD)

Oración

Me siento alegre, orgulloso y feliz de sentirme miembro del Cuerpo de Cristo. Siento de verdad que, como miembro de la Iglesia, participo del sacerdocio de Cristo. Es porque estoy conectado con Cristo que comparto Su misión. Es exactamente por eso que recordamos el bautismo al comienzo de cada Eucaristía. Porque el día de mi bautismo me uní espiritual y humanamente a Dios y en mi confirmación dije sí con un corazón sincero en la plenitud de la Fe a mi condición de cristiano. Entonces soy un cuerpo cuya cabeza es Cristo y estoy invitado a seguir el mismo movimiento que Él, el de una ascensión. Esta es una buena noticia y un verdadero motivo de alegría. Y este gozo no me es dado para que lo guarde solo para mi sino para dar testimonio de él, difundirlo, darlo y transmitirlo. Ser testigo de Cristo es mi misión, es la forma en que soy verdaderamente miembro pleno del Cuerpo de Cristo, es la forma en que puedo participar realmente de esta ascensión, porque si Jesús está cerca del Padre, es bueno por eso también estar allí.

Así, como discípulo, hoy y todos los días, quiero ir al encuentro del Padre que está en el fondo de mi corazón, donde Dios reside, con el fin de que con mis gestos y mis actitudes sea capaz de alabarlo, amarlo y también dejarme amar.

¡Señor, subes al cielo y nos dejas la misión a los laicos de tu Iglesia en este siglo que avanza y en este tiempo de pandemia! ¡Nos invitas, Señor, a ir y hacer discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que nos has enseñado! ¡Ahora espero la venida del Espíritu Santo el día de Pentecostés con alegría y esperanza! ¡Señor, te has ido al Padre y yo permanezco en el mundo para cumplir tu misión de llevar Tu Palabra al corazón de mi entorno familiar, social, profesional, eclesial; envía a tu Espíritu para que me asista siempre! ¡Señor, me siento responsable de la misión que me encomiendas! ¡Y siento, Señor, que tu Ascensión me sitúa en el tiempo de la Iglesia viviendo con responsabilidad tu en propia vida y haciendo partícipe a los que me rodean de tu Buena Nueva, comunicando lo que siente mi corazón y tratando de contagiar mi fe a los que se cruzan en mi camino! ¡Señor, no permitas que me quede embelesado mirando al cielo porque no puedo no cumplir la misión que nos encomiendas! ¡No permitas que, como los discípulos, me desoriente ante tu Ascensión, sino que me ponga enseguida manos a la obra! ¡Y hazme comprender en todo momento que mi vida es un misterio que me debe hacer tomar conciencia de que la tierra que piso, que los acontecimientos que vivo, que las circunstancias que me envuelven no son eternas sino pasajeras, que el destino definitivo es el cielo donde estás Tu y es el lugar al que aspiro!

(orarconelcorazonabierto)
























Interceder por las esperanzas, los sufrimientos del mundo y por la paz


En su diálogo ideal con los fieles reunidos este mediodía en la Plaza de San Pedro, para rezar el Regina Coeli, el Papa invitó a reflexionar sobre el don del Espíritu recibido de Jesús para ser testigos del Evangelio. Con nuestra oración podemos interceder por “las esperanzas y los sufrimientos” del mundo y “por la paz”. “Bendigamos con la mirada y palabras a quienes encontramos cada día”, dijo, y oremos a la Virgen que siempre intercede por nosotros

Antes de rezar la oración mariana del Regina Coeli este mediodía, con los fieles y peregrinos que se dieron cita en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco comenzó recordando que hoy en Italia y en muchos países se celebra la Ascensión del Señor, es decir, su regreso al Padre. Y al comentar el Evangelios propuesto por la liturgia del día, que corresponde a San Lucas, se refirió a la última aparición del Resucitado a los discípulos.

“La vida terrenal de Jesús culmina precisamente con la Ascensión, que también profesamos en el Credo”

Como suele hacer, el Obispo de Roma, se preguntó “¿qué significa este acontecimiento? ¿Cómo debemos entenderlo?”. Y para responder a esta pregunta, invitó a detenerse en dos acciones que Jesús realizó “antes de subir al cielo: primero anuncia el don del Espíritu y luego bendice a los discípulos”.

El Señor no nos deja solos

Francisco afirmó que el Señor “sube al cielo, pero no nos deja solos”. Al   contrario, dijo, “precisamente al ascender al Padre asegura la efusión de su Espíritu”. Y recordó que en otra ocasión Jesús había hablado de la conveniencia de irse, “porque si no me voy, el Paráclito no vendrá a ustedes". De ahí la afirmación del Papa:

“El amor de Jesús por nosotros también se puede ver en esto: la suya es una presencia que no quiere restringir nuestra libertad. Al contrario, nos hace un espacio, porque el verdadero amor siempre genera una cercanía que no aplasta, sino que nos hace protagonistas”

Por eta razón, prosiguió diciendo el Santo Padre, “al subir al cielo, Jesús, en lugar de permanecer cerca de unos pocos con su cuerpo, se hace cercano a todos con su Espíritu”. Y el Espíritu Santo “hace presente a Jesús en nosotros, más allá de las barreras del tiempo y del espacio, para que seamos sus testigos en el mundo”.

Un gesto sacerdotal

De la segunda acción del Señor, el Papa dijo que levantó las manos para bendecir a los apóstoles, con “un gesto sacerdotal”, puesto que “Dios, desde los tiempos de Aarón, había confiado a los sacerdotes la tarea de bendecir al pueblo”. De manera que, explicó Francisco, “el Evangelio quiere decirnos que Jesús es el gran sacerdote de nuestra vida”, que “sube al Padre para interceder por nosotros, para presentarle nuestra humanidad”.

“Así, ante los ojos del Padre, están y estarán siempre, con la humanidad de Jesús, nuestras vidas, nuestras esperanzas, nuestras heridas. Así, al hacer su ‘éxodo’ al cielo, Cristo ’nos abre camino’, va a preparar un lugar para nosotros y, desde ahora, intercede por nosotros, para que siempre estemos acompañados y bendecidos por el Padre”

Antes de rezar a la Madre de Dios el Obispo de Roma invitó a todos los hermanos y hermanas a pensar hoy en “el don del Espíritu que hemos recibido de Jesús para ser testigos del Evangelio”. Y preguntémonos, dijo, “si realmente lo somos; y también si somos capaces de amar a los demás, dejándolos libres y dejándoles espacio”. Y luego, prosiguió, preguntémonos:

“¿Sabemos hacernos intercesores por los demás, es decir, sabemos rezar por ellos y bendecir sus vidas? ¿O servimos a los demás por nuestros propios intereses?”

La oración de intercesión

Aprendamos esto, concluyó el Papa: “La oración de intercesión, intercediendo por las esperanzas y los sufrimientos del mundo, por la paz. Y bendigamos con la mirada y palabras a quienes encontramos cada día”. E invitó a rezar “a la Virgen, la bendita entre las mujeres, que, llena del Espíritu Santo, siempre reza e intercede por nosotros”.

Vatican News
























sábado, 28 de mayo de 2022

Seis razones (de fe, espirituales, también psicológicas) para santiguarse bien y con frecuencia


La señal de la Cruz es la mayor protección del cristiano contra el demonio y su principal proclamación de fe ante los demás.

Santiguarse es un gesto tan habitual en los cristianos, incluso por parte de aquellos que practican poco la fe e incluso lo tienen como única oración del día, que se corre el riesgo de olvidar sus significados profundos. El escritor y vaticanista Aldo Maria Valli los recuerda en un reciente post de su blog:

 

Seis motivos para hacer (bien) la señal de la Cruz

Los cristianos deberíamos tener en la máxima consideración la señal de la Cruz. Pese a lo cual, ¡cuánto la descuidamos! A veces se convierte en un garabato apresurado, como si nos avergonzásemos. Otras veces se utiliza casi como una superstición o un sortilegio (¡ay, señores futbolistas…!).

Sin embargo, “cuando aprendemos a tomarnos en serio este gesto, santiguándonos frecuentemente con fe y respeto, podemos obtener grandes frutos”, escribe Bert Ghezzi, conferenciante y autor de numerosos libros, entre ellos La señal de la Cruz, consagrado precisamente a la importancia de la señal de la Cruz.

Portada de 'La señal de la Cruz'.

“Después de todo, la señal de la Cruz no es solamente un gesto piadoso. Es una oración poderosa,  un sacramental de la Iglesia”, cuyos significados, a la luz de las Escrituras y de la enseñanza de los santos y de los Padres de la Iglesia, se pueden sintetizar en seis puntos fundamentales.

1. Es un mini-Credo

La señal de la Cruz es una profesión de fe en Dios tal como Él se nos ha revelado. Puede ser considerada una forma abreviada del Credo de los Apóstoles.

Al tocarnos la frente, el pecho y los hombros (y en algunas culturas, también los labios) declaramos nuestra fe en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo. Estamos anunciando y manifestando nuestra fe en lo que Dios hizo por nosotros: la Creación de todas las cosas, la Redención de la humanidad del pecado y de la muerte y la institución de la Iglesia, que ofrece a todos una nueva vida. Cuando nos santiguamos, nos hacemos conscientes de la presencia de Dios y nos abrimos a que intervenga en nuestra vida.

Solo esto bastaría para transformarnos espiritualmente, pero en la señal de la Cruz hay mucho más.

2. Es una renovación del bautismo

Los cristianos del siglo I empezaron a hacer la señal de la Cruz como memoria y renovación de lo que les sucedió cuando fueron bautizados. Y para nosotros sigue siendo así.

Cuando nos santiguamos, proclamamos que en el bautismo hemos muerto sacramentalmente con Cristo en la Cruz y hemos ascendido con Él a una nueva vida (Rom 6, 3-4; Gál 2, 20). Con la señal de la Cruz pedimos al Señor que renueve en nosotros las gracias bautismales. Reconocemos además que el bautismo nos ha unido al Cuerpo de Cristo y nos ha convertido en colaboradores del Señor en su obra de salvación del pecado y de la muerte.

3. Es un signo de discipulado

Con el bautismo, el Señor nos reclama como hijos suyos, marcándonos con la señal de la Cruz. Cuando ahora nosotros nos santiguamos, afirmamos nuestra lealtad hacia Él. Al trazar la Cruz sobre nuestro cuerpo negamos pertenecernos a nosotros mismos y declaramos que solo le pertenecemos a Él (Lc 9, 23).

Para denominar la señal de la Cruz, los Padres de la Iglesia utilizaron la misma palabra que se empleaba en la Antigüedad para indicar la propiedad. La misma palabra que se refiere a la marca del Señor sobre sus discípulos se utilizaba para designar la marca que hacía un pastor en sus ovejas, el tatuaje de un general sobre sus soldados o el sello del cabeza de familia sobre sus servidores.

Esa firma que es la señal de la Cruz dice que somos las ovejas de Cristo y podemos contar con sus cuidados; que somos sus soldados, encargados de trabajar junto a Él para que su Reino avance sobre la tierra; que somos sus siervos, dispuestos a hacer lo que nos diga.

4. Es una aceptación del sufrimiento

Jesús nos prometió que el sufrimiento sería una componente normal de la vida de todos sus discípulos (Lc 9, 23-24). Por tanto, cuando nos “firmamos” con la señal de la Cruz, estamos aceptando cualquier dolor como consecuencia de nuestra fe en Cristo. Hacer la señal de la Cruz quiere decir tomar la Cruz y seguir a Jesús (Lc 9, 23).

Al mismo tiempo, sin embargo, la señal de la Cruz nos consuela con la conciencia de que Jesús, que sufrió la crucifixión por nosotros, se une ahora a nosotros en nuestro sufrimiento y nos sostiene.

Santiguarnos proclama también otra verdad importante: afirmamos, con San Pablo, que nuestros dolores como miembros del cuerpo de Cristo contribuyen a la obra salvífica del Señor y al perfeccionamiento de la Iglesia en la santidad (Col 1, 24).

5. Es una doble jugada contra el diablo

Cuando el diablo vio a Jesús morir en la Cruz, pensó erróneamente que había conseguido una gran victoria. Pero el Señor le sorprendió con una derrota ignominiosa (1 Cor 2, 8). Desde  la mañana de Pascua hasta hoy, la señal de la Cruz hace estremecer y huir al diablo.

Hacer la señal de la Cruz es, por tanto, una jugada defensiva, que declara nuestra inviolabilidad ante la influencia del diablo. Pero es también un arma ofensiva en la batalla. Anuncia nuestra colaboración con Jesús en el imparable progreso del Reino de Dios contra el reino de las tinieblas.

6. Es una victoria sobre la carne

Hacer la señal de la Cruz (Gál 5, 16-22) manifiesta nuestra decisión de crucificar los deseos de la carne y vivir según el Espíritu.

Al igual que cuando nos quitamos una camisa sucia, hacer la señal de la Cruz indica que nos despojamos de nuestras malas inclinaciones y nos revestimos de Cristo (Col 3, 5-15).

Los Padres de la Iglesia enseñaron que la señal de la Cruz vence poderosas tentaciones como la ira y la lujuria. Por consiguiente, no importa con qué fuerza seamos tentados: podemos usar la señal de la Cruz para activar nuestra libertad en Cristo y vencer también nuestros pecados más enojosos.

***

Por tanto, y resumiendo, cuando hacemos la señal de la Cruz:

-profesamos nuestra fe;

-declaramos haber renacido con el bautismo;

-afirmamos que pertenecemos a Cristo y queremos obedecerle;

-aceptamos cualquier sufrimiento como participación en el sufrimiento de Jesús en la Cruz;

-nos defendemos del diablo y al mismo tiempo atacamos al enemigo;

-vencemos a la carne y ponemos a Cristo en primer lugar.

¡Por todo ello vale la pena santiguarse bien!

Traducción de Carmelo López-Arias.

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Vea también     La cruz gloriosa - antología de textos









































































Evangelio del día

 


Evangelio según San Juan 16,23b-28.

Aquél día no me harán más preguntas. Les aseguro que todo lo que pidan al Padre, él se lo concederá en mi Nombre.
Hasta ahora, no han pedido nada en mi Nombre. Pidan y recibirán, y tendrán una alegría que será perfecta.
Les he dicho todo esto por medio de parábolas. Llega la hora en que ya no les hablaré por medio de parábolas, sino que les hablaré claramente del Padre.
Aquel día ustedes pedirán en mi Nombre; y no será necesario que yo ruegue al Padre por ustedes,
ya que él mismo los ama, porque ustedes me aman y han creído que yo vengo de Dios.
Salí del Padre y vine al mundo. Ahora dejo el mundo y voy al Padre".


Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.


Bulle

San Luis María Grignion de Monfort (1673-1716) predicador
fundador de comunidades religiosas
Los secretos del rosario (“Le secret du Rosaire”, Traditions monastiques, 2003), trad. sc©evangelizo.org


Rezar con confianza y perseverancia


Recen con mucha confianza. Ella está fundada en la bondad y generosidad infinitas de Dios y en las promesas de Jesucristo. (…)
El deseo más grande que tiene para nosotros el Padre eterno es de comunicarnos las aguas salvadoras de su gracia y misericordia. Él exclama: “Vengan a beber mis aguas con la oración”. Cuando no rezamos, se lamenta diciendo que lo abandonamos: “Me abandonaron a mí, la fuente de agua viva” (Jer 2,13). Agradamos a Jesucristo cuando le pedimos sus gracias. Si no lo hacemos, se queja con amor: “Hasta ahora, no han pedido nada en mi Nombre. Pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen a la puerta y se les abrirá” (cf. Jn 16,14; Mt7,7; Lc 11,9; Apoc 3,20). Para darnos más confianza al rezar, se ha comprometido con su palabra, afirmando que el Padre eterno nos acordará todo lo que le pediremos en su Nombre.
A nuestra confianza sumemos la perseverancia en la oración. Sólo quien persevere para pedir, buscar y llamar, será el que recibirá, encontrar á y entrará. (EED)

Oración 

“Señor y Dios nuestro, concédenos la gracia de desearte con todo nuestro corazón, para que, deseándote, podamos buscarte y encontrarte; encontrándote podamos amarte y, amándote, podamos aborrecer aquello de lo que nos has redimido. Amen” (San Anselmo)

ORACIÓN PARA PEDIR EL DON DE LA ORACIÓN

“Te pedimos, oh Señor, que nos concedas el don de la oración, te lo pedimos porque lo necesitamos.

Sabemos que no somos capaces de orar, y precisamente por eso te lo pedimos como don, el ser nosotros mismos, o sea auténticos.

Concédenos, oh Señor, encontrar con gusto nuestra oración, auque pequeña, pobre, sencilla, desadornada, sin conceptos grandiosos. Haz que sea autentica, oh Señor que exprese lo que  somos: pobres, pecadores delante de ti, y también por tu gracia.

Haz que sepamos alabarte, oh Señor, no solo con nuestra boca sino con nuestra vida : Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y siempre por los siglos de los siglos.

Amen.

PUBLICADO POR ROSALÍA LÓPEZ BRIEGA