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martes, 28 de febrero de 2017

Miércoles de Ceniza - Reencuentro con Dios

 miércoles de ceniza



Mañana comienza un nuevo tiempo de gracia: la Cuaresma. El Señor te espera para que renueves tu bautismo. Los catecúmenos celebraban los cuarenta días en preparación para experimentar un nueva nacimiento en la noche de Pascua de Resurrección: el Bautismo. A los bautizados se nos invita durante este tiempo especialmente santo a renovar nuestra condición de hijos de Dios, luchar contra el pecado y crecer en fe, esperanza y caridad, en fin, renovar nuestro Bautismo.

El Miércoles de Ceniza quiere marcar tu frente con el signo de la renovación y del reencuentro.

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Ofrecemos para ayudarte:




Una catequesis para ayudar a los niños a vivir la cuaresma (está pensada para varios niños pero se puede adaptar a uno o dos)


Y además 







¡ Lo que nos espera !


 cielo de Dios


158. ¿En qué consiste el cielo?
El cielo es el momento sin fin del amor. Nada nos separa ya de Dios, a quien ama nuestra alma y ha buscado durante toda una vida. Junto con todos los ángeles y santos podemos alegrarnos por siempre en y con Dios. [1023-­1026, 1053]

Quien contempla a una pareja que se mira tiernamente; quien contempla a un bebé que busca mientras mama los ojos de su madre, como si quisiera almacenar para siempre su sonrisa,percibe una lejana intuición del cielo. Poder mirar a Dios cara a cara es como un único y eterno momento de amor.

 cielo de Dios

* El texto (pregunta y respuesta) proviene del Youcat = Catecismo para Jóvenes. Los números que aparecen después de la respuesta hacen referencia al pasaje correspondiente del Catecismo de la Iglesia Católica que desarrolla el tema aún más. Basta un clic en el número y será transferido. 

Dios “me ayudaba mucho más a conocer y comprender que mi ateísmo previo”

Todo cambió para Alister cuando se topó con las secciones de Historia y Filosofía de la Ciencia de la biblioteca de la Universidad de Oxford...

Dios “me ayudaba mucho más a conocer y comprender que mi ateísmo previo”

La relación entre la ciencia y la fe no siempre ha sido sencilla. Lejos de compenetrarse, todavía muchos las consideran si no contrarias, al menos grandes enemigas. Pero nada más lejos de la realidad. Así lo demuestra Alister McGrath en su última obra, La ciencia desde la fe (Espasa, 2016), donde expone las principales razones, desde distintos puntos de vista, por las que fe y ciencia aportan una visión más profunda de la realidad.

“Solía pensar que la ciencia y la religión eran contrarias, razón por la que era imposible ser a la vez científico y creyente. La idea de Dios me sonaba a trasnochada absurdidad. […] Sin ser del todo consciente de lo que hacía, adopté una visión del mundo que entonces me parecía el resultado inevitable de la aplicación coherente del método científico.
Solo creería en aquello que la ciencia pudiera probar”, explica en su libro Alister McGrath, quien, en su juventud, se adhirió a un ateísmo dogmático, ya que, por entonces, pensaba que “la ciencia probaba la inexistencia de Dios y que todos los científicos francos y sinceros eran ateos”.

Sin embargo, todo cambió cuando, por azar, casualidad o Providencia, se topó con las secciones de Historia y Filosofía de la Ciencia de la biblioteca de la Universidad de Oxford. Dentro de un programa de especialización en Filosofía previo a los años de universidad, se animó a profundizar en esta materias porque, a pesar de considerarla “pura especulación inútil”, “si estaba en lo cierto, ¿qué podía perder?”, recuerda McGrath.
Cambio de perspectiva

Fue entonces cuando descubrió que la historia y la filosofía de la ciencia eran disciplinas que se formulaban las preguntas precisas en torno a la fiabilidad y los límites de ese tipo de conocimiento. “Eran preguntas a las que yo no me había enfrentado hasta entonces”, afirma.

McGrath supo entonces que no había vuelta atrás, que nunca más se conformaría con la aproximación simplista que ofrecían las ciencias naturales: “Vi con claridad la necesidad de reexaminar una serie de cuestiones que hasta entonces había considerado absurdas o inútiles, incluidas las relacionadas con la existencia de Dios”.

Él mismo precisa que la suya fue “una conversión un tanto cerebral e intelectual”, centrada en la creciente conciencia que fue adquiriendo de que creer en Dios “me ayudaba mucho más a conocer y comprender que mi ateísmo previo”.

“La idea de Dios no era ninguna necesidad emocional para mí; yo estaba perfectamente preparado para aceptar el nihilismo, siempre y cuando esta fuera la postura correcta”.

Pero ese nihilismo no le bastaba. Fue el comienzo de un cambio de perspectiva en su vida, porque McGrath empezó así a profundizar en una parte del conocimiento que hasta ahora no había considerado. “Vi que había otras maneras de aproximarse a esta realidad y que podían ser complementarias y no contrarias. La ciencia y la religión ofrecen distintos puntos de vista de una misma realidad”, precisa.

Y, con esta sencilla reflexión, zanja siglos de controversias y enfrentamientos entre los llamados ‘racionalistas’ y los ‘hombres de fe’.

En ese sentido, McGrath precisa que algunos aspectos del conocimiento no están relacionados con la religión, “como la distancia entre la Tierra y el Sol”, pero que esta sí responde a otras preguntas “más profundas, como el significado, el propósito o la razón de ser de las cosas o de las personas, algo que sobrepasa el método científico”.
Por eso, cuando se unen de manera correcta y equilibrada, ciencia y religión “proporcionan un conocimiento mayor de la vida”, insiste.

Contra el ‘nuevo ateísmo’
En este planteamiento se ha movido McGrath durante las décadas en que se ha dedicado a la investigación en la prestigiosa Universidad de Oxford. Un enfoque que respeta las diferencias y los límites de ambas y que, además, destaca la importancia de las dos en la sociedad occidental actual.

“No es que una sea buena y la otra mala, o viceversa. Las dos pueden ser positivas o nocivas. Lo importante es hacer que dialoguen de manera que puedan complementarse”, insiste.
Sin embargo, no todo es tan sencillo, porque el ámbito científico destaca por su gran escepticismo hacia la religión. McGrath lo sabe, pero no se avergüenza. De hecho, es una de las principales voces discordes, ya que no ha dudado en combatir las tesis del nuevo ateísmo de científicos como Richard Dawkins, autor de El espejismo de Dios (Espasa, 2012).

McGrath, por su parte, publicó The Dawkins Delusion? (que podría traducirse al español como “¿El espejismo de Dawkins?”) en donde mostraba que teología, ciencia, fe y razón se complementan para una mejor y más profunda comprensión de la realidad.
McGrath asegura que “la principal falacia del ‘nuevo ateísmo’ es asumir que los seres humanos solo pueden creer en lo que está probado. Eso excluye la religión, pero también las ciencias sociales y los temas morales.

Los deja fuera de cualquier consideración seria porque ninguna de esas creencias puede ser probada con certeza”. “La prueba está limitada a áreas relacionadas con la lógica y las matemáticas, pero los seres humanos necesitan más que eso para tener vidas plenas de sentido”, insiste.

Además, en su obra de respuesta a Dawkins, asume que “había que poner en duda algunos de los temas que la laicidad había asumido y que estaban detrás de ese nuevo movimiento”. Todavía hoy sigue combatiendo las ideas de Dawkins, también con su nueva obra, aunque no tiene planes de escribir otro libro al respecto porque “la conversación ha evolucionado”.

En este sentido, asegura que los cristianos debemos tender puentes para dialogar con quienes no tienen fe, siempre desde la amistad  “para que se puedan dar conversaciones interesantes”. 

La partícula de Dios
En julio de 2012, científicos suizos afirmaron haber encontrado el “bosón de Higgs”, una misteriosa partícula propuesta por el físico Peter Higgs en los años 60 que explicaba el origen de la masa. Un enorme paso para la comunidad científica más rigurosa que encontraba, de esta manera, la explicación al origen del universo. De ahí que el bosón de Higgs también fuese llamado “la partícula de Dios”.

Sin embargo, no se trata de haber llegado a una conclusión, porque, según explica McGrath, “cada descubrimiento científico nos abre a nuevas preguntas y nuevas realidades. Nunca en la ciencia existe la percepción de que podamos dejar de investigar”.
De esta manera, el biofísico precisa: “No creo que se llegue a defender la existencia de Dios porque hay cosas que la ciencia no puede explicar”.

Todo lo contrario: el hecho de que se pueda comprender toda la realidad, hace aún más necesaria la existencia de algo superior que le dé un sentido más profundo a su mera existencia.

“El cristianismo da una lente para entender el significado profundo de la existencia de las realidades que conocemos. La ciencia, unida a la religión, proporciona una comprensión mucho más rica y amplia de la realidad”, asegura el profesor de Oxford, quien precisa que la ciencia hace que surjan preguntas muy profundas “que se elevan constantemente más allá de las capacidades humanas para responderlas”.

Y plantea que la ciencia no siempre encuentra respuestas para todo: “También para las que llamaríamos ‘últimas preguntas’, como qué es el bien, cuál es el sentido de la vida, por qué estamos aquí…? Los científicos, como personas, también se plantean estas cuestiones y, si con la ciencia no se puede contestar, ¿con qué es posible hacerlo?”.

Artículo
 publicado originalmente por Revista Misión

sábado, 25 de febrero de 2017

El arte perdido de beber como católicos

Recuerda una de las páginas más divertidas del gran escritor G.K. Chesterton

El arte perdido de beber como católicos

Hay un modo de beber protestante y un modo de beber católico, y la diferencia no está simplemente en la cantidad. No tengo datos científicos que apoyen mis afirmaciones, y no he llevado a cabo estudios oficiales sobre el tema, pero he hecho un poco de, llamémosle así, estudios informales, que por una cuestión del género son probablemente los mejores.

Así que para empezar, ¿cual es la manera católica de beber? Es difícil definirlo, pero aquí pongo un ejemplo histórico. San Arnoldo (580-640), conocido también como San Arnulfo de Soisson, fue un obispo del VII siglo en Metz, en la que después sería Francia.
Muy amado por el pueblo, se dice que predicó contra beber agua, que en aquella época podía ser extremadamente peligroso a causa de las descargas no higiénicas – si las había. Al mismo tiempo, solía aludir con frecuencia a los beneficios de la cerveza, y se dice que una vez afirmó: “La cerveza llegó al mundo por el sudor del hombre y por el amor de Dios” [De hecho, san Arnoldo es el patrón de los maestros cerveceros, n.d.E].

Palabras sabias, y el rebaño de san Arnoldo se las tomó muy en serio. Después de su muerte, el buen obispo fue enterrado en un monasterio cercano Remiremont, donde se había retirado. Sus fieles, sin embargo, sentían su falta y lo querían de vuelta, y así en 641, tras haber obtenido el permiso de exhumar sus restos, lo llevaron en procesión a Metz, para sepultarlo nuevamente en la Basílica de los Santos Apóstoles.

A lo largo del trayecto, siendo un día muy caluroso, estaban sedientos, y se detuvieron en una posada para beber un poco de cerveza. Por desgracia, en la posada quedaba tan poca, que sólo daba para llenar una jarra: los fieles tenían que compartirla. Narra la leyenda que la jarra no se agotó hasta que todos los fieles no bebieron la dosis correcta.

Con esto no quiero decir que el beber católico implique milagros, o que debería suceder un milagro cada vez que la gente se reúne para beber, sino que la buena cerveza – y el buen vino – es un pequeño milagro en sí misma, siendo un don de Dios a sus criaturas, que Él ama.

Y como escribió G. K. Chesterton en “Ortodoxia”, “deberíamos dar gracias a Dios por la cerveza y el burdeos, no bebiendo demasiado”. En otras palabras, mostramos nuestra gratitud a Dios por el vino y la cerveza gozando de estas cosas, en alegría y en buena compañía, pero sin pasarse. Cada persona debe juzgar lo que de por sí es un exceso.

Miremos ahora la principal diferencia entre el beber católico y el protestante. El beber protestante tiende a colocarse en un estremo o el otro: o demasiado o nada, y cada una de las posturas es reacción a la otra.

Algunos, nutridos justamente por el moralismo fiero de los abstemios, beben excesivamente. Y los abstemios, justamente horrorizados por las costumbres de los borrachos habituales, practican una estricta abstinencia. Parece que en ambos casos se trata sólo de una reacción, no de una solución. Si uno lo pensara un poco, se podría encontrar una tercera vía que no implica ni el exceso ni la abstinencia, y se adapta a una vida cristiana humana, sana y honrada.
Y es ahí donde encontramos el modo de beber católico. El beber católico es esta tercera vía, el modo para poner en práctica una actividad antigua disfrutada por todos, desde los agricultores a los emperadores, hasta Jesús mismo. Y una vez más, no se trata solo de cantidad.

En mi opinión, de hecho, el elemento-clave es la convivialidad.

 Cuando los amigos se reúnen para tomar algo, de hecho, puede ser para festejar o por un motivo triste, pero debería ser siempre para disfrutar de la compañía de los demás (hay también un tiempo y un lugar para una cerveza solitaria, sino que se trata de una excepción).

Por ejemplo, las intervenciones en la conferencia anual sobre Chesterton ya no son tan importantes como la discusión posterior sobre ellas delante de una cerveza o de un vaso de vino (tendemos a adherirnos a la regla del pulgar de Hilaire Belloc, evitar bebidas alcohólicas desarrolladas después de la Reforma).

Estas reuniones tienen lugar durante las intervenciones, y en general vamos a dormir agradablemente contentos. No logro imaginar un congreso sobre Chesterton sin esto. Y sé también también que sería muy malo que todos nos fuésemos a trompicones a nuestras habitaciones, gritando borrachos.

Evitar todo extremo – así es como se bebe “a la católica”. 

Es el arte del beber católico. Muchos de nuestros hermanos consideran que beber es algo inmoral, y muchos otros piensan que beber tiene que terminar con una gran borrachera, pero el punto de vista equilibrado – el punto de vista católico – significa pasar un buen momento, reírse un poco, a veces llorar un poco, pero siempre con alegría y agradecimiento por la generosidad de Dios, que nos ha dado maravillas como la cerveza y el burdeos. Recordadlo, el arte perdido del beber a la católica podría ya no estar tan perdido.

Este artículo fue escrito por Sean P. Daily, de la American Chesterton Society. Apareció en el Crisis Magazine.

La Santa Misa contada en Historietas 47


La Santa Misa contada en Historietas



47. El alegre Filippo
(Después de la comunión)


Fue nuevamente un momento para reírse para los acólitos de Santa María Novella. La señora baronesa Doña Pompilia de Rossi salía apresurada del templo. La Santa Misa aun no había terminado. El padre acababa de cerrar - un poco fuerte, es verdad - la puerta del sagrario luego de haber repartido la santa comunión. En ese momento la señora se apresuró en salir. Era costumbre suya. El tiempo le sobraba. Pero solía salir antes de que terminara la Santa Misa.

Entonces el santo entró en la sacristía: Filippo Neri, el fundador de los oratorianos, más conocido en Roma que el Papa, siempre dispuesto a una broma. "Rápido, rápido", dijo a los cuatro acólitos que ya estaban listos para la siguiente Misa. A cada uno le dio un gran cirio encendido. Una breve explicación - y los muchachos corrían detrás de la baronesa y llegaron a la puerta al mismo momento que ella. Uno le abrió la puerta. Luego los cuatro caminaban junto a ella. Doña Pompilia de Rossi gritó a los acólitos: "¿Qué es lo que quieren? Regresen al templo". La respuesta fue: "Lo ha ordenado Don Filippo".

Justo en este momento se acercó el santo por el camino que venía desde la sacristía. Se quitó el sombrero y dijo: "Señora baronesa acaba de comulgar. Aun no se ha disuelto el cuerpo de Cristo, el pan eucarístico. Es precepto de la Iglesia: El santísimo sacramento debe ser acompañado con velas encendidas cuando se le lleva por las calles. Es por eso que le ha enviado a los acólitos con los cirios encendidos". A Doña Pompilia de Rossi por vergüenza le subió la sangre a la cara, visible a través del maquillaje. Dio media vuelta y volvió al templo. Desde aquel día nunca más salió de la Misa antes del tiempo.

Recibimos la santa comunión. Jesús, el Señor, está con nosotros. Hablamos con Él. Le decimos lo que apremia nuestro corazón. Oremos a Él por nuestros seres queridos. Hablamos con El sobre las cosas de este día, sobra el trabajo, sobre los hombres, sobre nuestras faltas, sobre los que sufren, los enfermos, perseguidos. Hay tantas cosas que quisiéramos decir que es un nunca acabar. Este diálogo personal con Jesús es uno de los momentos más hermosos de la vida de un creyente. Quien no conoce este dialogo tampoco conoce la Santa Misa. Quien no tiene acceso a ello a ese también la Santa Misa seguirá siendo algo extraño.


Embarazada tiene muerte cerebral, es mantenida viva durante 4 meses y da a luz a gemelos


Una de esas historias emocionantes, en que lo que parecía imposible sucede y revela la belleza de la vida

Embarazada tiene muerte cerebral, es mantenida viva durante 4 meses y da a luz a gemelos


Los gemelos Azaphi y Ana Victoria nacieron de 7 meses, pesando un poco más de 1 kg cada uno. Están en la UCI neonatal de un hospital en Paraná y, de acuerdo con los médicos, están bien, pero necesitan cuidados especiales como cualquier bebé prematuro.

El nacimiento de los gemelos fue el culmen de una verdadera batalla a favor de la vida. La madre de los bebés, Frankielen da Silva Zampoli, de 21 años, sufrió una grave hemorragia cerebral cuando estaba en el segundo mes de embarazo. Poco tiempo después, los médicos le diagnosticaron muerte cerebral. Ella ya no tenía más posibilidades de vivir. Pero, dentro de su vientre, dos corazoncitos latían fuertemente, con sed de vida.

Fue ahí que comenzó una operación de guerra para mantener el embarazo y salvar a los bebés. Durante alrededor de 4 meses, se movilizaron muchos profesionales. El raro embarazo fue acompañado ininterrumpidamente por médicos, enfermeros, nutricionistas, fisioterapeutas y hasta musicoterapeutas, que llevaban dulces canciones para que las oyeran los bebés, intentando así, reproducir el afecto y cariño que, desgraciadamente, a la madre fue imposible transmitir a sus hijos.

El desafío de los médicos era mantener la presión arterial de la madre y los niveles adecuados de oxigenación, hormonas y nutrientes que necesitaban ser transferidos a los bebés y garantizar el desarrollo de ellos. Y todo salió bien. Tras 123 días de lucha, el cuerpo de la madre ya no reaccionaba más. Los médicos decidieron, entonces, hacer la cesárea. Fue el pasado 20 de febrero, según cuenta el diario O Globo.

Ahora la familia convive, al mismo tiempo, con sentimientos mezclados: el nacimiento victorioso de los bebés y la muerte de la guerrera Frankielen

viernes, 24 de febrero de 2017

9 rasgos de una vida sexual sana en el matrimonio cristiano: más allá del cómo, cuándo y cuánto


9 rasgos de una vida sexual sana en el matrimonio cristiano: más allá del cómo, cuándo y cuánto



Carol Peters-Tanksley, norteamericana, es ginecóloga, endocrinóloga reproductiva, autora de libros sobre salud femenina y una cristiana comprometida en tareas de evangelización, sobre todo animando a un estilo de vida sano en lo físico y lo espiritual.


Reflexionando sobre las dificultades que pueden aparecer en la vida sexual de un matrimonio cristiano ha detectado 9 características que se deben tener en cuenta.

Recuerda que Dios creó el sexo ("hombre y mujer los creó", Génesis 1,27) pero que distorsionado o mal usado puede destruir vidas y familias.

“Parto de la premisa de que Dios creó el sexo para ser disfrutado entre el hombre y la mujer en un matrimonio comprometido. El debate tras esa premisa es para otro día. Pero entender cómo está diseñada esta relación puede ayudar a responder muchas preguntas”, escribe la doctora Carol.

Una relación sexual sana:

1. Es desprendida, no egoísta
Una relación sexual sana tiene que ver más con dar que con recibir. El esposo y la esposa se enfocan más en satisfacer las necesidades del otro que en cumplir sus propios deseos. Si ambos se centran en el otro, la mayoría de las dificultades se superan. El qué hacer, o cómo, cuándo, donde, cuántas veces… esas preguntas se responden, en la mayor parte de los casos, yendo en la dirección de lo que el cónyuge quiere.
2. Es honesta
El esposo y la esposa pueden ver las preguntas del “cómo, cuándo, donde, con qué frecuencia” de forma distinta, pero ambos expresarán con honestidad y amabilidad sus deseos, miedos, frustraciones y más. Aunque ambos intentan cumplir con las necesidades del otro, ninguno se sentirá forzado a implicarse sexualmente en algo que les haga luego sentir resentimiento hacia el otro.

 
3. Tiene etapas, temporadas
La vida, y el matrimonio, tienen estaciones, temporadas, con distintas necesidades en lo íntimo. No cada encuentro sexual tendrá el mismo nivel de emoción o satisfacción. Los aspectos más importantes del sexo cambiarán en las distintas etapas del matrimonio.
4. Es relevante, importante
El sexo no es “solo sexo”, es un tipo de intimidad entre esposo y esposa realmente importante. Se ha de tratar como algo valioso, un don precioso que vale la pena guardar, en el que se ha de trabajar, en el que vale la pena mejorar, hacerlo prioritario, invertir en ello, rezar por ello. No hay que menospreciarlo como un añadido menor.
5. Es regularmente irregular
La vida sexual puede ir cambiando: de frecuente a ocasional, de emocionante a confortable, de satisfactorio a frustrante… depende de la salud física, el estrés de la vida y otros factores. En una relación sana, el esposo y la esposa están comprometidos a unirse físicamente, a reconectar así con frecuencia, pero con libertad, sin presiones legalistas.

6. Es exclusiva
Los cónyuges se mirarán el uno al otro exclusivamente, no mirarán a ningún otro lugar para el cumplimiento de sus deseos y necesidades sexuales. La intimidad sexual con una tercera persona está fuera de los límites de una sexualidad sana, pero lo mismo sucede con la pornografía, el exceso de intimidad emocional con otra persona, etc…
7. Es segura y sanadora
Una relación sexual sana permite exponerse, vulnerable, sin ser herido. La relación sexual (o su aplazamiento) no se usa para castigar, para controlar ni para herir. Que te vean por completo, que te conozcan, y que aún así te amen y acepten, es una experiencia maravillosa y sanadora, que sana heridas específicas del pasado, o las comunes de la debilidad humana.
8. Es imperfectamente perfecta
Cada matrimonio es la unión de dos personas imperfectas, y lo mismo sucede con sus relaciones sexuales. Como en cualquier otro ámbito de la vida matrimonial, casi con seguridad en algún momento herirás a tu cónyuge, y él te herirá a ti. Por lo tanto, una relación sexual sana incluye el perdón sincero y una mejoría continua.
9. Es más que física
El acto sexual es el aspecto físico de una intimidad bien trabajada. Por eso, nunca es “sólo sexo”. Esta intimidad completa incluye amistad, perdón, lazos emocionales, entendimiento mutuo y conexión espiritual. La sexualidad marital completa incluye todas esas cosas.

La doctora Carol añade estas consideraciones:
-Hay muchos matrimonios cristianos donde el sexo no cumple todas estas condiciones, pero eso no significa que no sea posible.

-Si tenéis una buena vida sexual, ¡celebradlo! A Dios le gusta.
-Si estáis casados y vuestra relación sexual no es muy buena, no os rindáis. A veces hay que trabajar en mejorar lo sexual, pero otras veces tendréis que trabajar antes otros aspectos de vuestro matrimonio y eso hará que mejore vuestra intimidad.
-Si no estás casado, no te rindas. El miedo, la culpa, la desesperación y otros mensajes negativos pueden presionarte para que aceptes algo menos que el matrimonio. Te animo a que te reserves para lo mejor.

No hay “Diez pasos garantizados para una relación sexual impresionante”. Una relación sana en una pareja cristiana es un asunto de crecimiento, compromiso y gracia de Dios. Requiere esfuerzo y vale la pena trabajar por ella.


(Tomado del original en inglés aquí)


qué pasa cuando nos morimos


154. ¿Qué pasa con nosotros cuando morimos?
En la muerte se separan el cuerpo y el alma. El cuerpo se descompone, mientras que el alma sale al encuentro de Dios y espera a reunirse en el último día con su cuerpo resucitado. [992-1004, 1016-1018]


El cómo de la resurrección de nuestro cuerpo es un misterio. Una imagen nos puede ayudar a asumirlo: cuando vemos un bulbo de tulipán no podemos saber qué hermosa flor se desarrollará en la oscuridad de la tierra. Igualmente no sabemos nada de la apariencia futura de nuestro nuevo cuerpo. Sin embargo, san Pablo está seguro: «Se siembra un cuerpo sin gloria, resucita glorioso» (1 Cor 15,43a).


 ir al cielo
155 ¿Cómo nos ayuda Cristo en la muerte, si confiamos en él?
Cristo nos sale al encuentro y nos conduce a la vida eterna. «No me recogerá la muerte, sino Dios» (santa Teresa del Niño Jesús). [1005-­1014, 1016, 1019]
Contemplando la pasión y la muerte de Jesús incluso la muerte puede ser más llevadera. En un acto de confianza y de amor al Padre podemos decir «sí», como hizo Jesús en el Huerto de los Olivos. Esta actitud se denomina «sacrificio espiritual». El que muere se une con el sacrificio de Cristo en la cruz. Quien muere así, confiando en Dios y en paz con los hombres, es decir, sin pecado grave, está en el camino de la comunión con Cristo resucitado. Cuando morimos, no caemos más que hasta las manos de Dios. Quien muere no viaja a la nada, sino que regresa al hogar del amor del Dios que le ha creado. 

5 oraciones cuando tienes miedo a la muerte

amor de dios
* El texto (pregunta y respuesta) proviene del Youcat = Catecismo para Jóvenes. Los números que aparecen después de la respuesta hacen referencia al pasaje correspondiente del Catecismo de la Iglesia Católica que desarrolla el tema aún más. Basta un clic en el número y será transferido.