Rafael Pérez del Solar, catholic-link, com
El video que presentamos en esta oportunidad, forma parte de una iniciativa llamada “Fight the new drug” que en redes sociales ha utilizado el hashtag #Pornkillslove, buscando concientizar a las personas del verdadero daño que genera en la sociedad y en uno mismo, el uso de la pornografía.
El video afronta la temática, desde una perspectiva interesante: El rumbo de la sociedad, comienza a configurarse con las decisiones de las personas. Toda decisión lleva a tomar una acción que puede impactar positiva o negativamente en los que nos rodean.
Una opción por “consumir” pornografía, o promover que “es inofensiva”, o pensar que “solo afecta a las personas violentas o con problemas” (con toda la información científica que conocemos del grave daño que causa en uno mismo y en las relaciones humanas), es una forma de aceptar la degradación propia y la del otro, no es otra cosa que reducir mi dignidad de ser humano y la de la sociedad toda. La pornografía es como una droga, reacondiciona el cerebro y realmente crea adicción. Y no solo se queda en eso. Altera nuestra visión sobre lo que significan las relaciones sexuales y lleva a que se “cosifique” a la pareja.
El Papa Juan Pablo II, nos decía desde ya hace muchos años en su audiencia General del 6 de mayo de 1981:
(…) Estamos ante una obra o reproducción que, junto con la objetivación del hombre y de su cuerpo, la intencionalidad fundamental supone una reducción a rango de objeto, de objeto de “goce”, destinado a la satisfacción de la concupiscencia misma. Esto colisiona con la dignidad del hombre.
Una opción por “consumir” pornografía, o promover que “es inofensiva”; no es otra cosa que aceptar reducir mi dignidad de ser humano y la de la sociedad toda.
Nuestra sociedad se va convirtiendo lentamente, en un lugar donde hay menos compromiso en el Amor, más destrucción interior, más lejanía de la propia dignidad y donde la mayoría calla porque se tiene vergüenza a hablar del tema, o se justifica con vanas explicaciones seudosicologistas de que “es liberador”, es “progresivo”, y que “si no consumes no tiene porqué incomodarte”. Pero la realidad es que la pornografía es violenta, es abusiva, es degradante y distorsiona el significado de las relaciones de pareja.
Somos la primera generación del mundo en afrontar la pornografía con esta intensidad y a esta escala. Esto es algo que nos debe hacer tomar la urgencia de este asunto. Tenemos la responsabilidad de compartir y buscar el amor verdadero, ese que nos mueve a abrirnos a la otra persona, que implica entrega y generosidad, ese que por el cual no se necesita pagar, ni ser vivido a escondidas, ese que está hecho para ser luz que de calor a las vidas de tantas personas que mueren por el frío en sus corazones.
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