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miércoles, 30 de septiembre de 2020

Evangelio del día

ChristianArt 
 
Lucas 9,57-62 Las aves del aire tienen nidos 
 
 
Prímulas y nido de pájaro, pintado por William Henry Hunt (1790-1864), pintado en los años 1840,
acuarela sobre papel © Tate Britain, London 

En aquel tiempo, mientras Jesús y sus discípulos iban de camino, le dijo uno: «Te seguiré adondequiera que vayas». Jesús le respondió: «Las zorras tienen madrigueras, y los pájaros del cielo nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza». A otro le dijo: «Sígueme». El respondió: «Señor, déjame primero ir a enterrar a mi padre». Le contestó: «Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios». Otro le dijo: «Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de los de mi casa». Jesús le contestó: «Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás vale para el reino de Dios».



Bulle

Santa Gertrudis de Helfta (1256-1301)
monja benedictina
Ejercicios espirituales IV (SC 127. Œuvres spirituelles, Cerf, 1967), trad. sc©evangelizo.org


“Te seguiré adonde vayas” (Mt 8,19)

Tú, alegría desbordante de mi espíritu, tú, alabanza de mi corazón y mi boca, mi Jesús: te seguiré adonde vayas. Cuando hayas reivindicado para ti mi corazón y lo hayas poseído como propio, jamás en el mundo me serás quitado. (…)
“Así son los que buscan al Señor, los que buscan tu rostro Dios de Jacob” (Sal 23,6). (…)
Dulce Jesús, hazme inscribir y contar entre la raza de los que te conocen, Dios de Israel. En la raza de quienes buscan tu rostro, Dios de Jacob. En la raza de los que te aman, Dios de los ejércitos. Por gracia, haz que teniendo manos inocentes y corazón puro, reciba bendición y misericordia de ti, oh Dios de mi salvación. (…)
Cordero de Dios, en la vía dónde camino, toma mi mano derecha, para que no desfallezca. Cordero de Dios, lo que comencé en tu Nombre, haz que fielmente lo cumpla gracias a tu ayuda. Cordero de Dios, que mis pecados no sean un obstáculo, sino que tu misericordia me haga progresar en todas estas demandas. ¡Oh Cristo escúchame! Y a la hora de mi muerte, alégrame en tu salvación. (EDD)




Especialmente para los que NO suelen ir a Misa los Domingos

Aquí podemos ofrecerle sólo unos pocos aspectos de las mil maravillas
de la Santa Misa


Acerquémonos a la Eucaristía para que nuestro corazón se encienda.

El fuego es para que arda. Si tenemos en la Eucaristía la brasa, acerquémonos a ella para que nuestro corazón se encienda.

Santa Laura Montoya



Toda alma cristiana necesita la Eucaristía.
Toda alma cristiana necesita la Eucaristía. Según las palabras de Nuestro Señor Jesucristo: "En verdad os digo que si no comiereis la Carne del Hijo del hombre y no bebierais su Sangre, no tendréis vida en vosotros. Quien come Mi Carne y bebe Mi Sangre, tiene vida eterna" Juan 6, 53-54.
SS Pío XII
Audiencia general
Miércoles 7 de junio de 1939

La consagración, elemento central de nuestra vida cristiana.
¡Oh, si fuéramos a la Misa a renovar el drama sagrado, a ofrecernos en el ofertorio con el pan y el vino que van a ser transformadas en Cristo pidiendo nuestra transformación! La consagración sería el elemento central de nuestra vida cristiana. Teniendo la conciencia de que ya no somos nosotros, sino que tras nuestras apariencias humanas vive Cristo y quiere actuar Cristo.
San Alberto Hurtado


Invocando el nombre de la Virgen María.
El que desee gustar de la dulzura escondida en el Sacramento del Altar y acercarse dignamente a este mismo Sacramento, ha de disponerse invocando el nombre de la Virgen María.
San Buenaventura
Doctor de la Iglesia

Un solo pan y un solo cuerpo.
Concluyo con un sueño: en él la Curia romana es como una gran hostia, en el seno de la Iglesia, que es como un gran Cenáculo. Todos nosotros somos como granos de trigo que se dejan moler por las exigencias de la comunión para formar un solo cuerpo, plenamente solidarios y plenamente entregados, como pan de vida para el mundo, como signo de esperanza para la humanidad. Un solo pan y un solo cuerpo.
Siervo de Dios Cardenal F. X. Nguyen van Thuan

Un manjar más dulce que la miel.
Por eso, yo llamaría maná a la misma Virgen María, porque derramó sobre todos los pueblos un manjar más dulce que la miel.
San Máximo de Turín

Ofrezcamos cada mañana nuestra voluntad humana para el cáliz de la redención.
Un alma permanece superficial mientras que no ha sufrido. En el misterio de Cristo existen profundidades divinas donde no penetran por afinidad sino las almas crucificadas. La auténtica santidad se consuma siempre en la cruz. El que quiere comulgar con provecho, que ofrezca cada mañana una gota de su propia sangre para el cáliz de la redención.
San Alberto Hurtado



Apostolado de la Santa Misa Diaria


¡Dejémonos de cuentos! Hombres y mujeres son complementarios, no iguales

¡A todo el mundo le encanta este video! (A todo el mundo femenino, mayormente). La mayor parte de las mujeres que lo ven dicen: «¡Qué lindo sería que mi esposo sea como el que describe este hombre, tan sensible y atento, y no la porquería con la que me casé!».
Es lógico, según lo que dice este hombre, los hombres debemos compartir la «carga mental» de las mujeres. Ellas se sienten tan solitas, tristes, abandonadas, incomprendidas, que escuchar a un hombre decir las maravillas que dice esta persona, les llena la cabeza de fantasías hermosas sobre príncipes encantadores y damiselas en peligro rescatadas de las garras del dragón por el valeroso caballero.
En las tierras de la fantasía, todo eso suena como a serenata nocturna, como a un mundo maravilloso, que además este buen psicólogo presenta como posible, deseable y cercano. «Lástima grande que no sea verdad tanta belleza», dirían los poetas.
Este psicólogo (que estoy seguro que en su casa es un dechado de virtudes y un caballero andante) está fantaseando y presentando como posible, deseable, frecuente y normal que suceda algo que ocurre en muy pocos matrimonios. Y que en los pocos matrimonios que ocurre es porque en ese matrimonio hay un hombre con el espíritu quebrado.

¡No me malinterpretes!

Yo soy un caballero andante y en mi casa la cocina es casi exclusivamente mi responsabilidad. Me baño y llevo la ropa al cesto de la ropa sucia (que está ¡En el otro extremo de la casa!). Siempre llevé a los niños a su cama cuando se pasaban a la nuestra y me gusta mucho hacer de chofer de la familia. Y allí terminan mis habilidades de «esposo colaborador»… Y ¡Doy conferencias sobre cómo ser un esposo colaborador.

Un poco de realismo entre tanta magia

El hombre debe compartir las responsabilidades del hogar. Es corresponsable de absolutamente todo lo que pasa en la casa. Eso está claro. No puede desentenderse de las tareas cotidianas porque las tareas cotidianas son parte esencial de la vida, tiene que hacer su «cuota» y ser generoso en la entrega. Nadie discute eso.
El problema es que hombres y mujeres somos esencialmente distintos, y pretender que seamos exactamente iguales es nada más que un engaño: los hombres y las mujeres somos ontológicamente distintos, y nuestras diferencias no están llamadas a enfrentarse, pero deben sí o sí educarse.
Lo que a las mujeres les sale naturalmente (colaborar en casa) a los hombres nos cuesta mucho más. Las mujeres son ontológicamente serviciales, nosotros somos ontológicamente competitivos. Cuando una mujer ve a otra hacer algo, le sale naturalmente ofrecer ayuda. Cuando un hombre ve a otro hacer algo, si participa en la actividad, inmediatamente se pone a competir para ver quién termina primero.
Eso lo saben instintivamente las madres de varones que en lugar de gritar «tienen que ordenar su habitación» les sugieren a sus niños: «el que junte más juguetes se gana un beso de mami». Hace poco me llegó un meme que decía algo así como:
«Nuestra generación está tan preocupada por mostrar que las mujeres pueden hacer lo mismo que los hombres, que se pierde lo que la hace única. La mujer no fue creada para hacer todo lo que hace un hombre, la mujer fue creada para hacer todo lo que un hombre no puede hacer». Si no comprendemos y valoramos esta diferencia, vamos a parar al mundo de la fantasía que presenta este psicólogo.

Lo ideal es enemigo de lo posible

¿Por qué comencé este artículo en un tono tan fuerte y oponiéndome al video que tenía que comentar? ¡El video es bueno y sería mucho mejor si pudiera realizarse inmediatamente, pero parte de un supuesto equivocado! ¿Cuál es ese supuesto equivocado? Que los hombres y las mujeres tenemos exactamente las mismas aptitudes, actitudes y prioridades en las actividades que rodean a las tareas del hogar.
Lo dice explícitamente: la única tarea que es específicamente materna, es la lactancia. En todo lo demás, deberíamos compartir la responsabilidad (ser co-responsables). Hasta ahí estoy de acuerdo, parcialmente. Pero luego da un paso más y sostiene «también tenemos que compartir la carga mental» y cuando abunda sobre este concepto es donde se ve la «trampa» de esta clase de videos.

Somos distintos: somos complementarios

Hombres y mujeres no somos iguales. Somos iguales en dignidad, en importancia y en el amor de Dios hacia cada uno de sus hijos. Eso con seguridad. Pero luego, en casi todo lo otro, somos muy distintos. Somos tan distintos, que muchas veces parece increíble que podamos convivir bajo el mismo techo con tantas diferencias que tenemos.
Si negamos esas diferencias, y queremos ver a hombres y mujeres como exactamente iguales, nos estamos perdiendo la riqueza intrínseca del matrimonio. Como somos diferentes podemos donarnos al otro, y lo que donamos es, precisamente aquello en lo que somos diferentes.
Cuando una persona se enamora de otra persona, lo que está buscando en la otra persona no es lo que tiene, sino, precisamente lo que le falta. Somos seres incompletos, seres que tenemos necesidad del otro, y cuando buscamos al otro lo buscamos para que nos «complete». Somos seres complementarios. Especialmente en la función parental es donde esta complementariedad tiene una función primordial para la crianza y educación de nuestros hijos (te recomiendo el curso online: «Formar a nuestros hijos en la fe»).
Nuestra fisiología es autosuficiente para todas nuestras funciones corporales, excepto para una: en la sexualidad somos diferentes, pero esa diferencia no es para enfrentarse, sino que está llamada a complementarse. Tenemos en nuestro cuerpo lo que el otro necesita para perpetuar nuestra especie y para unirnos en una forma que solo la unión conyugal abierta a la vida puede lograr: la donación entera y total de mis riquezas para el beneficio del otro.
Para donarme a otro, para que mi donación sea realmente un regalo, tengo que tener algo que el otro no tiene. Cada melodía es importante, pero la belleza está en la polifonía. Sintiendo la brecha ontológica, los sexos se atraen, se necesitan porque se complementan.

Un poco de fisiología

Esa diferencia que se manifiesta en lo sexual es de crucial importancia en nuestras relaciones conyugales. Pero desde el momento en el que la mujer queda embarazada, esa diferencia se amplifica, se magnifica por una programación neurofisiológica que logra convertir a la mujer en una «superdotada» para la tarea maternal.
El cerebro de la mujer, mediante nueve meses de interacción con el bebé en su interior, se «reconfigura» para ser madre. Su área de reconocimiento facial se especializa, y por eso una madre va a ser capaz de reconocer la cara de su bebé entre cientos de otros bebés. Su área de reconocimiento auditivo se prepara para escuchar sonidos agudos, de modo tal que solo con escuchar a su bebé llorar, la madre reconoce qué le pasa y cómo resolverlo.
Todo ese diálogo fisiológico provoca secuelas permanentes y persistentes en todo el comportamiento femenino: se reconfigura su modo de ver, su modo de escuchar, su modo de dormir, su modo de entender el mundo. Por los próximos años, el hijo (y los hijos que sigan a ese primer hijo) se van a volver una prioridad absoluta, completa e impostergable para ella.
Pretender que el padre y la madre tienen la misma «carga mental» en la crianza de los niños es un disparate sin pies ni cabeza. La madre siente las necesidades de sus hijos como propias, como necesidades fisiológicas impostergables. La carga emocional que la madre siente cuando su hijo sufre, es incomparablemente mayor que la que pueda sentir cualquier hombre en cualquier circunstancia. El hombre carece de ese condicionamiento biológico imperativo que hace que la mujer sufra con su hijo como si su sufrimiento fuera propio.

Adicción al hijo

Como parte del trabajo de parto, y el cierre del puerperio, la mujer se hace adicta, literalmente adicta al olor de su hijo. La descarga de dopamina en el cerebro de la mujer por sentir el olor de su hijo es prácticamente igual a la que siente un adicto a las drogas cuando recibe su dosis.
Por eso, cuando las mujeres vuelven al trabajo luego de la lactancia, tienen los mismos síntomas de abstinencia que tienen los adictos a las drogas: náuseas, mareos, vómitos, etc. De esa adicción al hijo se le da naturalmente a la mujer muchas de las características que tan importantes son para el cuidado del crecimiento del hijo: recuerda con extrema facilidad fechas, lugares y especialmente citas para el cuidado del hijo.
El hombre a duras penas recuerda que tiene un hijo. Pretender que ambos tienen corresponsabilidad en estas facetas del cuidado es desconocer toda la fisiología del embarazo, parto y puerperio.

Amor de mamá, amor de papá: la diferencia en la mirada

La madre entrega al hijo una mirada incondicional, porque su amor está biológicamente condicionado. El hombre entrega al hijo una mirada condicional, porque no tiene ese condicionamiento biológico. Esto es un comportamiento puramente instintivo y esa mirada binocular pero complementaria, logra hijos plenos.
Cada mirada es importante, cada punto de vista es valioso, pero son esencialmente diferentes, y están llamados a exigir de un modo diferente. El amor de padre generalmente será determinante de la exterioridad de niños y niñas. El padre formará la seguridad y la exterioridad de los niños, y su modo de enfrentar el mundo.
Papá representa la justicia y la seguridad, y transmite esos criterios a niños y niñas. Generalmente, papá es muy exigente con los hijos varones, y tiene un poco más de dificultad para disciplinar a las niñas.
El amor de madre generalmente será determinante de la interioridad de niños y niñas. La madre formará la ternura y la interioridad de los niños y su modo de relacionarse con los demás. Mamá representa el amor y la cercanía afectiva, y transmite esos criterios a niños y niñas. Generalmente, mamá es muy exigente con las hijas mujeres, y tiene un poco más de dificultad para disciplinar a los niños.

La innegable abnegación femenina

Las mujeres se «reprograman» para ser abnegadas durante el embarazo. Las necesidades de sus hijos son sus necesidades, y no pueden entender cómo los padres podemos «dejar sufrir» a un hijo pudiendo evitarlo. El amor de madre no mide el peligro: cualquier peligro es un peligro de vida o muerte.
Para la madre no hay peligros chicos: el mundo es amenazante, y no hay esfuerzo que no sean capaces de hacer por sus hijos. Entonces, cuando ve que el papá no escucha a su hijo llorar por la noche, decide (casi unilateralmente), no pedir ayuda, y asume la responsabilidad completa del cuidado del hijo. Porque está biológicamente condicionada para hacerlo super bien.
El innegable perfeccionismo femenino. Este «mindset», esta disposición mental la lleva a pensar (erróneamente) que nadie va a hacer las cosas como ella las hace. Se convierten en obsesivas perfeccionistas. Y cuando el hombre quiere «colaborar», lo expulsan diciendo: «deja, lo voy a hacer yo porque tú no sirves para esto».

¡Viva la diferencia!

¿Puede un padre ser tierno y una madre ser exigente? ¡Por supuesto que sí! Pero en la casi totalidad de los casos, el instinto maternal es determinante para fomentar la ternura y la certeza del amor incondicional de los niños. Y en la casi totalidad de los casos el instinto paternal es determinante para fomentar la seguridad en las propias capacidades y lanzar al niño al mundo. Son amores distintos, son amores complementarios.
El amor de madre, al estar basado en este lazo biológico, es un amor incondicional, un amor que acepta al hijo tal cual es, y no cuestiona la clase de hijo que tiene, sino que acepta al hijo del modo que el hijo vino al mundo. El condicionamiento fisiológico maternal va a tratar de evitar que al hijo le sucedan cosas peligrosas, y la «hembra parida» en cualquier especie de mamífero superior, va a llegar a exponer su vida para cuidar a su cría. Por lo tanto, es un amor que buscará por todos los medios proteger a su cría de los peligros de la vida.
El amor de padre tiene, contrariamente al amor materno, un fuerte componente voluntario, y solo un débil componente biológico. El componente biológico puede incrementarse en pequeñas cantidades mediante un acto voluntario, pero nunca será ni remotamente parecido al vínculo biológico materno.
Al ser un rol voluntario, el tipo de vinculación que se establece entre el padre y los hijos es un vínculo espiritual, contrapuesto al vínculo biológico que se establece con la madre. Este rol voluntario va a estar más condicionado, y tendrá por lo tanto una exigencia superior sobre los resultados de la performance de los hijos en la vida.
El amor paterno será mucho más exigente que el de la madre, y buscará que el niño esté siempre dando lo mejor de sí mismo. El padre transmitirá al hijo y a la hija la seguridad necesaria como para afrontar los peligros del mundo, de acuerdo a su capacidad, y generando y ampliando la confianza en sí mismo del niño.
Por lo tanto, el amor paterno formará la exterioridad en la afectividad del niño, y su modo de relacionarse con el mundo. Al ser un amor exigente y demandante, el padre formará la idea de la justicia y la autoridad en la mente infantil. La relación con un padre presente, especialmente en la infancia y adolescencia formará a niños que respeten la autoridad y busquen la justicia en sus acciones.

No podemos ser iguales, ni tenemos que serlo

El problema de estos videos de «divulgación» es que generan falsas expectativas, y generan falsos objetivos. La intención general es buena, pero en lugar de favorecer el diálogo en la familia, y lograr una mejor colaboración, genera el efecto contrario. El papa Francisco dijo en su catequesis del 15 de abril de 2015:
«Para conocerse bien y crecer armoniosamente el ser humano necesita de reciprocidad entre el hombre y la mujer. Cuando no es así, se ven las consecuencias. Estamos hechos para escucharnos y ayudarnos recíprocamente. Podemos decir que sin el enriquecimiento mutuo en esta relación —en el pensamiento y la acción, en los afectos y el trabajo, también en la fe— los dos no pueden entender plenamente lo que significa ser un hombre y una mujer. La cultura moderna y contemporánea ha abierto nuevos espacios, nuevas libertades y nuevas profundidades para el enriquecimiento de la comprensión de esta diferencia, pero también ha introducido una gran cantidad de dudas y escepticismo».
Tenemos que saber que somos diferentes, que esa diferencia nos beneficia, y que tenemos que apreciarnos precisamente porque somos diferentes. De nuestras diferencias nos enriquecemos, porque no puedo donarme si soy exactamente igual al otro.
Andrés D'Angelo, catholic-link





La finalidad de las relaciones sexuales como nunca te la habían explicado


Hablemos de la finalidad de las relaciones sexuales. Pero antes, pensemos en que cuando uno se acerca a algo que no conoce, junto con la pregunta: «¿qué es?», suele preguntar también: «¿y para qué sirve?». De hecho, a veces el nombre de la cosa en sí mismo nada dice, por lo que la pregunta del «¿para qué…?» es importante.
Cuando uno se pregunta: «¿para que sirve esto?», en el fondo, pregunta por la finalidad. Esta pregunta es la más importante, pues apunta a conocer la razón de la existencia de dicha cosa. Es decir, aquello que le da su sentido. Y conociendo la finalidad de una cosa, puedo hacer uso de ella sin dañarla.
El día de hoy, trataremos de aplicar esto a las relaciones sexuales. Intentaremos conocer su finalidad y ver de qué forma podemos usarlas de manera adecuada.

Si nos vieran los extraterrestres…

Ninguno de nosotros viene al mundo con un manual bajo el brazo que le diga para qué sirven las relaciones sexuales y cómo usarlas. De hecho, tenerlo nos facilitaría mucho las cosas. Ahora bien, como todo lo que viene sin manual, podemos tratar de conocer su finalidad viendo qué es lo que hace, qué efectos produce, cómo se comporta.
Tratando de ser lo más objetivos posibles, imaginemos que un grupo de extraterrestres viene a la tierra y —sin ningún tipo de prejuicio— busca investigar la finalidad de las relaciones sexuales. Desde una perspectiva puramente «científica», el observador alienígena podría llegar a la conclusión de que las relaciones sexuales sirven para dos cosas.
Por un lado, para darle continuidad a la especie humana. Y por otro, para establecer un vínculo entre las personas que participan de dicho acto. En frío, las relaciones sexuales sirven para ambas juntas.
Alguno dirá: «¿y qué ocurre con el placer?». El placer en realidad es el medio que permite que los fines se consigan. Sin placer, la gente no tendría relaciones sexuales, con lo cual, la reproducción se haría más ardua, y no se establecería un vínculo tan íntimo entre las personas.

Las cosas y sus fines

Relaciones sexuales: ¿cuál es su verdadero fin?
Hago aquí un pequeño excursus, pero prometo volver. ¿Para que sirve una mesa? La mesa sirve para sostener cosas. ¿La mesa sirve para sentarse sobre ella? Ciertamente, no ha sido hecha para eso. Sin embargo, el hecho de sentarse es una acción que no va en contra de su finalidad. Por eso, salvo que yo sea muy pesado o la mesa sea muy frágil, puedo sentarme en ella sin destruirla.
De la misma manera, un hacha sirve para cortar madera. ¿Puedo usarla para cortarle la cabeza a alguien? Ciertamente, no es algo en absoluto recomendable, pero el hecho de hacerlo no iría en contra de la finalidad del hacha. En última instancia, su finalidad es cortar.
A lo que voy con esto es que puedo hacer uso de las cosas para un fin distinto del que inicialmente fueron hechas siempre y cuando, al hacerlo, no vaya en contra de dicha finalidad.
¿Podría usar una mesa volteada como tabla de surf? Podría intentarlo, pero muy probablemente la mesa terminaría destruida, y yo, debajo de alguna ola. ¿Puedo usar un hacha como ancla? Puedo intentarlo, pero la hoja pronto perdería su filo por el roce con el fondo del océano y se oxidaría, y la madera del mango terminaría pudriéndose.
Cuando a una cosa le doy un uso contrario a su finalidad, le hago daño, la destruyo.

Desórdenes alimenticios

Relaciones sexuales: ¿cuál es su verdadero fin?
Creo que con el ejemplo anterior se empieza a ver hacia dónde quiero ir con todo esto. Pero acerquémonos a las relaciones sexuales de a pocos, primero a través de algo que también puede llegar a ser muy placentero: la comida.
¿Para qué sirve comer? Claramente, sirve para nutrirnos, para ayudar a mantenernos vivos. Nos da el «combustible» que nos permite realizar todas nuestras actividades. La nutrición es un fin tan importante, que la acción que nos permite conseguirlo —comer— está asociada al segundo placer más grande que podemos experimentar a nivel físico. El primero, claramente, es el placer sexual.
Al comer, ¿puedo ir en contra de la finalidad de dicho acto? Claro que puedo: puedo comer únicamente por placer. Puedo comer, vomitar, y luego seguir comiendo. Ahora bien, comer y luego vomitar no es como usar la mesa para sentarse encima, o el hacha para atacar a alguna persona. Es más bien como surfear con la mesa: claramente voy en contra de su finalidad, que es la nutrición.
Esto puede degenerar en desórdenes alimenticios que ya no dañan una cosa externa, sino que dañan a la propia persona. Y para quien los padece, son causa de mucho sufrimiento.

Finalidad del sexo

Relaciones sexuales: ¿cuál es su verdadero fin?
Hemos hecho un largo rodeo para volver finalmente al tema de las relaciones sexuales. Todo para entender que cuando uso algo de una manera que es contraria a sus fines, lo daño.
Y esto hace que prestemos una especial atención a las relaciones sexuales, pues ellas siempre involucran a otra persona. El riesgo de usarlas mal no consiste solo en un potencial daño a uno mismo, sino también a la persona con quien se practican.
Tanto la unión de la pareja cuanto la continuidad de la especie son dos fines inseparables de las relaciones sexuales. Aclaro que no quiero decir con esto que en cada relación sexual se deba buscar tener hijos.
En efecto, la fertilidad de la pareja está determinada por los periodos de fertilidad de la mujer, la cual es cíclica por naturaleza. Por más que se quisiera, no sería posible buscar un embarazo en cada relación sexual. Lo que quiero decir es que es importante tener en el horizonte ambos fines para que el acto sea pleno.

Cuando el fin se desvirtúa

En muchos ámbitos, cuando se habla de sexo, se suele poner en el centro el placer, como si este fuera el fin. Pero por más que se superponga el placer, no es posible eliminar del todo la presencia de los dos fines arriba señalados, pues son exigidos por la naturaleza misma del acto.
Por eso, cuando no se buscan, es necesario tratar de suprimirlos deliberadamente. Se trata de suprimir la posibilidad del embarazo, por ejemplo, con el uso de anticonceptivos. Esto hace que en cada relación sexual se vea una situación de peligro de la que hay que «cuidarse». Y la fertilidad —la propia y la de la pareja— es tratada como un enemigo.
En suma, al tratar de suprimir este fin, el sexo es visto como algo riesgoso, lo cual incide en la actitud que uno asume al realizarlo. De manera similar, es posible intentar acercarme a una relación sexual sin que ello implique el establecimiento de un vínculo profundo con otra persona.
Pero esto supone asumir una actitud en extremo artificial. Supone quebrarme interiormente, de forma tal que, a la vez que entrego el cuerpo, trato de no comprometerme interiormente en dicha acción. Y sin embargo, esto nunca llega a ser todo posible, pues donde pongo en juego todo mi cuerpo, pongo en juego la totalidad de mi persona.
Al final, para comprar un momento de placer, termino pagando más de la cuenta: pago con el valor total de mi persona.

Un invitación a reflexionar

La finalidad de este artículo no es hacer juicios de valor sobre las situaciones concretas de cada individuo. Me interesa invitar a la reflexión, sobre todo en relación con una práctica tan extendida hoy en día como es el sexo.
El cual, por no tener en cuenta su doble finalidad —y sobre todo, la plenitud que encuentra en su ámbito propio, que es el matrimonio—, muchas veces se lleva a cabo de una manera que termina dejando profundas heridas. ¡Anímate a compartirnos tu opinión en los comentarios!
Nuestro autor también tiene un blog llamado www.amafuerte.com donde puedes encontrar más contenidos sobre este tema.
Daniel Torres Cox, catholic-link



martes, 29 de septiembre de 2020

5 consejos prácticos para fortalecer la virtud de la pureza en el día a día


En el lenguaje teológico se entiende por pureza a la virtud de estar «limpio» ante los mandatos de Dios. Esta «limpieza» hace alusión a la ausencia de pecado que, por definición, es: la ausencia de Dios. La pureza es, entonces, la transparencia nítida y plena de la huella de Dios en nosotros y su práctica es fielmente una correlación con lo sagrado.
Cada vez parece más complicado practicar esta virtud entre las muchas ofertas vagas que desvalorizan al ser humano. Pero, ante todo, debemos recordar su trascendencia. La misma Biblia nos lo dice: «Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios». (Mt 5, 8).
¿Te imaginas el magnánimo momento en el que podamos ver directamente a Dios? Será verdaderamente, el mejor de toda nuestra existencia.

¿Quiénes son aquellos que mantienen un corazón puro?

La respuesta es sencilla, son quienes han logrado (y realmente es un gran logro) ajustar su inteligencia y voluntad a las exigencias de santidad en el orden de Dios. Esto basándose, principalmente, en cuatro dominios: la caridad, la castidad, el amor a la Verdad y la ortodoxia de la fe. Así es que se define un vínculo claro entre la pureza del corazón, la del cuerpo y la de la misma fe.
El Catecismo de la Iglesia Católica (CIC) hace una profunda reflexión al respecto:
2519 «A los «limpios de corazón» se les promete que verán a Dios cara a cara y que serán semejantes a Él. La pureza de corazón es el preámbulo de esta visión.
Ya desde ahora, esta pureza concede ver según Dios, recibir al otro como un «prójimo»; nos permite considerar el cuerpo humano, nuestro y del prójimo, como un templo del Espíritu Santo, una manifestación de la belleza divina».
Es cierto que, lamentablemente, la impureza recubre el ambiente y es una imposición contra la que debemos luchar. En específico, la lucha por la tentación de la carne resulta en una contienda compleja entre la visión espiritual y la que el mundo nos muestra.
Solo de la mano de Dios es que podremos alcanzar un corazón puro que nos permita ser templo del Espíritu Santo. Pero, como en todo, también debemos poner nuestro esfuerzo y determinación para lograrlo. Por eso, te compartimos cinco consejos prácticos que te ayudarán a desarrollar esta virtud en tu día a día:

1. Purifica tu pensamiento

En mi país, México, decimos comúnmente que nuestra mente es —la loca de la casa— y, ¡con mucha razón! Es a través de nuestros pensamientos que llegamos a fantasear o desarrollar deseos que van en contra de un perfil auténtico cristiano.
Así que, ¡cuidado! Rompe con pensamientos que te alejen de tu aspiración por un corazón puro y distráete. Aprovecha para hablar con Dios, ofrécele tu lucha.

2. Practica la pureza de intención

Que consiste en buscar el fin verdadero del hombre, manteniendo como firme meta el encontrar y realizar la Voluntad de Dios para nosotros. Puede costar, pero intentarlo es la clave.

3. Purifica la mirada

Al ver a un hermano o hermana, aprende a verlo como hijo de Dios. ¡Que somos todos! El pecado no está en la mirada, sino en el deseo, así que mantente atento. Recuerda que con la mirada también se activan los sentidos.

4. Practica la castidad

La pureza exige el pudor que preserva la intimidad de la persona, ordenando sus acciones en conformidad con el respeto a la dignidad de los demás.
La castidad y el pudor protegen el amor verdadero, invitan a la donación completa y al compromiso definitivo entre el hombre y la mujer. La invitación es a optar por un estilo de vida modesto, que resista a la presión de modas e ideologías de actualidad.

5. Purifica tu corazón

Para lograrlo dependeremos de la oración (te recomiendo el cursto/taller «Crecer en la vida de oración»), la castidad y la pureza de intención y mirada, en paquete.
Purificar tu corazón implica alejarte y rechazar todo aquello que hiera tu pureza. Esto es una cuestión personal de decisión y constante lucha, pero con Dios de la mano todo es posible.
La pureza del corazón nos permitirá un día el poder ver a Dios, pero desde ahora, nos da la capacidad de ver todo bajo el propósito para el cual Dios lo creó.
Es evidente que la sociedad actual ha olvidado esta promesa, incluso muchos católicos lo han hecho. Pero debemos tener presente que la pureza es fielmente un puente hacia Dios.
La templanza, la moderación y una sabia elección, nos ayudarán a perseguir un deseo de profunda santidad. Las tentaciones siempre estarán presentes, pero con la gracia de Dios podremos combatirlas, muchos santos son vivo ejemplo de ello.
Para terminar, te aconsejo leer la historia de San Agustín. Un santo que llevó una vida bastante alejada de la pureza, hasta que puso su mirada (y su vida) al servicio de Dios. La puedes encontrar aquí.
¡Oro por ti!
Myriam Ponce, catholic-link




El significado de los nombres de los arcángeles: Miguel, Gabriel y Rafael

THREE ARCHANGELS

A finales de septiembre, la Iglesia nos invita a celebrar a unos santos arcángeles

El 29 de septiembre, la Iglesia celebra a los arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael. ¡Unos superángeles, los más ligeros! Como todos los ángeles, son enviados de Dios ante las personas: “Alaben al Señor, ustedes sus ángeles, paladines que ejecutan su palabra y obedecen su mandato” (antigua apertura).
Los arcángeles vienen primero entre las criaturas espirituales que proclaman lo increíble de Dios. A menudo son enviados a misiones imposibles. Estos agentes tan especiales permanecen siempre ante Dios y Le sirven día y noche. Cuando salen del anonimato, portan nombre de persona y, con este nombre, una función.

El combativo, el diplomático y el compasivo

Primero está el líder, Miguel, cuyo nombre significa “¿quién es como Dios?”, luchador del Dragón. Es el más grande de los espíritus angélicos. Es el luchador por excelencia contra las fuerzas del Mal. Cuando Dios necesita un ángel fuerte y rápido, envía a Miguel.
Luego viene Gabriel, el diplomático, cuyo nombre significa “hombre de Dios”. El libro de Daniel presenta a Gabriel como un ángel intérprete. Se le conoce sobre todo en el Nuevo Testamento por sus apariciones a Zacarías y a María. Cuando Dios quiere hacer un gran anuncio, envía a Gabriel.
Por último, está el compasivo Rafael, que quiere decir “Dios sana”. Este ángel bonachón acompaña al joven Tobías para que tenga un buen viaje. Avisa a peregrinos y viajeros y libera también de los malos espíritus. Se presenta a sí mismo como uno de los siete ángeles que están ante Dios, ofreciéndole nuestras súplicas gratuitamente. Cuando Dios quiere hacer avanzar a alguien en el camino de la vida, envía a Rafael.

Cuando los arcángeles nos envían señales discretas

Estos arcángeles de la luz nos dicen cuán hermoso es Dios. Con los demás ángeles anónimos, nos mandan señales discretamente, sin forzar ninguna puerta: es una intuición para hacer el bien, una caída evitada por poco, una ayuda para ser nosotros mismos, una voz de discernimiento, un gesto en el buen momento, una alegría de vivir el momento presente…
Al celebrar a los arcángeles, la Iglesia nos dice que no estamos solos en la tierra. Ellos luchan con nosotros contra las fuerzas de las Tinieblas. Nos invitan sobre todo a alabar a Dios y a hacer con ellos pausas de adoración. Es entonces cuando quizás les escuchemos pasar, con o sin alas, en el silencio amoroso de la oración.
Jacques Gauthier Edifa Aleteia
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EL CURA APUÑALADO Y SU PERDÓN

El sacerdote Javier Contreras, de 73 años, párroco de la parroquia San Josemaría Escrivá en Alcorcón (Madrid), fue apuñalado en la mañana del jueves por un joven con problemas psiquiátricos. Pudo defenderse y el agresor fue detenido. En la entrevista que le hizo Telemadrid ese mismo día expresa la naturaleza de su vocación sacerdotal: la oración, el perdón y la entrega a los demás, palpable en un barrio donde Caritas parroquial se está volcando desde hace meses con los necesitados. 

Los 5 pasos para que tu día a día sea de Dios

ST JOSEMARIA ESCRIVA,OPUS DEI

Las circunstancias de la vida no son un obstáculo en el camino del perfeccionamiento y del sacrificio

El cristiano está invitado a convertirse en alguien «contemplativo en medio del mundo». ¿Utópico? No, siempre y cuando se sigan los cinco pasos para santificar la vida ordinaria que propone el fundador del Opus Dei, san Josemaría Escrivá de Balaguer.

1.
AMAR LA REALIDAD DE NUESTRAS CIRCUNSTANCIAS PRESENTES

“¿Quieres de verdad ser santo?”, preguntaba san Josemaría. “Cumple el pequeño deber de cada momento: haz lo que debes y está en lo que haces”. Más tarde, desarrollaría esta perspectiva realista y concreta de la santidad en medio del mundo en la homilía Amar al mundo apasionadamente:
“Dejaos, pues, de sueños, de falsos idealismos, de fantasías, de eso que suelo llamar mística ojalatera —¡ojalá no me hubiera casado, ojalá no tuviera esta profesión, ojalá tuviera más salud, ojalá fuera joven, ojalá fuera viejo!…—, y ateneos, en cambio, sobriamente, a la realidad más material e inmediata, que es donde está el Señor”.
Este “santo de lo ordinario” nos invita a sumergirnos de verdad en la aventura de lo cotidiano:
“No hay otro camino, hijos míos: o sabemos encontrar en nuestra vida ordinaria al Señor, o no lo encontraremos nunca”.

2.
DESCUBRIR ESE “ALGO DIVINO” OCULTO TRAS LOS DETALLES

“Dios está cerca”, recuerda Benedicto XVI. Este es también el camino en el que san Josemaría acompañaba dulcemente a sus interlocutores:
“Vivimos como si el Señor estuviera allá lejos, donde brillan las estrellas, y no consideramos que también está siempre a nuestro lado”.
¿Cómo encontrarlo, cómo establecer una relación con Él?
“Sabedlo bien: hay algo santo, divino, escondido en las situaciones más comunes, que os toca a cada uno de vosotros descubrir”.
En el fondo, se trata de transformar todas las circunstancias de la vida corriente, agradables o menos agradables, en fuente de diálogo con Dios. Y por tanto de contemplación:
“Pero esa tarea vulgar  —igual que la que realizan tus compañeros de oficio— ha de ser para ti una continua oración, con las mismas palabras entrañables, pero cada día con música distinta. Es misión muy nuestra transformar la prosa de esta vida en endecasílabos, en poesía heroica”.

3.
BUSCAR LA UNIDAD DE VIDA

Para san Josemaría, la aspiración a una vida de oración auténtica está íntimamente ligada a una búsqueda de mejoría personal, a través de la adquisición de virtudes humanas “engarzadas en la vida de la gracia”. Paciencia ante el adolescente rebelde, sentido de amistad y capacidad de fascinación en las relaciones con los demás, serenidad ante un fracaso doloroso…
Aquí está, según san Josemaría, la “materia prima” del diálogo con Dios, el campo de ejercicio de la santificación. Se trata de “materializar la vida espiritual” para evitar la tentación de “llevar como una doble vida: la vida interior, la vida de relación con Dios, de una parte; y de otra, distinta y separada, la vida familiar, profesional y social, plena de pequeñas realidades terrenas”.
Un diálogo que aparece en Camino ilustra bien esta invitación:
“Me preguntas: ¿por qué esa Cruz de palo? —Y copio de una carta: ‘Al levantar la vista del microscopio la mirada va a tropezar con la Cruz negra y vacía. Esta Cruz sin Crucificado es un símbolo. Tiene una significación que los demás no verán. Y el que, cansado, estaba a punto de abandonar la tarea, vuelve a acercar los ojos al ocular y sigue trabajando: porque la Cruz solitaria está pidiendo unas espaldas que carguen con ella’”.

4.
VER A CRISTO EN LOS DEMÁS

Nuestra vida cotidiana es esencialmente una vida de relaciones, familiares, amistosas, profesionales… Fuentes de alegría al igual que de tensiones inevitables. Según san Josemaría, el secreto es saber “reconocer a Cristo, que nos sale al encuentro, en nuestros hermanos los hombres. (…) Ninguna persona es un verso suelto, sino que formamos todos parte de un mismo poema divino, que Dios escribe con el concurso de nuestra libertad”.
Las relaciones cotidianas adquieren, desde ese momento, también, un relieve insospechado. “—Niño. —Enfermo. —Al escribir estas palabras, ¿no sentís la tentación de ponerlas con mayúscula? Es que, para un alma enamorada, los niños y los enfermos son Él”.
Y de ese diálogo íntimo y continuo con Cristo deriva también de forma natural las ganas de hablar a los demás de Él: “El apostolado es amor de Dios, que se desborda, dándose a los demás”.

5.
HACERLO TODO POR AMOR

“Todo lo que se hace por Amor adquiere hermosura y se engrandece”. Esta es sin duda la última palabra de la espiritualidad de san Josemaría. No se trata de intentar hacer grandes acciones o esperar circunstancias extraordinarias para comportarse de forma heroica. La cuestión es, más bien, esforzarse humildemente en el pequeño deber de cada momento poniendo todo el amor y toda la perfección humana de los que seamos capaces.
A san Josemaría le gustaba especialmente servirse de la imagen del pequeño burro de noria cuya vida, en apariencia insípida y monótona, resulta de una extraordinaria fecundidad:
“¡Bendita perseverancia la del borrico de noria! —Siempre al mismo paso. Siempre las mismas vueltas. —Un día y otro: todos iguales. Sin eso, no habría madurez en los frutos, ni lozanía en el huerto, ni tendría aromas el jardín. Lleva este pensamiento a tu vida interior”.
Por Béatrice de La Coste Aleteia
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