Luciano Mola / Avvenire
«La misericordia de Dios puede restablecer la comunión espiritual en las almas arrepentidas aun manteniendo un límite a la comunión sacramental, pues esa se adapta a la debilidad de los pecadores sin favorecer esta debilidad a expensas de la fidelidad de los otros miembros del pueblo de Dios».
Para los divorciados que se han vuelto a casar la comunión espiritual, o comunión de deseo, es por lo tanto una práctica no sólo aconsejable, sino deseable. Y la pastoral «debe profundizar aún más la vía de la comunión espiritual poniendo en claro su estrecha relación con la comunión eucarística y con la comunión eclesial».
Así escribe el cardenal Marc Ouellet, prefecto de la Congregación para los Obispos, en dos amplias contribuciones inéditas preparadas para "Avvenire" [y de las que ReL ofrece algunos pasajes].
El análisis del cardenal teólogo -ha sido profesor ordinario de teología dogmática en la Pontificia Universidad Lateranense de 1996 a 2002- sobre la comunión espiritual a los divorciados que se han vuelto a casar se articula en dos reflexiones.
En el primer texto, "Comunione spirituale e comunione sacramentale: unità e distinzione" (Comunión espiritual y comunión sacramental: unidad y distinción, ndt)examina lo que la tradición bíblica, patristica y teológica ha dicho a propósito de ladiferencia entre comunión espiritual y comunión sacramental, deteniéndose sobre todo en San Pablo, San Agustín y Santo Tomás y sintetizando cuanto confirmado por el Concilio de Trento.
En el segundo, "Se la comunione spirituale è possibile per i divorziati risposati, allora perché no la comunione sacramentale?" (Si la comunión espiritual es posible para los divorciados que se han vuelto a casar, entonces ¿por qué no lo es la comunión sacramental?, ndt), explica las razones por las que, en su opinión, es justo que la Iglesia siga pidiendo «a los divorciados que se han vuelto a casar que se abstengan de la comunión sacramental, invitándoles sin embargo a practicar la comunión de deseo, la comunión espiritual».
El problema de la oportunidad de continuar aconsejando la práctica de la comunión espiritual a los divorciados que están en una nueva unión -y que según cuanto afirmado por el magisterio de la Iglesia no pueden acercarse a la Eucaristia-, ya se había planteado en el debate sinodal del pasado octubre.
El tema fue posteriormente retomado en la Relatio Synodi de la asamblea extraordinaria (18/10/2014) y después en el Instrumentum laboris publicado el 23 de junio pasado en vista de la asamblea ordinaria del próximo mes de octubre.
Ahora Ouellet retoma el hilo del discurso, desarrollando su tesis en tres líneas. Ante todo explica el valor de la comunión espiritual que en ningún caso puede ser considerada Eucaristia de "serie B". De hecho, la comunión sacramental y la comunión espiritual están profundamente vinculadas.
Haciendo referencia a Santo Tomás, el cardenal explica que «hay un modo perfecto y otro imperfecto de comulgar: el modo perfecto identifica comunión sacramental y espiritual, donde la primera nutre a la segunda; el modo imperfecto es tanto el de la comunión sacramental sin el efecto espiritual por la falta de disposición, como el de la comunión espiritual de deseo sin la comunión sacramental a causa de cualquier impedimento».
El segundo punto concierne el motivo por el cual la Iglesia pide a los divorciados que se han vuelto a casar que se abstengan de la comunión sacramental: «Dado que el matrimonio sacramental es "signo eficaz, sacramento de la alianza de Cristo con la Iglesia", allí donde la alianza conyugal esté rota, el respeto de la Alianza con Cristo impone abstenerse de la comunión sacramental».
Por último, la importante evidencia pastoral que se inclina ante el sufrimiento de las personas, explicando que en cada caso «la misericordia divina sobrepasa el orden sacramental y actúa en los corazones más allá de los obstáculos» que los hombres pueden reconocer.
Para volver a encontrar la gracia de Dios, antes de la absolución de los pecados y de la gracia eucarística, es necesario de hecho «el arrepentimiento sincero y un camino de conversión que tengan un efecto de justificación también cuando las condiciones objetivas de las personas no pueden ser modificadas».
De aquí la conclusión abierta a la esperanza: «También quienes viven en una situación irregular pueden experimentar la divina misericordia en un cuadro sacramental apropiado que respete el misterio de la Alianza: "Lealtad y fidelidad se encuentran, justicia y paz se besan" (Sal 85, 11).
DEL PRIMER ARTÍCULO DE OUELLET
»Antes de entrar en el mérito de la aplicación de esta distinción al caso que nos interesa, recordemos ante todo la tradición de la Iglesia católica a este propósito, que parece haberse hundido en el olvido. La facilidad con la que todos actualmente comulgan ha hecho que en muchos desaparezca el sentido espiritual profundo de la comunión eucarística.
»Un cierto deseo de participación activa en el plano social ha suplantado la exigencia, antes percibida con fuerza, del estado de gracia para acercarse a la comunión. Esta es la razón por la que es necesario recordar la enseñanza de la tradición católica sobre la distinción y la unidad entre la comunión sacramental y la comunión espiritual tal como se ha entendido y se ha transmitido durante siglos.
(...)
»La tradición católica se apoya sobre todo en la doctrina del Concilio de Trento a propósito de la comunión eucarística, en respuesta a las posiciones protestantes. Esa distingue claramente tres casos:
-la comunión sacramental de quien está en estado de pecado, que no es espiritual porque es indigna;
-la comunión espiritual sin alimentarse del sacramento;
-la comunión perfecta, sacramental y espiritual.
(...)
»La unidad y la distinción de las dos formas de comunión no siempre se percibe con claridad en nuestros días a causa de una cierta banalización de la comunión por nosotros recordada al inicio, que es lo opuesto de la imperfecta práctica de la comunión sacramental que duró siglos siglos y que el jansenismo agravó en los tiempos modernos por exceso de moralismo, pero que San Pío X combatió eficazmente promoviendo la comunión frecuente.
DEL SEGUNDO ARTÍCULO DE OUELLET
»Se observa efectivamente la tendencia bastante difundida entre los fieles de acercarse a la comunión sacramental sin una conciencia clara de las condiciones espirituales requeridas para recibir fructuosamente el sacramento.
»Muchos perciben la comunión sacramental como una participación activa a la liturgia más que como un signo de comunión con el Cuerpo de Cristo en cuanto miembros de la Iglesia.Abstenerse de la comunión comporta entonces un vago sentido de exclusión o incluso de discriminación. De aquí un deseo de participación completa que no sea frustrado por una norma heredada de un pasado que ya se considera acabado.
»La posición de la Iglesia católica respecto a las personas divorciadas y que se han vuelto a casar en lo que se refiere a la comunión eucarística sigue siendo a pesar de todo clara y constante en la tradición, si bien su situación irregular no les impide participar en la comunión espiritual del sacramento.
(...)
»La alianza conyugal es efectivamente el signo sacramental del don de Cristo esposo a la Iglesia esposa, don actualizado en la celebración de la Eucaristia y ratificado públicamente al alimentarse con las santas especies en el banquete de la Nueva Alianza: "Tomad y comed, este es mi cuerpo", "¡Amén!".
»Si el signo sacramental del matrimonio indisoluble es destruido por la ruptura de la primera unión y la entrada en una nueva unión objetivamente adúltera, ¿de qué modo las personas divorciadas que se han vuelto a casar pueden testimoniar públicamente y en verdad el significado nupcial de la comunión eucarística?
»Ni siquiera una conversión auténtica fundada sobre un arrepentimiento real puede eliminar el obstáculo de una situación objetiva que contradice la verdad de los sacramentos del matrimonio y de la Eucaristia. Esta es la razón por la que la Iglesia pide a los divorciados que se han vuelto a casar que se abstengan de la comunión sacramental, invitándoles sin embargo a practicar la comunión de deseo, la comunión espiritual en el sentido que hemos definido más arriba.
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