Celebramos a todos los padres que han recibido con aplomo, valentía y compromiso este encargo divino.
Ser padre es una vocación que no se limita a ciertos roles o tarea. Su presencia en el matrimonio y la familia es de vital importancia. La Escritura nos dice que Dios lo creó para ser cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la Iglesia (Efesios 5:23). Pero este concepto bíblico, expresado en términos de las condiciones sociales y religiosas en los primeros años de la Iglesia, tiende a ser malentendido en nuestra cultura actual, incluso al punto de decir que el hombre manda y a justificar acciones de dominio u opresión hacia la esposa y los hijos/as.
¿Cómo desempeña Cristo su papel de cabeza de la Iglesia? La carta lo explica maravillosamente: "Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, purificándola mediante el baño del agua, en virtud de la palabra, y presentársela resplandeciente a sí mismo; sin que tenga mancha ni arruga ni cosa parecida, sino que sea santa e inmaculada.
Así deben amar los maridos a sus mujeres como a sus propios cuerpos. El que ama a su mujer se ama a sí mismo. Porque nadie aborreció jamás su propia carne; antes bien, la alimenta y la cuida con cariño, lo mismo que Cristo a la Iglesia, pues somos miembros de su Cuerpo.
Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos se harán una sola carne. Gran misterio es éste, lo digo respecto a Cristo y la Iglesia".(Ef 5, 25-32)
¡Quiere decir que 'muere' por su esposa!
Recordemos que por nuestro bautismo no se hace diferencia entre hombre y mujer, pues todos somos uno solo en Cristo Jesús. (Gálatas 3:28). Entonces pues, tanto el hombre como la mujer desde su condición, tienen un lugar primordial en la iglesia doméstica, de la cual Cristo es la cabeza y ellos sus discípulos.
Las demandas de la sociedad de hoy exigen que tanto hombres como mujeres compartan en pareja las tareas y roles antes considerados exclusivamente masculinos o femeninos. Pero esta realidad actual no resta de modo alguno la integridad de la identidad de cada quien, más bien enriquece la experiencia de vida familiar, a la cual cada uno aporta valiosos dones desde su masculinidad y feminidad.
Ejemplo perfecto de esta complementariedad son María y José, quienes dan testimonio de vida y protección a nuestro mismísimo Salvador, en el ambiente sano y amoroso de la Sagrada Familia.
El hombre que verdaderamente vive según el plan de Dios es aquel liderado por Cristo y, que a imitación suya, se deja guiar por el Espíritu Santo. La palabra “padre” se deriva del término en latín “pater” que significa defensor, protector, sustentador, maestro y padre espiritual. Por lo tanto, un buen padre y esposo es aquel que vive su vocación como defensor, protector, sustentador, maestro, formador -en la fe y las buenas costumbres- y colaborador en su iglesia doméstica, con amor, justicia y misericordia.
Celebramos en este mes a todos los padres que han recibido con aplomo, valentía y compromiso este encargo divino. Padres y esposos que se han ganado el respeto y la admiración de los suyos, no con gritos, golpes, ni imposiciones arbitrarias, sino con entrega, integridad, rectitud, ecuanimidad y dominio propio. Damos gracias a Dios por aquellos que con su amor y ejemplo fomentan un hogar feliz, como lo hizo el buen San José.
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