Los orígenes de la abadía de Marcilhac-sur-Célé se remontan a su fundación por monjes benedictinos a principios del siglo IX como alma de ese pueblo, situado en un bellísimo paraje del departamento de Lot, en la región francesa de Mediodía-Pirineos y en pleno Camino de Santiago. De estilo gótico sobre estilos carolingio o románico, su vida arquitectónica ha sido agitada e incluye episodios de destrucción y reconstrucción, hasta ser declarada por el Estado como bien protegido.
La grandiosa apariencia de la abadía de Marcilhac-sur-Cél é esconde graves desperfectos, sobre todo en sus vidrieras. |
Pero eso no quiere decir bien conservado. Necesita urgentes labores de restauración, que movieron hace unos meses al párroco de la iglesia, el padre Guillaume Soury-Lavergne, a acudir a una campaña de petición de fondos a través del sitio cristiano CredoFunding, reforzada por una apuesta personal a la que le desafió el presidente del club paracaidista Skydive de Cahors: saltar en paracaídas si conseguía sobrepasar la cifra de 25.000 euros, que es la mitad de lo que necesita para llevar a cabo la obra.
Órgano y vidrieras, lo más urgente
Se trata de, entre otras cosas, poner en funcionamiento su magnífico órgano de 808 tubos (fabricado en 1886 y procedente de una parroquia inglesa de Yorkshire) y, sobre todo, evitar que las espectaculares vidrieras se vengan abajo, algo que inevitablemente sucederá en poco tiempo si no se interviene.
Y ya sea por aprecio a la abadía, ya sea por el morbo de ver vestido de paracaidista a este joven sacerdote de 36 años a quien habitualmente se ve en sotana blanca y fajín negro, el caso es que el objetivo se logró, y tocaba cumplir lo prometido.
Órgano y vidrieras, lo más urgente
Se trata de, entre otras cosas, poner en funcionamiento su magnífico órgano de 808 tubos (fabricado en 1886 y procedente de una parroquia inglesa de Yorkshire) y, sobre todo, evitar que las espectaculares vidrieras se vengan abajo, algo que inevitablemente sucederá en poco tiempo si no se interviene.
Y ya sea por aprecio a la abadía, ya sea por el morbo de ver vestido de paracaidista a este joven sacerdote de 36 años a quien habitualmente se ve en sotana blanca y fajín negro, el caso es que el objetivo se logró, y tocaba cumplir lo prometido.
El padre Guillaume llegó al aeródromo con su hábito de miembro de los Misioneros de la Divina Misericordia |
Fue este viernes a las once de la mañana (ver abajo el vídeo), y numerosos medios acudieron al aeródromo de Cahors-Lalbenque para ser testigos de la hazaña. "Estoy muerto de miedo", confesaba a los medios, y los días anteriores ha dormido poco. Porque la gracia, como es lógico, reside en que nunca había hecho caída libre, aunque alguna experiencia en saltos sí tenía procedente de su servicio militar en los paracas.
Nada que ver, en cualquier caso, los pocos saltos a baja altura y con apertura automática que pudo conocer durante su etapa de soldado, con los minutos que le esperaban en el aire al arbitrio de la fuerza de la gravedad antes de experimentar el salvador tirón hacia atrás de las cinchas. Así que tuvo que recibir algunas clases y cumplir su promesa con la compañía de especialistas.
El padre Soury-Lavergne, junto al hombre que le lanzó el reto: a la postre, un medio eficaz para obtener fondos. |
Así que llegado el momento, cambió su hábito blanco por el clergyman y el alzacuellos, bendijo a todo el equipo, y subieron hasta 4000 metros, con el objetivo de lanzarse junto a un equipo de especialistas, hacer una caída libre 2500 metros, y quedar ya él solo para los últimos 1500.
Un momento de peligro
Todo fue bien justo hasta ese momento, pues confiesa que tuvo problemas para encontrar la argolla que abre el paracaídas, si bien lo logró gracias a la ayuda de los monitores.
El impacto de su pequeña aventura va más allá de la recaudación obtenida, que se acerca a los 28.000 euros en el momento de redactarse esta noticia. Supone una publicidad formidable para la abadía en sí, donde el padre Guillaume celebra diariamente la misa tradicional (también llamada de San Pío V) conforme a los usos de su congregación. Con abundantes vocaciones jóvenes, los Misioneros de la Divina Misericordia fueron también noticia hace unos meses al adquirir un bar gay y reconvertirlo como bar católico, bajo la bendición del obispo de Fréjus-Toulon, Dominique Rey.
"He sudado la camiseta"
Esa promoción de la bella localidad de Marcilhac-sur-Céle y su esplendorosa abadía atraerá mucho más de lo que la campaña, de mínimos, pretendía, pues se calcula que deberían invertirse hasta dos millones de euros para acondicionarla como exigen su historia y su valor artístico.
El primer empujón, en cualquier caso, está dado. "Quería demostrar a todos que mi compromiso con el proyecto es real y que todos los que lo quieran apoyar pueden venir detrás", explicó el religioso tras tocar tierra. Y bromeó: "¡He sudado la camiseta". Palabras que, visto su atavío y bajo la oleada de calor que padece Europa, son algo más que un símil deportivo.
Así fue el salto del padre Guillaume
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