Si un noviazgo no es ni un pasatiempo, ni un irse a vivir juntos sin ataduras ni compromiso, entonces ¿qué es? No te pierdas detalle porque si se cumplen las 5 condiciones de lo que es un noviazgo tienes asegurado el 95% del éxito del matrimonio.
Una de las causas del elevado número de rupturas matrimoniales es la desaparición del noviazgo. Ahora se llevan los follamigos o el ligue ocasional. Pero nada de eso garantiza el éxito, todo lo contrario, lo que te garantiza es el tedio y el mareo sentimental. Y más corazones rotos.
En cambio con el verdadero noviazgo, el noviazgo concebido como preparación para el matrimonio, tienes asegurado en un 95% el éxito en la aventura de compartir la existencia, en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad…
Pero para que sea noviazgo, esto es una etapa exigente y estimulante, de conocimiento de tu chico y de conocimiento de tí misma, son precisas cinco condiciones.
- Elección adecuada. No tiene sentido decir “me equivoqué” cuando llevas tres o cuatro años de casada, si no elegiste bien. Si un buen noviazgo supone el 95% del éxito del matrimonio, la elección adecuada supone el 95% de un buen noviazgo. El problema es que hay chicas que eligen porque él tiene un descapotable y chicos que eligen porque ella es un pibón. Habrá que profundizar y ver si detrás del descapotable o del pibón hay algo más sólido para construir una relación. Pregúntate dos cosas: ¿por qué salgo con él/ella? ¿me veo como la mujer/hombre de su vida?
- Máster, con programa y exigencia. El noviazgo debe ser tan exigente como un máster, pero aún más importante que un máster. Hay gente que se sacrifica durante años, aprende varios idiomas y hasta enferma para hacer un máster y buscarse un hueco en la selva profesional. Pero se toma el noviazgo, es decir lo que va a condicionar su felicidad futura, como alegre irresponsabilidad.
Como todo máster debe tener un inicio (te matriculas), es decir una declaración. No hace falta que imites a Cyrano de Bergerac y te pongas de rodillas ante ella, pero debes declararte, y exponer con claridad tus intenciones y ella debe decirte si las acepta. Nada hay que darlo por sobreentendido, si no quieres que luego haya malentendidos.
Como todo máster debe tener un programa (daros a conocer el uno al otro), unos objetivos (lo que cada uno espera del otro) y unos créditos (lo que cada uno debe mejorar para estar a la altura del otro). Y todo ello en un plazo razonable: en tres meses apenas da tiempo, pero estarse ocho o diez años eso ni es noviazgo ni es nada. En la medida de lo posible (dependerá de circunstancias laborales etc.) debe ser corto: quizá 2, 3 años. Porque es una etapa exigente e intensa. Si no hay cierta exigencia (ilusionante exigencia), y cierta presión (amable presión) la cosa languidece, y te eternizas y la relación queda en vía muerta.
- Diálogo. Si el programa del máster es daros a conocer, la asignatura más importante es el diálogo. Hablar de vosotros mismos, de vuestras mismidades, de vuestros proyectos, vuestras ilusiones, vuestros temores. Y de tu carácter, de tu familia, de lo que piensas del amor, la muerte, los hijos. No del catálogo de Ikea, ni del coche de segunda mano que vais a comprar. Eso no es crucial, lo crucial es saber qué visión de la vida tiene la persona con la que vas a ser una sola carne. Un diálogo sincero, confiado pero profundo. Donde caben las discusiones, y donde es importante aclarar lo que no se entienda. Presidido por el respeto y el cariño. Pero diálogo. Lo que no puede ser es que cuando lleves años casado/a te enteres de cosas de su carácter o de su forma de entender la vida que no sabías.
- Libre. Recuerda: nadie te obliga a casarte. No hay que tener miedo a cortar. Eres libre para romper, si hay algo que no te convence (de él/ella o incluso de ti) hasta cinco minutos antes de pasar por la vicaría. Pero es que ya tengo el traje de novia… no importa. Por eso es bueno no tenerlo todo cerrado con demasiada antelación: el piso, el coche, la boda. Lo material hay que dejarlo muy para el final, cuando no queda nada para la boda. Es conveniente ir libre de ataduras. Lo catastrófico es casarse obligado, sólo porque hay que devolver el traje, o porque le has cogido cariño a tu futura suegra.
- La chica lleva los pantalones. No en la ceremonia, claro. Pero sí en el noviazgo. Es ella la que hace la selección de personal, la que marca el ritmo de la conquista, la que pone obstáculos al varón cuando escala la torre para llegar hasta la princesa. ¿Por qué? Porque la llave de la intimidad le da a la mujer un poder inmenso, a través de la coquetería, con la que lo tiene a sus pies, y el pudor, con el que le para los pies. Y cuanto más poder, más responsabilidad. ¿Quieres un marido que te lleve en palmitas? Trátale con exigencia en el noviazgo.
Pero para eso es preciso que ella tenga autoestima y respeto por sí misma. Será tratada como una princesa, si se considera una princesa.
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