El evangelio de hoy:
Evangelio según San Marcos 7,31-37.
Cuando Jesús volvía de la región de Tiro, pasó por Sidón y fue hacia el mar de Galilea, atravesando el territorio de la Decápolis.
Entonces le presentaron a un sordomudo y le pidieron que le impusiera las manos.
Jesús lo separó de la multitud y, llevándolo aparte, le puso los dedos en las orejas y con su saliva le tocó la lengua.
Después, levantando los ojos al cielo, suspiró y le dijo: "Efatá", que significa: "Abrete".
Y enseguida se abrieron sus oídos, se le soltó la lengua y comenzó a hablar normalmente.
Jesús les mandó insistentemente que no dijeran nada a nadie, pero cuanto más insistía, ellos más lo proclamaban
y, en el colmo de la admiración, decían: "Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos".
Entonces le presentaron a un sordomudo y le pidieron que le impusiera las manos.
Jesús lo separó de la multitud y, llevándolo aparte, le puso los dedos en las orejas y con su saliva le tocó la lengua.
Después, levantando los ojos al cielo, suspiró y le dijo: "Efatá", que significa: "Abrete".
Y enseguida se abrieron sus oídos, se le soltó la lengua y comenzó a hablar normalmente.
Jesús les mandó insistentemente que no dijeran nada a nadie, pero cuanto más insistía, ellos más lo proclamaban
y, en el colmo de la admiración, decían: "Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos".
Comentario de Manuel Garrido Bonaño:
Este milagro de sanación nos hace recordar el rito sacramental de la iniciación cristiana: por él se nos abren los oídos para oír la palabra de Dios, y se nos desata la lengua para proclamar su gloria. La Escritura relaciona el mutismo con la falta de fe (Ex 4,10-17; Is 6; Mc 4,12). Y a esa luz se nos muestra la curación del mudo como un bien mesiánico. En efecto, los últimos tiempos nos sitúan en un clima de relaciones filiales con Dios, nos capacitan para oír su palabra, para responderla y también para hablar de Él a los demás. El cristiano que vive estos últimos tiempos se convierte así en profeta, experto en la Palabra divina, apóstol, misionero, catequista; más aún, en familiar y amigo de Dios. Eso implica que puede escuchar la Palabra, responderla y proclamarla a los hombres. Necesita, pues, los oídos y los labios de la fe. Y la fe, como dice San León Magno, es don de Cristo: «No es la sabiduría terrena quien descubre esta fe, ni la opinión humana quien puede conseguirla; el mismo Hijo único es quien la ha enseñado y el Espíritu quien la instruye» (Sermón 75).
¿Alguna vez ha dado testimonio de su fe?
O
¿Está sordo/a ante la palabra de Dios?
Pida al Señor que lo/a cure.
A partir de su bautismo todo cristiano es llamado
a dar testimonio de Cristo.
PORQUE USTED ES O DEBERÍA SER
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