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sábado, 1 de julio de 2017

Los «Diarios» de Carmen Hernández


Los «Diarios» de Carmen Hernández


Miguel Cuartero Samperi, aleteia
Un año después de su muerte, el 19 de julio de 2016, se publica el primer volumen de los diarios de Carmen Hernández, co-iniciadora el Camino Neocatecumenal junto a Kiko Argüello. El volumen se publicó en España el 19 de junio por la BAC (Biblioteca de Autores Cristianos), editorial de la Conferencia Episcopal Española, bajo el título Diarios (1979-1981), y los presenta oficialmente el 30 de junio Kiko Argüello junto al cardenal Ricardo Blázquez (presidente de la Conferencia Episcopal Española), el profesor Ángel Barahona (Universidad Francisco de Vitoria) y el director de la BAC, Carlos Granados.

Se trata de la transcripción del primero de los numerosos cuadernos a los cuales la catequista española confiaba cada día sus reflexiones, sus alegrías y sus dolores, a menudo en forma de oración, en diálogo con el mismo Jesús. Fue el mismo Kiko Argüello quien promovió y preparó personalmente la edición de este primer diario, del cual ya están previstas numerosas traducciones en diversas lenguas.

Autor del libro El kerigma. En las chabolas con los pobres, donde narra la génesis del Camino Neocatecumenal, también Kiko ha publicado recientemente sus memorias, preparando y revisando personalmente sus apuntes antes de darlos a la imprenta. El volumen, titulado Anotaciones 1988-2014, ha tenido un gran éxito entre los fieles pertenecientes al Camino, y ha sido traducido al italiano y al portugués (están en preparación las ediciones en francés, inglés y polaco). La última de las anotaciones de Kiko, escrita en 2016, está dedicada al recuerdo de Carmen y revela el dolor por la muerte de una mujer que fue una inseparable compañera de evangelización, pero al mismo tiempo la gratitud por la historia vivida juntos:

"¿Por qué lloras, alma mía?
¿Por qué lloras?
Carmen se ha ido con el Señor.
¡Sí! Siento su amor
junto a mi corazón.
¡Qué mujer extraordinaria!
¡Cuánto me ha querido!"

En la homilía pronunciada durante el funeral de Carmen, monseñor Carlos Osoro, arzobispo de Madrid, sintetizó así la misión de esta catequista: “Creer en la Resurrección de Jesucristo provocó en Carmen un deseo misionero irresistible. Lo hizo desde tres grandes pasiones: 1) Puso la vida al servicio de este anuncio; 2) Sintió la urgencia de vivir con un testimonio sincero y valiente, realizado desde su carácter franco y con un lenguaje directo; 3) Todo vivido con un gran amor a la Iglesia: su papel en la redacción del estatuto del Camino aprobado por la Santa Sede, la defensa de la mujer y su papel en la Iglesia, su sincero amor al Sucesor de Pedro”.

La publicación de los Diarios permite descubrir el alma más íntima de Carmen, las alegrías y los dolores que encontró en su itinerario espiritual biográfico y sus momentos místicos de íntima unión con Jesucristo. Emergen de forma particular las luchas más personales, esos momentos de silencio y de aridez espiritual en los que su oración se dirige a Dios como un grito de ayuda, para implorar que la sostenga: “Señor, ¿dónde estás?”, “Déjame oír tu voz”; “Saca mi alma de la oscuridad de la noche”. Son sentimientos que Carmen no dejaba escapar fácilmente, en virtud de su carácter introvertido y esquivo, de su timidez. A este respecto, Kiko afirma: “Carmen sufrió todos los días y no dijo nada a nadie. A veces padecía sufrimientos, noches oscuras, y gritaba a Dios. Entraba en profundos sufrimientos,  pero nunca dijo nada, ¡nunca!”.

Así, escribía el 13 de enero de 1979 en Casteldefells:
“Cuando todo se desvanece en nada y la noche en oscuridad, como el alma en la nada. Señor, ¿dónde?, ¿cómo?, ¿quién eres? Tú eres un Dios misterioso, escondido, y tu ausencia me hace imposible la alegría. El dolor me come la vida, mata toda posibilidad y acusa todo presente. Acusador implacable, terrible, demoledor. Jesús, Jesús mío, grito a Ti noche y día. Ven, ven, Amor de mi juventud y de mi esperanza. Infúndeme energía, que me desplomo en la nada. Ven, Jesús. Te amo. Sólo espero en Ti. Ten compasión de mi impotencia absoluta de mi nulidad radical. Ven, ven Tú. Eres Verdad, Único. Tú existes”.

O bien:
  
22 de enero de 1979, Casteldefells:
"Es siempre difícil despertar en la nada y para la nada de un día, sólo con un punto de sostén que es angustioso, entre el todo y la nada, o el acompañar pasivamente. 

»Señor Jesús, Tú me conoces. Tú sabes todas las cosas. ¿Qué hago, Señor? ¿Qué tengo que hacer yo? Te amo. Simplifícame espontáneamente. Estos dolores inusuales, neuróticos, de impotencia… Señor, ayúdame.

»Mateo 14. La barca. 'Soy yo'. Jesús maravilloso, el único que quedas en la tribulación, en la noche, en el mar. Me llevas a buscarte allí, en la tormenta. Sólo Tú apareces como posibilidad, como fantasma. Hazme oír tu voz. Llámame tú mismo, Jesús, consuélame, ven mañana a mi despertar".

30 de enero de 1979, Madrid:
"Inquietud, Señor. Inquieta  e insatisfecha hasta la médula. ¡Qué soledad! Pobre Kiko, también solo, solo. Señor, ¿dónde estás? Los fantasmas me persiguen, acusándome, juzgándome, asediándome, como enemigos. El qué dirán… Señor, la verdad hace libres, la libertad, tu amor, tu presencia, tu palabra. Jesús, abre mi horizonte, mis labios. Ven, ayúdame".

26 de febrero de 1980, Roma:
"Jesús mío, misterioso, grandioso en la Cruz, te amo. En medio de la oscuridad y el dolor, Tú eres mi único amor. En medio de mi incredulidad, sólo tengo fe en Ti y te amo. Ten compasión de mí. Visítame que tengo miedo, terror, tristeza grande, desapego de todo, ganas de esconderme y desaparecer muda, muda, muda absolutamente y tristísima".

Del mismo modo, en los Diarios encontramos también momentos de albanza y de gratitud a Dios por las gracias recibidas, que se transforman en declaraciones de amor a Jesucristo, la única fuente de consolación y de inspiración.

Como escribía el 26 de enero de 1979 en Madrid:
"Noche. Jesús mío, la paz, increíble. Tú eres bueno. Gracias, Jesús. No me la quites. Despiértame en la paz. Inspírame, si quieres. Me da lo mismo. Tú me bastas, Jesús, Jesús mío. Me has sacado del abismo, gracias, Jesús. Me da misericordia mirar a la gente. Consuela a los que sufren, a los que tienen miedo, angustias. Jesús, qué misterioso es todo. Gracias, Jesús. Ven al despertarme a saciarme de tu rostro".

Y también el 10 de marzo de 1979:
"Frescura de la predicación. Increíble. Me consuela ver aquí a Kiko bien. Increíble su resistencia. Te amo, Jesús mío".

El encuentro entre Kiko y Carmen, que tuvo lugar a finales de los años 60 en las chabolas de Palomeras Altas, en Madrid, dio inicio a la experiencia del Camino Neocatecumenal (desde el principio –han contado sus  protagonistas– fue más un desencuentro que un encuentro). Se trató de un hecho providencial acaecido mientras Carmen se preparaba para irse como misionera a Bolivia. A pesar de la diversidad de sus caracteres, pronto comprendieron que Dios les llamaba a unir sus carismas para el bien de la evangelización. Desde ese momento ya no se separaron, reconociendo siempre uno el carisma y el don que Dios daba al otro. Por eso, en estos Diarios Carmen cita a menudo a Kiko rezando por él y dando gracias a Dios por lo que hacía con ellos:

12 de marzo de 1979:
"Señor, creo en Ti. Ten compasión de nosotros. Ayuda a Kiko. Fortalécele. Descienda tu santidad sobre nosotros".

23 de marzo de 1979:
"Veo que inspiras a Kiko. Ayúdale. Gracias, Jesús".

14 de febrero de 1980:
"Jesús mío, me he venido ni fu ni fa, buena de pura indiferencia. Me admira el coraje que das a Kiko. Si le pasara lo que a mí, sería catastrófico…".

Considerada el alma “teológica” del Camino Neocatecumenal, Carmen Hernández dedicó gran parte de su tiempo al estudio de las Sagradas Escrituras, de los Padres de la Iglesia, del Concilio Vaticano II y del magisterio de los Papas. Su contribución fue decisiva para el nacimiento y el desarrollo de este itinerario de fe hasta la aprobación de los Estatutos. El Camino le debe mucho: la aplicación de la Reforma Litúrgica querida por el Concilio con la centralidad de la Vigilia Pascual y de la Palabra de Dios en el interior de la comunidad cristiana; el redescubrimiento de las raíces judaicas y de la historia de salvación del pueblo judío; el amor y la obediencia filial a la Iglesia y en particular al Santo Padre; el papel fundamental de la mujer en la historia de la salvación y en la sociedad... Son todos frutos del Concilio Vaticano II, plenamente asumidos, vividos y celebrados en este itinerario de iniciación cristiana y de redescubrimiento del Bautismo que Dios le inspiró a ella y a Kiko.

Ahora, con la publicación de sus Diarios, Carmen vuelve a hablar para dar testimonio del amor de Dios al hombre y a su Iglesia y a recordar la urgencia de que este amor sea anunciado hasta los confines del mundo, como Jesús pidió a su Iglesia.

Traducido del artículo publicado en la edición italiana de Aleteia.

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