Amar exige darse al cien por cien, pero conviene acertar en la persona con quien compartiremos el resto de nuestros días. Aquí tienes un termómetro para averiguar si estás ante el amor de tu vida
Luz Ivonne Ream, aleteia
Sigue siendo alarmante el creciente número de parejas que optan por el divorcio en lugar de trabajar por rescatar su matrimonio. Y es asombroso que muchas, y no hablo de jóvenes inexpertos, sino de parejas de edad madura -40 años de promedio- tardaron más en organizar la boda que lo que duró el matrimonio.
Valdría la pena preguntarles a estas parejas: cuando se rompe el vidrio de la ventana de su casa, ¿componen el vidrio o se cambian de casa? Hay tanto, tantísimo que se puede hacer por salvar un matrimonio. Lo único que se necesita es voluntad para hacer los cambios necesarios y mucha fortaleza para perseverar.
Se dice que no hay escuelas que nos enseñen a ser esposos y de alguna manera estoy de acuerdo, no totalmente. Se supone que la primera escuela y la más importante que tenemos es el ejemplo de los padres. El gran problema es que esos que se suponen serían los modelos idóneos muchas veces no lo han sabido ser, son los que están tirando la toalla y les están mostrando a sus hijos que la separación y el divorcio son una buena opción. Y no hablo de ser esposos perfectos, eso no existe, sino de mostrar cómo salir adelante y victoriosos de una crisis, por ejemplo.
Saber leer las señales
Hay detalles básicos y tan de sentido común que hay que considerar y tomar en cuenta al elegir pareja, máxime si lo que buscas es casarte con ella. Por eso hago tanto hincapié en que, para casarnos y hacer un compromiso de vida, hay que hacerlo, sí con el corazón abierto dispuestos a entregarnos totalmente, pero sobre todo con los ojos más abiertos. Digo, y perdón por la comparación, hasta para comprar un coche primero lo manejo, lo conozco, reviso el motor y demás. Más aún cuando estoy eligiendo a esa persona que tendrá todo en sí para acompañarme en mi camino a la santidad por medio del matrimonio.
Es básico que ambos -como pareja- observemos detalles significativos que nos den una idea de si los 2 tenemos la “materia” idónea y necesaria para ayudarnos. Para eso es el noviazgo, para darnos cuenta de si nos convenimos y, de ser necesario, hacer los cambios pertinentes desde la libertad y con mucha fuerza de voluntad. Y si de plano nos damos cuenta de que no somos pareja hay que terminar por lo sano, aunque haya mucho amor.
Para cuando ya no haya mariposas
Para comenzar, y antes de que te metas a un compromiso matrimonial, hay que ser muy conscientes de que el enamoramiento dura un promedio de 18 meses y después las maripositas en el estómago y ese tipo de adrenalinas y euforias suelen ir a la baja. Pero esto lejos de entristecernos debe alegrarnos porque al pasar victoriosos esa etapa ya podemos “casi” asegurar que estamos amando como un acto de la voluntad, de manera consciente.
Piensa en esa persona que hoy dices amar, hazte las siguientes preguntas mágicas y contéstate honestamente: ¿Esto es lo que quiero para mi vida? ¿Estoy capacitado para hacerle feliz? Antes de casarte trata de ser muy prácticos y desapasionados para tomar decisiones inteligentes, pensando más con la cabeza y menos con el corazón porque ya después no se vale que digas que nadie te lo advirtió. Así que, a fijarse en lo siguiente, con los ojos bien abiertos para tomar la decisión que más nos convenga:
- ¿Cómo trata a sus padres y a las demás personas (incluidas ex parejas)? Este punto es vital porque tal como trata a los padres, generalmente tratará al cónyuge. El varón que ante todo ama y respeta a su madre, le habla y trata con absoluta consideración casi seguro que será un maridazo porque generalmente el que es buen hijo es buen marido. Si trata a la mamá -o al papá- con faltas de respeto e irreverencias, ni te metas y sal huyendo porque peor te tratará a ti.
- ¿Qué trato se tienen los padres entre sí? Este punto también es básico porque la manera en que los hijos han observado que sus padres se tratan será la manera en que ellos tratarán a su cónyuge porque ese trato será el normal o el aprendido. Si hay faltas de respeto entre los cónyuges, generalmente lo habrá en el matrimonio de los hijos porque fue lo que observaron. Si hubo mucho amor, respeto y cordialidad, también habrá lo mismo. Claro que como en todo hay sus excepciones a la regla.
- ¿Cómo es demostrado el amor y el respeto en su hogar? Si el amor fue mostrado a gritos, espera gritos. Según se haya modelado será la manera en cómo tu futuro cónyuge te demostrará el amor. Desafortunadamente, en muchos hogares el amor no fue demostrado de la mejor manera y, al contrario, hubo maltratos y demás. Como de niños no entendemos más, creeremos que como el amor de papá y mamá es incondicional, si me dan su atención y me demuestran su amor a cachetadas y golpes es que así debe de ser el amor y eso está bien. ¡Mucho cuidado con esto!
- ¿Que valores y virtudes rigen su vida? ¿Van acorde con los míos? ¿Es coherente con su actuar y su hablar? ¿Qué respeto tiene por el don de la vida? ¿Está abierto a tener hijos y cuántos? ¿Qué piensa sobre la cultura de la muerte? ¿Qué respeto tiene por el matrimonio y la familia? ¿Qué fe practica? ¿Cómo es su relación con Dios? ¿Cree y practica la fidelidad? ¿Cree en la castidad y la practica?
- Vida social. ¿Conoces a sus amigos? ¿Te identificas con ellos? ¿Qué tienen en común y en qué no concuerdas?
- ¿Comprendes y aceptas su temperamento, carácter y personalidad? ¿Qué tal su nivel de madurez? ¿Cómo reacciona ante una crisis? ¿Muestra un estado de ánimo equilibrado? ¿Sabe lo que es la responsabilidad? ¿Cuántos trabajos ha tenido en los últimos años? ¿Es constante en ellos? ¿Es una hija consentida, chiqueada, berrinchuda y exigente? Cuidado, varón, porque de ahí para arriba te exigirá a ti. ¿Es un niño mimado que no da un paso sin pedirle permiso a mamita? ¿Trabaja y produce o es un mantenidazo de los padres? ¿Ayuda y da soporte tanto económico como emocional a sus padres?
- ¿Qué costumbres y hábitos tiene?Por ejemplo: “Te mantengo, me mantienes o nos mantenemos”. ¿Está abierto a dialogar para llegar a acuerdos sobre quién aporta “qué” al hogar? ¿Quién sale a trabajar y quién hace hogar? ¿Ambos trabajamos o solo uno? ¿Tiene buenos modales en la mesa? ¿Sabe comer con cubiertos y sin ruidos? ¿Tiene la costumbre de ir a Misa y practicar la Fe? ¿Una vez casados, piensa seguir saliendo con los amigos a bares y hacer sus cosas de soltero? ¿Cómo maneja sus finanzas? ¿Es generoso o todo lo contrario?
- ¿Cual es su nivel de educación y cultural? Es decir, ¿cómo lo criaron? ¿Cómo fueron sus papás? ¿Cuáles son sus temas de conversación? ¿Habla solo de telenovelas o sabe profundizar en asuntos de interés? ¿Tiene una cultura amplia o mediocre? Se dice que cuando te casas no te casas con la familia. ¡Mentira! Te casas con la familia y para siempre. Por eso es muy importante que reflexiones, totalmente fuera de juicio porque en esto nadie es mejor que nadie, simplemente son maneras distintas de haber sido educados: ¿es este el ambiente en el que a mis hijos y a mí nos gustaría crecer, convivir y desarrollarnos?
- Propósito de vida. ¿Tiene claro cuál es su misión? ¿Tiene metas y aspiraciones grandes? ¿Hace todo por lograrlas o es muy soñador y nada aterriza?
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