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jueves, 2 de marzo de 2023

Evangelio del día


 

Evangelio según San Mateo 7,7-12.

Jesús dijo a sus discípulos:
Pidan y se les dará; busquen y encontrarán; llamen y se les abrirá.
Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abrirá.
¿Quién de ustedes, cuando su hijo le pide pan, le da una piedra?
¿O si le pide un pez, le da una serpiente?
Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre celestial dará cosas buenas a aquellos que se las pidan!
Todo lo que deseen que los demás hagan por ustedes, háganlo por ellos: en esto consiste la Ley y los Profetas.


Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.

Bulle

San Juan María Vianney (1786-1859)
presbítero, párroco de Ars
Sermón para el Vº Domingo de Pascua (Sermons de Saint Jean Baptiste Marie Vianney, Curé d'Ars, II, Ste Jeanne d'Arc, 1982), trad.sc©evangelizo.org


El poder de la oración

El motivo que debe llevarnos a recurrir a la oración, es que todo resulta para nuestro beneficio. El buen Dios quiere nuestra felicidad y él sabe que sólo la oración puede procurarlo. Además, mis hermanos, ¡qué mayor honor para una vil criatura -como nosotros- que Dios quiera abajarse hasta ella, permaneciendo con ella familiarmente como un amigo con su amigo! Vean la bondad de su parte al compartir nuestras preocupaciones, nuestras penas. Ese buen Salvador se apresura a consolarnos, a sostenernos en nuestras pruebas o, mejor dicho, sufre por nosotros. Díganme, mis hermanos, el no rezar, ¿no sería querer renunciar a nuestra salvación y a nuestra felicidad sobre la tierra? Porque sin la oración sólo podemos ser infelices y con la oración estamos seguros de obtener todo lo que nos es necesario para el tiempo y la eternidad, como vamos a verlo.
Digo primeramente, mis hermanos, que todo es prometido a la oración y, en segundo lugar, que la oración obtiene todo cuando ella está bien hecha. Es una verdad que Jesucristo nos repite casi en cada página de la Sagrada Escritura. La promesa de Jesucristo es formal: “Pidan y recibirán, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá…Todo lo que pedirán a mi Padre en mi Nombre, lo obtendrán si lo piden con fe” (cf. Mt 7,7; 21,24). Jesucristo no se contenta con decirnos que la oración bien hecha lo obtiene todo. Para convencernos, lo asegura con promesa “Así todo lo que pidan al Padre en mi Nombre, él se lo concederá” (Jn 15,16). Según las palabras del mismo Jesucristo, me parece mis hermanos, que sería imposible dudar del poder de la oración.  (EDD)

Oración

Con este pasaje me invitas en esta cuaresma a meditar sobre la oración. La oración de petición es lo que en este momento me invitas a recordar. A lo mejor pronunciaste estas palabras conociendo la situación de los padres de familia, y quisiste valerte de ellos para presentar una imagen de la oración.

Pedir. Los padres de familia conocen mejor que nadie lo que sus hijos necesitan. Y buscan remediar, en la medida de las posibilidades, estas necesidades. Sin embargo, qué distinta es la situación cuando el hijo anda detrás de ellos día y noche pidiendo algo que carece y que anhela ardientemente. ¡No hay forma de hacerles olvidar el tema! Hasta que no obtienen lo que desean, no dejan de pedir, rogar, insistir, perseguir y -en algunos casos penosos- llorar y patalear.

Así eres también Tú conmigo, Dios mío. Eres un padre que conoce mejor que nadie mis necesidades y, a veces, las satisface sin que yo lo pida. Pero quieres, y me invitas con este Evangelio, a pedir lo que quiera, sin temor, con confianza, con perseverancia. Porque tarde o temprano me darás lo que te pido. Pedirte en la oración lo que sea. Un día y otro y otro, sin desfallecer.

Tocar. Es verdad también que los padres de familia, especialmente las madres, no son fáciles a dejar los hijos fuera de casa. Se angustian cuando a las altas horas de la noche ellos no has regresado; y ante el primer golpe en la puerta acuden inmediatamente a abrirles. Raras veces vemos a un hijo suplicando entrar en la casa de sus padres. Ellos siempre tienen para sus hijos las puertas abiertas para recibirles y darles el calor del hogar.

Igualmente Tú eres así en la oración. Siempre estás alerta para que a penas toque a tu puerta, aunque sea de la manera más suave, abras sin tardanza. Permaneces a la espera de que llegue a tu puerta cada mañana, cada noche, cada domingo en la oración y toque. Y ello porque quieres recibirme, quieres estar conmigo, escucharme, darme afecto, darme amor y todo aquello que necesito. Señor, concédeme más y más el don de la oración.

(catholic.net)











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