La rutina es como un punto de referencia necesario en la pareja. Procura una cierta comodidad diaria y nos calma. Sin embargo, con un poco de audacia, la rutina es incluso un placer, una forma de respetar el primer compromiso del matrimonio, reforzar la pareja y ser, sencillamente, felices los dos.
Mientras que, para muchas parejas, la rutina es sinónimo de aburrimiento,de hábitos repetitivos y lineales, lo cierto es que resulta positiva en la vida cotidiana. A modo de punto de referencia, permite a los amantes construir un refugio. Es también un verdadero desafío a lo largo de los días y fortalece, a través de esta dificultad, el vínculo entre las dos personas. Fiel al compromiso del matrimonio, la pareja se prometió hacerse feliz mutuamente.
Como una agradable rutina, la vida diaria en una pareja necesita estar salpicada de rituales de placer para los dos. Seguid los consejos de Maylis Duffaut, consejera matrimonial y familiar de la asociación CLER Amour et Famille, y de Karine Danan, psicoterapeuta de adultos y parejas, para hacer hueco a la rutina diaria y apreciar su verdadero valor.
Aceptar la rutina como un punto de referencia para la pareja
Si miramos la rutina desde otra perspectiva, veremos que crea hábitos tranquilizadores para los miembros de la pareja. Tomar el café juntos por la mañana, llamarse o enviarse un mensaje durante la pausa del almuerzo o compartir la experiencia de la jornada por la noche. “La rutina puede parecer negativa, pero vivir juntos todos los días tiene algo muy bueno y dulce”, considera Maylis Duffaut, consejera matrimonial y familiar de CLER Amour et Famille. “Encontrar olores, ciertos gestos o sensaciones con un sabor familiar es reconfortante”.
Estos hábitos permiten a la pareja crear puntos de referencia. “La rutina aporta rituales”,confirma Karine Danan, psicoterapeuta. Y toma el ejemplo de una pareja que fue a verla: “Todos los días, cuando vuelven del trabajo, se reúnen alrededor de un aperitivo. Es el momento de contarse el día, de encontrarse, de relajarse juntos, como una transición entre el trabajo y la vida familiar. ‘Nuestra cita diaria nos acerca más’, asegura la pareja. ‘Los dos estamos muy ocupados y somos muy activos, este ritual nos invita a relajarnos con entusiasmo. A veces faltamos a nuestras citas, pero es muy raro. Dos o tres días sin nuestra pequeña cita y nos sentimos perdidos’”.
Como un equilibrio frágil, la rutina y sus manías también pueden desgastar a la pareja. “La rutina agota a la pareja”, advierte Maylis Duffaut. “Ya no hay nada nuevo, esa pequeña llama. La rutina hace referencia a los rituales, pero no debe oponerse a la noción de deseo, a la necesidad de sorprender al otro, de sorprenderlo cada día”.
Ser uno mismo gracias a la rutina
“La rutina nos permite actuar sin pensar o, más bien, actuar pensando en otra cosa”, describe Karine Danan. Evita las dudas, las grandes reflexiones y las pérdidas de tiempo. “La vida cotidiana es sinónimo de confort en el sentido de que no requiere ningún esfuerzo adicional. En nuestra vida profesional y personal, siempre hay una noción de adaptación a las cosas nuevas, a un mundo exterior o a un entorno desconocido”, señala Maylis Duffaut. “Aporta un cierto alivio el volver a casa y poder relajarse, sin necesidad de hacer más sobreesfuerzo. Ante la bondad del otro, podemos mostrarnos tal y como somos, ser uno mismo en una relación auténtica”.
Mientras estamos en esta fase de “descanso mental”, también tenemos la oportunidad de optimizar nuestro tiempo, para que sea útil para hacer otra cosa. “Cuando nuestro cerebro ha adquirido una serie de gestos y destrezas, puede pensar en otra cosa”, explica Karine Danan. “La rutina crea un espacio de libertad para poder concentrarse en la novedad”. En la pareja, estos hábitos son numerosos, pueden aprovecharse para poner la mente en “pausa”, para pensar en nuevas perspectivas para los dos u otros proyectos conjuntos.
Entender la rutina como un desafío para la pareja
En vez de temblar de impaciencia con la idea del próximo viaje de dos o desconectarse organizando salidas permanentes, ¿y si la felicidad estuviera en la rutina diaria? “El amor está más profundamente arraigado en lo ritual”, explica Maylis Duffaut. “Cuando el corazón ya no palpita tanto como antes, es un verdadero desafío reanimar la llama. Si se tiene la voluntad de revivir el deseo, todo es posible. Es mucho más interesante cuando es un poco difícil. Se gana perspectiva, profundidad”.
Para ver la rutina como un elemento positivo en la pareja, también es necesario mirarla con otros ojos. “Para que esa rutina no rime con aburrimiento, hay que saber hacer lúdico lo que aparentemente no lo es”, recomienda Karine Danan. “Si vemos las cosas que hay que hacer como aburridas o represivas, inevitablemente lo serán. Todo lo que hacemos cada día nos aporta algo. En la vida de una pareja, ¿cuál es el beneficio? Y si esta rutina no nos trae nada bueno, ¿qué nos anima a seguir adelante? ¿Qué podríamos cambiar?”. Hacer preguntas es una forma de analizar a la pareja, ponerla en cuestión para lograr progresar.
“¿Cómo podemos hacer que el mañana sea tan vivo como lo es hoy?”, se pregunta Maylis Duffaut. “¡Es la vida cotidiana la que debe ser extraordinaria!”. Este desafío se debe también a la indisolubilidad del matrimonio. “Pase lo que pase, permanecemos juntos. Pero, ¿a qué precio?”, pregunta la consejera matrimonial. “El matrimonio cristiano implica fidelidad en el seno de la pareja y respetar compromiso hecho ante el Señor de hacer feliz al otro a lo largo de nuestras vidas. Lo primero es cumplir esa promesa trayendo felicidad a la vida cotidiana. La bondad debe ser recíproca, el viaje debe hacerse juntos. Es una fuerza común”.
Instaurar rutinas de placer
La pareja necesita encontrar su lugar en el ritmo frenético de la vida. “En una pareja, es importante definir cuándo se podrá establecer un ritual, un encuentro repetido”, recomienda Maylis Duffaut. “Tomaos un tiempo para escucharos sin preocuparos por nada más, aunque sean 10 ó 15 minutos. Esto es esencial para el equilibrio”. Hoy en día, el ámbito familiar ocupa mucho espacio, los niños están en el centro de nuestra atención. La cuestión es desbloquear un momento para los cónyuges, sin lavar los platos al mismo tiempo ni alimentar al pequeño. Solos los dos.
“Puede ser un momento de ternura, por ejemplo, abrazarse al menos tres veces al día. Al principio, esta cita puede parecer un poco forzada y no muy natural”, prosigue la consejera matrimonial. “Pero muy pronto, será algo familiar. Es extraño y mágico a la vez, con el paso del tiempo, este ‘imperativo’ se convertirá en un momento ansiado por la pareja, una rutina de placer”.
Mathilde Dugueyt, aleteia
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