Los seguidores de Aleteia comparten su proceso de cambio interior y el escritor Claudio de Castro los propone como inspiración
«Nos has hecho, Señor, para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti»
San Agustín
Me encanta cuando recibo correspondencia y mensajes de nuestros lectores. Me pongo feliz. Hay una gran familiaridad en sus palabras. Nos sentimos unidos, cercanos.
Explicaba Chiara Lubich, la fundadora del Movimiento de los Focolares:
«Los primeros cristianos tenían presente la carta de San Pablo, donde enseñaba cómo se hace para amar, incluso donde hablaba de su experiencia: Y me hice débil con los débiles…, me hice todo para todos…».
Por eso se «hacían uno» con todos los prójimos que encontraban, compartían sus vicisitudes, participaban de sus dolores, de sus alegrías, hacían propios sus sentimientos. Vivían por los demás, vivían en función de los otros, se podría decir que su motivación era esta: vivir el otro, vivir los otros, y no ya vivir para sí mismos.
¿Qué era, en efecto, lo que los distinguía de los demás hombres? ¿Quizás los grandes emprendimientos, las obras inmensas, los profundos estudios, la elocuencia exquisita? No, no, no: lo que los distinguía era el amor recíproco».
Ese amor recíproco es lo que encuentro en los emails de nuestros lectores. Nos sentimos familia, somos uno.
Gratitud
Hoy recibí uno de esos correos generosos, nobles, llenos de cariño e inquietudes. Quiero hablarte de él, porque me encantó, es edificante y aprendí muchas cosas.
En este camino de conversión y fe, siempre aprendo de ustedes, con sus correos, reflexiones y los comentarios que dejan en los artículos de Aleteia. Por eso me brota siempre del alma una palabra grande: “gratitud”.
«Tengo semanas pensando en escribirle, pero siempre alguna cosa pasaba y se me olvidaba, pero hoy dije: voy a escribirle enseguida. Yo sigo con mi día a día entre el trabajo y la familia, siempre orando a Jesús y a la Virgen por su guía, su perdón y protección».
La conversión
En su email habla del difícil camino que ha emprendido por su conversión. Es una batalla diaria... y tiene razón.
Se convierte en un esfuerzo, una lucha cotidiana contra nuestras apetencias, dejar atrás el levado que nos encadena y ofende a Dios.
«En estos años me he dado cuenta de que la conversión no es cosa de un solo día y ya. Es una labor diaria, que a veces pareciera más una batalla; mi vida ha cambiado de a poco, y la persona que soy ahora versus la persona que fui hace 16 años, no tienen mucho en común».
Cuánta sabiduría en sus reflexiones. Me recordó lo que decía san Josemaría Escrivá, un santo al que le tengo gran aprecio por su enorme contribución a la Iglesia y por enseñarnos que es posible la santidad, que está al alcance de todos, en lo ordinario, lo cotidiano, la vida diaria.
Él decía:
«La conversión es cosa de un instante; la santificación es tarea para toda la vida. La semilla divina de la caridad, que Dios ha puesto en nuestras almas, aspira a crecer, a manifestarse en obras, a dar frutos que respondan en cada momento a lo que es agradable al Señor».
Anhelos de amar a Jesús
Sigamos leyendo su e-mail:
«Cada día quiero estar más y más cerca de Jesús, conocerlo más, amarlo más, y me falta tanto…
Pero yo no desespero, sino que lo hago lentamente, creo que así es mejor, como los niños cuando aprenden las letras, una por una.
Es como si hubiera sido una persona oxidada, de latón, que poco a poco estuviera recibiendo el aceite necesario para mover sus brazos y piernas y poco a poco volviera a brillar.
No es un camino fácil, como decía un sacerdote en misa: Todo lo que cuesta vale».
Es hora de cambiar
¿Sabes qué es la conversión? En Aleteia te lo explicamos.
Cuánto valor tienen las siguientes palabras de nuestra lectora en su e-mail…
Por algún motivo siento como si fuesen mis palabras y las hubiese escrito yo. ¿Te pasa igual?
Continuemos su lectura…
«Cuando caigo y pierdo la paciencia por algún motivo y mi mal carácter aparece, me molesto conmigo misma, sabiendo que nuevamente debo recoger lo esparcido y seguir adelante, tratando de cuidar aún más mis pasos, para que tal vez la próxima vez no vuelva a suceder. En ese momento oro a Jesus, para que me perdone y me ayude a cambiar».
Conviértete y cree en el Evangelio
Sigue reflexionando sobre su conversión, nuestra amable lectora:
«He encontrado en las prédicas de los sacerdotes la voz de Jesús que nos llama a convertirnos, cambiar, arrepentirnos, amar, perdonar, ser santos y misericordiosos.
Son una fuente de sabiduría, aliento, de consejos muy valiosos y por supuesto, también de algún par de merecidos jalones de oreja.
Aprendo mucho y sus palabras son para mí motivo de reflexión. Por eso los escucho con atención durante sus homilías.
Espero que tenga una bendecida Cuaresma y Semana Santa. Dejaré sus saludos a Jesús en el Sagrario. Dios le bendiga!».
Esperanza
¿Qué te pareció su carta?
Bonita y edificante, ¿verdad? A mí me llenó el corazón de esperanza.
Sentí que debía compartirla contigo. Es una forma de agradecer tantos e-mails que estamos recibiendo de ustedes.
¿Y cómo va tu camino? ¿Sientes que te cuesta tu conversión?
¡Ánimo! Ten fe. Ora, haz tu mejor esfuerzo, lee la Biblia y confía en Dios. Es un padre estupendo, maravilloso.
¿Y qué hago para fortalecer mi fe? Aquí respondo tu inquietud…
Te dejo con este consejo del gran san Agustín:
«Dado que hablamos del camino, comportémonos como si fuéramos de camino: los más ligeros, esperad a los más lentos y caminad todos a la par».
Claudio de Castro, Aleteia
Vea también Pablo, modelo de conversión evangélica
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