Casualmente, en las últimas semanas he recibido con sorpresa algunos comentarios de amigas que me han puesto en alerta. «Se ven tan bien otras madres en las redes sociales. Ellas pueden con todo, y yo no», «Si comparto esto, puede cambiar la percepción que se tiene de mí», «Me pasé todo el día preparando esa foto, y apenas gustó a mis seguidores».
Comparación, soledad, reconocimiento. Yo misma me he encontrado en la circunstancia de perder horas de sueño, viendo la vida de otros en las redes sociales y anhelándolas para mí.
Hay que poner el freno. Estos grandes escaparates de vidas fantásticas que me animan a tomar parte y subirme al ciclón de compartir mi vida está llegando a un punto peligroso. No se trata de demonizar la tecnología, sino de que la vida real gane frente a la vida virtual. Que aquello que pasa en las redes sociales no sea más importante que esas experiencias únicas que vivimos con amigos y familiares.
Hoy en día, la adicción a las redes sociales e Internet se considera uno de los trastornos mentales más abundantes en la sociedad occidental. Especialmente, entre los más jóvenes. Por eso, cuando vi el siguiente vídeo, me di cuenta del alcance de este tema y de que esas anécdotas con mis amigas forman parte de un problema global.
Hace unas semanas, Kate Winslet se alzaba con el premio BAFTA TV Award a la mejor actriz protagonista por su trabajo en la serie «I am Ruth». Una ficción que aún resulta desconocida para el gran público, pero que aterrizará pronto en español, seguramente a través de la cadena COSMO, alojada en plataformas como Movistar +.
«I am Ruth»
«I am Ruth» es parte del grupo de series «I Am» de Channel 4, una antología creada por el cineasta británico Dominic Savage y que narra historias profundas sobre asuntos de la vida real.
En “«I am Ruth», Winslet interpreta a la madre de una joven adicta a las redes sociales y que desciende a una espiral de autodestrucción debido a ellas. Un tema de actualidad del que aún no se ha hablado lo suficiente y que la oscarizada actriz protagoniza junto a su hija en la vida real Mia Threapleton.
Y aquí tenemos a Kate Winslet denunciando, emocionada, el daño que generan los contenidos dañinos en Internet. Primero pone la atención en el generador de contenidos.
Cuando se abre un mundo infinito de informaciones y contenidos audiovisuales, accesibles a cualquiera, me parece una observación muy interesante atender a la responsabilidad que todos, absolutamente todos, tenemos en aquello que hacemos público y ponemos al alcance de otros.
El lenguaje de las redes sociales ofrece una interacción inmediata y diferente a la de las relaciones presenciales. Frecuentemente, esta interacción resulta atractiva y cómoda, que supone entrar en un universo con contenido creativo, original y positivo, pero también con contenido falso, confuso, estresante y sesgado.
Si, además, el usuario o usuaria se encuentra en situación emocional de vulnerabilidad, las redes sociales pueden convertirse en sustituto de ciertos vacíos y carencias emocionales. Un estímulo que puede producir dependencia si no estamos atentos.
Muchos padres con hijos adolescentes se habrán encontrado frente a este problema y se habrán sentido frustrados e impotentes. Y es que si algo caracteriza a las redes sociales e Internet es su omnipresencia. A veces, parece que nuestros jóvenes pueden vivir más tiempo en el universo virtual que en la vida real.
¿Qué debe ponernos en alerta?
Las personas que experimentan esta adicción desarrollan dificultades para mantener la concentración, pese a estar físicamente en un sitio parece que mentalmente están en otro totalmente diferente. La realidad directa del día a día queda en segundo plano. Por otro lado, vivir pegado a una pantalla altera los hábitos de sueño y descanso.
Es muy habitual también comportarse como si el teléfono móvil fuera una prolongación de tu ser tan importante como cualquier parte de tu organismo. Compartir lo que estás viviendo te hace más feliz que reservándolo para tu intimidad.
Como consecuencia de esta pérdida de la esfera de la intimidad, se pierde el control sobre la información que se comparte, facilitando gran cantidad de datos personales a gente completamente desconocida.
Las redes sociales están marcadas por la interacción constante, pero también por lo efímero de esta forma de expresión. Todo contenido caduca muy pronto, de ahí el exceso de actividad y la inmensa sensación de vacío ante la alta demanda emocional de reconocimiento ajeno.
Creo que, frente a las omnipresentes redes sociales, tenemos una gran ventaja. Nadie como nuestra familia y amigos conoce nuestro contexto y nuestras circunstancias. Algo que en Internet se desdibuja con facilidad. Es fundamental entrenar la gestión de las emociones, reconduciendo las desagradables, con apoyo psicológico, pero también el de familiares y amigos.
¿Cómo podemos ayudar?
Podemos hacer muchas cosas por nuestras personas favoritas. Entre ellas, priorizar las conversaciones presenciales siempre que sea posible, proponer planes olvidando el móvil y guardando esos momentos en la memoria de nuestras retinas. Establecer horarios de uso y concretar un momento del día en el que se revisen las redes sociales por última vez.
Pensando en los más jóvenes, está claro que en los centros académicos se debe incorporar la formación educativa en este ámbito. Pero me pregunto si estos jóvenes ven en casa comportamientos alineados con este problema. Es decir, mis amigas y yo ya somos adultas. Muchas son madres. ¿Qué ven sus hijos en casa? ¿Somos capaces de autoimponernos horarios para el uso tecnológico?
Cuándo nos sentamos en familia alrededor de la mesa, ¿dónde está el móvil? ¿Cómo nos afecta, a los adultos, los contenidos que consumimos en las redes sociales? ¿Cuántos conciertos, planes o viajes se viven de forma real y cuántos se viven, literalmente, a través del móvil?
No deja de resultarme curioso el nombre de la protagonista de «I am Ruth». La madre de Freya es un ejemplo de fortaleza y perseverancia ante el drama que vive su hija. Quizás no sea un detalle aleatorio. La Rut bíblica queda viuda y sin descendencia muy joven, pero decide mantenerse al lado de su suegra. «No me ruegues que te deje y me aparte de ti; porque a dondequiera que tú fueres, iré yo, y dondequiera que vivieres, viviré» (Rut 1:16), le dice.
No podemos permanecer insensibles a las dificultades de las personas que nos rodean. Tampoco a nuestras propias dificultades. Antes de que la tristeza y el vacío se apoderen de nosotros, conviene levantar la mano y pedir el apoyo necesario. Igualmente, como la Rut bíblica, nuestra condición de cristianos debe animarnos a acompañar y apoyar las situaciones difíciles. Abrazar el dolor del otro, ofreciendo todo lo que somos desde la verdad, desde la fe, desde la realidad.
Blanca Serres, catholic-link
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