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lunes, 21 de agosto de 2023

Hijos con una mayor cultura del esfuerzo espiritual

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En la vida no basta tener éxitos económicos y sociales, es mucho más importante alcanzar victorias espirituales de gran altura

En la vida no basta tener éxitos económicos y sociales, es mucho más importante alcanzar victorias espirituales de gran altura. 

Empecemos por comprender que la cultura del esfuerzo inicia con una visión clara de la antigua máxima de «ayúdate que yo te ayudaré»  En la que le vamos a transmitir a nuestros hijos que no es suficiente pedir y que se les den las cosas, sino que deben tener la iniciativa y luchar por ser mejores personas y conseguir lo que quieren sin, necesariamente, esperar ayuda o colaboración de los demás.

En principio, les vamos a enseñar que deben asumir sus responsabilidades en la vida y las consecuencias de sus decisiones. Ser el dueños de las propias acciones y de su crecimiento y desarrollo, antes de depender de la ayuda externa. 

En esencia, le vamos a dar gran importancia a una cierta autosuficiencia y al esmero por el esfuerzo personal como la base para lograr sus metas, aprendiendo a relacionarse adecuadamente con los demás, es decir, sin usar a las personas y aprovecharse de ellas; pero sí haciendo alianzas y un esfuerzo conjunto con las personas correctas. 

Es un consejo práctico que conduce a tener muy claro que el esfuerzo en el trabajo y las mejoras personales, son fundamentales para alcanzar el éxito y construir unas relaciones amorosas y positivas. 

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Es romper con la tendencia actual, a que los hijos sean sobre protegidos y atenidos a lo que sus padres les proporcionen, incluyendo las herencias y los negocios familiares. 

Es inculcarles el sentido de la responsabilidad para que, desde niños, logren mayor autonomía y dominio de sí mismos. De tal manera de que como jóvenes ya sepan muy claramente lo que les toca hacer y lo hagan con todo su esmero y capacidad; y que no por ello dejarán de recibir la ayuda de sus padres y de los demás. 

Oración y esfuerzo

Es parecida a la expresión de «a Dios rogando y con el mazo dando» que es también un viejo refrán que muestra la idea de que además de estar pidiendo la ayuda divina, es un requisito estar activos y ponerle el mayor esfuerzo a las cosas que deseamos conseguir. Que mientras tienes la fe para esperar la intervención de Dios, estés trabajando con lo que tienes para alcanzar tus objetivos. 

Lo que quiere decir que: es muy bueno que pidas, en tus oraciones, por ayuda; pero eso no sustituye que realices las acciones necesarias y tomes las medidas concretas al buscar los objetivos que persigues, para que no te quedes con los brazos cruzados, sin hacer nada y esperando que la ayuda llegue, sin hacer lo que te corresponde de una manera responsable. 

Claro que hay que confiar plenamente en el amor de Dios, pero también hemos de alentar a que seamos activos y a demostrar, con nuestras acciones, esa fe. Como bien dice en Santiago 2, 17 «Así también la fe, si no tiene obras, está muerta en sí misma». 

Es una enseñanza conjunta entre confiar plenamente en la Providencia divina y tener claro que el esfuerzo personal sea firme y concreto. Pero resolvamos los problemas de la vida con los recursos con los que contamos, ya el Espíritu Santo nos dará lo que sea su voluntad. 

Es una conciliación plena entre el libre albedrío y la intervención divina en nuestras vidas. Dios sabrá, en su infinito misterio, cómo es que nos ayudará o acomodará las cosas para que salgamos exitosos ante los problemas y alcancemos nuestros objetivos. 

En la cultura del esfuerzo, se promueve la importancia del trabajo arduo para combatir la pereza y dejar de ser comodinos y atenidos a los padres y a los beneficios del mundo externo. Es transmitir el entusiasmo por la responsabilidad y la autodisciplina, con un esfuerzo constante, si es que se quiere conseguir algún éxito en la vida. 

De aquí la importancia de inculcarles la práctica de algún deporte en el que ejerciten la idea de que los resultados son fruto del entrenamiento y el esfuerzo por alcanzar un máximo rendimiento, y no ser mediocres y rendirse ante los fracasos y las derrotas. 

Acercarles la cultura de que sí pueden iniciar sus negocios y ser emprendedores. Que sientan la confianza en sí mismos del valor que tiene su trabajo y creatividad, para superar las dificultades que se presentan en todos los negocios, para que no se desanimen y sean resilientes, es decir, que se levanten y continúen. 

Es enseñarles también la importancia de buscar en el interior, a que valoren lo que tienen, lo que son, a que se amen a sí mismos. A que desarrollen sus virtudes y talentos con un esfuerzo espiritual, tenaz y profundo. 

Que sepan la importancia del autocontrol y la disciplina, sin que alguien los tenga que estar dirigiendo o regañando. Pero sobre todo, a que sean capaces de servir y a ser caritativos con los demás.


Guillermo Dellamary, Aleteia 

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