Un texto de Alberto Hurtado de hace más de un siglo inspiró en los años 90 esta canción hoy popularísima

Una joven con guitarra, en un tejado, con un campanario, símbolo de tantos músicos que miran a Dios y quieren ser mirados por Dios
Seguro que alguna vez la has cantado o, al menos, escuchado. María, mírame es una de esas canciones que acompañan una primera comunión, el rosario familiar o los encuentros de nuestros grupos de fe. Su melodía y letra despiertan en todos nosotros un sentimiento de ternura y cariño hacia nuestra Madre del Cielo.
Pero, ¿sabías cuál es el origen de esta hermosa canción?
La oración que inspiró el canto
Para encontrar sus raíces, debemos trasladarnos al noviciado de la Compañía de Jesús en Chillán, Chile, en el año 1922. Allí, el joven novicio Alberto Hurtado realizaba la contemplación del nacimiento del Señor según el esquema de los Ejercicios de San Ignacio. Siguiendo la indicación del santo de Loyola, “como si presente se hallase”, Alberto se colocó ante el Niño Jesús como un “esclavito indigno” y dirigió a su madre, María, esta oración profunda y sencilla:
- ¡Madre mía querida y muy querida! / Ahora que ves en tus brazos a ese bello Niño, / no te olvides de este siervo tuyo; / aunque sea por compasión, mírame.
- Ya sé que te cuesta apartar los ojos de Jesús / para ponerlos en mis miserias, / pero, madre, si tú no me miras, / ¿cómo se disiparán mis penas?
- Si tú no te vuelves hacia mi rincón, / ¿quién se acordará de mí? / Si tú no me miras, Jesús, que tiene sus ojitos clavados en los tuyos, no me mirará.
- Si tú me miras, Él seguirá tu mirada y me verá, / y entonces, con que le digas / “¡Pobrecito! necesita nuestra ayuda”, / Jesús me atraerá a sí y me bendecirá, / y lo amaré y me dará fuerza y alegría, /confianza y desprendimiento.
- Me llenará de su amor y de tu amor, / y trabajaré mucho por Él y por Ti, / haré que todos te amen, / y amándote se salvarán. / ¡Madre! ¡Y solo con que me mires!
Alberto Hurtado (1901-1952) fue canonizado por el Papa Benedicto XVI el 23 de octubre de 2005. Es conocido en Chile y en Hispanoamérica por su labor social, su incansable defensa de los pobres y por fundar el Hogar de Cristo, institución dedicada a los más desfavorecidos.
Lo que a primera vista no es tan conocido es la fuente de la que bebía este santo para entregarse tan radicalmente al cuidado de los más pobres. San Alberto era un hombre de profunda vida interior, y hay un rasgo que marcó especialmente su espiritualidad: su amor tierno y confiado a la Virgen María, que lo guio en toda su vida y apostolado.

San Alberto Hurtado, 1901-1952, es un santo sacerdote chileno que destacó por su entrega a los pobres
De la oración al canto: El grupo chileno Betsaida y Adriana Bezanilla
La visita del Papa Juan Pablo II a Chile en abril de 1987 supuso un aldabonazo, especialmente para muchos jóvenes. El Papa les hizo una fuerte llamada: “Los pobres no pueden esperar”.
Esta llamada tuvo eco en un grupo de laicos que empezaron a catequizar en los barrios pobres de Santiago. Uno de los caminos más adecuados para llevar a cabo su apostolado entre los desfavorecidos iba a ser la música. Así surgiría, en 1990, el grupo Betsaida. En su página web señalan sobre el origen del grupo:
- “Sólo tenían en común la inquietud por el trabajo social y espiritual a favor de los más necesitados. Con mucho esfuerzo y gracia de Dios, se dieron cuenta de que cantando, rezaban y ayudaban a rezar, donde una simple canción era más poderosa que varias sesiones de catequesis. Habían descubierto una nueva forma de apostolado”.
La oración de San Alberto a la Virgen inspiró a una de las integrantes del grupo. La cantautora chilena Adriana Bezanilla sería la que pondría la música y la letra de la canción. Adriana tiene ahora 63 años. Es la séptima de una familia numerosa. Tiene cinco hijos en la tierra y tres en el cielo, además de diecisiete nietos. Se define a sí misma como “una agradecida y enamorada de la Virgen María” y asegura que su vocación y su música están dedicadas a Ella.
Una oración musical para esta Navidad
Cada vez que cantamos María, mírame, estamos participando de una oración profunda y sencilla que nos invita a acercarnos al Niño Dios con humildad y ternura. Como el “esclavito indigno” del que habla San Ignacio, o los pobres que recibían la catequesis en los barrios de Santiago, podemos ponernos a los pies del Niño Jesús, mirando a María y suplicándole con fe: “María, mírame”
Esta Navidad, convertir esta canción en oración personal y familiar puede ser un acto de profunda devoción y cercanía al misterio del nacimiento de Cristo.
Aquí tienes una entrevista a Adriana, donde explica sobre Betsaida. En el minuto 13 habla de la canción. Hay anécdotas muy bonitas de conversión, también relacionadas con España.
Aquí está la canción cantada por Betsaida, con la voz de Adriana, en una grabación histórica.
Y, en este vídeo, Juan Pablo II en Santiago de Chile, impactando a una generación de chilenos.














Si queremos descubrir en toda su riqueza la relación íntima que une Iglesia y Eucaristía, no podemos olvidar a María, Madre y modelo de la Iglesia.
Toda la ciudad redimida, es decir, la asamblea comunitaria de los santos, es ofrecida a Dios como un sacrificio universal por la mediación del Sumo Sacerdote que, bajo la forma de esclavo, se ofreció por nosotros en su Pasión, para hacer de nosotros el cuerpo de una tan gran Cabeza... Éste es el sacrificio de los cristianos: "siendo muchos, no formamos más que un solo cuerpo en Cristo" Rm 12,5. La Iglesia celebra este misterio en el sacramento del altar, bien conocido de los fieles, donde se muestra que en lo que ella ofrece se ofrece a sí misma.
Al participar personalmente en el estado de víctima de Jesucristo, nos transformamos en la Víctima divina. Como el pan se transubstancia realmente en el cuerpo de Cristo, así todos los fieles nos transubstanciamos espiritualmente con Jesucristo Víctima. Con esto, nuestras inmolaciones personales son elevadas a ser inmolaciones eucarísticas de Jesucristo, quien, como Cabeza, asume y hace propias las inmolaciones de sus miembros.
Si queréis ser fuertes y rebosar de vida, cosa que os es muy necesaria, comulgad. "El que cree en mí se salvará", ha dicho el Señor; pero hablando de la Eucaristía dice: "El que me coma tendrá la vida." Rebosará de vida.
