León XIV no ha podido contener la emoción en su segundo y último gran encuentro con los jóvenes en la gran explanada de Tor Vergata. Eran más de un millón de peregrinos de más de 140 países, que -como en un auténtico 'Wood stock’ católico- han dormido en sacos de dormir y al aire libre, tal y como constató el Vaticano en un comunicado difundido por Telegram.
Esta mañana, como ayer por
la tarde, un estallido de alegría ha recorrido la gran explanada de más de 96
hectáreas al ver descender al Santo Padre del helicóptero. Tras la intensa
noche de Vigilia, marcada por un conmovedor momento de adoración eucarística en
silencio y de rodillas, el Pontífice ha indicado a los jóvenes que en la vida
nunca es todo “firme y seguro”, sino que la existencia “se regenera
constantemente” en el amor.
“Aspiren a cosas grandes, a la santidad, allí donde
estén. No se conformen con menos. Entonces verán crecer cada día la luz del
Evangelio, en ustedes mismos y a su alrededor”, les ha exhortado con emoción en
la Misa conclusiva del Jubileo de
los Jóvenes.
Esta cita ha constituido un
puente entre el Papa americano y la juventud, con la que ha sabido consolidar
una relación, gracias a su capacidad de hablar en tres idiomas y crear un
ambiente muy espiritual, como también lo hicieron -cada uno a su manera- sus
predecesores.
Desde el imponente
escenario, invitó a los jóvenes abrirle a Dios “de par en par el corazón” y
aventurarse con Él “hacia los espacios eternos del infinito”.
El Papa centró su homilía
en el deseo profundo de plenitud que sienten todos los hombres y pidió a los
jóvenes que no traten de a
placar la sed de su corazón
con “sucedáneos ineficaces”.
“Hay una inquietud
importante en nuestro corazón, una necesidad de verdad que no podemos ignorar,
que nos lleva a preguntarnos: ¿qué es realmente la felicidad?”, explicó.
Así, invitó a hacer de ella
“un taburete para subir y asomarnos, como niños, de puntillas, a la ventana del
encuentro con Dios”. De esta manera, nos encontraremos “ante Él, que nos
espera; más bien, que llama amablemente a la puerta de nuestra alma”.
El Pontífice reflexionó
sobre el relato evangélico de los discípulos de Emaús —que explica que los
discípulos de Jesús, tras su muerte, “se alejaban de Jerusalén atemorizados y
desilusionados”, convencidos de que “ya no había nada más que esperar”.
Sin embargo, se encontraron
“precisamente con Él, lo acogieron como compañero de viaje, lo escucharon
mientras les explicaba las Escrituras, y finalmente lo reconocieron al partir
el pan”.
El Papa recordó cómo su
encuentro con Cristo resucitado transformó la tristeza en esperanza: “Sus ojos
se abrieron y el gozoso anuncio de la Pascua encontró lugar en sus corazones”.
León XIV,
durante la Misa. Crédito: Daniel Ibañez/EWTN News
El encuentro con el Resucitado “cambia nuestra
existencia”
Ese mismo encuentro, dijo,
puede cambiar también la existencia de cada joven. “El encuentro con el
Resucitado que cambia nuestra existencia, que ilumina nuestros afectos, deseos
y pensamientos”, constató en este sentido.
En la Eucaristía, el Papa
también abordó la experiencia de los “límites” y la “finitud” de las cosas que
pasan y dijo que estos argumentos no deben ser “tabú” o elementos “que se deben
evitar”.
“La fragilidad, en efecto,
forma parte de la maravilla que somos”, remarcó tras citar la lectura de
Qohélet y el Salmo 90 en la que comparó con la delicadeza de la hierba del
campo.
“Ciertamente, es delicado,
hecho con tallos delgados, vulnerables, propensos a secarse, doblarse,
quebrarse; pero, al mismo tiempo, son reemplazados rápidamente por otros que
florecen después de ellos”, detalló. Y subrayó: “También nosotros, queridos amigos,
somos así; hemos sido hechos para esto”.
Recordando a los jóvenes su
paso por Roma durante esta semana, el Pontífice valoró su participación en
encuentros culturales, artísticos y religiosos en Roma: “Se han encontrado
entre coetáneos provenientes de diferentes partes del mundo, pertenecientes a
culturas distintas. […] Después, en el Circo Máximo, acercándose al Sacramento
de la Penitencia, han recibido el perdón de Dios y le han pedido su ayuda para
una vida buena”.
Asimismo, exclamó que la
plenitud de nuestra existencia no depende de lo que “acumulamos ni de lo que
poseemos”, sino que “más bien, está unida a aquello que sabemos acoger y
compartir con alegría”.
Comprar, acumular y consumir no es suficiente
El Santo Padre dejó claro
que “comprar, acumular y consumir no es suficiente”.
Y agregó: “Necesitamos
alzar los ojos, mirar a lo alto, a las cosas celestiales, para darnos cuenta de
que todo tiene sentido, entre las realidades del mundo, sólo en la medida en
que sirve para unirnos a Dios y a los hermanos en la caridad, haciendo crecer
en nosotros sentimientos de profunda compasión, de benevolencia, de humildad,
de dulzura, de paciencia”.
Evocando a san Juan Pablo
II, fundador de las Jornadas Mundiales de la Juventud, exclamó “nuestra
esperanza es Jesús”.
“Es Él, como decía san Juan
Pablo II, ‘el que suscita en vosotros el deseo de hacer de vuestra vida algo
grande […] para mejoraros a vosotros mismos y a la sociedad, haciéndola más
humana y fraterna’”, aseguró.
Concluyendo su homilía,
León XIV animó a los jóvenes seguir cultivando su amistad con Cristo “con la
oración, la adoración, la comunión eucarística, la confesión frecuente y la
caridad generosa” y citó como modelos de esto a los beatos Pier Giorgio Frassati
y Carlo Acutis, que próximamente serán proclamados santos.
Antes de impartir la
bendición final, los encomendó a la Virgen María: “Los encomiendo a María, la
Virgen de la esperanza. Con su ayuda, al regresar a sus países en los próximos
días, en cada parte del mundo, sigan caminando con alegría tras las huellas del
Salvador, y contagien a los que encuentren con el entusiasmo y el testimonio de
su fe. ¡Buen camino!”
Victoria Cardiel, ACIPrensa
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