Es domingo: Contemplar y Vivir el Evangelio
5º domingo de Cuaresma
[Queremos señalar que este último domingo de Cuaresma acaece en la víspera de la fiesta de san José, patrono de la Iglesia. En relación con él, este domingo se celebra el día del Seminario. Todo ello nos lleva a tenerlo muy presente en nuestra celebración y oración personal y comunitaria. Cada uno en la Iglesia tiene un papel imprescindible que realizar. Pero también el ministerio sacerdotal tiene un papel esencial en la vida de la Iglesia, en las comunidades cristianas. Otro motivo importante de nuestra oración.]
Si te ayuda, puedes empezar así: -Estás, Señor… -Estoy, Señor… En tu Presencia me pongo y me expongo dejándome interpelar por tu Palabra. Que la presencia de tu Espíritu me guíe y me ilumine, y vaya grabando tu Palabra en todo mi ser… Y que yo sea dócil, Señor.
Del Evangelio de san Juan 12,20-33. (Es mejor tener el texto a mano y leerlo ahora)
- Entre los que habían venido a celebrar la fiesta había algunos griegos; éstos, acercándose a Felipe, el de Betsaida de Galilea, le rogaban: “Señor, queremos ver a Jesús”. Felipe fue a decírselo a Andrés; y Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús.
-Unos griegos, judíos venidos a la fiesta, quieren ver a Jesús. Todo el texto del Evangelio de hoy pende de esta súplica de los griegos: “Queremos ver a Jesús”. Y seguramente que la experiencia religiosa de aquellos griegos también. También nuestra experiencia cristiana más auténtica depende de ese mismo deseo hecho súplica: “Queremos ver a Jesús”. ¿Es este mi deseo? Sin él no podré avanzar ni en el discipulado ni en la misión. Sin ese deseo hecho súplica, ¿serían verdaderos nuestros deseos y encuentros con Jesús? Piénsalo despacio.
-Como verdaderos griegos, hombres de sabiduría, seguramente buscan en Jesús la verdad, no la curiosidad. El deseo de aquellos forasteros no parece una simple curiosidad: ver a ese Jesús del que habla la gente y dicen que hace cosas maravillosas. Y por eso acuden a mediadores (Andrés y Felipe), no gente con poder que lleva fácilmente, por interés, a obtener lo buscado. Los mediadores son quienes tienen experiencia de la verdad y de la vida y con su ejemplo nos orientan y animan. Con mi testimonio, ¿soy capaz de conducir hasta Jesús a quienes buscan, a veces a tientas? ¿Sé despertar en los otros el deseo, aunque solo fuera eso, de Jesús? Ante semejantes preguntas no puedo quedar indiferente. ¡Sería una pena grande!
Señor, tú conoces mis deseos profundos. El mayor de todos verte, y verte más claramente. Pero todavía son pequeños, porque te busco cada día y no llego a encontrarte. ¿Por qué, Señor, por qué?
- Jesús les contestó: “Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre…”
-La densidad de estas palabras de Jesús y las que añade a renglón seguido, es extrema. Pero ojo, esa extrema densidad no es académica, intelectual y teórica, No. Como siempre, las palabras de Jesús tienen, sí, una densidad que es vital, es decir, existencial y de experiencia. Cuando se hacen vida propia es cuando se entienden. Su densidad está en que cambian la vida concreta de la persona, haciéndola más semejante a la de Jesús. Con su gracia, haz la prueba y lo comprobarás sin ningún esfuerzo. No temas nunca hacer propias y vivir las Palabras de Jesús. No te harán la vida imposible. Jamás. Pensarlo así y temerlo es un engaño manifiesto del Adversario. Quiere desalentar tu entrega de fe y esperanza. La hora de la glorificación de Jesús es la hora de su Cruz: su Muerte y Resurrección. Eso simboliza la Cruz. Cada cruz nuestra, y la última, está llamada a ser para nosotros hora de glorificación: superación de la vida a favor de la Vida. Que no nos falte nunca la Gracia de entenderlo y vivirlo. ¡Es hora ya de pedirlo!
- En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no caen en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto.
-Otras palabras vitalmente densas: grano es igual a vida, a modo de vivir simplemente humano o mundano. Compresión y vivencia del Papa Francisco: “El grano que quiera seguir siendo grano, que le tenga miedo a la humedad, que no esté dispuesto a desaparecer como grano, ¿cómo va a dar fruto? Si el grano muere, nacerá una nueva planta”. Jesús está hablando con imágenes de su propia experiencia y de la experiencia de sus seguidores. ¿Estoy entre ellos ya? Entonces…
- El que se ama sí mismo, se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo se guardará para la vida eterna.
-Amarse a sí mismo equivale a querer buscar y vivir desde su propio amor, querer e intereses. Estos sus criterios, valores y amores. Es egoísmo puro y duro. Así no se puede amar, sino amarse. Entonces, no apoyarse en ellos, dejarlos, abandonarlos porque son enemigos de libertad auténtica y de la verdad, así ya se está en condiciones de amar de verdad, de tener vida eterna. ¿Cómo me suenan a mí estas palabras? Son de Jesús…
- El que quiera servirme que me siga, y donde esté yo, allí está también mi servidor; a quien me sirva, el Padre lo honrará.
-Seguir a Jesús es hacerse servidor de su Persona y de su Causa: el Reino de la santidad la verdad y la vida. Servirle es querer hacer como Él hizo. Es Amarle como Él nos ama a todos. Servirle es, pues, olvidarse de sí para ser más de Dios y de los demás. Claro, amar es darse, olvidarse, morir para dar gloria a Dios y cooperar en la salvación de hombres. ¿En dónde y cómo me encuentro yo en este punto? La Cuaresma es la oportunidad para madurar en todos estos aspectos esenciales de la experiencia cristiana.
Señor, tus palabras casi me cortan la respiración y paralizan mi entusiasmo. Llegan a los oídos pero no sé si al corazón. Sí sé que son espíritu y vida, pero ¿cómo hacerlas carne propia, carne de vida para el mundo? Hazlo tú, Señor, en mí.
>>>A este propósito es bueno que releas, medites y ores en estos santos días, con las siguientes palabras de Francisco: “Jesucristo habría de morir para darnos un gran fruto: la salvación de nuestras almas, el perdón de los pecados, la apertura nuevamente del cielo para nosotros, la vida eterna, la gracia santificante, recobrar nuevamente la amistad con Dios. Todo ello forma parte del fruto que Jesucristo dará al morir como grano de trigo”.
- Ahora mi alma está agitada, y ¿qué diré? ¿Padre, líbrame de esta hora? Pero si por esto he venido, para esta hora: Padre, glorifica tu nombre.
-El estado de alma de Jesús está tan agitado que no sabe qué decir. Le viene a la mente su ya próxima pasión, muerte y resurrección, ¡y la angustia de Getsemaní! Dos palabras puede expresar Jesús: “No, Padre, es demasiado”, y “Sí, Padre, ante todo tú y tu proyecto de amor salvador de los hombres”. Como hombre siente el dolor y el sufrimiento, no lo quiere; como Hijo de Dios y hermano nuestro desea y quiere lo mejor para ambos. Aunque tenga que pagar con su vida. Asume su destino porque sabe y quiere que se cumpla la voluntad del Padre. Su Amor es más grande que todo. ¿Cómo has podido reaccionar tú ante situaciones semejantes? ¿O te aterra sólo el pensarlo? Aunque aún no lo entendamos, que nos quede esto muy claro y quiera Dios que grabado en nuestro corazón: en la cruz se expresa el triunfo definitivo de Jesús, el momento de su mayor gloria, porque en la cruz está presente su “elevación”, es decir, su resurrección y glorificación. Por eso la cruz es su “hora”. Será también la nuestra, si, pese a todo, sabemos acoger y amar la voluntad del Padre. Incluso en la cruz cotidiana.
- Entonces vino una voz del cielo: “Lo he glorificado y volveré a glorificarlo”…
-El Padre da una respuesta inmediata a las palabras de Jesús, no por él sino por los oyentes. Dios tiene respuestas inmediatas para sus hijos, aun cuando no entendamos nada de lo que dice, sobre todo cuando une, como es el caso, glorificación y salvación con sufrimiento y muerte en cruz. Éstas son todavía palabras muy duras para la mayoría de nosotros, cristianos de hoy. En no pocos casos tenemos mucha devoción a la cruz, la llevamos con nosotros y sobre nosotros, la tenemos en casa, la hacemos sobre nuestro pecho, -¿todavía?-, ¡pero eso de llevarla en nuestra carne, en nuestra vida!, eso son palabras mayores. ¿Quién podrá? Quien unido a Jesús cree y ama, dejándose amar.
Señor, lo sé: el dolor y el sufrimiento no son hermosos. Por ello se grita, se gime, se pregunta. Cristo acoge nuestros gritos dolorosos como los suyos. Son gritos que han estado acompañando a la humanidad desde sus orígenes. Tú lo sabes bien. Gracias a Cristo, estos gritos tienen un nuevo sentido, con su ejemplo y redención se convierten en oración, en diálogo contigo. Aquí se produce la gran transformación. Gracias a Cristo, obediencia y aceptación de la voluntad de Dios se convierten en amor a lo divino, y fraterno para los hombres. El dolor aceptado por amor se convierte así en sacramento de filiación y de fraternidad, escuela de humanidad y de santidad.
¿Vamos a la Pascua? ¡Vamos! ¿Estamos preparados? La respuesta es personal, muy personal, concreta y sincera. ¡Santa Semana Santa!
Dentro muy etdentro, ReL
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