No es una dieta sino un enfoque hacia lo esencial
Hacer dieta o desintoxicarse es bueno para uno mismo, pero ayunar es otra dimensión que conecta con lo más importante. Lo sostiene en esta entrevista sobre el ayuno Leticia Soberón Mainero,Doctora en comunicación social por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, psicóloga y miembro de la Secretaría para la Comunicación de la Santa Sede.
Leticia Soberón es Co-creadora de Collaboratorium y de Dontknow.
¿Ayunar es inspirador?
Ayunar es inspirador si se hace enfocándose a que Dios y los demás -en particular los más necesitados- tengan un lugar más central en nuestra vida. Otra cosa son dietas y regímenes para adelgazar o desintoxicarse, que también son aconsejables, pero que tienen como centro a uno mismo.
¿De qué nos debemos de despojar?
Muchas culturas y religiones han practicado el ayuno como ascesis a lo largo de los siglos. El ser humano ha sabido siempre que aunque comer es una necesidad vital, es en realidad bastante poco lo que necesitamos para vivir, y mucho más lo que podríamos compartir. Se come menos para volver a lo esencial.
Pero más allá de eso, debemos despojarnos y ayunar de todo lo que nos impide estar cerca de Dios; todo lo que nos obstaculice el dar y recibir amor a las personas que tenemos cerca.
Comer menos o reducir las satisfacciones de la vida, me parece que no tendría sentido en sí mismo si no estuviera orientado a dar más a los otros, y a poner en el centro de la vida, no nuestros deseos, sino el querer de Dios: la paz, la justicia, la concordia, la alegría.
Por ello también debemos despojarnos de las costumbres y rutinas que, sin darnos cuenta, producen dolor a quienes nos rodean. Tomar conciencia de si estamos provocando “dolor estúpido” en otras personas.
¿Qué llamamos “dolor estúpido”? El que no tiene sentido, el que no se padece en aras de algo superior o de manera transitoria sino el que sólo sobra, daña y deteriora a las personas.
Usted es psicóloga. ¿Ve en la Cuaresma un momento psicológicamente fértil para las personas?
Mientras mejor nos metamos en el sentido y el espíritu de la Cuaresma -prepararnos con el corazón a celebrar que Cristo vive-, más fértil puede ser para nosotros este período.
Recentrarnos en lo esencial, volver a renovar interiormente nuestro seguimiento de Jesús con todas sus consecuencias, acompañar el ayuno con la limosna y la oración, todo ello ayuda a sacudirnos de encima la dispersión y el agobio que, tantas veces, marca la vida en la era digital.
Si se hacen por costumbre, las buenas prácticas terminan vacías de contenido y se convierten en folklore. Si se sabe por qué y para qué se hacen, nos construyen.
¿Por qué es positivo vivir otros ayunos, como el que usted sugiere de no criticar?
Porque las personas somos seres integrales, no divididos por un lado en cuerpo y por otro en psicología y relaciones personales. Somos una unidad.
Todo lo que llevamos en el corazón contribuye a crear un ambiente a nuestro alrededor, alegre, pacífico, neutro o crispado. Todas nuestras acciones ¡y hasta nuestros pensamientos! pueden tener un efecto en los demás.
Hubo un amigo que me dijo: “No hables nunca a nadie mal de nadie”. Procuro seguir ese consejo; las buenas palabras o el silencio, pueden ser unos buenos “purificadores del ambiente”.
Miriam Díez Bosch, aleteia
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