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jueves, 23 de noviembre de 2023

Evangelio del día



Primer Libro de Macabeos 2,15-29.

Entre tanto, los delegados del rey, encargados de imponer la apostasía, llegaron a la ciudad de Modín, para exigir que se ofrecieran los sacrificios.
Se presentaron muchos israelitas, pero Matatías y sus hijos se agruparon aparte.
Entonces los enviados del rey fueron a decirle: "Tú eres un jefe ilustre y gozas de autoridad en esta ciudad, respaldado por hijos y hermanos.
Sé el primero en acercarte a ejecutar la orden del rey, como lo han hecho todas las naciones, y también los hombres de Judá y los que han quedado en Jerusalén. Así tu y tus hijos, serán contados entre los Amigos del rey y gratificados con plata, oro y numerosos regalos".
Matatías respondió en alta voz: "Aunque todas las naciones que están bajo el dominio del rey obedezcan y abandonen el culto de sus antepasados para someterse a sus órdenes,
yo, mis hijos y mis hermanos nos mantendremos fieles a la Alianza de nuestros padres.
El Cielo nos libre de abandonar la Ley y los preceptos.
Nosotros no acataremos las órdenes del rey desviándonos de nuestro culto, ni a la derecha ni a la izquierda".
Cuando acabó de pronunciar estas palabras un judío se adelantó a la vista de todos para ofrecer un sacrificio sobre el altar de Modín, conforme al decreto del rey.
Al ver esto, Matatías se enardeció de celo y se estremecieron sus entrañas; y dejándose llevar por una justa indignación, se abalanzó y lo degolló sobre el altar.
Ahí mismo mató al delegado real que obligaba a ofrecer los sacrificios y destruyó el altar.
Así manifestó su celo por la Ley, como lo había hecho Pinjás con Zimrí, hijo de Salú.
Luego comenzó a gritar por la ciudad con todas sus fuerzas: "Todo el que sienta celo por la Ley y quiera mantenerse fiel a la Alianza, que me siga".
Y abandonando todo lo que poseían en la ciudad, él y sus hijos huyeron a las montañas.
Entonces muchos judíos, amantes de la justicia y el derecho, se retiraron al desierto para establecerse allí


Salmo 50(49),1-2.5-6.14-15.

El Dios de los dioses, el Señor,
habla para convocar a la tierra
desde la salida del sol hasta el ocaso.
El Señor resplandece desde Sión,

que es el dechado de toda hermosura:
“Reúnanme a mis amigos,
a los que sellaron mi alianza con un sacrificio”.
¡Que el cielo proclame su justicia,

porque el Señor es el único Juez!
Ofrece al Señor un sacrificio de alabanza
y cumple tus votos al Altísimo;
invócame en los momentos de peligro:

yo te libraré, y tú me glorificarás”.


Evangelio según San Lucas 19,41-44.

Cuando estuvo cerca y vio la ciudad, se puso a llorar por ella,
diciendo: "¡Si tú también hubieras comprendido en este día el mensaje de paz! Pero ahora está oculto a tus ojos.
Vendrán días desastrosos para ti, en que tus enemigos te cercarán con empalizadas, te sitiarán y te atacarán por todas partes.
Te arrasarán junto con tus hijos, que están dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has sabido reconocer el tiempo en que fuiste visitada por Dios".


Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.

Bulle

San Juan María Vianney (1786-1859)
presbítero, párroco de Ars
Sermón para el 9º domingo después de Pentecostés (Sermons de Saint Jean Baptiste Marie Vianney, Curé d'Ars, II, Ste Jeanne d'Arc, 1982), trad. sc©evangelizo.org


“Jesús lloró por la ciudad” (Lc 19,41)

Nuestra alma está destinada a pasar su eternidad en el seno de Dios. Mis hermanos, digamos todo en unas palabras: nuestra alma es tan grande, tan preciosa, que sólo Dios la supera. (…) Según esto, mis hermanos, piensen si tenemos que asombrarnos cuando Dios llora amargamente la pérdida de un alma. Además, los dejo reflexionar sobre el cuidado que tenemos que tener para conservar todas las bellezas del alma. (…)
Tres cosas son capaces de hacernos llorar. Sólo una es capaz de meritar nuestras lágrimas: cuando lloramos nuestros pecados o los de nuestros hermanos. (…) Es decir, llorar la muerte espiritual del alma, el alejamiento de Dios, el perder el cielo. “¡Oh preciosas lágrimas, raras y escasas son!” ¿Por qué esto, mis hermanos? ¿No es porque ustedes no se dan cuenta de la enormidad de su desdicha, en el tiempo y la eternidad? (…)
¡Lástima! Mis hermanos, es el temor de esta pérdida que ha despoblado el mundo, para llenar de cristianos los desiertos y los monasterios. Ellos comprendían mejor que nosotros que si perdemos nuestra alma, todo está perdido. Ella debe tener un alto precio, para que al mismo Dios le importe tanto. Si, mis hermanos, ¡los santos han sufrido mucho para poder guardar su alma para el cielo! (EDD)

Oración

“Yo, pues, prisionero del Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación a que habéis sido llamados, con toda humildad y mansedumbre, con paciencia, soportándoos unos a otros en amor, solícitos en conservar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz.” Efesios 4:1- 3

Dios, ayuda a nuestro cuerpo de iglesia a caminar de una manera digna del llamado que nos has dado. Ayúdanos en todas nuestras interacciones unos con otros a tener corazones humildes y gentiles. Concédenos paciencia los unos con los otros, soportándonos unos a otros en amor. Concede la unidad al Cuerpo de Cristo. Que caminemos humildemente contigo, Dios, permitiéndote mostrarnos nuestros errores.

(bibliaw0rk.org)















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