Con la vida tan agitada que llevamos, seguramente nos ha pasado que tomamos decisiones a la ligera y luego nos arrepentimos de haber actuado por impulso...
Diariamente tomamos decisiones, algunas son simples, como elegir la ropa que usaremos o qué vamos a comer y algunas más son referentes a situaciones importantes de la vida, como elegir una carrera profesional o contraer matrimonio. Pero cualquiera que esta sea, marcará nuestra vida, tanto si lo hacemos bien, como si elegimos mal.
En el Evangelio se narra el caso de las diez vírgenes que esperaban al esposo con sus lámparas encendidas, cinco eran necias y cinco prudentes. Sabemos lo que pasó: las previsoras llevaban suficiente aceite, así es que, mientras las cinco descuidadas iban a comprar, llegó el novio y se cerró la puerta, dejándolas afuera por su mala decisión (Mt 25, 1-13).
Aprender a discernir
Este ejemplo bíblico nos recuerda que, a diario, vivimos situaciones semejantes. Por eso es importante empezar a discernir; es decir, debemos distinguir y señalar la diferencias que encontramos en situaciones, objetos, personas, sentimientos, emociones, o cualquier otra cosa que lo requiera, pero usando nuestro intelecto. Esto quiere decir que es necesario pensar antes de decidir o de hacer algo de lo que podríamos arrepentirnos.
El caso de las vírgenes, que el evangelio llama necias, nos hace aprender que se confiaron en que el aceite sería suficiente porque quizá creyeron que el esposo no tardaría. Es probable que les haya dado pereza cargar otro envase aparte de la lámpara, o tal vez salieron apuradas de sus casas y no pensaron en la posibilidad de llevar más, quizá descartaron la idea de último minuto; no sabemos cuáles fueron sus motivos. Pero así nos pasa a nosotros cuando no planeamos ni nos organizamos y dejamos todo a la suerte.
Prevenir para no lamentar
Por supuesto, cuando volteamos a ver a las prudentes, nos damos cuenta de varias situaciones: anticiparon su compra, colocaron todo en su debido lugar, organizaron sus tiempos, escogieron cuidadosamente lo que tenían que ponerse y llevar a la fiesta, pensaron en las personas involucradas; es decir, tuvieron la delicadeza de planear lo que harían por cariño a los novios. Esa es la actitud que hizo la diferencia.
Ese debería ser nuestro comportamiento diario con respecto a nuestra vida espiritual. Nos gusta estar al tanto de todo lo que corresponde a la cuestión material pero dejamos al último nuestra relación con Dios, creyendo que ya tendremos la ancianidad para dedicarle nuestros últimos años.
¿Y si Él llega antes y nos encuentra desprevenidos? Recordemos que nuestro Señor Jesucristo nos avisa constantemente, en el Evangelio, que regresará y dará a cada quien lo que haya ganado durante su vida.
Y tengamos en cuenta la advertencia que hizo a quienes contó la parábola de las diez vírgenes: estén prevenidos porque no saben el día ni la hora (Mt 25, 13), no sea que nos quedemos fuera del cielo.
Mónica Muñoz, Aleteia
Vea también Discernimiento: Aprender a mirar y pensar
como Dios (muchos ejemplos)
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