Algunos ejemplos de santos, personajes bíblicos e incluso en primera persona, propuestos por el escritor Claudio de Castro
«Por eso les digo: todo lo que pidan en la oración, crean que ya lo han recibido y lo obtendrán»
Marcos 11, 24
Te lo he contado en muchas ocasiones, sin la oración estamos perdidos.
Solía pensar que orar era hablar con Dios. Ahora me gusta ir más allá y pensar que la oración es estar en la dulce y amorosa presencia de Dios.
Y para ello no necesitas hablar, ni decir muchas palabras. Él sabe lo que hay en tu corazón, tu anhelos, deseos, problemas, inquietudes, fortalezas.
El secreto de los monjes
Te estás preguntando cómo orar en silencio, para que Dios escuche tus plegarias ¿verdad? Es muy sencillo.
Los monjes y religiosas en grandes monasterios descubrieron el secreto. Lo han practicado por siglos. Y en Aleteia te lo explicamos. Lee este maravilloso artículo:
El silencio más admirable es el monástico. Te enseña a vivir en la presencia de Dios y a orar con fervor.
Muchos han querido replicar sus experiencia y seguro ya puedes hacerlo y vivir algo especial, único, pasando unas vacaciones en un monasterio, que abren las puertas a los visitantes que desean vivir la cercanía de Dios.
En primera persona
Y tú, ¿qué haces, Claudio? ¿Cómo es tu oración silenciosa?
Encantado te lo comparto. Me gusta llenarme de Dios para poder llevarlo a los demás. Y lo consigo en la caridad, la misericordia, conservando como un tesoro mi estado de gracia y sobre todo en la oración contemplativa.
¿Contemplativa? Pero, ¿qué es este tipo de oración? Para obtener una respuesta busquemos un Catecismo de la Iglesia Católica. En el punto 2709 nos explica qué es esta oración:
«Santa Teresa responde: «No es otra cosa oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama» (Santa Teresa de Jesús, Libro de la vida, 8).
La contemplación busca al «amado de mi alma» (Ct 1, 7; cf Ct 3, 1-4). Esto es, a Jesús y en Él, al Padre.
Es buscado porque desearlo es siempre el comienzo del amor, y es buscado en la fe pura, esta fe que nos hace nacer de Él y vivir en Él.
En la contemplación se puede también meditar, pero la mirada está centrada en el Señor».
Amor correspondido
Para mí, basta que mires a Jesús clavado en esa cruz, o lo encuentres escondido, como un prisionero de amor en el Sagrario, lo veas con ternura, lo ames y le dirijas ese amor tuyo que será muy pronto respondido con un amor eterno, infinito, mas allá de tu humana compresión.
Yo suelo mirarlo en la cruz, me lleno de una ternura que no es mía y le digo que le quiero.
Santa Teresa de Niño Jesús lo describe mejor que yo:
«Para mí, la oración es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada al cielo, un grito de reconocimiento y de amor, tanto desde dentro de la prueba como desde dentro de la alegría».
«La oración ferviente del justo tiene mucho poder».
Santiago 5, 16
Ingredientes de la oración
Con los años he aprendido que la oración, para ser efectiva, no tiene que estar llena de ruidos y muchas palabras. Debe tener al menos estos ingredientes: humildad, confianza, silencio, fe, amor y el deseo de estar en la presencia de Dios.
Pero hay una condición que parece estar íntimamente ligada a la oración eficaz y es la fe, esa certeza única que Dios me escucha y responde a mis plegarias.
Para rezar y conseguir ser escuchados y que Dios responda, hay que rezar con fe, porque «sin fe es imposible agradarle, pues el que se acerca a Dios ha de creer que existe y que recompensa a los que le buscan» (Hebreos 11).
Un paradigma de oración hecha con fe y silencio
¿Sabes quién nos dejó uno de los mejores ejemplos de la oración efectiva, hecha con fe y en el silencio? Una mujer sencilla, sufriente, enferma, pero con una fe extraordinaria.
Para conocer su extraordinaria historia debes acudir a la Biblia. Abre tu Biblia y busca específicamente a Marcos 5 y lee:
«Le seguía un gran gentío que le oprimía. Entonces, una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años, y que había sufrido mucho con muchos médicos y había gastado todos sus bienes sin provecho alguno, antes bien, yendo a peor, habiendo oído lo que se decía de Jesús, se acercó por detrás entre la gente y tocó su manto. Pues decía: «Si logro tocar aunque sólo sea sus vestidos, me salvaré».
Inmediatamente se le secó la fuente de sangre y sintió en su cuerpo que quedaba sana del mal.
Al instante, Jesús, dándose cuenta de la fuerza que había salido de él, se volvió entre la gente y decía: «¿Quién me ha tocado los vestidos?». Sus discípulos le contestaron: «Estás viendo que la gente te oprime y preguntas: «¿Quién me ha tocado?»».
Pero él miraba a su alrededor para descubrir a la que lo había hecho.
Entonces, la mujer, viendo lo que le había sucedido, se acercó atemorizada y temblorosa, se postró ante él y le contó toda la verdad. Él le dijo: «Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y queda curada de tu enfermedad».»
En medio del barullo, del gentío, reza en silencio y se dice: «Si logro tocar….».
No duda, no se detiene, lo hace. Es escuchada y obtiene lo que tanto anhela. Sigue su ejemplo. Y ten fe. ¡Dios te bendiga!
¿Te gustaría compartirnos tus experiencias con la oración? Te dejo mi email personal: cv2decastro@hotmail.com
Claudio de Castro, Aleteia
Vea también Sermón sobre la Oración - Santo Cura de Ars
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