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lunes, 23 de enero de 2023

Evangelio del día


 

Marcos 3,22-30.

Los escribas que habían venido de Jerusalén decían: "Está poseído por Belzebul y expulsa a los demonios por el poder del Príncipe de los Demonios".
Jesús los llamó y por medio de comparaciones les explicó: "¿Cómo Satanás va a expulsar a Satanás?
Un reino donde hay luchas internas no puede subsistir.
Y una familia dividida tampoco puede subsistir.
Por lo tanto, si Satanás se dividió, levantándose contra sí mismo, ya no puede subsistir, sino que ha llegado a su fin.
Pero nadie puede entrar en la casa de un hombre fuerte y saquear sus bienes, si primero no lo ata. Sólo así podrá saquear la casa.
Les aseguro que todo será perdonado a los hombres: todos los pecados y cualquier blasfemia que profieran.
Pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo, no tendrá perdón jamás: es culpable de pecado para siempre".
Jesús dijo esto porque ellos decían: "Está poseído por un espíritu impuro".

Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.

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Bulle

Orígenes (c. 185-253)
presbítero y teólogo
Homilías sobre el Exodo, nº 1, 5


«Expulsa a los demonios»

Reconoce: «en ti ha surgido un nuevo rey, un rey de Egipto». Es él quien te requisa para sus trabajos, te obliga a fabricar ladrillos y mortero. Es él quien te impone capataces y vigilantes, el que te empuja a través del látigo y de la vara a trabajos de tierra, te fuerza a construirle ciudades. Es él el quien te incita a recorrer el mundo, a remover tierras y mares para satisfacer tus codicias...
Este rey de Egipto sabe que la guerra es inminente. Presiente la venida de «aquel que puede despojar sus principados y potestades, triunfar sobre ellas con audacia y clavarlas en el madero de la cruz»...; siente ya próxima la hora de la destrucción de su pueblo. Por eso declara: «¡El pueblo de Israel es más fuerte que nosotros!» ¡Que pueda decir lo mismo refiriéndose a nosotros y nos sintamos más poderosos que él! ¿Cómo lo sentirá? Si no acojo los malos pensamientos y los deseos perversos que él me inspira; si rechazo «sus flechas incendiarias con la armadura de la fe»; si cada vez que hace alguna insinuación a mi alma, acordándome de Cristo mi Señor, le digo: «Vete, Satanás, porque está escrito: 'Al Señor, tu Dios, adorarás y a él sólo servirás'»...
Porque el Señor Jesús viene..., para someter a los «principados, dominaciones y potestades», para sustraer a los hijos de Israel a las violencias de sus enemigos..., para enseñarnos de nuevo a ver a Dios en espíritu, a abandonar los trabajos del Faraón, a salir de la tierra de Egipto, a renunciar a las bárbaras costumbres de los egipcios, «a abandonar al hombre viejo corrompido por deseo de placer y a revestirnos del hombre nuevo creado según Dios», «a renovar nuestro interior día a día» según la imagen del que nos ha creado, Jesucristo nuestro Señor, a quien sean dadas la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén
(Referencias bíblicas: Ex 1,8; Col 2,14-15; Ex 1,9; Ef 6,7; Mt 4,10; Dt 6,13; Col 1,16; Ef 4,22-24; Col 3,9-10; 2C 4,16)  (EDD)

Oración 

Tú, Señor, verdadero doctor y dador,
que eres Creador y Redentor,
concesor y defensor,
abogado y Juez terrible y clemente,
que das vista a la mente de los ciegos,
que posibilitas a los débiles
para hacer lo que ordenas;
que tan piadoso eres para quienes
te dirigen asiduamente sus peticiones,
y tan liberal que no permites que nadie desespere,
perdona todos mis pecados y todos mis errores,
y que tu bondad gratuita, buen Jesús,
me conduzca a esa contemplación deseable
donde ya no pueda errar.

Tú que eres conocedor de lo que está oculto,
bien conoces en cuántas faltas he caído.

Tú conoces cuán mísera y proclive es mi debilidad,
y cuán incesantemente la aflige y presiona el enemigo.

Tú, oh Cristo Dios, batallador fortísimo
y campeón siempre victoriosísimo,
mira este combate desigual,
donde clama a la gloria de Tu divina majestad
la debilidad de los mortales.

Si el león rugiente superara a la débil oveja,
si el espíritu violentísimo venciera a la débil carne,
y si al menos la domina,
permitiéndolo tu justo juicio,
en el tiempo de padecer,
no permitas que seamos devorados
por sus insaciables fauces.

Haz, ¡oh amador del género humano!,
que se entristezca por la alegría humana
aquel que se exulta por atacarnos.

Amén.

  • Especial de San Isidoro (ACI)































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