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jueves, 21 de septiembre de 2023

Evangelio del día


Carta de San Pablo a los Efesios 4,1-7.11-13.

Hermanos:
Yo, que estoy preso por el Señor, los exhorto a comportarse de una manera digna de la vocación que han recibido.
Con mucha humildad, mansedumbre y paciencia, sopórtense mutuamente por amor.
Traten de conservar la unidad del Espíritu mediante el vínculo de la paz.
Hay un solo Cuerpo y un solo Espíritu, así como hay una misma esperanza, a la que ustedes han sido llamados, de acuerdo con la vocación recibida.
hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo.
Hay un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, lo penetra todo y está en todos.
Sin embargo, cada uno de nosotros ha recibido su propio don, en la medida que Cristo los ha distribuido.
El comunicó a unos el don de ser apóstoles, a otros profetas, a otros predicadores del Evangelio, a otros pastores o maestros.
Así organizó a los santos para la obra del ministerio, en orden a la edificación del Cuerpo de Cristo,
hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, al estado de hombre perfecto y a la madurez que corresponde a la plenitud de Cristo.


Salmo 19(18),2-3.4-5.

El cielo proclama la gloria de Dios
y el firmamento anuncia la obra de sus manos;
un día transmite al otro este mensaje

y las noches se van dando la noticia.
Sin hablar, sin pronunciar palabras,
sin que se escuche su voz,

resuena su eco por toda la tierra
y su lenguaje, hasta los confines del mundo.
Allí puso una carpa para el sol


Evangelio según San Mateo 9,9-13.

Jesús, al pasar, vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: "Sígueme". El se levantó y lo siguió.
Mientras Jesús estaba comiendo en la casa, acudieron muchos publicanos y pecadores, y se sentaron a comer con él y sus discípulos.
Al ver esto, los fariseos dijeron a los discípulos: "¿Por qué su Maestro come con publicanos y pecadores?".
Jesús, que había oído, respondió: "No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos.
Vayan y aprendan qué significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios. Porque yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores".


Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.

Bulle

San Juan Casiano (c. 360-435)
fundador de la Abadía de Marsella
Conferencias, La castidad, XII-XIII (SC 54, Conférences VIII-XVII, Cerf, 1958), trad. sc©evangelizo.org


¡Qué prodigio ver publicanos transformados en apóstoles!

Las bondades de Dios son realmente grandes, maravillosas y profundamente desconocidas a los hombres, salvo si han hecho la experiencia. Mismo si algunos de ellos permanecen en la corrupción, el Señor se da a sus fieles con inefable entrega. (…) Todos se asombrarán ante las obras de Dios y gritarán desde el fondo de su corazón “El Señor es grande” (Sal 134,5), al verse ellos mismo, o a otros, pasar de la extrema avaricia a la liberalidad, de abusos a una vida de abstinencia, del orgullo a la humildad (…). El alma del profeta, y los que se le parecen, descubren las divinas maravillas realmente con asombro, en una contemplación plena de milagros.
¡Qué gran prodigio ver, en poco tiempo, los publicanos avaros devenir apóstoles, los perseguidores acérrimos cambiar en predicadores del Evangelio prontos a todo soportar y propagar la fe al precio de su sangre. Tales son las divinas obras que el Hijo testimonia cumplir cada día, unido a su Padre “Mi Padre trabaja siempre, y yo también trabajo” (Jn 5,17). Tales son las obras de Dios que el bienaventurado David canta en el Espíritu “Bendito sea el Señor, Dios de Israel, el único que hace maravillas” (Sal 72,18) y “Yo recuerdo las proezas del Señor” (Sal 77,11). De ellas habla el profeta Amós “El que hace las Pléyades y el Orión, el que cambia las tinieblas en aurora y la luz del día en oscuridad, el que convoca a las aguas del mar y las derrama sobre la tierra, se llama “el Señor” (Am 5,8). A él se dirige esta oración “¡Sé fuerte, Dios, tú que has actuado por nosotros!” (Sal 67,29).
Ese es el gran milagro de Dios. Un hombre de carne ha rechazado la inclinación carnal en diversas circunstancias, durante muchos ataques, y guarda su alma con la misma disposición, permaneciendo inmóvil en medio del flujo incesante de los acontecimientos. (EDD)

Oración

Permitida su difusión. Pablo VI en A.A.S., 58-1966. 1185-1186) 

¡Oh, Jesús, Redentor del hombre!, que tanto sufriste por el amor y la salvación de los pecadores, sabiendo que no todos iban a aceptar tu Sacrificio...

Yo quiero unirme a esos Tus sentimientos de Amor, de Perdón y Misericordia, y pedirte en este día la salvación de mil pecadores por cada latido de mi pobre corazón, unidos a los latidos del vuestro y a los del Corazón Inmaculado de María, vuestra Santísima Madre y nuestra, que nos disteis al pie de la Cruz.

Os lo suplico, por vuestra Preciosa Sangre y vuestra Divina Misericordia. Amén

(catholic.net)














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