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domingo, 17 de septiembre de 2023

Evangelio del día


 

Libro de Eclesiástico 27,30.28,1-7.

También el rencor y la ira son abominables, y ambas cosas son patrimonio del pecador.
El hombre vengativo sufrirá la venganza del Señor, que llevará cuenta exacta de todos sus pecados.
Perdona el agravio a tu prójimo y entonces, cuando ores, serán absueltos tus pecados.
Si un hombre mantiene su enojo contra otro, ¿cómo pretende que el Señor lo sane?
No tiene piedad de un hombre semejante a él ¡y se atreve a implorar por sus pecados!
El, un simple mortal, guarda rencor: ¿quién le perdonará sus pecados?
Acuérdate del fin, y deja de odiar; piensa en la corrupción y en la muerte, y sé fiel a los mandamientos;
acuérdate de los mandamientos, y no guardes rencor a tu prójimo; piensa en la Alianza del Altísimo, y pasa por alto la ofensa.


Salmo 103(102),1-2.3-4.9-10.11-12.

Bendice al Señor, alma mía,
que todo mi ser bendiga a su santo Nombre;
bendice al Señor, alma mía,
y nunca olvides sus beneficios.

El perdona todas tus culpas
y cura todas tus dolencias;
rescata tu vida del sepulcro,
te corona de amor y de ternura.

No acusa de manera inapelable
ni guarda rencor eternamente;
no nos trata según nuestros pecados
ni nos paga conforme a nuestras culpas.

Cuanto se alza el cielo sobre la tierra,
así de inmenso es su amor por los que lo temen;
cuanto dista el oriente del occidente,
así aparta de nosotros nuestros pecados.


Carta de San Pablo a los Romanos 14,7-9.

Ninguno de nosotros vive para sí, ni tampoco muere para sí.
Si vivimos, vivimos para el Señor, y si morimos, morimos para el Señor: tanto en la vida como en la muerte, pertenecemos al Señor.
Porque Cristo murió y volvió a la vida para ser Señor de los vivos y de los muertos.


Evangelio según San Mateo 18,21-35.

Se adelantó Pedro y le dijo: "Señor, ¿cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano las ofensas que me haga? ¿Hasta siete veces?".
Jesús le respondió: "No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.
Por eso, el Reino de los Cielos se parece a un rey que quiso arreglar las cuentas con sus servidores.
Comenzada la tarea, le presentaron a uno que debía diez mil talentos.
Como no podía pagar, el rey mandó que fuera vendido junto con su mujer, sus hijos y todo lo que tenía, para saldar la deuda.
El servidor se arrojó a sus pies, diciéndole: "Señor, dame un plazo y te pagaré todo".
El rey se compadeció, lo dejó ir y, además, le perdonó la deuda.
Al salir, este servidor encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, tomándolo del cuello hasta ahogarlo, le dijo: 'Págame lo que me debes'.
El otro se arrojó a sus pies y le suplicó: 'Dame un plazo y te pagaré la deuda'.
Pero él no quiso, sino que lo hizo poner en la cárcel hasta que pagara lo que debía.
Los demás servidores, al ver lo que había sucedido, se apenaron mucho y fueron a contarlo a su señor.
Este lo mandó llamar y le dijo: '¡Miserable! Me suplicaste, y te perdoné la deuda.
¿No debías también tú tener compasión de tu compañero, como yo me compadecí de tí?'.
E indignado, el rey lo entregó en manos de los verdugos hasta que pagara todo lo que debía.
Lo mismo hará también mi Padre celestial con ustedes, si no perdonan de corazón a sus hermanos".


Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.


Bulle

San Juan Pablo II (1920-2005)
papa
Encíclica «Dives in misericordia» cp. 7, §14 (trad. © Libreria Editrice Vaticana)


«¿No deberías, a tu vuelta, tener compasión de tu hermano?»

La Iglesia debe considerar como uno de sus deberes principales—en cada etapa de la historia y especialmente en la edad contemporánea—el de proclamar e introducir en la vida el misterio de la misericordia, revelado en sumo grado en Cristo Jesús. Este misterio, no sólo para la misma Iglesia en cuanto comunidad de creyentes, sino también en cierto sentido para todos los hombres, es fuente de una vida diversa de la que el hombre, expuesto a las fuerzas prepotentes de la triple concupiscencia que obran en él, está en condiciones de construir. Precisamente en nombre de este misterio Cristo nos enseña a perdonar siempre. ¡Cuántas veces repetimos las palabras de la oración que El mismo nos enseñó, pidiendo: «perdónanos nuestras deudas como nosotros perdonamos a nuestros deudores» (Mt 6,12), es decir, a aquellos que son culpables de algo respecto a nosotros!
Es en verdad difícil expresar el valor profundo de la actitud que tales palabras trazan e inculcan. ¡Cuántas cosas dicen estas palabras a todo hombre acerca de su semejante y también acerca de sí mismo! La conciencia de ser deudores unos de otros va pareja con la llamada a la solidaridad fraterna que san Pablo ha expresado en la invitación concisa a soportarnos «mutuamente con amor» (Ep 4,2). ¡Qué lección de humildad se encierra aquí respecto del hombre, del prójimo y de sí mismo a la vez! ¡Qué escuela de buena voluntad para la convivencia de cada día, en las diversas condiciones de nuestra existencia! (EDD)

Oración

Letanía de la Misericordia Divina

 Misericordia Divina, que brota del seno del Padre. 'Todos./ yo Confío en Ti.

D./ Misericordia Divina, supremo atributo de Dios. T/. Yo Confío en Ti.

D./ Misericordia Divina, misterio incomprensible. T/. Yo Confío en Ti .

D./ Misericordia Divina, fuente que brota del misterio de la Santísima Trinidad. T/. Yo confío en Ti.

D./ Misericordia Divina, insondable para todo entendimiento humano o angélico. T/. Yo confío en Ti.

D./ Misericordia Divina, de donde brotan toda Vida y Felicidad. T/. Yo confío en Ti.

D./ Misericordia Divina, más sublime que los Cielos. T/. Yo confío en Ti.

D./ Misericordia Divina, fuente de milagros y maravillas. T/. Yo confío en Ti.

D./ Misericordia Divina, que abarca todo el universo. T/. Yo confío en Ti.

D./ Misericordia Divina, que baja al mundo en la Persona del Verbo Encarnado. T/. Yo confío en Ti.

D./ Misericordia Divina, que manó de la herida abierta en el Corazón del Señor Jesucristo. T/. Yo confío en Ti.

D./ Misericordia Divina, insondable en la Institución de la Sagrada Eucaristía. T/. Yo confío en Ti.

D./ Misericordia Divina, que fundaste la Santa Iglesia. T/. Yo confío en Ti.

D./ Misericordia Divina, presente en el Santo Sacramento del Bautismo. T/. Yo confío en Ti.

D./ Misericordia Divina, que nos justificas por los méritos de Jesucristo. T/. Yo confío en Ti.

D./ Misericordia Divina, que nos acompañas a lo largo de toda la vida. T/. Yo confío en Ti.

D./ Misericordia Divina, que nos abraza especialmente en la hora de la muerte. T/. Yo confío en Ti.

D./ Misericordia Divina, que nos otorga la vida inmortal. T/. Yo confío en Ti.

D./ Misericordia Divina, que nos acompaña en cada momento de nuestra Vida. T/. Yo confío en Ti.

D./ Misericordia Divina, que nos protege del fuego del Infierno. T/. Yo confío en Ti.

D./ Misericordia Divina, en la conversión de los pecadores empedernidos.T/. Yo confío en Ti.

D./ Misericordia Divina, asombro para los ángeles e incomprensible para los santos. T/. Yo confío en Ti.

D./ Misericordia Divina, insondable en todos los misterios de Dios. T/. Yo confío en Ti.

D./ Misericordia Divina, que nos rescata de toda miseria. T/. Yo confío en Ti.

D./ Misericordia Divina, fuente de nuestra felicidad y gozo. T/. Yo confío en Ti.

D./ Misericordia Divina, que de la nada nos diste la existencia. T/. Yo confío en Ti.

D./ Misericordia Divina, que abarca todas las obras de tus manos. T/. Yo confío en Ti.

D./ Misericordia Divina, que presides toda la obra de Dios. T/. Yo confío en Ti.

D./ Misericordia Divina, en la que todos estamos inmersos. T/. Yo confío en Ti.

D./ Misericordia Divina, dulce consuelo para los corazones angustiados. T/. Yo confío en Ti.

D./ Misericordia Divina, única esperanza de las almas desesperadas. T/. Yo confío en Ti.

D./ Misericordia Divina, remanso de corazones y paz ante el temor. T/. Yo confío en Ti.

D./ Misericordia Divina, gozo y éxtasis de las almas santas. T/. Yo confío en Ti.

D./ Misericordia Divina, que infundes esperanza, cuando perdemos la esperanza. T/. Yo confío en Ti.


























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