La lectura del Evangelio de hoy concluye
con las conmovedoras palabras finales de Juan el Bautista: 'Él debe
crecer, pero yo debo disminuir'. Después de esto, Juan es
encarcelado y finalmente decapitado, sellando así su martirio. Reconoció
que su misión estaba llegando a su fin y que el ministerio de Jesús, que
ahora empezaba en serio, iba a ocupar el centro del escenario. Estas
palabras reflejan la profunda humildad de Juan, que disminuía
voluntariamente su importancia para exaltar a Cristo. Fue un momento de
transición, en el que los ministerios de Juan y Jesús se solaparon
brevemente.
A lo largo de las Escrituras, se hace
referencia a Jesús con muchos nombres, siendo quizá el más frecuente el de
Señor. Sólo en el Nuevo Testamento, el término Señor aparece 3.322 veces.
Según el Oxford English Dictionary, un señor es "una persona que tiene
autoridad, control o poder; un maestro, jefe o gobernante". Al aceptar
a Jesús como Señor de nuestras vidas, le permitimos que tome las riendas,
que se haga más grande; nuestros egos, en cambio, deben disminuir. De ahí
que todos debamos pronunciar las palabras de Juan el Bautista: Cristo
debe aumentar, pero yo debo menguar.
El cuadro que acompaña a la reflexión de
hoy es obra de Lucas Cranach el Viejo, uno de los principales artistas
alemanes del siglo XVI. Cranach fue amigo íntimo de Martín Lutero
(1483-1546) y se convirtió en el principal propagandista visual de la
Reforma protestante. Conocido como Pictor celerrimus ('el más rápido de los
pintores'), sus contemporáneos se maravillaban de la rapidez con que
producía sus obras. Cuesta creerlo, visto lo detallado de sus cuadros. En
nuestro cuadro, vemos a Juan el Bautista vestido con un traje de pelo de
camello, acariciando tiernamente un cordero mientras está arrodillado ante
el Niño Jesús. Juan señala directamente a Cristo. Cristo es a quien debemos
seguir. El Niño sostiene una cruz de la que sale una serpiente, símbolo del
pecado original. La serpiente se dispone a morder el pie izquierdo de
Cristo, que a su vez descansa sobre un esqueleto humano. Esta imaginería
concuerda estrechamente con la teología luterana: Martín Lutero enseñaba
que la humanidad hereda la culpa adámica y existe en estado de pecado desde
el momento de la concepción. Así pues, el cuadro de Cranach transmite una
profunda teología al tiempo que ilustra la humildad y la alegría de Juan el
Bautista en presencia de Cristo.
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