Aquí podemos ofrecerle sólo unos cuantos aspectos
de las mil maravillas de la Santa Misa
El perdón de los pecados. |
Si alguno oye devotamente la Santa Misa alcanzará grandes auxilios para no caer en pecado mortal, y se le perdonarán sus defectos y pecados veniales e imperfecciones.
San Agustín, Doctor de la Iglesia |
Soy feliz al unir al Sacrificio de Jesús, el sacrificio de mi pobre vida. |
San Pascual Baylón no podía ir a la Iglesia para asistir a todas las Misas que hubiera deseado, porque tenía que llevar a pastar a las ovejas. Así pues, cada vez que oía las campanas de la Iglesia dar la llamada a Misa, se arrodillaba en el pasto entre las ovejas, frente a una cruz de madera que él había hecho, y de esa manera podía aunque fuera de lejos, seguir al sacerdote en el ofrecimiento del Sacrificio Divino. Qué Santo tan amante, verdadero Serafín de amor hacia la Eucaristía. Sobre su lecho de muerte, oyó la campana para la Misa, y sacó fuerza para susurrar a sus hermanos: "Soy feliz al unir al Sacrificio de Jesús, el sacrificio de mi pobre vida." Y murió a la hora de la Consagración de la Santa Misa. |
Muchas almas dejan el Purgatorio. |
Por cada Misa devotamente celebrada, muchas almas dejan el Purgatorio y vuelan al Cielo.
San Jerónimo
Oigamos a San León
Magno: «Está presente el Señor Jesucristo en medio de los creyentes. Por eso
nuestra confianza no es temeraria, sino fiel. Pues, aunque Él está sentado a la
derecha de Dios Padre, hasta que ponga a todos sus enemigos por escabel de su
pies (Sal 109,1), sin embargo, no falta nunca el Sumo Pontífice de la asamblea
de sus pontífices, y con razón se le canta por boca de toda la Iglesia y de
todos los sacerdotes: “Tú eres sacerdote para siempre según el orden de
Melquisedec”. «Él mismo es Aquel cuya figura pre-significaba el pontífice
Melquisedec, que no ofrecía las oblaciones judaicas, sino que inmoló el
sacrificio de aquel sacramento que nuestro Redentor consagró en su Cuerpo y en
su Sangre. Él mismo es aquel cuyo sacerdocio no había de pasar con el tiempo de
la ley, como pasó el establecido según el orden de Aarón, sino que fue
instituido con la firmeza de un juramento indisoluble, que había de celebrarse perennemente
según el orden de Melquisedec. Pues, así como entre los hombres el juramento
que se presenta con estas fórmulas queda sancionado como pacto perpetuo, así
también la declaración del juramento divino, que se encuentra en estas
promesas, fijadas en decretos inconmovibles. Y puesto que el arrepentimiento
indica el cambio de voluntad, Dios no se arrepiente en aquel en que, según el
beneplácito eterno, no puede querer otra cosa distinta de lo que
quiso...«Honramos, pues, el día en que fuimos consagrado obispo, ya que piadosa
y verdaderamente confesamos que, en todas las cosas que hacemos rectamente,
Cristo es quien realiza la obra de nuestro ministerio» (Sermón 5, 3-4).
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