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jueves, 9 de enero de 2025

Evangelio del día

 


Lectura del Evangelio

En aquel tiempo: Jesús regresó con el poder del Espíritu a Galilea, y se difundió su fama por toda la región circundante. Y enseñaba en las sinagogas de ellos, siendo glorificado por todos.

 

Y llegó a Nazaret, donde se había criado. Y como era su costumbre, fue a la sinagoga en el día de reposo, y se puso de pie para leer. Le dieron el rollo del profeta Isaías. Desenrolló el rollo y encontró el lugar donde estaba escrito,

 

El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar la Buena Nueva a los pobres.

 

Me ha enviado a proclamar la libertad a los cautivos y la vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos, a proclamar el año de gracia del Señor'.

 

Enrolló el rollo, se lo devolvió al asistente y se sentó. Y los ojos de todos los que estaban en la sinagoga se fijaron en él. Y comenzó a decirles: 'Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros'. Y todos hablaban bien de él y se maravillaban de las palabras de gracia que salían de su boca.


 

 

 

Reflexión sobre el cuadro

Muchos de nosotros tenemos pasajes favoritos de las Escrituras a los que volvemos una y otra vez. Cuando cogemos una Biblia, es posible que la abramos instintivamente por esos textos tan queridos, porque han resonado en nosotros en el pasado y siguen ofreciéndonos guía e inspiración. Estos pasajes alimentan nuestro espíritu, nos animan o nos interpelan cuando es necesario. El propio Jesús parecía tener pasajes favoritos de la Escritura, a menudo citando los salmos, que claramente le hablaban profundamente. En la lectura del Evangelio de esta mañana, vemos otro ejemplo de ello cuando Jesús regresa a la sinagoga de Nazaret, su ciudad natal, después de comenzar su ministerio público. Con el rollo del profeta Isaías en la mano, Jesús es movido por el Espíritu a seleccionar un pasaje específico, uno que articulaba perfectamente la misión que estaba a punto de emprender.

 

Las palabras de Isaías expresaban el propósito de Jesús: proclamar la buena nueva de Dios a los más necesitados. Llevaría un mensaje de esperanza a los pobres, de liberación a los cautivos, de vista a los ciegos (física o espiritualmente) y de libertad a los oprimidos. Estas palabras no sólo se referían a la misión de Jesús, sino que siguen dirigiéndose a nosotros hoy. Todos, de alguna manera, nos encontramos dentro de estas categorías de necesidad. Ya estemos agobiados por la pobreza de espíritu, atrapados en luchas personales, cegados por la incertidumbre o agobiados por los desafíos de la vida, necesitamos la palabra misericordiosa de Dios que nos eleve. Jesús nos asegura que esta gracia transformadora no está disponible para nosotros en un futuro lejano, sino hoy.

Nuestro cuadro representa una escena doméstica en torno a una familia que lee la Biblia, reflejando el énfasis del siglo XIX en la piedad y la oración familiar. El padre, con gafas de lectura, está inclinado sobre la Biblia mientras lee. En la mesa, una anciana está sentada con los ojos cerrados, en oración y contemplación, mientras una niña se arrodilla a sus pies, indicando reverencia y atención. Junto al padre, una mujer joven escucha atentamente, y a su izquierda, un hombre joven bosteza, quizá sugiriendo cansancio o falta de compromiso. A través de la ventana de la izquierda, un niño se asoma al interior, añadiendo un elemento de curiosidad. Las palabras de la Biblia atraen a los de fuera de la familia. La habitación está amueblada con una rueca a la izquierda y un gato cerca de un cesto de la ropa sucia a la derecha, lo que refuerza la representación de un hogar típico del siglo XIX. Un reloj y un rifle cuelgan de la pared, contribuyendo aún más a la ambientación de época.

by Padre Patrick van der Vorst



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