El documento aborda la situación de las familias en el mundo (muy diversa, que va desde las familias ordinarias formadas por un hombre y una mujer, hasta las familias monoparentales, la poligamia, los matrimonios mixtos, etc.).
Salvador Aragonés, aleteia
Terminó el Sínodo Ordinario de los Obispos sobre la Familia con una misa concelebrada en la Basílica de San Pedro, entre el Santo Padre Francisco y los Padres Sinodales, cardenales, obispos y presbíteros.
El sábado por la tarde, el Sínodo aprobó un documento de 94 puntos, en el cual se contenían las propuestas que el Sínodo eleva al Santo Padre, para que tomara en consideración los aspectos que considerara más oportunos. El Sínodo, como se recordará, es un órgano consultivo del Papa. El documento final fue aprobado por unanimidad por la llamada Comisión de los 10, recogiendo las 248 observaciones hechas alInstrumentum Laboris en los 13 ciculi minori, o círculos lingüísticos.
Dicho esto, destacaremos las diez claves del documento final del Sínodo sobre la Familia, que ha servido para vivir “la colegialidad y la sinodalidad” entre los obispos y el Papa, lo que ha sido valorado muy positivamente. Los obispos han reafirmado la primacía del Papa sobre toda la Iglesia. El documento final del Sínodo destaca que se ha tratado de un Sínodo pastoral y no doctrinal.
LAS DIEZ CLAVES
El documento aborda la situación de las familias en el mundo (muy diversa, que va desde las familias ordinarias formadas por un hombre y una mujer, hasta las familias monoparentales, la poligamia, los matrimonios mixtos, etc.).
1.- El Sínodo hace una gran defensa de la familia, como “célula primera y vital de la sociedad”, formada ésta por la unión en matrimonio de un hombre y una mujer, más los hijos y los abuelos, si los hubiere. En consecuencia, rechaza otras uniones que no pueden llamarse “matrimonio”, como los homosexuales, pues Dios creó al hombre y la mujer, como dice el Génesis, como fundamento del género humano. Sin embargo, los homosexuales deben “ser respetados en su dignidad y acogida, cuidando evitar toda etiqueta de discriminación injusta”. Hay que ayudar y acompañar también a las familias que tienen entre sus miembros personas con tendencia homosexual. Un desafío particular es el de la “ideología de género”, que “niega la diferencia y la reciprocidad natural de hombre y mujer”, y vacía “la base antropológica de la familia” al proponer “una sociedad sin diferencia de sexos”. La Iglesia rechaza las presiones que se reciben del exterior en favor de los matrimonios homosexuales.
2.- Los cristianos deben descubrir “la belleza del matrimonio y la familia”, a través de los ejemplos de familias cristianas que viven su vocación y entrega a los demás como un don de Dios. El Sínodo alaba a las familias que, a pesar de las dificultades, se han mantenido en el plan de Dios, con un matrimonio indisoluble, acogiendo a los hijos y respetando a los abuelos. Los estados y las autoridades públicas deben proteger a la familia. Para fortalecer a la familia conviene que los futuros esposos reciban una buena preparación al matrimonio, y una vez celebradoeste reciban un acompañamiento en los primeros años. Los sacerdotes deben recibir también una importante preparación sobre el matrimonio y la familia
3.- La familia se encuentra ante unos desafíos muy fuertes como los que les coloca la técnica y los medios de comunicación, que la hacen “frágil” y a los miembros “inmaduros”. El Sínodo afirma que, dado que la vida procede de Dios, no se pueden llevar a cabo manipulaciones genéticas o biotecnológicas por las que la vida pueda ser “independiente de la relación sexual entre un hombre y una mujer”. “La vida humana es sagrada desde su inicio (…) y solo Dios es el señor de la vida desde el comienzo hasta el final”. “Nadie, en ninguna circunstancia, puede revindicar para sí el derecho de destruir directamente a un ser humano inocente”. Y citando al papa Francisco, dice el Sínodo que “hoy se considera demasiado fácilmente al ser humano como un bien de consumo que se puede usar y tirar: hemos iniciado la cultura del “descarte” que incluso es promovida”. Se condena la pena de muerte.
4.- El matrimonio es indisoluble porque procede de la “fidelidad de Dios con la alianza”. Los fines del matrimonio son el amor mutuo y la procreación de los hijos. El amor entre los esposos “no depende de las capacidades humanas, sino que Dios sostiene esta alianza con la fuerza de su Espíritu”. Así, una afectividad narcisista, inestable (como los que imponen una sexualidad sin límites) y cambiable no ayuda a la persona a alcanzar una mayor madurez”: se “denuncia” la pornografía, la prostitución y su explotación, así como la “mentalidad antinatalista”. El divorcio produce “serias consecuencias en los adultos, los hijos y toda la sociedad”. Los hijos son quienes más sufren las consecuencias de un divorcio. La Iglesia debe acompañar a los cónyuges separados para que se traten “con respeto y misericordia, sobre todo por el bien de los hijos, para no hacerles sufrir más”. Los hijos no deben ser objeto de contienda entre los esposos. La Iglesia acompañará a las parejas de hecho y uniones civiles de modo positivo a fin de que puedan abrazar el matrimonio.
5.- El Sínodo reivindica la encíclica “Humanae Vitae” de Pablo VI y “rechaza con todas sus fuerzas las medidas coercitivas del Estado en favor de la contracepción, la esterilización y el aborto”, y “apoya el uso de los “ritmos naturales de fecundidad” (los esposos deben estar de acuerdo) porque “respetan el cuerpo de los esposos, alientan la ternura entre ellos y favorecen la educación de una libertad auténtica”.. Los hijos son “un don maravilloso de Dios, una alegría para los padres y para la Iglesia”.
6.- Los padres tienen la obligación de educar a los hijos, y educarlos en la fe. Este es uno de los “desafíos fundamentales” que tienen hoy las familias. El Sínodo pide que “sea tutelado el derecho de los padres a elegir libremente el tipo de educación que quieren dar a sus hijos, según sus convicciones, y en condiciones accesibles y de cualidad”. Los padres son los principales responsables de la educación de sus hijos y deben ayudarlos a que maduren también su camino hacia la afectividad, aunque recibirán ayuda de la Iglesia. Apoya también a las escuelas católicas, y señala que en algunos países estas escuelas son las únicas que existen para que los hijos de familias pobres puedan tener una educación, “ofreciendo una alternativa a la pobreza”.
7.- La Iglesia se mantiene en la “tolerancia cero” ante los casos de violencia doméstica que golpean especialmente a los más débiles,como las mujeres y los niños. Aquí, dice el Sínodo, se requiere la estrecha colaboración con la justicia “para actuar contra los responsables y proteger adecuadamente a las víctimas”. La Iglesia acompañará al cónyuge abandonado y también a las familias que tienen al padre alejado por largos periodos, y cita concretamente el servicio militar. Acompañará a quienes, al volver de la guerra, “sufren un síndrome post-traumático y son turbados en su conciencia ante graves cuestiones morales”.
8.- Los divorciados y vueltos a casar por lo civil “deben estar más integrados en las comunidades cristianas, de diversas maneras posibles, evitando toda ocasión de escándalo”. Pueden participar en diversos “servicios eclesiales”, no deben sentirse “excomulgados”. Esta integración es “necesaria incluso para el cuidado y educación cristiana de sus hijos, que deben ser considerados los más importantes”. Establece el Sínodo una serie de condicionantes para esta mayor integración. Se mirará si su situación irregular, y si en su origen no era un matrimonio nulo. Después, en su discernimiento pastoral habrá que ver caso por caso, acompañados por el presbítero, quien verá en el interior de las personas y su responsabilidad personal. La ley no tiene gradualidad, y por eso “el discernimiento no podrá prescindir nunca de las exigencias de la verdad y de caridad del Evangelio propuestas por la Iglesia”. Por ello, para una mayor integración en la Iglesia, se garantizan condiciones de “humildad, reserva, amor a la Iglesia y a su enseñanza, en la búsqueda de la voluntad de Dios”. El Sínodo no se pronuncia de modo expreso sobre la recepción de los sacramentos por los divorciados vueltos a casar, pues el Sínodo es pastoral y no doctrinal.
9.- Las familias deben ser acompañadas, preferentemente en las parroquias, aunque también en movimientos u organizaciones católicas, en la formación espiritual de sus miembros. En la familia se aprenden los valores del amor a Dios y a la Iglesia, y los miembros de las familias deben vivir una vida espiritual, mediante la oración y las lecturas del Evangelio y de las Escrituras. En la pastoral hay que mantener un equilibrio entre pastoral juvenil y pastoral familiar. Las familias deben estar dichosas por el hecho de que alguno de sus hijos tenga vocación al sacerdocio o estado religioso. La familia cristiana debe irradiar en la cultura moderna, pues como dijo el papa Pablo VI “la ruptura entre el Evangelio y la cultura es sin duda el drama de nuestra época, como lo fue en épocas anteriores”.
10.- El documento del sínodo abarca a toda la familia, y en particular se refiere a las familias más necesitadas, ya sea por su pobreza o por estar con problemas. Así contempla las situaciones concretas de la viudez, la vejez, las minusvalías, el hombre, la mujer, los niños, los hijos adoptados, los migrantes, los prófugos y los perseguidos. Rechaza el Sínodo la explotación de la mujer, de los niños y del hombre en trabajos inhumanos, cuando no la violencia y la explotación sexual. De los niños dice que “deben estar en el primer lugar en la vida familiar y pastoral”. Y los abuelos “constituyen el nexo intergeneracional, y aseguran el equilibrio psico-afectivo con la transmisión de tradiciones y costumbres” donde los jóvenes “puedan reconocer sus propias raíces” y, además, con frecuencia colaboran en la transmisión de la fe.
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