El matrimonio mexicano formado por Andrés Galindo y Clara Rubio fue el primero en intervenir en el aula sinodal. Allí transmitieron su propia experiencia de dificultades en los primeros años de vida en común, y luego su tarea en el área de pastoral familiar desde hace más de dos décadas
Relatos de carne y hueso en el corazón del Sínodo de los Obispos, la asamblea episcopal llamada a dar respuesta a los problemas de las familias
ANDRÉS BELTRAMO ÁLVAREZ
CIUDAD DEL VATICANO
La azarosa vida de un matrimonio que fue víctima de la crisis y superó difíciles momentos económicos. Pero también la sonrisa de la vida que se abre camino en el rostro de Davide, un pequeño de cuatro meses cuya presencia no es la de un “padre” sino, más bien, la de un “hijo sinodal”. Son las historias reales que han marcado el inicio del Sínodo de los Obispos, la cumbre episcopal que está llamada a ofrecer respuestas a los desafíos de la familia actual.
La pareja mexicana compuesta por Clara Rubio y Andrés Galindo López fue la primera en brindar su testimonio ante los 270 “padres sinodales”, procedentes de más de 110 países. Originarios de la Ciudad de México, ellos en la asamblea como “auditores” con capacidad de voz, pero no de voto. Son una de las 17 parejas designadas para compartir sus historias con los clérigos.
Ellos contaron su experiencia personal marcada por serios problemas económicos, producto de la pérdida del puesto de trabajo, y el compromiso en la pastoral familiar después de una peregrinación al santuario de Nuestra Señora de Guadalupe. Actualmente son secretarios ejecutivos de la Comisión para la Familia de la Conferencia del Episcopado Mexicano y secretarios del Consejo Episcopal Latinoamericano para la zona México- Centroamérica.
“Hace un tiempo nos pidieron un testimonio sobre nuestra experiencia; lo que vivimos en carne propia lo comentamos, sobre todo cómo empezamos a trabajar con las familias. Es la realidad de muchos países de nuestra región”, dijo al Vatican Insider Andrés Galindo López. Aseguró que, desde hace muchos años, ambos trabajan para que todos los matrimonios católicos en México descubran su identidad y su misión.
“Nuestro sueño es lograr familias más fuertes”, replicó su esposa, Clara Rubio, la cual reconoció que en el Sínodo se tocan “temas muy actuales”, que están afectando a las familias y a los matrimonios. Consideró que los medios de comunicación han centrado casi todo su interés en el tema de los divorciados vueltos a casar, cuando hay otros asuntos que debatirán los obispos que requieren similar atención.
Pero advirtió que “todavía falta” en la atención a los divorciados por parte de la Iglesia en su país, aunque reconoció que “se están dando pasitos” con iniciativas en ciudades específicas como Monterrey, donde funcionan grupos específicos.
“El reto es muy grande y el país es muy grande, nos falta mucho por hacer. En muchos países se le está dando una atención pastoral a las personas con esos problemas, que es lo más importante, llevar el evangelio de la misericordia a todos. De aquí quisiéramos llevarnos una conciencia muy fuerte para la atención no sólo a los divorciados vueltos a casar, sino a toda clase de familias heridas. Queremos que nuestros pastores, los obispos y los cardenales, hagan una pastoral familiar desde el corazón”, constató Rubio.
Pero la verdadera “atracción” del primer día de labores del Sínodo fue Davide, un bebé de apenas cuatro meses, quien se convirtió en el más pequeño participante a una de estas asambleas en la historia de la Iglesia. Su foto en medio de las sotanas, las fajas rojas y púrpuras, se convirtió en el emblema de la reunión. Sus padres, Patrizia Calabrese y Massimo Paloni, forman parte de las parejas de “auditores”; ellos están comprometidos en la pastoral misionera de la familia y tienen otros 11 hijos. Unos 12 en total, seis mujeres y seis hombres.
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