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domingo, 11 de junio de 2023

La hoja de ruta católica para el uso de las redes sociales

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"Todo cristiano es un microinfluencer", afirma el documento hecho público por el Dicasterio de Comunicación de la Santa Sede

El Dicasterio de Comunicación de la Santa Sede ha publicado una reflexión sobre el uso cristiano de las redes sociales en un documento titulado Hacia una plena presencia, difundido el 29 de mayo de 2023.

Afirmando que «todo cristiano es un microinfluencer», el texto invita a todos – y especialmente a los obispos – a no escribir ni compartir contenido que pueda causar malentendidos o exacerbar divisiones.

Fruto de una reflexión colectiva en la que participaron expertos, docentes, laicos, sacerdotes y religiosos, este documento de 20 páginas traducido a 5 idiomas pretende dar sentido a la presencia de los cristianos en las redes sociales.

«Muchos cristianos piden inspiración y consejo», explica este texto, firmado por Paolo Ruffini, prefecto del dicasterio de Comunicación, y por Mons. Lucio Ruiz, secretario del mismo dicasterio.

Los autores vuelven primero a las desilusiones generadas en torno a lo digital, esta era que «iba a ser una ‘tierra prometida’ donde la gente pudiera contar con información compartida sobre la base de la transparencia, la confianza y la experiencia».

En lugar de esto, los ideales han dado paso a las leyes del mercado, y los internautas se han convertido en «consumidores» y «mercancías«, cuyos perfiles y datos acaban siendo vendidos.

Otro escollo señalado por el dicasterio: en la «carretera digital», un gran número de personas siguen marginadas debido a la «brecha digital«.

Además, las redes, que se suponía debían unir a las personas, por el contrario, «profundizaron diversas formas de división».

Los cristianos, agentes del cambio en la red

Paolo Ruffini y Monseñor Ruiz apuntan a la constitución de «burbujas de filtro» por algoritmos que impiden a los usuarios «encontrarse con el ‘otro’, el que es diferente», y que sólo animan a personas similares a encontrarse.

Finalmente, «las redes sociales se convierten en un camino que conduce a muchas personas hacia la indiferencia, la polarización y el extremismo«.

Pero el documento no pretende ser fatalista. «La red social no es inmutable. Podemos cambiarla«, aseguran los autores.

Estos auguran que los cristianos puedan convertirse en «motores de cambio» e «incitan a los medios de comunicación a reconsiderar su papel y dejar que Internet se convierta en un verdadero espacio público».

En otra escala, el internauta cristiano también debería poder realizar un «examen de conciencia», para mostrar «discernimiento» y «prudencia«.

En las redes se trata de asegurar que «transmitimos información veraz, no solo cuando creamos contenido, sino también cuando lo compartimos», insiste el documento, que invita a los fieles a plantearse la pregunta de «quién es mi prójimo» en Internet.

«Todos deberíamos tomar nuestra ‘influencia’ en serio», advierten además los responsables del dicasterio, asegurando que «todo cristiano es un microinfluencer».

Cuanto más crece el número de seguidores, más aumenta la responsabilidad. Y previenen contra la publicación o el intercambio de «contenidos que puedan causar malentendidos, exacerbar divisiones, incitar conflictos y profundizar en los prejuicios».

Responsabilidad de los obispos y líderes

Los autores no dudan en entristecerse de que «obispos, pastores y eminentes líderes laicos» también caigan a veces en una comunicación «polémica y superficial».

Ante ello, «muchas veces lo mejor es no reaccionar o reaccionar con silencio para no dar peso a esta falsa dinámica», subrayan.

Sobre el silencio, el texto reconoce que la cultura digital, «con esta sobrecarga de estímulos y datos que recibimos», desafía tanto a los entornos educativos o laborales como a las familias y comunidades.

Así, el «silencio» se puede considerar como una «desintoxicación digital», que no es simplemente «abstinencia, sino una forma de establecer un contacto más profundo con Dios y con los demás».

Entre los otros consejos dados está el de no «hacer proselitismo» en internet sino por el contrario escuchar y dar testimonio.

La comunicación no debe ser simplemente una «estrategia», insiste el documento, y la búsqueda de la audiencia no puede ser un fin en sí misma.

El texto recuerda la actitud de Jesús que no dudó en retirarse y huir de la multitud para descansar y orar.

«Su objetivo […] no era aumentar su audiencia, sino revelar el amor del Padre», analiza el dicasterio.

¿Qué pasa con la liturgia digital?

«No podemos compartir una comida a través de una pantalla». Reconociendo que las redes sociales han jugado un papel esencial y reconfortante en la difusión de las celebraciones litúrgicas durante la pandemia, el Departamento de Comunicación cree que «todavía queda mucho por pensar […] sobre cómo aprovechar el entorno digital de una manera que complemente la vida sacramental».

En efecto, «se han planteado cuestiones teológicas y pastorales», en particular a nivel de «la explotación comercial de la retransmisión de la Santa Misa».

La era digital no debe borrar la atención sobre la «Iglesia doméstica», se sigue insistiendo, esa «Iglesia que se reúne en los hogares y en torno a la mesa».

En otras palabras: Internet puede complementar, pero no reemplazar, porque «la Eucaristía no es algo que podamos simplemente ‘mirar’, es algo que verdaderamente alimenta».


IMedia

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