EVANGELIO
Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.
Lectura del santo Evangelio según san Juan 6, 51-58
En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos:
«Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo».
Disputaban los judíos entre sí:
«¿Cómo puede este darnos a comer su carne?».
Entonces Jesús les dijo:
«En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.
Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.
El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él.
Como el Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre, así, del mismo modo, el que me come vivirá por mi.
Este es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre».
Palabra del Señor.
Entrega nupcial.
Celebramos hoy una fiesta eminentemente nupcial: El Cuerpo del Señor que se nos entrega en totalidad, fidelidad, para generar Vida y para siempre. Esta entrega exige reciprocidad. Con Su entrega, nuestra carne ha sido ungida por el Señor, como medio para alcanzar la Vida, como medio para la salvación. Cristo nos entrega Su Cuerpo para que nos hagamos uno con Él como Iglesia, recibiéndolo. Recibir Su cuerpo me permite estar en Él.
Como el Padre te ha enviado, Señor, me envías Tú a mí, a entregar mi cuerpo como parte de Tu Cuerpo. Primero me tengo que alimentar de la Eucaristía, del Pan de Vida, y después tengo que entregar mi cuerpo a mi esposo o esposa que es a lo que me envías. Recibo Tu Cuerpo para entregarlo entregándome. Recibo Tu Vida para entregarla entregando la mía.
¡Qué gran alimento la Eucaristía! Y qué potencia de sanación y potencia de Vida tiene. Sólo necesitamos tener la disposición necesaria para que actúe en mí de manera ilimitada, hasta el punto de no pasar hambre jamás.
Aterrizado a la vida matrimonial:
Lucía: A ti ¿qué es lo que más te gusta del matrimonio?
Antonio: A mí me gusta que por el Sacramento, podemos participar del mismo Amor de Cristo por nosotros.
Lucía: Es tremendo, que podamos vivir el matrimonio como algo meramente funcional, como asociación entre dos personas que se reparten tareas y gestionan las situaciones de la vida, con respeto el uno hacia el otro, en el sentido de que cada uno haga lo que le parezca bien sin que el otro pueda entrometerse demasiado practicando la tolerancia mutua. Pero de eso al misterio que supone el Sacramento, hay un salto tan grande como del que en la Eucaristía ve sólo un trozo de pan, al que ve a Cristo Sacramentado.
Antonio: Desde luego. Qué importante es vivir los sacramentos en todo su misterio. Acoger y experimentar la potencia de la gracia Divina… Menuda diferencia. Es una manera de vivir la vida a lo grande. Qué pena que haya tantos que se lo pierden por la dureza de su corazón. Rezamos por ellos para que descubran el don de la Eucaristía y para que lo podamos acoger plenamente.
Madre,
Celebramos hoy al Cuerpo de Tu cuerpo, Carne de Tu carne. Damos gracias al Señor porque nos ha entregado este gran misterio que es la Sagrada Eucaristía, un misterio de proporciones inabarcables para nuestro entendimiento. ¿Cómo agradecerlo suficientemente? Alabado sea el Señor hoy especialmente por el inmenso don de Su Cuerpo y de Su Sangre.
Vea también Corpus Christi: "El pan nuestro",Lope de Vega y Fray Luís de León
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