Presidió el acto central de su viaje,ante la «casi totalidad» de la Iglesia local (1500 bautizados)
"Muchos de ustedes están acostumbrados a la belleza y a la fatiga de tener que caminar (...). Todos, en efecto, somos 'nómadas de Dios', peregrinos en búsqueda de la felicidad, caminantes sedientos de amor", comentó Francisco.
El Papa Francisco celebró este domingo la Eucaristía, el acto central de su viaje a Mongolia, en el Steppe Arena de Ulán-Bator.
"Con las palabras del Salmo hemos rezado: 'Oh Dios, […] mi alma tiene sed de ti, por ti suspira mi carne como tierra sedienta, reseca y sin agua'. Esta estupenda invocación acompaña el viaje de nuestra vida, en medio de los desiertos que estamos llamados a atravesar", comenzó diciendo el Papa.
La vida como un desierto
Francisco comparó las extensas estepas mongolas con la vida del hombre. "Y es precisamente en esa tierra árida donde llega hasta nosotros la buena noticia. En nuestro camino no estamos solos; nuestras sequedades no tienen el poder de hacer estéril para siempre nuestra vida; el grito de nuestra sed no permanece sin respuesta. Dios Padre ha enviado a su Hijo para darnos el agua viva del Espíritu Santo que apague la sed de nuestra alma", afirmó.
Durante su homilía, pronunciada ante la práctica totalidad de la Iglesia mongola (1500 bautizados), el Papa propuso dos ideas. "Detengámonos juntos en estos dos aspectos: la sed que nos habita y el amor que apaga la sed. Ante todo, estamos llamados a reconocer la sed que nos habita. El salmista grita a Dios la propia aridez porque su vida se asemeja a un desierto. Sus palabras tienen una resonancia particular en una tierra como Mongolia", expresó.
'Nuestras sequedades no tienen el poder de hacer estéril para siempre nuestra vida'.
"Muchos de ustedes están acostumbrados a la belleza y a la fatiga de tener que caminar, una acción que evoca un aspecto esencial de la espiritualidad bíblica, representado por la figura de Abrahán y, más en general, algo distintivo del pueblo de Israel y de cada discípulo del Señor. Todos, en efecto, somos 'nómadas de Dios', peregrinos en búsqueda de la felicidad, caminantes sedientos de amor", comentó Francisco.
El Papa apuntó al amor como el agua que sacia. "Sí, arrastramos una sed inextinguible de felicidad, buscamos un significado y un sentido para nuestra vida, una motivación para las actividades que llevamos a cabo cada día; y sobre todo estamos sedientos de amor, porque sólo el amor apaga verdaderamente nuestra sed, el amor nos hace estar bien, nos abre a la confianza haciéndonos saborear la belleza de la vida", afirmó el Pontífice.
Y, ese amor, no es otro que Jesús. "Y llegamos así al segundo aspecto: el amor que apaga la sed. Primero era nuestra sed, esencial y profunda, y ahora el amor que la apaga. Este es el contenido de la fe cristiana: Dios, que es amor, en su Hijo Jesús se ha hecho cercano a ti, desea compartir tu vida, tus trabajos, tus sueños, tu sed de felicidad", expresó.
Una noticia "desconcertante"
"Dios se ha compadecido de nosotros, y nos ha abierto un camino en el desierto: el mismo Señor nuestro Jesucristo; este es el camino en el desierto de la vida. Nos ha brindado un consuelo en el desierto, enviándonos predicadores de su Palabra; nos dio a beber agua en el desierto, colmando del Espíritu Santo a sus predicadores, para que surgiese en ellos la fuente de agua que brota hasta la vida eterna", añadió.
Pero, para el Papa, el camino para saciar la sed no es un camino de éxito. "Si pensamos que para apagar la sed de la aridez de nuestra vida sean suficientes el éxito, el poder, las cosas materiales, esta es una mentalidad mundana, que no lleva a nada bueno, sino que además nos deja más secos que antes. Jesús, sin embargo, nos indica el camino: 'El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga'", aseguró.
Puedes ver aquí la misa íntegra del Papa Francisco en Mongolia.
Por eso, recalcó: "Hermanos, hermanas, este es el mejor camino de todos: abrazar la cruz de Cristo. En el corazón del cristianismo se encuentra esta noticia desconcertante y extraordinaria: cuando pierdes tu vida, cuando la ofreces generosamente, cuando la arriesgas comprometiéndola en el amor, cuando haces de ella un don gratuito para los demás, entonces vuelve a ti abundantemente, derrama dentro de ti una alegría que no pasa, una paz en el corazón, una fuerza interior que te sostiene", concluyó.
En los saludos finales, tras la Eucaristía, el Papa cogió de las manos al obispo emérito de Hong-Kong y al titular, y aprovechó para "mandar un cariñoso saludo al querido y noble pueblo chino. A todo el pueblo le deseo lo mejor: seguid adelante. A los católicos de China les pido ser buenos cristianos y buenos ciudadanos. A todos lo mejor, muchas gracias. Un jesuita y un salesiano", comentó.
Puedes leer aquí más sobre el encuentro del Papa en Mongolia con los políticos locales, con los obispos y sacerdotes, y con los líderes de diferentes religiones.
J.C., ReL
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